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2) Saliendo de paseo por las cuatro puertas desea con tristeza abandonar lo secular
El príncipe por largo tiempo residió en el profundo palacio, y deseaba mucho salir a las afueras a pasear y a apreciar la gran libertad del paisaje. El Rey inmediatamente ordenó al consejo de ministros civiles y militares, que prepararan siete carros preciosos, cien oficiales harían de guía, en frente irían gritando, detrás se unirían para protegerlo, saldrían por la puerta este de la ciudad real.
Los ciudadanos que estaban a los lados del camino escucharon que el príncipe salía de paseo, y todos juntos fueron a observar; el príncipe en la multitud, vio a una persona mayor, que tenía arrugas como la harina, la espalda encorvada, se apoyaba en un bastón, era tan viejo y débil que no podía caminar. El príncipe lo vio, y preguntó al funcionario que lo acompañaba, ¿qué persona es esta? Los funcionarios le dijeron que era un anciano. El príncipe entonces pensó en su corazón: El tiempo que nos queda pasa como el curso del arroyo; después de que la vida humana transcurre y cae a la tierra, sin saber y sin sentir un año tras otro es desperdiciado, decrépito envejece, en un parpadeo llega. Aunque yo ahora estoy disfrutando de riquezas, honor, gloria y esplendor, sin embargo este cuerpo tampoco puede evitar tener que envejecer, cuando llega ese momento los oídos ensordecen y la visión se nubla, la vitalidad decae y la fuerza se agota, la vida es muy corta, el viaje al final se acaba. Pensando en esto, en su corazón nació la preocupación y el sufrimiento, entonces dio la orden de conducir de regreso al palacio.
El Rey escuchó decir que el príncipe habiendo salido por la puerta este, no estaba feliz y había regresado, al cabo de varios días le aconsejó que volviera a salir por la puerta sur para dar un paseo y divertirse. Al salir de la ciudad vio esta vez a una persona enferma, tenía la cara amarilla y estaba esquelético, tenía aspecto débil, le costaba respirar y gemía, estaba tirado al lado del camino. El príncipe exclamó a la persona que lo acompañaba: “Este cuerpo verdaderamente es la raíz de la aflicción”. Cuando la vida humana es dañada por la enfermedad, es lo más doloroso; la vida humana en el mundo, en realidad es igual que esas ondas en el reflejo de la luna, no hay un momento de tranquilidad.
El príncipe se compadeció de la persona enferma, y en su corazón estaba preocupado y aterrado. No deseaba volver al jardín a pasear y entretenerse, por lo que ordenó que condujeran rápido de regreso al palacio. Cuando el Rey recibió esta noticia, temió que abandonara el hogar, inmediatamente ordenó al hijo de un brahmán, Kalodayin, que se hiciera amigo del príncipe, que consolara al príncipe, y también añadió muchos instrumentos musicales, quería hacer que el príncipe estuviera tranquilo y feliz. Este Kalodayin era una persona inteligente, poseía una profunda elocuencia, pero nunca pudo cambiar la idea del príncipe de abandonar el mundo.
Más tarde el príncipe quiso de nuevo salir a dar un paseo, el Rey pensó en las dos puertas del este y del sur, por las cuales no encontró nada propicio. Esta vez ordenó que saliera por la puerta oeste, Kalodayin lo acompañaría conduciendo. Quién podría saber que nada más salir por la puerta oeste, se encontró una persona muerta, muy tiesa, tendida rígida, la sangre sucia se derramaba, el hedor era muy desagradable. El príncipe le preguntó a Kalodayin, pero Kalodayin no se atrevía a responder; el príncipe preguntó insistentemente tres veces. Se giró hacia él y le dijo: “Esto es un cadáver, el cuerpo humano codicia los cinco deseos, sin saber que lo que no es duradero al final llega, el momento no permanece, de este modo se sufre con la muerte, para el humano es difícil de soportar”.
El príncipe estaba tranquilo, escuchó estas palabras, no se sentía muy aterrado; le dijo a Kalodayin: ¡Ah! Una persona en el mundo, codicia la fama, codicia el beneficio, codicia la lujuria por mujeres, codicia comer; no anticipan que después de la muerte, tendrán este aspecto. Las cosas que tenían durante su vida, algunas tampoco se pueden llevar, incluso el amor de los padres, hermanos, marido y mujer, hijos, todos serán eternamente desechados a la tierra. Incluso ese cuerpo, también se ulcerará con pus y sangre, después de que los insectos y las larvas se acumulen y se lo coman, solo quedará una pila de huesos. La gente ambiciona el amor y los deseos, por eso se hunden en el mar de sufrimiento, rara vez saben que si hay encuentro, habrá partida, que si hay vida habrá muerte, en el mundo dónde hay gente que no muera. Aunque me haya convertido en príncipe, también es difícil que evite tener que morir, entonces debería buscar urgentemente la manera de salir del envejecimiento, la enfermedad, y la muerte, sería lo mejor.
Cuanto más pensaba el príncipe más abatido se sentía, en ese momento detuvo el paseo para regresar al palacio real. Esas personas que lo acompañaban, esta vez acataron el mandato del Rey, no se atrevieron a regresar a mitad de camino, y apremiaron al conductor a que llevara al príncipe al jardín. Un grupo de concubinas y mujeres coloridas, cada una vestida como flores parecidas al jade, vieron que el príncipe había regresado, todas corrieron hacia él, y rodearon al príncipe, cada una de ellas mostró una actitud encantadora y consentidora, queriendo ganar el cariño del príncipe, sin embargo no importaba lo fuertemente que ellas lo enredaran, el príncipe nunca prestó atención, y calmadamente les habló del sufrimiento de la vejez, enfermedad y muerte.
Pasó un tiempo, el príncipe de nuevo deseaba salir a pasear por la puerta norte. Cuando el Rey se enteró, ordenó que decoraran el camino, que montaran un escenario maravilloso. Los funcionarios civiles y militares acompañaron al príncipe fuera de la ciudad en un carro tirado por caballos, en el camino las montañas eran verdes y el agua clara, las flores y los árboles exuberantes, sintió el corazón vasto y el cuerpo relajado, muy refrescado. Dio una vuelta, y vio a una persona, tenía la cabeza redonda y calva, llevaba una túnica oscura, tenía una presencia muy majestuosa, en la palma de una mano llevaba un cuenco, en la otra mano agarraba un bastón, caminaba lentamente.
El príncipe lo vio, sobrecogido sintió respeto, de inmediato saltó del caballo, con mucha reverencia le preguntó: “¿Qué persona eres?”. Esa persona respondió: “Soy un bhiksu, es decir un monje”. Debido a que temo a la vejez, la enfermedad, y la muerte, por eso abandoné el hogar y ando el camino de la cultivación. Sé que ninguna vía del mundo es real, todas son perecederas. Sigo el camino de “la verdad”, para romper la raíz del nacimiento y la muerte; cultivo diligentemente la abstención, la concentración, y la sabiduría, para vencer a la codicia, la ira, y la estupidez; no ambiciono la lujuria, la reputación, los perfumes, los sabores, la emoción, las leyes, me aparto de las diversas preocupaciones del envejecimiento, enfermedad y muerte. Vivo en un lugar tranquilo, practico la vía de la liberación, para llegar a la otra orilla, esto se llama ser un bhiksu. Terminó de hablar, y entonces se elevó en el aire y se fue.
El príncipe escuchó esta instrucción, y estaba muy contento, entonces dijo con sus propias palabras: “¡Excelente! ¡Excelente! Entre el Cielo y el hombre, esta es la vía final, debo cultivarla y aprenderla. Regresó al palacio para informar claramente a su padre el Rey, para solicitar abandonar el hogar. El Rey una vez que escuchó que el príncipe de repente planteaba que quería abandonar el hogar, en el corazón se sintió muy mal, sostuvo al príncipe en su pecho, y usó todo tipo de buenas palabras para confortarlo, y hacerle eliminar rápido esta idea, que heredara el trono en el futuro, y fuera el rey de esta hermosa tierra.
Publicada en Minghui.org el 14 de octubre de 2001
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(Serie de 15 partes)
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Categoría: Cultura tradicional