(Minghui.org) Jiang Zemin, exlíder del Partido Comunista Chino (PCCh), murió el 30 de noviembre, en un momento en que el régimen se enfrenta a importantes retos internos y externos.

En la escena internacional, el periodo de luna de miel de China con las entidades económicas occidentales ha terminado. La desvinculación del comercio y las tecnologías de Estados Unidos y China, así como el apartamiento de la cadena de suministro mundial de China, han supuesto una enorme amenaza para el futuro crecimiento económico del país.

Dentro de China, el "mantenimiento de la estabilidad" mediante las altas tecnologías ha convertido a China en una prisión digital. Especialmente durante el bloqueo y el control de la pandemia, los teléfonos móviles que llevan los ciudadanos chinos se han convertido esencialmente en grilletes que coartan su libertad, ya que las aplicaciones de códigos sanitarios obligatorias en los teléfonos se están utilizando para rastrear la ubicación de las personas e impedirles salir de sus casas o entrar en los lugares de trabajo, el transporte, los edificios públicos, las tiendas, los restaurantes y muchos otros lugares (en caso de que los códigos cambien de color indicando un mayor riesgo de Covid-19). La draconiana política de cero Covid ha llevado a la gente al límite. Muchos han salido a la calle recientemente para protestar contra el PCCh.

Los desafíos internos y externos pueden parecer no relacionados, pero ambos se derivan del hecho de que el PCCh totalitario nunca ha transformado su sistema político a pesar de décadas de rápido crecimiento económico. Es decir, el creciente poder nacional no condujo a la libertad del pueblo chino como se esperaba. Por el contrario, el fuerte poder y las altas tecnologías han hecho que el sistema sea más totalitario y corrupto, así como más preciso en la vigilancia y el control a gran escala de las personas.

¿Cómo ha sucedido esto? Si se analiza el mandato de Jiang, se puede encontrar que todos estos problemas tienen su origen en la persecución por parte de Jiang a Falun Gong, un sistema de ejercicios y meditación basado en los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Falun Gong enseña a la gente a ser buena, lo que no solo ayuda a sus practicantes a ser mejores ciudadanos, sino que también lleva a la sociedad a volver a su cauce, incluso a alejarse del gobierno distorsionado y totalitario del PCCh.

Si Jiang no hubiera comenzado su persecución a Falun Gong en julio de 1999, los ciudadanos chinos habrían tenido más posibilidades de obtener la libertad y evitar pagar el alto precio de sufrir una sociedad corrupta y caótica en la actualidad.

Una vía de acceso a una sociedad mejor

Después de que la revolución cultural (1966-1976) causara estragos en China, el PCCh se vio obligado a volver a algunos valores tradicionales y empezó a promover el civismo en un intento de recuperar la confianza de la gente. En este contexto, los ejercicios de qigong empezaron a tener un gran auge en la década de los ochenta. Muchos funcionarios de alto rango del PCCh también practicaban qigong como medida de salud y se convirtieron en partidarios de varias escuelas de qigong. Aunque los elementos sobrenaturales del qigong eran incompatibles con la ideología del comunismo ateo, las autoridades chinas seguían emitiendo una política de "no debate, no promoción y no crítica", lo que significaba que nadie debía discutir, promover o criticar el qigong. Debido a su profunda conexión con la cultura tradicional china, el qigong desempeñó un importante papel en la relajación del control ideológico del PCCh. Incluso después de que el PCCh reprimiera el movimiento democrático en la Masacre de la Plaza de Tiananmén en 1989, la popularidad del qigong continuó.

En este contexto, Falun Gong fue presentado al público por el Sr. Li Hongzhi en 1992. Además de guiar a los practicantes hacia la mejora de la mente y el cuerpo, el Sr. Li también aclaró todo tipo de confusiones que la gente tenía sobre el qigong. Más concretamente, Falun Gong hace hincapié en el carácter moral a través de los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Como resultado de los milagrosos beneficios para la salud y la búsqueda innata de la gente por la mejora espiritual, el número de practicantes de Falun Gong aumentó rápidamente y llegó a unos 100 millones en 1999. Procedían de todos los ámbitos de la vida, incluidos los altos funcionarios del PCCh. En otras palabras, a pesar de la rígida ideología atea del PCCh, el régimen consintió a Falun Gong en esos siete años (1992-1999).

Si Jiang no hubiera iniciado la persecución a Falun Gong en 1999, más personas se habrían beneficiado de la práctica pacífica, convirtiéndose en practicantes ellos mismos o siendo influenciados positivamente por practicantes que conocían. Los practicantes de Falun Gong se esforzaban por vivir según los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia y se convertían en ciudadanos mejores y más productivos y responsables. Su conducta y su noble carácter a menudo inspiraron a sus familiares, parientes, vecinos, compañeros de trabajo y amigos a ser también mejores personas. Cuantos más practicantes haya, más altos serán los valores morales de la sociedad en su conjunto. Esta fuerza edificante habría estabilizado la sociedad y, junto con el crecimiento económico, habría roto potencialmente la restricción ideológica atea del PCCh. Si un mayor número de personas creyera en que "el bien se recompensa con el bien y el mal con el mal", el público en general habría mantenido la integridad y habríamos evitado tantos problemas caóticos que vemos hoy en día, como la corrupción, la libertad sexual, la adicción a las drogas, las mercancías falsificadas y los alimentos tóxicos. Ahora mismo, la sociedad china se enfrenta a una crisis de confianza, y la gente desprecia la pobreza pero no la prostitución. Los funcionarios corruptos solo buscan beneficios personales, sin principios éticos.

Restaurar los valores morales a través de Falun Gong habría sido una vía de acceso a una sociedad mejor, pero Jiang la bloqueó con brutalidad y mentiras.

Una nación en el pantano

Para institucionalizar plenamente la persecución, Jiang estableció la Oficina 610, agencia extrajudicial que penetró en todo el aparato del Estado a todos los niveles. Cuando todas las fuerzas policiales, los sistemas judiciales y los protectorados se utilizaron como herramientas para llevar a cabo la persecución, el eslogan chino de "estado de derecho" se convirtió en una mera mentira que engañaba a la gente.

Para engañar al público en general para que apoyara su represión a Falun Gong, el régimen de Jiang movilizó a los medios de comunicación para difamar a Falun Gong sin cesar e incitar al odio con propaganda calumniosa, como el incidente escenificado de la autoinmolación en la plaza de Tiananmén. Además, se desplegaron herramientas de alta tecnología para bloquear la información sobre la persecución. Palabras clave como Falun Gong y Verdad-Benevolencia-Tolerancia se convirtieron en tabúes, lo que aceleró la decadencia moral en China. Como las procuradurías y los tribunales se convirtieron en meros instrumentos para acusar y condenar a los practicantes, muchos practicantes encarcelados fueron torturados y sus familias se desmoronaron. Además, las generalizadas instalaciones de lavado de cerebro y las cárceles negras impuestas a los practicantes de Falun Gong, así como el crimen sin precedentes de la sustracción forzada de órganos, han sumido a China en un abismo.

Las víctimas no se limitan a los practicantes de Falun Gong y sus familias. Cuando comenzó la persecución, Jiang emitió una orden para “difamar su reputación [de los practicantes], llevarlos a la bancarrota financiera y destruirlos físicamente”. Una vez que la infraestructura de persecución y la máquina de matar a Falun Gong estuvieran bien aceitadas y funcionando de manera eficiente, pudieron usarse fácilmente contra el público en general. Si bien los ciudadanos de toda China sufrieron tremendamente por la política de cero covid y protestaron recientemente, es posible que muchos no se den cuenta de que el PCCh había implementado durante mucho tiempo una política de cero practicantes de Falun Gong, ya que Jiang prometió erradicar a Falun Gong en tres meses al comienzo de la persecución.

La violación de los derechos humanos en China no es un asunto aislado. Cuando Jiang comenzó a reprimir a Falun Gong en 1999, China estaba experimentando una ola de globalización económica. A la entrada en la OMC le siguió una amplia afluencia de capitales y tecnologías. Detrás del crecimiento económico de los últimos 20 años estaba la mano de obra barata y los graves abusos de los derechos humanos, incluidos los cometidos contra los practicantes de Falun Gong.

En respuesta a las críticas por los derechos humanos recibidas de la comunidad internacional, Jiang silenció a los críticos prometiéndoles más intereses creados. A medida que aumentaba la presión, Jiang se mostró más ansioso por conseguir beneficios a corto plazo, como un desarrollo económico insostenible y un crecimiento desequilibrado del PBI. Es decir, Jiang pretendía encubrir todos estos abusos contra los derechos humanos con la arriesgada y miope superación de la curva económica (es decir, conseguir una tasa de crecimiento del PBI superior a la media u otras medidas económicas). Mientras tanto, el aparato estatal de mantenimiento de la estabilidad se intensificó para bloquear la información sobre la persecución a Falun Gong y otros abusos de los derechos humanos, al tiempo que la gente perdía la libertad en la red de censura, vigilancia de Internet, reconocimiento facial, big data e inteligencia artificial.

Lo sucedido en las últimas décadas sirvió como una seria lección. Sin la protección de los derechos humanos, el fuerte crecimiento económico por sí mismo no solo es insostenible, sino que también conduce a una consecuencia nefasta de gobierno totalitario sin libertad. En otras palabras, es como construir una casa sobre la arena: se derrumbaría tarde o temprano.

El siguiente capítulo de la historia

El deseo de poder de Jiang llegó al extremo tras la muerte de su predecesor Deng Xiaoping en 1997. No podía tolerar la popularidad de Falun Gong y de su fundador, el Sr. Li Hongzhi. Aunque Jiang ordenó el estudio de su formulación ideológica de la "Triple representatividad", pocos se lo tomaron en serio y solo lo trataron como una tarea política. En cambio, el Sr. Li y los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia se han ganado el corazón de decenas de millones de personas y las han guiado para ser mejores ciudadanos. Aunque seis de los siete miembros permanentes del Politburó Central se opusieron a la represión a Falun Gong, Jiang la puso en marcha de todos modos, empujando a China a un camino descendente, sin libertad, sin derechos humanos y sin valores morales.

Al informar sobre la muerte de Jiang, muchos medios de comunicación occidentales citaron los comentarios de los internautas chinos refiriéndose a él como un "sapo", incluyendo la BBC, el Washington Post, el New York Times y otros. Incluso cuando Jiang era alcalde de Shanghái (1985 - 1989), se decía que Jiang era la encarnación de un sapo. Jiang Zemin Qi Ren (La verdadera historia de Jiang Zemin), un libro publicado en 2005, explicaba además cómo una siniestra alma celosa poseía a un sapo en una antigua tumba, y el sapo se reencarnó después en Jiang.

También había un chiste sobre Jiang. Una vez visitó a un renombrado monje para ver cuánto tiempo viviría. El monje le dijo que moriría en un día festivo. Cuando Jiang preguntó qué día festivo, el monje respondió que cualquier día en que Jiang muriera se convertiría en un día festivo.

Como ya se ha dicho, Jiang no solo persiguió a Falun Gong, sino que también sumió a China y a otros países en una ciénaga de desastres interminables. Con su muerte, es hora de revisar las opciones a las que se enfrentan China y el resto del mundo. ¿Puede China volver a donde estaba antes de la era de Jiang, sin la masacre de la Plaza de Tiananmén? Es posible. Pero es probable que el siguiente capítulo de la historia no llegue hasta que la gente tenga claros los crímenes de Jiang y lo haga responsable de sus pecados.