(Minghui.org) Hace más de diez años, me vi obligada a dejar mi casa y mudarme a una pequeña localidad para evitar ser arrestada debido a mi fe en Falun Dafa. Poco después, mi familia se unió a mí y hemos vivido allí desde entonces. Mi esposo y yo realizamos varios trabajos temporales para mantener a la familia y a nuestro hijo en edad escolar. La vida era difícil para nosotros y nos mudábamos con frecuencia.
Debido a nuestros bajos ingresos, vivíamos con austeridad. Cuando nuestro hijo estaba en la universidad, solo destinábamos 200 yuanes (28 dólares) al mes para comprar comida. Mi esposo y yo rara vez comprábamos carne y no gastábamos dinero en condimentos. La mayoría de nuestras comidas consistían en platos sencillos con solo un poco de sal. Aunque para muchos esa vida podría resultar insoportable, para mí no era tan difícil gracias a mi fe en Dafa.
Shifu me concedió buena salud, me enseño a tener paz interior y me ayudó a afrontar las dificultades con valentía. Tras años de arduo trabajo, finalmente ahorramos suficiente dinero para comprar una casa propia. Y aquí es donde comienza nuestra historia.
La casa que compramos era pequeña, pero estaba lista para entrar a vivir. Era relativamente cara, porque los dueños, un matrimonio de unos sesenta años que vivía al lado, incluían los muebles, el sofá y las lámparas en el precio.
Tras pagar un anticipo de 20.000 yuanes (2.800 dólares), los propietarios nos informaron que, si decidíamos no comprar la casa, no nos devolverían el depósito de fianza. Al día siguiente, nos pidieron que pagáramos primero el certificado de propiedad, antes de completar el resto del papeleo. Mi esposo y yo accedimos.
Mientras esperábamos el papeleo, el dueño nos informó que quería quitar algunas lámparas. Le dije: “No hay problema, pueden llevarse lo que necesiten”. Al final, no quitó ninguna y no dio ninguna razón.
Cuando nos dio las llaves de la casa, me preguntó si podía llevarse el escritorio y acepté. Después de mudarnos, mi esposo descubrió que solo funcionaba una lámpara que estaba en el dormitorio, y las lámparas de la otra habitación y la de la sala estaban rotas; eran las que el dueño quería llevarse. Cuando mi esposo habló con su hijo y le preguntó por las lámparas, sugirió que probablemente estaban dañadas por el pararrayos. Su respuesta nos hizo mucha gracia.
Al día siguiente me encontré con el dueño y le pregunté por las lámparas. Parecía culpable y me dijo con rudeza: "Cada lampara cuesta 500 yuanes. Puedo darte 1000 yuanes por las dos. Se acabó".
—No te enojes, dije. No te pedí que me pagaras. Solo te preguntaba. Pero seguía enfadado y se marchó.
Mi hijo sintió que la situación era injusta para nosotros. Dijeron que la venta de la casa incluía todos los muebles, pero salvo la cama, el sofá y un armario grande, se llevaron todo lo demás. De hecho, el sofá nuevo estaba roto. Cuando llegó el momento de redactar el contrato final, mi hijo les explicó claramente lo que esperábamos de ellos. Esto los molestó y respondieron con muchas palabras desagradables. Incluso me culparon a mí.
Decidimos no confrontarlos y les permitimos modificar el contrato. A pesar de ello, siguieron guardando resentimiento y nos siguieron causando problemas después.
Antes de cerrar el trato, su hijo nos insistió en que completáramos el pago, argumentando que su madre necesitaba el dinero. Mi hijo prometió hacer el pago final después del cierre y cumplimos nuestra palabra. Hasta entonces, todo lo relacionado con la venta de la casa estaba resuelto. Lo que nos esperaba era cómo manejar la relación con nuestros nuevos vecinos, la pareja que nos vendió la casa.
La esposa era una obsesiva del orden y lavaba la ropa casi a diario. Nuestro balcón estaba conectado al suyo, y antes de mudarnos, habían instalado un cable entre las dos casas para tender la ropa. Después de comprar la casa, siguieron usando nuestro balcón para tender la ropa. Su ropa, que incluía ropa interior, blusas, pantalones, sábanas y mantas, estaba justo afuera de la habitación de nuestro hijo. Incluso colocaron una silla afuera de una de nuestras ventanas para tomar el sol con las almohadas, y a menudo salían a nuestras ventanas como si nadie viviera allí.
En verano, sus mantas nos tapaban completamente las ventanas. Alrededor del mediodía, la pareja se turnaba para sacudirlas. El ruido y el olor nos incomodaban mucho.
No sólo ponían ropa, sino también alambres y estantes fuera de nuestros muros exteriores para secar al sol diferentes verduras o incluso pescado maloliente, además de colocar macetas contra las paredes para cultivar frutas.
En respuesta a sus acciones, intentamos comportarnos según el estándar de los practicantes de Dafa y nos abstuvimos de hablarles mal. Siempre que nos sentíamos incómodos, nos recordábamos a nosotros mismos que no debíamos enojarnos y, por lo general, nos sentíamos bien al poco tiempo. Seguimos saludándolos como siempre, y a pesar de que su esposo a menudo nos trataba con indiferencia, nosotros lo tomamos a la ligera. Una vez, cuando un fuerte viento tiró su manta al suelo, se la dejé amablemente.
Unos meses después, sus actividades diarias se paralizaron repentinamente. Me enteré de que a su esposa le habían diagnosticado cáncer de pulmón y la estaban operando en Tianjin. Gastaron una fortuna en el tratamiento médico. El esposo les contó a sus amigos que planeaba vender su auto y su casa. Sentí mucha tristeza por ellos: habían vivido una vida muy dura y habían intentado por todas las maneras posibles de obtener beneficios para sí mismos. Ahora se enfrentaban con la enfermedad, el sufrimiento y las pérdidas económicas. Sentí compasión y decidí visitarlos.
Cuando regresaron unos días después, le dije a mi esposo: “Quiero llevar 500 yuanes y visitarlos”.
“Espero que su actitud cambie esta vez”, respondió mi esposo.
"No espero que cambien. Pero dan mucha pena y quiero ayudarlos", dije.
“Me parece bien”, dijo mi esposo.
Cuando los visité, ambos se quedaron sorprendidos y conmovidos.
Al acercarse el Año Nuevo Chino, le pregunté a la esposa si necesitaba lavar la ropa y le ofrecí mi ayuda. Me agradeció, pero dijo que su esposo podía hacerlo.
Cuando los volví a ver, me recibieron con cariño. Creo que mi amabilidad resolvió nuestros conflictos. Desde entonces, la esposa también dejó de colgar ropa fuera de la habitación de mi hijo.
La esposa tenía un pariente que también practicaba Falun Dafa. En el pasado, cuando ese pariente me visitaba, su esposo a veces amenazaba con denunciarnos a la policía. El pariente le pidió que no lo hiciera, explicándole que no sería bueno para él. El esposo se negaba a escuchar y dijo que lamentaba habernos vendido la casa. Sin embargo, después de vivir con nosotros durante varios años y presenciar la bondad de los practicantes de Dafa, empezaron a entender que éramos buenas personas y gradualmente cambiaron su actitud hacia Dafa.
Hace unos años, me arrestaron por distribuir materiales de Dafa. La policía nos acosó varias veces y, en ocasiones, fue a interrogar a nuestros vecinos. Estos se negaron a cooperar con la policía. A principios de año, les escribí una carta para agradecerles su protección y elogiarlos por su valentía, sentido de justicia y bondad.
En todos estos años de trato con los vecinos, el poder de Dafa me permitió manejar todos los conflictos con calma y compasión. No me quejé de que se aprovecharan de mí ni guardé resentimiento. Al contrario, lo aproveché como una oportunidad para ver hacia dentro de mí y mejorar mi carácter. Las situaciones tensas se resolvieron con tranquilidad.
Me siento honrada de abrazar Dafa y agradecida de ser practicante de Falun Dafa. Shifu me transformó y pasé de ser una persona egoísta y competitiva a una persona de mente abierta, compasiva, amable y tolerante. Mis cambios personales son un testimonio de la magnificencia de Dafa y la grandeza de Shifu.
(Artículo seleccionado para celebrar el Día Mundial de Falun Dafa 2025)
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