(Minghui.org) Comencé a practicar Falun Dafa en 1998. En aquellos primeros días de mi cultivación, estudiaba Zhuan Falun una y otra vez. Me asombraban los profundos principios de Dafa.

El Maestro Li Hongzhi nos dijo:

"Después de que él aprende nuestro Falun Dafa, comprende de repente numerosos interrogantes que toda su vida quiso entender pero a los cuales nunca había encontrado respuesta. Probablemente, acompañando esto, viene una elevación de su mente y su corazón se conmueve mucho; esto es seguro. Yo sé que un cultivador genuino sí conoce la importancia de esto y sabe atesorarlo" (Octava Lección, Zhuan Falun).

El partido comunista chino (PCCh) comenzó a reprimir a Falun Dafa algunos meses después de que comenzara a practicar. A lo largo de los años, he cometido errores y, a veces, me he sentido perdida. Pero el Maestro Li (el fundador de Falun Dafa) no se rendía y siempre me ayudaba a volver al camino. Le estoy muy agradecida. A continuación, muestro algunas de mis experiencias de los últimos años.

La persecución no forma parte de los arreglos del Maestro

Me detuvieron varias veces por mis creencias. Mi último encarcelamiento fue en 2003, en un campo de trabajo, donde yo y otras practicantes de Falun Dafa detenidas fuimos víctimas de una crueldad inimaginable. Por miedo, sentí que no podría seguir soportando la presión y cedí, renunciando a mi fe. Después, encontré excusas para justificar la razón por la cual había escrito declaraciones renunciando a mi creencia, en contra de mi voluntad. No obstante, el Maestro Li me dio pistas, una tras otra. Al final, reconocí que había hecho algo mal y que, ante todo, nunca debí haber escrito aquellas declaraciones: la cultivación es algo serio y no hay excusas.

Obtuve algunas de las pistas de Shifu en mis sueños. Una vez en un sueño estaba caminando en un gran cuarto de baño. Había un gran agujero en la pared, desde el cual podía verse el campo, en el exterior. No salí por aquel agujero sino que seguí dando vueltas en el baño. Al despertar, me di cuenta de que podría haber dejado el campo de trabajo con pensamientos rectos, pero que no lo había hecho.

Así que me levanté y escribí una declaración solemne para anular las declaraciones que había hecho anteriormente contra Dafa. En un lenguaje sencillo, les expliqué a los guardias los principios básicos para ser una buena persona. No me reprendieron.

Un día, mientras trabajaba en el taller, hice una promesa al Maestro. Esperaba poder cantar a los presos, una canción compuesta por los practicantes. Aproximadamente un mes después, la jefa de la división vino a verme. Parecía muy feliz y me pidió que cantara una canción frente a todos. "¡Por supuesto!" respondí y comencé a cantar:

Sálvese (De Du)

Hemos caído en este laberinto

Desamparados, perdidos, no podemos encontrar el camino

Miles de años de búsqueda

Un día el Maestro reaparece

Sálvese, sálvese,

Por favor, no pierda otra vez esta oportunidad

Cuando escuchó la letra, la jefa de división quiso castigarme. "Me pidió que cantara una canción y lo hice", le dije: "no estaba segura de que fuera a gustarle".

No dijo ni una palabra. Las practicantes de mi entorno se preocuparon. Por alguna razón, yo no sentía ningún miedo en ese momento. Sabía que la persecución no era parte de los arreglos de Shifu.

Aproximadamente dos meses antes de que terminara mi sentencia, la situación se puso tensa. Se iniciaron sesiones de lavado de cerebro dentro del campo de trabajo y, de vez en cuando, enviaban allí a las practicantes. Enviaron a algunas practicantes, que se negaban a renunciar a su creencia, a otra división con la intención de agravar su persecución. Me aterrorizaba la idea de convertirme, en cualquier momento, en la próxima a la que sacaran y enviaran a la otra división.

"Esto es miedo", pensé; "pero no tiene nada que ver conmigo". Así que dejé de pensar en el miedo o en cualquier cosa relacionada con él. Siempre me negué a usar el uniforme de reclusa; después de todo, no había hecho nada malo ni había infringido ninguna ley. De vez en cuando, me cruzaba con los guardias en el pasillo, que evitaban mirarme. De esta experiencia, aprendí que soltar el miedo, en sí mismo, también es oponerse a la persecución.

Terquedad e ira

Cuando me liberaron del campo de trabajo, solicité la jubilación en mi trabajo y me la aprobaron. Esto me brindó más tiempo para estudiar el Fa, todos los días. También prestaba más atención a enviar pensamientos rectos. A través de un estudio sólido del Fa, gradualmente, comprendí por qué me habían perseguido durante años. También adquirí una mejor comprensión de la interferencia de las viejas fuerzas.

Más tarde, me convertí en coordinadora de mi área. Estaba ocupada salvando personas de muchas maneras. Después de un tiempo, noté que mi estado de cultivación no era del todo correcto. Entonces, en lugar de estar haciendo cosas aquí y allá, me calmé y estudié más el Fa en casa. Reflexionando sobre mi cultivación, descubrí que habían surgido muchas nociones a lo largo de los años. Por ejemplo, me gustaba comentar e imponer mis opiniones a los demás. También me consideraba superior a los demás y, por ende, era alguien muy terca.

Aquí les muestro un ejemplo: de vez en cuando, de acuerdo al Fa, llegaba a comprender que algo debía llevarse a cabo de cierta manera. Cuando otros practicantes no estaban de acuerdo conmigo, me angustiaba. Cuando discutía con otros y no podía transmitirles mi mensaje, obligaba a los demás a aceptar mi opinión. Con mucha frecuencia el asunto no terminaba bien y me enojaba, pensando que ya había hecho grandes cosas por Dafa y esfuerzos como un solo cuerpo.

Sin embargo, cuando me tranquilizaba y daba un paso atrás, me daba cuenta de que el Maestro organizaba el camino de cada practicante. Cuando, con terquedad, forzaba mis entendimientos sobre los demás, ¿no interfería con los arreglos del Maestro?

En la superficie, me preocupaba que a tal practicante no le fuera bien o que las viejas fuerzas pudieran aprovecharse de las brechas de aquel otro practicante. Pero, en realidad, esto podía ser solo una manifestación de mis pensamientos negativos propios. Incluso si ese practicante hacía algo a su manera, en lugar de a la mía, podía ser que no fuera necesariamente algo malo. De esta forma, cualquier resultado que yo no deseaba se convertía en una oportunidad para aprender y mejorar juntos, lo que a su vez podría conducir a un buen resultado. Si todo fuera siempre tan bien, es posible que no nos hubiéramos podido mejorar. Reflexionando sobre esto, me sentí avergonzada de mis pensamientos, ya que no estaban en el Fa.

Desde entonces, me he centrado en cultivarme. Pero mi terquedad era fuerte; era algo que no se podía disolver en un día. Cuando discutía con los demás y pensaba que sus pensamientos no estaban en el Fa, seguía sin poder controlarme y comenzaba a dar mi opinión. Esto se repetía frecuentemente y yo terminaba hablando mientras los demás escuchaban pasivamente.

El Maestro nos dijo:

"Pueden adoptar esta forma de un foro donde todos intercambian opiniones, dialogan y hablan entre todos. Requerimos que lo hagan de esta manera" (Tercera Lección, Zhuan Falun).

Al parecer, no hacía las cosas según las instrucciones de Shifu.

Los demás practicantes me perdonaban. Nadie me señalaba este defecto. Pensé que necesitaba fortalecer mi conciencia principal y mirar hacia adentro. Cuando llegaba el momento del estudio del Fa en grupo y el intercambio en grupo, a menudo me recordaba internamente: "Puede que pronto te llegue una prueba, por favor, ten cautela". A veces, los comentarios de algún practicante pueden quedar fuera de mi punto de vista. Antes lo habría interrumpido. Ahora, me digo que debo quedarme callada. En mi mente, había otra versión de mí, un yo falso, que quería hablar en nombre de 'ayudar a los demás'. Pero podía controlarme y no decir ni una palabra. Curiosamente, cuando podía controlarme, descubría que mi punto de vista y mi mentalidad sobre el tema en cuestión, cambiaban.

También miraba hacia adentro. De vez en cuando me consideraba superior a los demás y, fácilmente, me agitaba. Cuando miré hacia adentro, me di cuenta de que mi corazón se había perturbado. Así que traté de calmarme y permanecer en silencio. "Tú también estás luchando con el mismo problema, entonces, ¿por qué crees que estás calificada para señalar las deficiencias de de los demás?". Reflexionaba interiormente y aprendía mucho de esta manera. Mirando las cosas que había hecho en el pasado, también me daba cuenta de que había perdido muchas oportunidades para mirar hacia adentro y mejorarme.

Otro problema es la ira. Sabía que estaba mal enojarse con los demás, incluidos los practicantes. Sin embargo, todavía no podía controlarme. Una vez, cuando discutía con una practicante, sus comentarios dispararon mi miedo. Creyendo que ella no entendía mi situación, le grité.

Después de eso, desarrollé unas hemorroides que no dejaban de crecer. Miré hacia adentro para ver cuál había sido mi error. Encontré miedo, egoísmo, terquedad e ira. Le pedí disculpas a esa practicante. Pero las hemorroides continuaron creciendo, lo que hacía que dormir fuera demasiado doloroso. Esto nunca me había pasado antes.

"Es hora de arreglar tu mal genio, ¿verdad?", preguntó mi marido. Aunque no estaba convencida, no le respondí.

Pero sí, este era el momento de deshacerse fundamentalmente del problema, incondicionalmente.

El Maestro nos enseñó:

"¿No deben nuestros Dafa dizi evitar devolver los golpes o insultos, incluso frente a la maldad? ¿No tienes que tener Ren para esclarecer la verdad pacientemente? Entonces cuando te enojas, ¿para qué sirve eso? Por lo tanto, ¿de qué se puede enojar un cultivador? Y, ¿no debe pasar aún menos esto, cuando estás con otros practicantes? Sin importar quién seas, te estás cultivando. ¿Por qué siempre te enojas con mis dizi? ¿He aprobado yo que actúes con mis dizi de esa manera?" (Exponiendo el Fa en el Fahui Internacional de Nueva York, 2004).

Reflexionando sobre las palabras de Shifu, me sentí realmente avergonzada. Al día siguiente, me senté en mi cama para enviar pensamientos rectos. Al principio, planeé enviar pensamientos rectos para eliminar los factores que causaban las hemorroides. Más tarde, me di cuenta de que habían ocurrido porque no me había cultivado bien; que eran culpa mía. Si es así, pensé, sería mejor enviar pensamientos rectos para fortalecer a los practicantes que estaban en la calle aclarando la verdad a la gente. De esta manera, envié pensamientos rectos y pude sentir un fuerte campo de energía y dejé de sentir el dolor de mis hemorroides.

Aproximadamente 50 minutos después, dejé de enviar pensamientos rectos y enderecé las piernas. Ya no había dolor, se había ido. Sabía que Shifu me ayudó ya que mi xinxing había cumplido con los requisitos del Fa y había dejado de lado el egoísmo. ¡Gracias Maestro!

A partir de entonces, tomé la decisión de no volver a enojarme nunca más. Estaba decidida a deshacerme de esta naturaleza demoníaca que me había interferido durante tanto tiempo. Después de eso, experimenté algunos casos que habitualmente habrían desencadenado mi ira; pero pude pasar las pruebas. También sentí que Shifu me había ayudado a eliminar las sustancias relacionadas con la ira.

Una vez más, regresé al estado de paz y armonía que le pertenece a un practicante.

Ser considerada con los demás

En los primeros días de la persecución, tenía un fuerte apego a competir. Cada vez que hablaba con oficiales de policía o gerentes en el trabajo, tendía a discutir con ellos. Bajo la enorme presión de la represión masiva, además de mi cultivación inadecuada, fue muy difícil para mí mantener la calma.

Una vez hablé con un oficial de policía sobre Falun Dafa y me respondió: "Si eso es bueno, puedes practicarlo en casa y no hay necesidad de salir distribuyendo materiales".

Me advirtió: "De lo contrario, te arrestaré".

Me vino a la mente una frase: "¡Si te atreves a arrestarme, me atreveré a distribuir materiales!". No obstante, me contuve y no lo dije en voz alta.

Cuando llegué a casa, me pregunté por qué me agitaba tan fácilmente. Es cierto que los practicantes de Falun Dafa habían sido agraviados y hablé desde el ángulo de una víctima. Pero desde la perspectiva de la cultivación, las personas que nos persiguen son las verdaderas víctimas, ya que enfrentan consecuencias nefastas en el futuro por sus malas acciones. Si tuviera que protegerme siempre y quejarme de la injusticia hacia mí, ¿cómo podría volverme considerada con los demás como una practicante genuina?

Un día del año pasado, el secretario recién nombrado del partido comunista chino (PCCh) de mi lugar de trabajo vino a hablar conmigo. “Esta vez lo haré bien con rectitud y desinterés”, me dije. Luego le expliqué qué es Falun Dafa, hablando con él como si fuera de mi familia.

Le dije que los practicantes siguen los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia para ser mejores personas.

“Sabes, hay un viejo dicho: 'Uno preferiría remover el agua en miles de ríos que perturbar la mente pacífica de un taoísta'. Esto resalta el gran pecado de perseguir a las personas de fe”, dije.

También expliqué que la represión a Falun Dafa no tenía base legal y, cómo en muchos movimientos políticos anteriores, el PCCh después siempre castiga a los represores claves para eludir la responsabilidad y aliviar la ira pública.

“Realmente no vale la pena perseguir a los practicantes”, agregué.

Nuestra conversación no fue larga. Pero yo estaba tranquila y respondí todas las preguntas que tenía. También él fue educado.

A principios de este año, el secretario volvió a contactarme para decirme que habría una sesión de “educación jurídica” (lavado de cerebro) y me pidió que asistiera.

“¡De ninguna manera!”. Respondí resueltamente.

Me dijo que el problema no había terminado y que volvería a contactarme más tarde.

Después de esto, pensé en la conversación. Me di cuenta de que, una vez más, me había estado protegiendo con nociones humanas. Solo hablé de cómo no debería ir a la sesión de lavado de cerebro, en lugar de explicar las cosas desde su perspectiva.

Supongo que volví a reprobar la prueba, suspiré.

El secretario del partido y otros supervisores de mi lugar de trabajo vinieron nuevamente a mi casa en mayo. Nuevamente me dije que debía mantener la calma y ser amable.

Cuando llamaron a la puerta, la abrí y los dejé entrar.

“Sabes, es una orden de arriba, no sé cómo lidiar con eso”, dijo el secretario del partido. Él había escuchado de otros que yo era una mujer dura que siempre discutía con ellos sobre la persecución.

“Está bien”, respondí: “no nos hemos visto por un tiempo. Me alegro de que podamos tener una buena charla”.

Me dijo que el propósito de la visita era que yo llenara un formulario para asistir a la sesión de lavado de cerebro.

“Sé que estás en una situación difícil”, respondí. “Demos un paso atrás y veamos qué tipo de diferencia puede hacer esta sesión de lavado de cerebro”.

Le expliqué cómo Falun Dafa mejoró mi salud física y mi carácter. También expliqué el daño que la persecución ha causado a practicantes inocentes y sus familias. Utilizando mi propia experiencia, compartí el sentimiento de alegría y paz obtenido a través de la práctica de Falun Dafa, junto con el gran dolor y la desesperación extrema que experimenté cuando fui enviada a centros de lavado de cerebro en el pasado y me vi obligada a renunciar a la fe que aprecio más que nada en mi corazón.

Le dije que enviarme a la sesión de lavado de cerebro no nos haría ningún bien a él ni a mí; en cambio, él podría arrepentirse para siempre. Además, el lugar de trabajo tiene que pagar mucho dinero para enviar a alguien que se quede durante toda la sesión de lavado de cerebro.

“No sabía todo esto”, dijo el secretario del partido. “¡Gracias!”. Se fue con las otras personas y nunca regresaron.