(Minghui.org) Existe un relato registrado en la colección de historias "Sou Shen Ji", que habla de Xu Xu en el período Han posterior, quien era muy conocido por su fuerte sentido de la justicia en la aplicación de la ley. Cuando se desempeñó como magistrado del condado de Xiaohuang, estalló una gran plaga de langostas en el condado vecino y toda la vegetación fue devorada por las langostas. Sin embargo, cuando las langostas devoradoras pasaron por el condado de Xiaohuang, no se detuvieron y se fueron volando sin causar ningún daño.

Cuando el gobernador escuchó que Xu Xu no hizo mucho para controlar las langostas, se enfureció y sacó a Xu Xu de su posición.

Para consternación de todos, tan pronto como Xu Xu perdió su cargo y abandonó el condado de Xiaohuang, las langostas regresaron en grandes cantidades. La gente del condado de Xiaohuang se reunió y apeló al gobernador por Xu Xu, diciendo que era un funcionario excepcionalmente bueno y que cuando estuvo a cargo del condado de Xiaohuang, incluso las langostas no se atrevieron a acercársele.

Cuando el gobernador conoció la verdad, se disculpó con Xu Xu y le pidió que regresara a su cargo. Xu Xu fue reinstalado e inmediatamente las langostas en el condado de Xiaohuang se fueron.

Desde el punto de vista del gobernador, cuando ocurría un desastre, los funcionarios locales debían preocuparse por ello de día y de noche y trabajar duro para combatir el desastre. Debían solicitar fondos y ayuda alimentaria al tribunal central, enviando informes urgentes uno tras otro. Pero el condado de Xiaohuang, gobernado por Xu Xu, adoptó un "enfoque pasivo" y resultó ser el único condado de la región que no sufrió daños durante la plaga de langostas.

¿Cómo pudo haber sucedido de esa manera?

Las plagas tienen ojos

Las grandes plagas de la historia, ya sea la devastadora plaga de Justiniano, la peste negra en Europa, la mortal gripe española u otras, todas parecen haber ocurrido con un arreglo predeterminado.

Tomemos como ejemplo la conocida plaga de Justiniano. En la primavera de 542 estalló una gran plaga en Constantinopla, la capital de Roma Oriental, y terminó cuatro meses después. La gente pensó que el desastre había terminado, pero fue solo un descanso temporal para aquellos que antes habían escapado.

La plaga parecía seguir una ruta establecida y extenderse de un lugar a otro. En 558 de repente regresó a Constantinopla, devastando toda la ciudad por segunda vez y matando a un gran número de residentes.

Para entonces, Roma ya había acumulado bastante experiencia en la prevención de epidemias, la provisión de salud pública bizantina estaba bien desarrollada y podía ofrecer medicamentos a la población para evitar que la plaga se propagara. La gente comenzó a usar máscaras y trató de permanecer adentro de sus casas.

Sin embargo, todos estos esfuerzos de prevención parecieron tener poco efecto. El historiador Evagrius Scholasticus, que experimentó personalmente la plaga de Justiniano, describió la situación en su libro Historia eclesiástica (431-594 d.C.): “Las formas en las que se transmitía la enfermedad eran variadas e inexplicables: unos perecían simplemente viviendo con los infectados, otros solo tocándolos, otros por haber entrado en su habitación, otros por frecuentar lugares públicos. Algunos, habiendo huido de las ciudades infectadas, escaparon ellos mismos, pero transmitieron la enfermedad a los sanos. Algunos estaban completamente libres de contagio, aunque se habían relacionado con muchos que estaban afligidos y habían tocado a muchos no solo en su enfermedad sino también cuando estaban muertos. También algunos, que estaban deseosos de morir a causa de la pérdida total de sus hijos y amigos, con este punto de vista se expusieron tanto como les fue posible con los enfermos, pero no se contagiaron, como si la peste luchara contra sus propósitos".

Otro historiador que presenció la devastación de la plaga de primera mano fue Juan de Éfeso. También fue autor del libro "Lives of the Eastern Saints". Juan describió cómo viajaban aterrorizados de un lugar a otro para tratar de escapar de la enfermedad mortal: “Día a día nosotros también, como todos, llamamos a la puerta de la tumba. Si era de noche, pensábamos que la muerte vendría sobre nosotros en la noche, y de nuevo, si en la mañana habíamos amanecido, nuestro rostro volteaba todo el día hacia el sepulcro”.

Juan trató de escapar de la plaga, pero sin importar a dónde huyera, la plaga siempre lo seguía, hasta que no tuvo a dónde escapar.

“En estos países vimos pueblos desolados y gemidos y cadáveres esparcidos por la tierra, sin nadie que los tomara (y enterrara)”, describió.

A veces, en una ciudad, solo una o dos familias estaban infectadas y el resto de los hogares permanecía a salvo. En otras ciudades, muy pocas personas sobrevivieron y una ciudad entera fue destruida.

Algunas personas que no estaban afectadas pensaron que habían escapado de la plaga, pero murieron al año siguiente. Lo que fue más difícil de comprender fue que algunos residentes lograron escapar del área epidémica, llegando a una ciudad libre de infección. Sin embargo, cuando la epidemia se extendió a esa ciudad, los que se infectaron seguían siendo los que antes habían huido. La gente hablaba de estas cosas extrañas y las encontraba increíbles.

Las ciudades quedaron paralizadas, las actividades de entretenimiento se detuvieron, no había más comercio, las artesanías y los servicios se estancaron y los cultivos se quedaron sin cosechar en los campos. Lo que siguió después de que la plaga se calmó fueron el hambre, la inflación y la escasez de alimentos. Algunas personas escaparon de la plaga, pero no pudieron sobrevivir a la hambruna y al final murieron por la falta de alimentos.

Lecciones de la historia

Un estado de ánimo pesimista impregnó a la sociedad durante la plaga y la gente comenzó a creer que nadie podía saber qué pasaría al final.

Procopio, un historiador bizantino, describió a las víctimas en su libro "Historia secreta" como personas que padecían delirios, pesadillas, fiebres e hinchazones en la ingle, las axilas y detrás de las orejas. Procopio cuenta que, mientras algunos enfermos caían en coma, otros deliraban. Muchas víctimas sufrieron durante días antes de morir, mientras que otras murieron casi inmediatamente después del inicio de los síntomas. Culpó del estallido al emperador, declarando que Justiniano era un diablo, que el emperador estaba siendo castigado por Dios por sus malas acciones.

Los intelectuales bizantinos también compartían un entendimiento similar, y muchos de ellos creían que los romanos adinerados y dirigentes se habían entregado durante mucho tiempo a la lujuria y a la sensualidad y que no seguían las enseñanzas del Creador y el estado de derecho en la sociedad humana. Como resultado, las plagas golpearon como una advertencia del cielo.

Las personas que experimentaron el dolor y el sufrimiento sintieron como si la plaga tuviera ojos; las personas que estaban desesperadas por escapar no pudieron hacerlo y, sin embargo, las que no querían huir permanecieron sanas y a salvo. Escribieron las lecciones de la devastadora plaga para que la gente no olvidara la causa raíz de la plaga: la gente había olvidado las enseñanzas del Creador.

A medida que más y más personas se dieron cuenta de que su declive moral y su indulgencia sin escrúpulos habían violado la voluntad del Cielo y que estaban siendo castigadas como resultado de esto, la plaga desapareció gradualmente.

La "desviación de lo divino" ha descarrilado a la humanidad

Algunas personas pueden decir que ahora estamos en el siglo XXI y que la ciencia moderna ha desarrollado big data, tecnología genética, tecnología cuántica y que los seres humanos pueden dominar los secretos del mundo microscópico. Sin embargo, la verdad es que los científicos que se han vuelto más autorizados en su campo de estudio tienden a ser más humildes y respetuosos sobre los misterios de la Madre Naturaleza. El progreso y el desarrollo científicos no necesariamente contradicen la fe espiritual. De hecho, entre los ganadores del Premio Nobel, más del 80% de ellos profesan alguna forma de fe religiosa.

En la China atea de hoy, gobernada por el partido comunista chino (PCCh), la gente ya no cree en dioses y en lo divino; se les enseña a luchar contra el Cielo y la Tierra, creyendo que el poder del hombre puede conquistar y alterar a la madre naturaleza. Innumerables personas han sido engañadas por las mentiras del ateísmo y han pasado a creer en la lucha de clases, y ese poder proviene del cañón de un arma. Han olvidado los excelentes principios de respetar lo divino y que el bien y el mal son debidamente recompensados.

De hecho, la ciencia de la humanidad está bastante avanzada, pero todavía no podemos derrotar a "los dioses de la plaga". Ante un tsunami, un terremoto, un gran incendio o una gran plaga, los seres humanos permanecen muy frágiles y vulnerables.

En este momento la humanidad está nuevamente sujeta a la devastadora pandemia de COVID-19. ¿Es posible que "los dioses de la plaga" sean ahuyentados por las estrictas cuarentenas impuestas por el PCCh y las restricciones al movimiento?

Sin una comprensión clara del malvado "ateísmo" y una profunda reflexión sobre el drástico declive de la moral social y la corrupción de los corazones y mentes de las personas, y sin una verdadera restauración de la cultura y las creencias tradicionales, solo podría ser una ilusión que la pandemia de alguna manera desapareciera "por su propia cuenta".

Cuando estalló la infección por el coronavirus de Wuhan en 2020, muchos ciudadanos infectados en Wuhan ganaron una nueva vida en la situación más desesperada al recitar sinceramente “Falun Dafa es bueno. Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno". Sus milagrosas recuperaciones nunca podrán ser explicadas por las doctrinas ateas, pero algunos creen que, debido al buen corazón de los ciudadanos y al apoyo justo a Falun Dafa frente a la tiránica persecución del PCCh, fueron escuchados por lo divino y como resultado han recibido bendiciones.