(Minghui.org) Practicantes de Falun Dafa de la provincia de Sichuan fueron detenidas en la Prisión de Mujeres de la provincia de Sichuan, en la ciudad de Chengdu, tras ser sentenciadas por defender su fe. Tan pronto como ingresan a prisión son sometidas a lavado de cerebro. Otras son llevadas a celdas en la prisión con acceso restringido y nadie sabe lo que ocurre tras puertas cerradas.

El "grupo de estudios" (sesión de lavado de cerebro) de cada practicante está formado por cuatro internas: dos delincuentes (una de ellas con estudios superiores) y dos expracticantes que fueron transformadas.

A las practicantes de la sesión de lavado de cerebro se les ordena escribir declaraciones de garantía y repetir la propaganda del régimen comunista que difama a Falun Dafa. Además, se utilizan varios métodos de tortura cuando las practicantes se niegan a obedecer.

En primer lugar, se les obliga a sentarse erguidas después del desayuno, desde las 7 de la mañana hasta la hora de acostarse. Si se niegan a escribir las declaraciones, el tiempo se prolonga media hora más cada día. Por ejemplo, si la tortura de sentarse termina hoy a las 22.00, mañana se prolongará hasta las 22.30, y al día siguiente hasta las 23.00. Su hora de acostarse volverá a la normalidad una vez que escriban las declaraciones. Tampoco se les permite ducharse ni cambiarse de ropa o ropa interior durante ese periodo de tiempo.

Mientras están sentadas todo el día, solo pueden ir al baño una vez por la mañana y otra por la tarde. Tampoco se les da papel higiénico y solo pueden utilizar el agua de la taza del inodoro para lavarse después de defecar.

Es bastante incómodo sentarse en un banco de madera durante mucho tiempo. Pero si cambian de postura, las insultan. Solo les dan un puñado de comida para almorzar y cenar. Las reclusas también ponen a todo volumen grabaciones que calumnian a Falun Dafa.

Ningún guardia se acerca a detener a las internas cuando torturan a las practicantes. Si las practicantes piden hablar con los guardias, la reclusa a cargo les dice: "No seas tonta. Todo esto lo arreglan los guardias".

Para obligar a las practicantes a escribir las declaraciones de garantía, las reclusas no les permiten comprar ningún producto de primera necesidad. La reclusa a cargo dice: "Una vez que escriban las declaraciones, podrán ser liberadas del estricto control administrativo, se les permitirá hacer llamadas telefónicas, pedir dinero a su familia y comprar artículos de primera necesidad".

Todos los martes es el día de lavado de cerebro en la prisión. Liao Qunfang, jefa de educación con más de 20 años de experiencia en la persecución a practicantes, está al mando. Muchos métodos de tortura fueron formulados por ella. Liao negó la persecución denunciada por Minghui y siguió repitiendo la propaganda difamatoria contra Falun Dafa, especialmente la autoinmolación escenificada en la plaza de Tiananmen.

Después de que una practicante que fue liberada, escribió a Liao para decirle que la autoinmolación era un engaño. Liao organizó inmediatamente una sesión de lavado de cerebro en la prisión.

En las celdas, en las cuales las practicantes están detenidas, hay dos cámaras de CCTV ocultas. Las reclusas que vigilan las cámaras tienen que prestar atención a cada movimiento de las practicantes y escribir informes para los guardias.

A las practicantes no se les permite hablar entre ellas y tienen que escribir informes sobre lo que piensan cada mes.

Ilustración de tortura: Trabajos forzados en la cárcel.

Las prisioneras tienen que trabajar muchas horas, de 7 de la mañana a 7 de la tarde, con una pausa de una hora para comer. La cuota de producción es muy alta y casi imposible de completar. Las que no pueden completar la cuota tienen que trabajar en su día de descanso. Sin embargo, no se les permite decir que están haciendo horas extras. En cambio, tienen que decir que están reponiendo la mercancía voluntariamente. También son sometidas a un estricto control y son obligadas a copiar las normas de la prisión todos los días.

Las prisioneras cobran unos 20 yuanes (unos 3 dólares estadounidenses) al mes, pero la comida en la prisión es muy mala y muchas no pueden tener una comida que las llene, lo que provoca que muchas sufran desnutrición y mala salud. A pesar de ello, se las obliga a trabajar y se les prohíbe beber agua o ir al baño. Como consecuencia muchas prisioneras sufrieron uretritis. Sin embargo, el médico de la prisión no les recetó ningún medicamento y solo les dijo que bebieran más agua.