(Minghui.org) Tras cumplir dos condenas en campos de trabajo forzado y una pena de prisión por un total de ocho años por practicar Falun Dafa, la Sra. Luo Meng sufrió un traumatismo craneoencefálico severo debido a descargas eléctricas de alto voltaje, así como lesiones en la parte baja de la espalda y en los ojos. Las lesiones y el acoso continuo también la obligaron a cerrar su popular peluquería.

La Sra. Luo, de 52 años, de la ciudad de Guanghan, provincia de Sichuan, se recuperó de varias dolencias después de empezar a practicar Falun Dafa en 1998. Su habilidad para cortar el pelo, así como su calidez y honestidad, hicieron muy popular su peluquería, que abrió en 1999. Tras el inicio de la persecución el 20 de julio de 1999, se negó a renunciar a su fe y desde entonces no ha dejado de ser objeto de ataques. En una ocasión, la policía la agredió e incluso golpeó a su hija pequeña en brazos.

Tras ser liberada en 2012 de su última condena de cuatro años en un campo de trabajo forzado, los funcionarios del PCCh (Partido Comunista Chino) siguieron acosándola. Ni siquiera sus familiares se salvaron. Las autoridades también confiscaron su documento de identidad, lo que le impidió trabajar o llevar una vida normal.

En enero de 2023, agentes de la Estación de Policía del pueblo de Xinglong y funcionarios de la villa fueron a buscarla a casa de sus padres. Su padre, de unos 80 años, y su madre, de unos 70, estaban aterrorizados.

Al no poder encontrarla, las autoridades acudieron a casa de su hermana mayor. Ella reconoció a tres de los agentes de un acoso anterior y los acusó de perseguir a la Sra. Luo: "Mi hermana no mató ni robó a nadie, no obstante, ustedes la golpearon con porras eléctricas. Ahuyentaron a sus clientes y ella no pudo pagar la matrícula universitaria de su hija. Su marido se divorció a causa de la persecución, y ahora ni siquiera tiene un lugar donde vivir. ¿Por qué siguen persiguiéndola? Déjenla en paz. Han arruinado a mi familia".

A continuación, la Sra. Luo relata en primera persona el calvario que ha sufrido durante los últimos 23 años de persecución.

Falun Dafa me salvó la vida y el matrimonio

Antes de practicar Falun Dafa, tenía problemas de sinusitis y ginecológicos. No me atrevía a llorar ni a reír demasiado porque me provocaban migrañas. La sequedad de garganta me impedía hablar mucho. Constantemente agotada, dormía todo el tiempo, a veces durante días, y no tenía apetito. No podía quedarme embarazada después de casarme. Me enfadaba con la vida y a menudo arremetía contra mi marido. Recurría al juego para distraerme.

Falun Dafa nos trajo luz y buena fortuna. Una semana después de empezar a practicarlo, en mayo de 1998, supe por primera vez lo que se sentía al estar libre de enfermedades. Cuando leí Zhuan Falun, la enseñanza principal de Falun Dafa, no solo cambió mi forma de pensar, sino que también mejoró mi nivel de energía. Pude andar en bicicleta y trabajar en la granja. También abrí una peluquería para ganarme la vida. Mi relación con mis suegros también mejoró. Al ver que me había vuelto sana practicando, mi marido me ayudó a fomentarlo, y sus enfermedades desaparecieron también. Más tarde di a luz a una niña preciosa.

Múltiple detenciones y condena a prisión

Mucha gente acudía a mi peluquería y el negocio iba viento en popa. Cuando empezó la persecución, en julio de 1999, la policía me acusó de reunir a practicantes en mi tienda. Un agente me detuvo y me obligó a limpiar gratis todos los días su Buró, los coches de policía e incluso rejas y dentro de las celdas. Esto me obligó a cerrar mi negocio. Tuve que pedir permiso para amamantar a mi hija, que entonces solo tenía unos meses. Me liberaron a principios de 2000.

Como hacía los ejercicios de Falun Dafa con otros practicantes en el parque Qiaotou, la policía me detuvo varias veces más. A menudo me encadenaron al suelo fuera de un edificio gubernamental para humillarme en público. En otra ocasión me obligaron a sentarme bajo un sol abrasador durante horas. La piel de mis nalgas se ampolló y se peló, y mi hija sufrió quemaduras en la cara. En junio de 2000, un agente nos abofeteó a mi hija y a mí, que estaba en mis brazos. Tenía la cara hinchada con marcas de dedos y los labios amoratados. La policía confiscó mi bicicleta y nunca me la devolvió.

Un día la policía me detuvo en casa sin orden judicial. Me metieron a empujones en un vehículo policial, condujeron hasta la estación de policía y me tiraron varias veces al suelo en el jardín delantero. Mi marido vino y vio cómo me trataban. Se peleó con ellos, lo esposaron y lo encerraron en un cuarto oscuro.

Varios policías armados me sacaron de casa a altas horas de la noche del 19 de julio de 2000 y me esposaron a un árbol. Les pedí que me dejaran alimentar a mi hija porque la leche materna me mojaba la camisa, sin embargo no me lo permitieron. Me retuvieron durante dos semanas. Durante ese tiempo, mi hija se puso muy enferma y mi suegra tuvo que cuidar de ella.

18 meses en un campo de trabajo forzado

En octubre de 2000 me volvieron a detener por repartir un volante de Falun Dafa. Un agente de la Oficina 610 de la ciudad de Guanghan me golpeó en la Estación de Policía de Xinglong y me esposó a la barandilla de una ventana durante la noche. Al día siguiente, me ataron a la parte trasera de un camión con un cartel colgado del cuello para humillarme. Después me llevaron al Campo de Trabajo Forzado para Mujeres de Nanmusi para cumplir una condena de 18 meses.

Los guardias del campo de trabajo forzado me golpeaban a menudo en la cabeza con porras eléctricas. También me pegaban, me insultaban y me alimentaban a la fuerza. Durante más de un mes me obligaron a permanecer de pie en postura militar desde las 6 de la mañana hasta medianoche. Como me negué a calumniar y criticar a Falun Dafa y a su Fundador, volvieron a golpearme. A veces tenía que sentarme todo el día en un pequeño taburete con las manos en las rodillas. Era una tortura diseñada para dañar la parte baja de la espalda y las nalgas e hinchar las piernas.

Un guardia me amenazó con convertirme en un vegetal. Cuando le pregunté a qué se refería, me obligó a permanecer sentada durante largas horas en un pequeño taburete. Como protesta, dejé de responder a las pasadas de lista. A continuación, un guardia me electrocutó con frecuencia la cara y las orejas con una picana eléctrica. Esto me volvió mentalmente inconsciente. No podía pensar con claridad ni controlar mis emociones. Lloraba o reía sin control. Pasaba del mandarín al dialecto de Sichuan sin motivo. A continuación, los guardias me esposaron a la reja metálica de una celda de aislamiento. El recluso que me vigilaba a menudo me golpeaba o me echaba humo de cigarrillo en la cara. Me pusieron en libertad el 1 de mayo de 2002. No reconocí a nadie de los que conocía.

Segunda condena de 2,5 años en un campo de trabajo forzado

Un día, mientras trabajaba en los arrozales, vinieron dos hombres y me llevaron a rastras. Me retuvieron en un centro de detención durante dos semanas.

En el mercado, en agosto de 2002, tres agentes de la Estación de Policía de Guangxing me golpearon en público. Me esposaron y me llevaron a la estación de policía. Uno de ellos redactó una declaración y me ordenó que la firmara. Yo la rompí y él me golpeó repetidamente en la cabeza. La policía me impuso arbitrariamente otra condena de 2,5 años en un campo de trabajo forzado sin las debidas garantías procesales. Me cubrieron la cabeza y me llevaron al Campo de Trabajo Forzado para Mujeres de Nanmusi.

Nada más al llegar al campo de trabajo forzado, un guardia se rió de mí y se regocijó: "Volverás en menos de 100 días". Los guardias me ataron las manos y los pies y me encerraron en régimen de aislamiento. Aquella noche nevó y tuve que sentarme en el suelo de cemento helado.

Una vez, los guardias nos obligaron a mí y a una decena de practicantes a permanecer inmóviles en nuestra celda. Cuando alguien pasó y preguntó a un guardia por qué estábamos quietos, el guardia expresó que lo hacíamos voluntariamente. Un practicante y yo gritamos: "Nos ha obligado". Entonces una presa me arrastró a otra celda y me golpeó. Me advirtieron que no hablara de la paliza cuando volviera a mi celda.

Como le conté a otra practicante de mi celda que me habían pegado, las presas me llevaron abajo. El jefe de guardia me tapó la boca con cinta adhesiva, me esposó a la rama de un árbol y me colgó. Las presas se turnaban para golpearme. La piel de mis muñecas se partió y las cicatrices aún son visibles.

A la mañana siguiente, los guardias me obligaron a mantener los brazos en alto y me esposaron a la barandilla superior de la ventana. No recuerdo cuánto tiempo estuve así. Luego me obligaron a permanecer 15 días sin dormir. Después no pude doblar las piernas durante mucho tiempo.

Si quería ir al baño, tenía que presentarme a los guardias y decir que era una delincuente o no me dejaban ir. Me negué a llamarme delincuente. A menudo tenía que contener las ganas de ir al baño, y a veces tenía que hacer mis necesidades en los pantalones.

Los guardias nos obligaban a todas a realizar trabajos intensivos en la celda y nos daban 15 yuanes (2,25 USD) cada mes como compensación. El trabajo consistía en clasificar pelo de cerdo, tejer a crochet, hacer bordados, adornos y coser copitos de algodón. Teníamos que tejer casi todos los días desde las 6 de la mañana hasta medianoche. Si no terminábamos nuestra cuota, teníamos que quedarnos despiertas, a veces toda la noche, para terminarla. A la mañana siguiente teníamos que seguir tejiendo crochet sin descanso. Una vez nos obligaron a trabajar durante días sin descanso.

Antes de que me pusieran en libertad, le regalé una pera a una reclusa, a pesar de que me pegaba con frecuencia. Llorando, me expresó: "Está muy mal que la policía detenga a gente buena como tú".

Cuatro años de cárcel

El 20 de mayo de 2008, tras el terremoto de Wenchuan, fui a un lugar de reasentamiento para cortar el pelo a una mujer. Tras descubrir que practicaba Falun Dafa, dos agentes me detuvieron y me retuvieron en la Estación de Policía de Xiangganglu desde el mediodía hasta la noche sin darme nada de comer ni dejarme hablar. Me confiscaron el libro de Falun Dafa, el teléfono y el dinero en efectivo y nunca me los devolvieron. Más tarde me condenaron a cuatro años en el 7.º Pabellón de la Prisión de Mujeres de la Provincia de Sichuan. Los guardias tiraron muchos de mis abrigos, fundas de cubrecamas, camisas, pantalones y zapatos.

Los guardias me tomaron una muestra de sangre, alegando que "comprobaban mi salud". Sospeché que era para la base de datos de sustracción forzada de órganos.

Una mañana, los guardias no dejaron desayunar a nadie en el Pabellón después de que me negara a pasar lista. Lo hacían para que las presas me odiaran.

Cuando me negué a escribir un informe de pensamiento para decir que era culpable por practicar Falun Dafa, los guardias me hicieron ponerme en postura militar y me acortaron el tiempo de ducha. Me hacían trabajar todo el día y por las tardes permanecía inmóvil hasta medianoche. Ordenaron a las presas que me vigilaran las veinticuatro horas del día y me prohibieron hacer compras, reunirme con mi familia o llamar por teléfono.

Cuando me negué a escribir declaraciones para renunciar a mi fe, los guardias hicieron que todas las presas de mi celda se quedaran despiertas hasta tarde por la noche. Me obligaban a permanecer de pie toda la noche y a trabajar al día siguiente. A menudo me quedaba dormida mientras estaba de pie y me golpeaba contra la pared o me caía sobre una mesa. Más tarde, los guardias me obligaron a clasificar cables de cobre para la electrónica. Si no conseguía terminar la cuota a tiempo, tenía que participar en un entrenamiento físico intensivo.

El acoso continúa

Cuando me dieron el alta el 19 de mayo de 2012, tenía un grave problema en la rodilla. Tenía que usar las manos para sentarme o levantarme. Tenía los dedos de los pies entumecidos. Apenas podía tomar un pequeño cubo de agua.

Unos días después de llegar a casa, vinieron agentes de la Oficina 610 y un funcionario local. Hicieron que mi hija leyera un artículo y la grabaron en vídeo. Protesté y se la llevaron a otro sitio para grabarla. Obligaron a mi familia a vigilar mis actividades diarias. Mi suegra no dejaba de insistirle a mi marido que se divorciara. Mi marido se peleaba conmigo constantemente.

Encontré trabajo en un restaurante. Sin embargo a los dos días no podía mover el cuello debido a las torturas sufridas durante la detención. Cuando encontré otro trabajo en un hotel, las autoridades obligaron a mi supervisor a vigilarme.

Debido al acoso, mi familia se volvió hostil hacia mí y se avergonzaban de que hubiera estado en la cárcel.