(Minghui.org) Mi nombre es Xu Xinyang, tengo 16 años y soy de China. Durante mi infancia, sentía que era diferente al resto de los niños. Recuerdo que cuando era pequeña mi madre a menudo me dejaba al cuidado de mis parientes o en casa de algunos amigos, y luego se marchaba precipitadamente.

Xu Xinyang, de 16 años, está sosteniendo la foto de su padre Xu Dawei. El Sr. Xu fue sentenciado ilegalmente a ocho años de prisión y falleció 13 días después de su liberación.

En cuanto se marchaba, la extrañaba mucho y buscaba un rincón donde llorar. Solo quería estar con ella. Tenía miedo de no volverla a ver. Cuando la volvía a ver, la oía hablar con sus amigos sobre mi padre.

Nunca había visto a mi padre. ¿Quién era? ¿A quién se parecía? ¿Por qué mi madre quería restituir el buen nombre de mi padre? ¿Qué crimen había cometido para estar encerrado en la cárcel? Las palabras que escuchaba con mas frecuencia eran: "exponer al mal", "peligroso", "vehículo de la policía" y "ponerse a salvo".

Las personas me decían: "Tu padre es una buena persona". Pero si mi padre era una buena persona, ¿por qué estaba en la cárcel? No lograba entender muchas cosas.

A medida que crecí, mi madre me contó más cosas sobre mi padre. Su nombre era Xu Dawei. Él era muy honesto. Nació en 1974. Era chef. En 1996, leyó por primera vez el libro Zhuan Falun, y comenzó a vivir según los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, y a cultivarse en Falun Dafa. Mis padres se conocieron y se enamoraron en 1997. Se casaron el 12 de mayo del 2000.

Jiang Zemin (exjefe del partido comunista chino) dio la orden de erradicar a Falun Dafa el 20 de julio de 1999 y arrestó a muchos practicantes. Falun Dafa fue difamado en China. Mis padres comenzaron a imprimir materiales para contarles la verdad sobre la persecución a otras personas.

Mi padre fue encarcelado ilegalmente durante ocho años y mi madre casi muere

En febrero de 2001, la policía de Shenyang, provincia de Liaoning, arrestó a mis padres por imprimir dichos materiales. Mi padre fue brutalmente torturado y sentenciado a ocho años de prisión.

Encerraron a mi madre en la sala de interrogatorios. Dos guardias la golpearon en la cabeza, la cara y la espalda. Me contó que se sentía mareada y que vomitaba, debido a la tortura. En aquel momento, mis padres cumplían ocho meses desde que se habían casado y mi madre estaba embarazada.

Después de permanecer un mes detenida, le concedieron la libertad condicional por su embarazo. Intentó visitar a mi padre en la cárcel, pero no le permitieron verlo.

Un preso que no podía soportar ver las torturas que le infligían a mi padre, llamó a mi madre y le contó lo que estaba sucediendo. Le describió cómo los guardias instigaban a los demás reclusos para que apuñalaran, con agujas, los dedos de sus manos y pies. También era torturado con picanas eléctricas. Los guardias metían trapos de limpieza en su boca para impedir que gritara.

Mi padre se negó a renunciar a su creencia, por lo que fue trasladado cuatro veces, en secreto, a distintas cárceles de la provincia de Liaoning. Mi madre embarazada corría en su búsqueda de prisión en prisión.

Arrestaron otra vez a mi madre cuando cumplí cuatro meses. La enviaron a uno de los, así llamados, centros de rehabilitación. Después de nueve días de tortura, cuando se encontraba al borde de la muerte, fue liberada.

Trece días con mi padre

Cuando tenía siete años, conocí a mi padre en prisión. Cuando me vio, quiso abrazarme. Recuerdo que aquella persona era muy importante para mi madre. Era la persona que mi madre más ansiaba ver. Aunque era de mi familia, yo ni siquiera lo conocía. Me asusté. Busqué refugio en los brazos de mi madre y no le permití abrazarme. No hay nada de lo que más me haya arrepentido en toda mi vida.

La segunda vez que vi a mi padre tenía ocho años. Regresó a casa después de pasar ocho años en la cárcel. Tenía miedo de acercarme a él, porque su cuerpo estaba cubierto de cicatrices. Le costaba respirar. A veces su mente estaba consciente, a veces no. Mi madre estaba preocupada y angustiada. No sabía qué hacer.

Después de que mi padre permaneció 11 días en casa, mi madre decidió llevarlo a un hospital. Dos días después, mi padre nos abandonó para siempre.

En menos de cien días, mi madre perdió a cuatro de sus familiares más cercanos: su hermano, su padre, su esposo y su madre. No pudieron sobrevivir a la brutal persecución. Fallecieron uno tras otro. No encuentro palabras para describir el estado mental de mi madre durante aquellos días. Me sentí tan diminuta e indefensa. Me escondía en un rincón mirando a mi alrededor, asustada.

Me vi obligada a trasladarme de escuela en escuela

Después de la muerte de mi padre, mi madre fue a diferentes lugares para aclarar la verdad sobre lo que le había pasado. A menudo me vi obligada a cambiar de escuela. Desde que tenía ocho años, mi vida fue muy desconcertante. Arrestaron a mi madre cuando intentaba que se restituyeran los agravios cometidos contra mi padre.

Cuando estaba en tercer grado, ya había pasado por cuatro escuelas diferentes. Más tarde, viví como interna en una escuela. Los fines de semana, sus amigos me recogían y me llevaban a sus casas. Siempre aparecía alguien diferente, que no conocía.

Mi madre corría por todas partes, en consideración hacia mi padre. No la veía con frecuencia. A veces, la veía solo un momento; se marchaba rápidamente. Recuerdo, muy claramente, una vez que mi madre me llevó a la escuela. Cuando estábamos llegando, deseé que el tiempo se parara. Quería estar con ella un poco más de tiempo. Cuando llegó la hora de que se fuera, le dije: “Mamá, ya puedes irte”. Yo sabía en mi corazón que ella estaba haciendo lo correcto.

Mi madre se fue. No quise girarme para no verla. Quería que se llevara la impresión de que soy una chica fuerte. Pero acabé girándome y, en ese momento, no pude contener mis lágrimas.

La escuela Xiongshi en Shenyang fue mi cuarto centro de enseñanza. Mis maestros eran, en su mayoría, practicantes de Falun Dafa. Podía ver a mi madre los fines de semana. En aquella época, debido al asunto de mi padre, mi madre pasaba la mayor parte de su tiempo en Shenyang. Estaba feliz y pensé que finalmente había encontrado un lugar donde echar raíces y estudiar.

Afortunadamente no me convertí en huérfana

Un día, un compañero de clase me dijo que había visto en el sitio web de Minghui que el Sr. Xu Dawei había fallecido como resultado de la persecución, y que su esposa había sido arrestada.

Me horroricé. Salí al patio y lloré. Mi compañero de clase salió y le dije: "No sé qué hacer. Mi madre fue arrestada. Mi padre murió. ¿Soy una huérfana? No me queda nada". Fui a ver a mi maestra y le pregunté por mi madre. Me consoló diciéndome: "Tu madre está bien".

Sin embargo, mi madre había sido arrestada. La liberaron 20 días después, cuando se encontraba al borde de la muerte. Tuve suerte de no quedar huérfana.

Aunque vivía en la escuela Xiongshi, no estaba tan triste como cuando estaba en las otras escuelas. Cuando estaba con mis maestros y con mis compañeros de clase, sentía como si estuviera en familia. Todos los días, estudiábamos la cultura y educación tradicional china. Aunque surgieron algunos conflictos, hacíamos todo lo posible por superarlos.

Mi maestra nunca regresó

Una mañana muy hermosa, el día antes de mi cumpleaños, le dije a mi maestra: "Mañana es mi cumpleaños". Mi maestra dijo que me haría un regalo de cumpleaños.

Al día siguiente, esperé y esperé. Pronto oí que se habían llevado a mi maestra y que nadie conocía su paradero. Un maestro vino a sustituirla y nos dio clases aquel día. A pesar de que empezaba el fin de semana, nadie quería marcharse, todos se querían quedar a esperarla cuando acabaron las clases.

A la mañana siguiente, nos enteramos que la policía se presentaría en nuestro comedor, en torno al mediodía, y colocaría carteles que difamaban a Falun Dafa. Con mis compañeros de clase formamos un grupo y huimos de la escuela.

Al acercarse la hora del mediodía, llamamos a algunos compañeros de clase que se habían quedado en la escuela. Nos dijeron que la policía aún no había ido y que no volviéramos. Nuestras casas estaban alejadas de la escuela, así que tomamos trenes. Después de viajar tres o cuatro horas en tren, llegué a casa.

Había oscurecido cuando llamé por teléfono a mi madre y le pregunté entre sollozos: "Mamá, ¿puedes encontrar un sitio para que me quede? Algo sucedió en la escuela". Temía que nuestros teléfonos hubieran sido intervenidos, así que no hablé más. Mi madre me respondió: "No vayas a ningún lado. Buscaré a alguien para que vaya a por ti".

Pesadillas y escape

Desde aquel día, sufría pesadillas. Por las noches, siempre quería que alguien tomara mi mano, para poder conciliar el sueño.

Más tarde, escuché que la policía se había llevado a muchos de mis compañeros de clase. A un compañero de clase, llamado Ba Guan, la policía no le permitió dormir durante cuatro días. Lo obligaron a revelar con cuales de nuestros maestros mantenía contacto. Entró en pánico y su mente colapsó. Falleció después de regresar a casa. Se publicó su informe en el sitio web de Minghui.

La mayor parte de mi infancia la pasé aterrorizada y sintiendo la necesidad de escapar. No pude estudiar en la escuela que me gustaba. La policía nos buscaba tanto a mi madre como a mi, después de perseguir hasta la muerte a mi padre.

Cuando tenía 12 años, mi madre y yo escapamos a Tailandia. Incluso allí, no conseguimos liberarnos del miedo. En una ocasión, la policía casi detuvo a mi madre en una cárcel para inmigrantes.

Tuve la suerte de venir a los Estados Unidos, un país que protege la libertad de creencia. Ya no tengo miedo de que la policía se lleve a mi madre. Ya no necesito preocuparme por ser arrestada, torturada o quedar huérfana.

En la actualidad, la persecución salvaje continúa. Todavía hay muchos niños en China que han tenido y tienen experiencias similares a la mía. Algunos no son tan afortunados como yo, y no pueden venir a los Estados Unidos.

Espero que más personas despierten y presten atención a la barbarie que ocurre en China hoy. Espero que más personas ayuden a poner fin a 18 años ininterrumpidos de persecución.

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