(Minghui.org) Comencé a practicar Falun Dafa en 1998. Ahora tengo 67 años. Sufría de varias enfermedades, como hipertiroidismo, cardiopatías, una enfermedad neurológica y vértigo. Estas desaparecieron después de comenzar a practicar.
Leía Zhuan Falun todos los días y tuve experiencias increíbles. Por ejemplo, los caracteres de la línea que leía brillaban con luces de colores, y los colores cambiaban constantemente. A veces, toda la línea tenía un brillo rojo, y después de un rato, un brillo verde. La siguiente vez que estudiaba el Fa, cada carácter se convertía en un pequeño Falun giratorio. Era milagroso, y estaba decidida a cultivarme diligentemente.
Perdí mi trabajo debido a la persecución
Enseñé en el jardín de niños de una escuela de mineros durante 21 años y fui considerada una maestra de preescolar de primera clase. En julio de 1999, cuando el Partido Comunista Chino (PCCh) comenzó a perseguir a Falun Dafa, sufrí todo tipo de presiones y persecución económica. El secretario del PCCh de la escuela me pidió repetidamente que firmara las "Cinco Declaraciones" en las que declaraba que dejaría de practicar Falun Dafa. Me negué en todas las ocasiones.
En 2003, la sección de primaria de nuestra escuela se reorganizó para que pasara a estar bajo la administración del gobierno municipal. Los maestros de primaria fueron catalogados como "funcionarios públicos" y sus salarios casi se duplicaron. Los maestros de jardín de niños estaban en camino de convertirse en funcionarios públicos y todos esperaban con ilusión los cambios. En junio, el secretario del PCCh de la escuela llevó un documento municipal a la oficina del jardín de niños para que lo leyera el director, y luego me llamó para que yo lo leyera. El documento establecía que los maestros no podían practicar Falun Dafa; de lo contrario, serían transferidos.
El secretario del PCCh me pidió que expusiera mi postura. Fui muy clara: nunca abandonaré la cultivación. Dije: «Falun Dafa es una práctica maravillosa. Enseña a la gente a ser buena y a seguir los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. Antes de practicar, me hospitalizaban todos los años. Recuperé una salud excelente después de empezar a practicar. En mi trabajo, actúo según los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia, y cuido a los niños con todo el corazón. El director y los padres lo reconocen».
Unos días después, el secretario del PCCh me habló en privado y me exigió que firmara la declaración donde prometía no practicar Dafa; de lo contrario, no sería admitida en el sistema municipal de funcionarios. Incluso con un interés personal tan importante en juego, me negué a renunciar a mi creencia.
Más tarde, el secretario me llamó y me dijo: «Tu exmarido vino a pedirme ayuda para evitar que te transfirieran de la escuela. Él y yo estábamos en el mismo equipo de producción en el campo. Tu vida es difícil y aún necesitas mantener a tu hijo. Por consideración a mi viejo conocido, he pensado en una solución: que tu exmarido firme las «Cinco Declaraciones» por ti. Así no tendrás que firmarlas y no te transferirán de la escuela. Eso resolvería un gran problema. Si otros preguntan, simplemente no se lo digas».
Respondí: «No puedo acordar eso. Llevamos muchos años divorciados y mi fe es una elección personal. Es inútil que alguien más la firme. Nadie puede cambiar mi creencia».
Me transfirieron de escuela. Perdí la oportunidad de ser funcionaria, pero no me arrepiento. Mi vida me la dio Shifu. Fue Shifu quien me concedió la salud y me enseñó el sentido de la vida. Nada puede cambiar mi fe.
Me asignaron a la fábrica del complejo minero. Era para presionarme, ya que el trabajo era muy pesado y duro para una mujer. Sabía que las viejas fuerzas manipulaban a la gente para que hicieran cosas malas. Me di cuenta de que no podía aceptar este arreglo. No hice nada malo y no lo aceptaría. Así que no fui a trabajar. Durante ocho meses, no tuve ingresos. Sabía que debía mantenerme fuerte y aguantar.
Mi esposo y yo llevamos años divorciados. Él nunca pagó la manutención de nuestro hijo, así que la carga financiera de criarlo recaía sobre mí. La vida era muy difícil. El PCCh intentó aplastarme económicamente para obligarme a dejar la práctica, pero yo nunca cedí. Vendía bollos al vapor y dumplings para mantener a mi hijo, que estaba en el instituto. No era fácil. Como no tenía un lugar fijo, empujaba el carrito por las calles y callejones, gritando para vender mi comida. Los días lluviosos eran aún más difíciles. A veces veía a conocidos y me sentía avergonzada. Tenía miedo de que se rieran de mí.
Fui repetidamente a la Oficina 610 para exigir un arreglo adecuado. Me enviaron a la planta de selección de carbón.
Validando Dafa en el trabajo
El trabajo en la planta de selección de carbón era muy difícil. Mi turno comenzaba a las 6 a. m. y estaba ocupada todo el día. El cargamento de la noche anterior dejaba muchos vagones llenos de ganga de carbón, que teníamos que descargar y separar. Durante el proceso de selección, los trabajadores discutían con frecuencia. Me mantuve a la altura de una cultivadora y traté de ser lo más imparcial posible. Escuchaba la opinión de todos, hablaba con ellos y con frecuencia los ayudaba. Cuando les aclaraba la verdad, muchos accedían a renunciar al PCCh y a sus organizaciones afiliadas.
La gente venía a robar carbón, y yo tenía que ahuyentarlos. En cuanto ahuyentaba a un grupo, llegaba otro y me insultaban. Todos los días corría de un lado a otro bajo el sol y el viento, cubierta de polvo. Era extremo y agotador.
En invierno, se necesitaba calefacción para las habitaciones. Cada turno debía traer su propio carbón. Yo trabajaba en el turno de la mañana, mientras que los turnos de la tarde y la noche los atendían dos compañeros varones con mala salud. Recordando que yo soy cultivadora, con frecuencia también preparaba carbón para sus turnos. Esto aumentaba mi carga de trabajo, y tenía que preparar al menos dos carretas de carbón al día. Recoger carbón pieza por pieza de los montones de piedras no era fácil. Era sucio y agotador. Con mis acciones, una vez más validé Dafa y esos dos compañeros se conmovieron. Cuando les aclaré la verdad, ambos accedieron a renunciar a la Liga Juvenil del PCCh y a los Jóvenes Pioneros.
Algunos le daban regalos a la directora. Yo nunca lo hice. Como cultivadora, sabía que debía seguir los estándares de Dafa y no los de la gente común. Por eso, la directora a menudo me dificultaba las cosas. Una vez, alguien la denunció por malversación de fondos porque vendía carbón, cobraba el dinero y llevaba las cuentas ella misma. A veces yo limpiaba su oficina y cuidaba la estufa, así que la veía con frecuencia. Ella creía que la había denunciado, así que me insultaba a diario.
Yo me trataba a mi misma como cultivadora. Mi corazón estaba tranquilo y puro. Sin importar cómo lo que ella hacía, yo actuaba como si nada hubiera pasado. Simplemente trabajaba como siempre, la saludaba con una sonrisa y le hablaba con normalidad. Nunca intenté explicarle nada, porque no tenía nada que ver conmigo. Como cultivadora, uno debe ser bondadosa con todos. Simplemente validé Dafa con mis acciones. Al final, ella renunció a la Liga Juvenil y a los Jóvenes Pioneros.
Mi madre recibió bendiciones por creer en Dafa
Tengo siete hermanos. Tras el fallecimiento de mi padre, le pedí a mi madre que viviera conmigo. Tenía 78 años y su salud era delicada: padecía una enfermedad cardíaca, atrofia cerebral y dolor en las piernas que le impedía caminar y cuidar de sí misma. Como aún no me había jubilado, contraté a una cuidadora para que la atendiera. Debido a su atrofia cerebral, solía insultar a la gente y asustaba a la cuidadora.
Después de jubilarme, le leía libros de Dafa a mi madre todos los días y la cuidaba bien. A menudo se mojaba o se ensuciaba, y como no tenía lavadora, lavaba todo a mano, incluyendo sus edredones y ropa de cama. Después de dos años, la salud de mi madre mejoró gradualmente. Su enfermedad cardíaca había desaparecido y podía hablar y comer con normalidad.
Aunque permanecía en cama y no podía cuidar de sí misma, tenía la mente despejada. Le enseñé a recitar: «Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno», y lo recitaba con frecuencia. Cuando de repente enfermó gravemente, me senté con ella y recité: «Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno». Al día siguiente, ocurrió un milagro: pudo comer gachas de arroz y su condición mejoró gradualmente. Desde entonces, nunca más fue hospitalizada. Recibió bendiciones por creer en Dafa.
¡Estoy muy agradecida por la compasiva salvación de Shifu! ¡Gracias, Shifu!
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