(Minghui.org) Mi esposa, mi hijo y yo practicamos Falun Dafa. A lo largo de los años, hemos acogido en nuestro hogar a muchos practicantes, ya sea que necesitaran un lugar donde quedarse debido a que fueron desplazados por la persecución o porque necesitaban apoyo para sobreponerse de un yeli de enfermedad grave. Los hemos recibido con los corazones abiertos y los hemos considerado parte de nuestra familia.
Como todos provenimos de distintos entornos y tenemos personalidades y temperamentos diferentes, las fricciones son inevitables. Pero pudimos ver dentro de nosotros para rectificar con rapidez y mejorar con la guía de los principios del Dafa. Estudiamos el Fa juntos, compartimos nuestras experiencias y nos ayudamos mutuamente para progresar en la práctica de cultivación. Caminamos con firmeza por el camino divino durante este período de rectificación del Fa. – Fragmento del artículo
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¡Saludos, venerable y compasivo Shifu! ¡Saludos, compañeros practicantes!
Para celebrar esta ocasión especial de la 22.ª Conferencia del Fa de China, en Minghui.org, escribí algunas de mis experiencias de cultivación para compartirlas con Shifu y con otros practicantes.
Proporcionar un entorno seguro para los practicantes que lo necesiten.
Los tres miembros de mi familia practicamos Falun Dafa y hemos creado un ambiente acogedor y seguro. Muchos practicantes se han quedado con nosotros a lo largo de los años. Ya sea que se hubieran visto obligados a desplazarse debido a la persecución o porque estaban pasando por un yeli de enfermedad, los recibimos con los brazos abiertos y los ayudamos incondicionalmente, incluso cuando la persecución seguía siendo desenfrenada. Estudiamos el Fa, compartimos nuestras experiencias y nos ayudamos mutuamente para mejorar en la práctica de cultivación. Hemos caminado con firmeza por el sendero divino durante el período de rectificación del Fa.
Cuando unos cuantos practicantes locales fueron condenados por su fe, el nombre de Ang fue incluido en el veredicto por alguna misteriosa razón. Para evitar ser arrestada, vino a nosotros y se quedó con nosotros de forma intermitente durante los siguientes meses, hasta que encontró refugio con otro practicante. Durante la pandemia de COVID-19, tuvo un grave yeli de enfermedad, con tos persistente y fiebre alta. Volvió a acudir a nosotros en busca de ayuda. Estudiamos juntos el Fa y todos sus síntomas desaparecieron.
Mientras estaba hospitalizada, la practicante Di se escapó del hospital y llamó a nuestra puerta. No la conocía de nada y, casualmente, teníamos a un familiar alojado en casa, así que no la dejé entrar. Cuando mi esposa llegó del trabajo, Di estaba desplomada junto a la puerta. Estaba demacrada y débil. La hicimos pasar, le dimos agua y comida, le lavamos la cara y los pies con agua tibia y le preparamos unas tortitas de avena. Mi esposa y yo nos turnamos para cuidarla.
Como Di se fue del hospital sin recibir el alta, el personal avisó a su familia, quienes denunciaron su desaparición. Justo cuando todos la buscaban, un practicante nos contactó y preguntó: "¿Se está quedando Di con ustedes? Todo el pueblo la está buscando. Incluso la policía está involucrada". Mi esposa no se alteró: "Si viene la policía, ya veremos". Esperamos con ansiedad, pero la policía nunca apareció. Finalmente, la familia de Di la llevó a casa y todo volvió a la normalidad, como si nada hubiera pasado.
Mi esposa y yo fuimos a un pueblo remoto para visitar al practicante Chen. Lo había conocido cuando ambos estábamos detenidos por nuestra fe en Falun Dafa. En cuanto entramos en su casa, lo vimos sentado en la cama. Parecía confundido, no podía moverse y le costaba hablar. Su esposa nos contó que había sufrido un derrame cerebral dos años antes, que casi muere y que desde entonces estaba así. Chen nos dijo: «Ahora soy inútil. No puedo mover los brazos. Me tiemblan las piernas y ya no puedo hacer los ejercicios».
Al regresar a casa, mi esposa y yo le contamos a mi hijo sobre Chen. Él dijo: «Deberíamos traerlo aquí». Ese día hubo una gran tormenta de nieve, pero mi hijo condujo hasta el pueblo y trajo a Chen.
Chen llevaba mucho tiempo sin hacer los ejercicios por su salud. No podía ponerse de pie ni levantar los brazos. No quería levantarse temprano para hacer los ejercicios matutinos. Para ayudarlo, me puse detrás de él y le sujeté los brazos. Lo animaba: «Tú puedes. ¡Sigue así!». Y Chen lo hizo: completó los cinco ejercicios.
Luego estudiamos el Fa y le enviamos pensamientos rectos. Tras siete días de estudio intensivo del Fa, pensamientos rectos y ejercicios, Chen se recuperó por completo. Tan solo siete días antes, mi hijo lo había recogido y lo había traído a casa. Siete días después, tomó prestada la bicicleta de mi hijo y recorrió 16 kilómetros por la montaña para volver a casa. Su esposa se quedó asombrada al verlo tan bien y se emocionó hasta las lágrimas. Nos llamó por teléfono y nos dio las gracias: «Chen llegó sano y salvo. ¡Se recuperó rapidísimo! Es increíble ver cambios tan sorprendentes en tan poco tiempo. ¿Saben? Antes ni siquiera podía levantarse de la cama. No puedo creer que haya recorrido esa distancia solo. Es un milagro. ¡Muchas gracias a todos! ¡Muchísimas gracias!».
Consideramos a todos los practicantes que se alojan con nosotros parte de nuestra familia. Dado que todos provenimos de distintos entornos y tenemos personalidades y temperamentos diferentes, las fricciones son inevitables. Pero somos capaces de vernos dentro de nosotros mismos y rectificarnos con rapidez para mejorar con la guía del Fa.
La practicante Yee es de otra región. después del arresto de su esposo, se vio obligada a desplazarse. Vino a vernos y se quedó más de dos semanas. Yee es del campo y sus costumbres eran muy distintas a las nuestras. No me gustaba cómo manejaba ciertas cosas y le expresé mi molestia verbalmente. Pero enseguida me di cuenta y reflexioné: «La vida ya es bastante difícil para una practicante desplazada como Yee. La herí. No me gusta su forma de hacer las cosas, pero debo ser tolerante y tener paciencia con ella».
Poco a poco, logré comprender su punto de vista y dejarlo pasar. Yee se sentía a gusto quedándose con nosotros, como si fuera su propia casa.
Superar las dificultades financieras
Mi esposa y yo hemos sido condenados por practicar Falun Dafa. Antes teníamos una próspera granja familiar muy conocida en la zona, pero perdimos la mayor parte de nuestra fortuna debido a la persecución e incluso acumulamos deudas. Ahora trabajamos por un salario y destinamos la mayor parte a pagar las deudas. Sin embargo, las dificultades económicas nunca nos impidieron acoger y ayudar a otros practicantes a lo largo de los años. El régimen comunista nos persigue por nuestra creencia, pero debemos apoyarnos mutuamente y ayudarnos a avanzar en la práctica. Juntos, trabajamos para lograr nuestra misión y cumplir nuestros votos durante el período de rectificación del Fa.
Hubo momentos en que ni siquiera podíamos comprar comida o artículos de primera necesidad, pero no queríamos preocupar a los practicantes que se alojaban con nosotros. Sabíamos que ya estaban pasando por una situación difícil, así que mantuvimos una actitud recta y no mostramos ninguna angustia frente a ellos. No queríamos que supieran de nuestras dificultades económicas. Comprábamos lo que necesitábamos a crédito en la tienda. Aunque no teníamos mucho, cuidábamos de los practicantes y de sus necesidades.
Para ahorrar en la factura de la luz, mi esposa y yo no usamos agua caliente durante el invierno, pero siempre preparamos agua caliente para los practicantes que se alojan con nosotros. Si nos preguntaban por nuestra situación económica, les decíamos que estábamos bien para que no tuvieran que preocuparse por suponer una carga adicional. Solo necesitaban concentrarse en superar su propia situación.
Nuestra situación financiera mejoró gradualmente en los últimos años, y nuestro entorno de cultivación también se volvió más relajado. Con más tiempo y recursos, podemos concentrar más energía en esclarecer la verdad y ayudar a Shifu a salvar a la gente.
Nuestro camino para ayudar a Shifu a salvar gente
Durante años tuvimos dificultades económicas, pero eso no nos impidió seguir ayudando a Shifu a salvar gente. Mi esposa y yo solíamos ir en moto a las zonas aledañas para distribuir material informativo y colocar carteles de Dafa. Hemos vivido experiencias increíbles.
En medio de una gran nevada, un año mi esposa y yo caminamos por un camino de montaña hasta un pequeño pueblo para repartir folletos. El pueblo estaba aislado, y cuando regresamos a casa ya era muy tarde. La nieve lo cubría todo y no encontrábamos el camino. Justo cuando no sabíamos qué hacer, vimos dos huellas que brillaban en la oscuridad de la noche. Siguiendo el rastro, llegamos a una intersección conocida.
Una vez, mi esposa y yo repartimos folletos informativos en el campo. Aparcamos la moto y caminamos por la carretera principal, repartiendo folletos en los pueblos que encontrábamos. Al atardecer, nos dimos cuenta de que estábamos muy lejos de donde habíamos empezado y no sabíamos dónde estábamos. Decidimos seguir adelante y repartir más folletos. Justo cuando nos quedamos sin folletos, vimos un coche que venía hacia nosotros con los faros iluminando un cruce justo donde habíamos estacionado la moto. Incluso encontramos un atajo para volver a casa.
Una vez, mientras repartíamos folletos, mi esposa y yo vimos luces a lo lejos en la carretera principal. Pensamos que debía ser un pueblo, pero no teníamos ni idea de cómo llegar, ya que no conocíamos la zona. Justo entonces, vimos un coche que iba en esa dirección, así que lo seguimos y encontramos el pueblo. Nos alegramos mucho de haber podido repartir folletos allí.
Evitar situaciones peligrosas
Gracias a la protección de Shifu, pudimos evitar situaciones peligrosas mientras distribuíamos los folletos de Dafa.
Una vez viajamos 80 kilómetros para distribuir folletos de Falun Dafa en un pueblo. Llegamos temprano y nos pusimos a trabajar por separado. A mitad del pueblo, mi esposa vio a una mujer sentada frente a su patio. Le ofreció un folleto para aclarar la verdad y la animó a leerlo. La mujer inmediatamente comenzó a gritar: «¡Detengan a la practicante de Falun Dafa! ¡Atrápenla!». La vecina de la mujer le dijo a mi esposa: «Tome su folleto y lárguese de aquí». Mi esposa había dejado una copia en el asiento del coche del hombre porque la puerta estaba abierta, pero ahora el coche estaba cerrado con llave. El hombre continuó gritándole a mi esposa que recogiera el folleto. Mi esposa le pidió que abriera el coche, pero él se negó, incluso cuando la mujer seguía gritando: «¡Detengan a la practicante de Falun Dafa!». Hizo señas a los coches que pasaban intentando que se detuvieran, pero nadie lo hizo. Finalmente, un coche se detuvo. El conductor, que parecía un funcionario del pueblo, se bajó. Cuando la mujer le habló del folleto y señaló a mi esposa, un hombre que estaba en el coche sacó su teléfono móvil y empezó a marcar.
En ese momento, mi esposa gritó: «¡Ayúdame, Shifu!». Volvió a intentar abrir la puerta del coche y esta vez lo consiguió. Tomó el folleto y salió corriendo. Atravesó un callejón, un corral de ovejas y un maizal antes de encontrarme repartiendo folletos al otro lado del pueblo. Le pedimos ayuda a Shifu mientras huíamos de quienes nos perseguían y, finalmente, logramos escapar. Encontramos un buen escondite para los folletos y planeamos volver la noche siguiente a buscarlos.
La noche siguiente empezó a llover torrencialmente, pero recorrimos 40 kilómetros bajo el diluvio para recoger los folletos que habíamos dejado. De camino a casa, vimos que un tramo de la carretera que llevaba a nuestra casa estaba inundado. El agua tenía casi un metro de profundidad y sabíamos que el motor se pararía si intentábamos cruzarlo en moto. Era más de medianoche y estaba oscuro, con nubes muy densas. Todavía nos faltaban más de 30 kilómetros para llegar a casa.
Sin saber qué hacer, me bajé de la moto y caminé por la orilla del charco. Justo entonces, apareció un gran camión basura. Salté de nuevo a la moto y lo seguí de cerca, apartando el agua y dándonos el espacio justo para cruzar. Al llegar a un terreno más elevado al otro lado, el agua volvió a llenar el hueco del camino. Mi esposa y yo nos miramos y sonreímos. Era tan oscuro y tan tarde, ¿de dónde había salido ese camión con este diluvio? Sabíamos, por supuesto, que Shifu nos estaba ayudando.
A lo largo de los años, nos hemos enfrentado a innumerables incidentes como estos. Gracias a la ayuda y protección de Shifu, siempre hemos podido evitar situaciones peligrosas. Sabemos que Shifu siempre está a nuestro lado y nos protege. Todo está dispuesto por el compasivo Shifu.
¡Gracias, Shifu, ¡por salvarnos con compasión!
(Artículo seleccionado para la 22.ª Conferencia China del Fa en Minghui.org)
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