(Minghui.org) Mi suegro era un anciano testarudo que gobernaba nuestra casa, y todos en la familia teníamos que obedecer sus órdenes. Si alguien lo desobedecía, su expresión cambiaba al instante. Fue miembro del Partido Comunista Chino (PCCh) durante 40 años y se desempeñó como secretario del Partido en la aldea durante más de 30 años.
Su mente estaba llena de la ideología del PCCh, incluyendo la creencia atea en la lucha entre el cielo y la tierra. Adoraba a Mao Zedong, el líder comunista más influyente de China. Era arrogante y engreído, y nadie en la familia se atrevía a desafiarlo. Incluso cuando se equivocaba, todos teníamos que seguir sus órdenes.
Como su nuera mayor, tenía que escucharlo y hacer lo que decía. A menudo me hablaba en privado, diciéndome: «Eres la cuñada mayor, así que tienes que llevar la iniciativa en todo. Todos están pendientes de cómo lo haces». Su tono era amenazante. Tenía tres cuñadas, y mi suegro nunca les exigió nada. Sus familias ocupaban cargos oficiales en el gobierno local, así que no se atrevía a ofenderlas.
En cambio, mi familia vivía a miles de kilómetros de distancia, en el noreste de China, por lo que su dureza hacia mí era desenfrenada. Lo soporté todo en silencio. Me decía: «Tienes que levantarte temprano todos los días y vaciar nuestros orinales». Así que, cada mañana, le pedía a mi suegra que abriera la puerta para poder vaciarlos.
Era extremadamente cautelosa, con miedo de cometer errores. A pesar de esto, mi suegro seguía siendo muy crítico conmigo. Una vez, cuando ya no pude más, fui al arroyo a buscar agua y, mientras estaba allí, abrumada por la frustración, grité con angustia: «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡Estoy sufriendo tanto! ¿Qué puedo hacer?».
De repente, sin previo aviso, mi suegro se acercó y me gritó: «¿Por qué lloras? ¿Qué te pasa?». Me asusté tanto que dejé de llorar al instante. Aturdida, me quedé junto al arroyo un buen rato antes de recomponerme y llevarme el agua de vuelta a casa.
Además de las constantes críticas de mi suegro, mi suegra nunca me trató como a un ser humano. Como mi hijo era pequeño, ella lo cuidaba. Todos los domingos iba en bicicleta al campo a verlos, pero mi suegra ni siquiera me saludaba. Ayudaba con las tareas, pero no me dejaba cenar con la familia. Para cuando terminaban de comer, solo quedaba sopa de verduras, y tenía que comerla con arroz. Si no quedaba arroz, me quedaba con hambre.
A veces, si mi suegra estaba molesta, ni siquiera me dejaba ver a mi hijo y me mandaba a casa. Lloraba todo el camino, a menudo sintiendo que quería morirme. Como la menor de la familia, mis padres me querían muchísimo. Nunca imaginé que acabaría así. Mi hijo y mi esposo eran la única razón por la que seguía adelante. Mi esposo siempre me había consolado y cuidado.
En julio de 1996, empecé a practicar Falun Dafa. Comprendí muchas cosas que me habían intrigado durante tanto tiempo. Dafa me lo aclaró todo. Sentí como si el sol hubiera disipado las nubes. Me di cuenta de que todo lo que había vivido era resultado del yeli. Había una razón por la que era la nuera de mis suegros y por la que me trataban como lo hacían. Comprendí los principios del Fa y el verdadero significado de la vida. Decidí actuar de acuerdo con los preceptos de Dafa y dejar atrás mi resentimiento.
A partir de entonces, me impuse altos estándares, amplié mi mente y, con mi ejemplo, le mostré a mi suegro la grandeza de Dafa. Le hice saber que Dafa existe para salvar a las personas y ayudarlas a regresar a su verdadera naturaleza. Gracias a mis acciones, él pudo apreciar la maravilla de Dafa, lo cual gradualmente le ayudó a superar su ateísmo. Con el tiempo, mi suegro cambió.
En julio de 1999, Jiang Zemin, el exlíder del PCCh, lanzó una brutal represión contra Falun Dafa. Mi suegro, consciente de la maldad del PCCh, estaba aterrorizado. Intentó impedirme practicar y me intimidó con palabras duras, pero no cedí.
En 2005, comenzó el movimiento para renunciar al PCCh y sus dos organizaciones juveniles. Los practicantes locales de Falun Dafa comenzaron a informar a la gente sobre Falun Dafa y a animarlos a renunciar al PCCh y sus organizaciones afiliadas. En aquel entonces, mi suegro padecía cáncer de riñón y el hospital no podía ayudarlo. Le pedí que recitara con sinceridad: «Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno», y le enseñé los ejercicios de Dafa. Al acercarse el final de la vida, el deseo de vivir se intensifica, pero mi suegro seguía negándose a renunciar al PCCh.
Otra practicante visitó mi casa y tuvo una conversación sincera con mi suegro sobre las acciones del PCCh desde que llegó al poder. Le explicó cómo se habían perdido incontables vidas inocentes durante sus diversas campañas políticas y que el Cielo no toleraría esas injusticias.
Con compasión, le dijo: «Si no renuncias al PCCh, formarás parte de él y serás implicado en sus crímenes. La muerte no es como apagar una vela; las personas tienen espíritu y diferentes destinos después de morir. Solo retirándote podrás asegurar un futuro mejor». Al final, mi suegro decidió renunciar al malvado Partido.
Entonces le dije: «Papá, si repites "Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno", irás a un buen lugar». Él asintió.
Mi suegro mencionó una vez que le gustaba un tipo de comida en particular. Le respondí: «Te la prepararé». Preparé la comida tal como le gustaba y le pedí que se sentara a comer. Le costaba incorporarse, así que le llevé la comida. Me miró y bajó la cabeza. Le pregunté: "¿Te gusta la comida?". Asintió. Justo entonces, noté que estaba a punto de vomitar, así que rápidamente le tapé la boca con la mano y le dije: "Papá, escúpelo. No pasa nada".
Después de que terminó de comer, le sugerí que se acostara a descansar. Parecía tener algo que decir, pero dudó. Finalmente, dijo: "Déjame verte bien. No me quedan muchos días. Has sido muy amable conmigo". Poco después, falleció en paz. Creo sinceramente que fue a un buen lugar.
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Categoría: Mejorándose uno mismo