(Minghui.org) Cuando era joven, miraba las estrellas por la noche y me preguntaba: ¿quién soy? ¿por qué estoy aquí? Siempre supe que este mundo no era el lugar a donde pertenecía. Cuando mi padre volvía a casa del trabajo me leía historias de 'Viaje al Oeste'. A menudo, soñaba que algún día yo también tendría un Shifu que me guiaría. No tenía ningún interés en practicar qigong en los años ochenta, cuando era muy popular en China: sentía que no podía eliminar mis enfermedades ni liberarme del ciclo de la vida y la muerte.
En 1997 vi el ejemplar de Escrituras esenciales para mayor avance de una compañera de clase. Me gustó su aspecto y se lo pedí prestado, aunque me dijo que aún no lo había leído. Abrí la primera página y vi la foto de Shifu. Sus ojos se movieron y me sonrió; parecía muy amable. Terminé de leer el libro esa noche. Me sentí de maravilla, y pensé que Falun Dafa era lo que estaba buscando.
Al día siguiente le devolví el libro y le pregunté si tenía más libros de Falun Dafa. Me dijo que no. También se lo pregunté a muchas otras personas. Dos días después, un conserje me trajo un ejemplar de Zhuan Falun que, según dijo, le pertenecía a su madre. Me quedé despierta toda la noche hasta acabarlo. No tenía sueño, sino entusiasmo: "Por fin, tengo un Shifu. Voy a practicar Falun Dafa".
Al día siguiente me levanté temprano para hacer los ejercicios con un grupo de practicantes, cerca de donde vivía. Mientras hacía los ejercicios, cada media hora, tenía que correr al baño. Me pasó varios días.
Una noche tuve un sueño en el que me perseguía mucha gente. Aunque me subía a un gran árbol, seguían intentando atraparme. Grité: «Jingang paishan (jingang empujando la montaña)» del Capitulo II, «Los movimientos son un medio complementario para alcanzar la perfección» del DA YUANMAN FA (Vía de la Gran Perfección), y estiré los brazos delante de mí. Todos desaparecieron. Pronto, otro grupo de personas cargó hacia mí desde distintas direcciones. Dije la misma frase e hice el mismo movimiento, y también desaparecieron. A partir de ese día, ya no necesité ir al baño cuando hacía los ejercicios. Presencié el poder de Falun Dafa, y cómo Shifu ahuyentó a mis «acreedores». Desde ese día, me siento saludable.
Fue una época maravillosa. Todas las mañanas hacía los ejercicios con otros practicantes y por las noches estudiábamos el Fa. Me sentía enérgica y feliz. Tanto en casa como en el trabajo dejé de quejarme de mis tareas y deberes. A menudo le contaba a los demás los principios de Falun Dafa. Mi marido apoyaba mi práctica y me decía que cuando meditaba parecía una doncella celestial.
Mi marido es una persona amable y honesta, y trabajamos en la misma empresa estatal. Su rendimiento en el trabajo era sobresaliente y llegó a ser directivo de alto nivel a los 30 años. Le aguardaba un futuro brillante.
Tras el inicio de la persecución de Falun Dafa en 1999, mi marido soportó mucha presión de las autoridades porque yo me negaba a abandonar la práctica. Un funcionario de la empresa le dijo que se divorciara. Le contestó tras pensárselo detenidamente: «Ante todo soy un hombre, y después un funcionario del Estado». Nunca mencionó el divorcio ni habló mal de Dafa. Siguió trabajando en ese puesto y no aceptó regalos ni sobornos. Era digno y recto.
Antes de empezar a practicar, soñé que mi marido tenía una aventura con una mujer bajita que tenía un niño pequeño. Me peleé con él al despertar, pero pronto me di cuenta de que no era más que un sueño.
Cuando comenzó la persecución, las autoridades me encerraron por no renunciar a mi fe. Cuando me soltaron, mi marido admitió que había tenido una aventura mientras yo estaba encarcelada. Mi primer instinto fue que todo había terminado entre nosotros: «No es puro y no lo quiero». Le habría hecho la vida imposible si no practicara Falun Dafa. Me calmé, contuve mi ira y le prometí a Shifu que pasaría esta prueba.
Creía que la degenerada mentalidad atea promovida por el régimen comunista chino había contaminado la mente de mi marido y le había hecho pensar que ser infiel en el matrimonio era algo aceptable. Mi marido no era una mala persona, estuvo de mi lado en mis momentos más difíciles y aprobaba que practicara Falun Dafa. Si le pedía el divorcio y le permitía casarse con la otra mujer, que también estaba casada y tenía un hijo, destruiría dos familias y a los niños. Dejó de apetecerme castigarlos. También pensé en la cantidad de yeli que se atrae la gente que comete infidelidades.
Le pregunté a mi marido cuál era su plan y me dijo que no quería divorciarse. Le dije que tenía que renunciar a su amante: «Somos marido y mujer. Empezamos una familia de cero y la hemos sacado adelante hasta hoy. Tenemos que continuar nuestras vidas, y hacer lo correcto, para que nuestros hijos sean bendecidos». Aceptó hablar con la mujer.
Los días sucesivos, discutíamos en cuanto llegaba a casa. Pensé que la mujer se negaba a dejar la relación y, en cambio, le hablaba mal de mí. No discutí con él ni le hice preguntas. Me sentía tranquila, porque tenía a Shifu y a Falun Dafa. También sabía que, ante todo, debía hacer lo más correcto.
Pasaron dos meses, y la mujer amenazó con suicidarse si mi marido no se divorciaba. Llamé a su marido. Él me dijo que no se divorciaría pasara lo que pasara. Es decir, en realidad, ninguna de las dos familias contemplaba los divorcios como una opción. Así que llamé a la mujer. Le recordé los valores tradicionales de la sociedad y las enseñanzas del Fa, que yo conocía en aquel momento. Hablamos durante casi una hora.
«He oído que quieres suicidarte. Si lo haces, tu hijo no tendrá madre, tu madre no tendrá hija y tu marido volverá a casarse ¿Qué habrás logrado? La gente puede morir por buenas razones o sin ellas, ¿cuál sería tu caso?».
«Si te mataste por una aventura, tu hijo nunca podrá caminar con la cabeza bien alta. ¿Por qué no puedes pensar en tu hijo, la persona más cercana? ¿Sólo te importa, egoístamente, lo que deseas? Como practicante de Falun Dafa, no me importa lo que pasara entre tú y mi marido. Quiero decirte que todavía eres joven, y te atraerás mucho yeli si te suicidas. El yeli permanecerá contigo cuando te reencarnes. También quiero decirte que has venido a este mundo a cultivarte para poder volver a tu verdadero hogar, donde tu verdadera familia espera ansiosa tu regreso».
Escuchó en silencio y al final me dio las gracias: «Si tuviera tiempo, sin dudarlo, practicaría Falun Dafa contigo».
Mi marido me elogió por ser tan persuasiva: la convencí con una sola llamada telefónica. Él no lo había logrado en los dos meses anteriores. Le dije que era capaz de hacerlo gracias a la sabiduría que me había dado Falun Dafa. Más tarde, hasta los padres de la otra mujer le pidieron perdón al marido. Y la pareja volvió a juntarse.
Hay un viejo refrán que dice: «La lujuria es el peor de todos los males». Hoy en día, muchos funcionarios corruptos tienen aventuras casualmente, sin saber que están perdiendo su buena fortuna y longevidad por hacer malas acciones, y que incluso esto podría perjudicar a sus familias.
Varios años después, mi marido estaba harto de las luchas y los juegos mentales en las empresas estatales, y decidió incorporarse a una empresa del sector privado. Muchas empresas quisieron contratarlo. Sin embargo, eligió trabajar para una persona con moralidad, por un salario bajo. Ayudó a la empresa a construir muchas fábricas, que ahora son muy rentables. Y ha ganado mucho dinero.
Nuestro hijo se fue a estudiar al extranjero y obtuvo dos títulos. Encontró trabajo, se casó y ahora tiene dos hijos preciosos. Nos alegramos mucho por él.
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