(Minghui.org) “El monje Jigong se lleva a la novia” es un cuento popular chino muy conocido que se ha transmitido de generación en generación.
Según cuenta la historia, durante la dinastía Song del Sur se estaba celebrando una boda en un pequeño pueblo de montaña cerca de Hangzhou. El monje Jigong, del templo de Lingyin, pasaba por allí. A través de su ojo celestial, vio una escena alarmante: Un pico de una montaña que se precipitaba por los aires y estaba a punto de caer sobre la aldea, amenazando la vida de todos los habitantes.
Jigong se apresuró a llegar al lugar de la boda y advirtió a los aldeanos que debían evacuarlo. Sin embargo, sus ropas harapientas y su excéntrico comportamiento hicieron que lo consideraran un alborotador. Le acusaron de perturbar la boda y varios hombres fuertes lo derribaron a golpes.
No había tiempo para explicaciones, así que Jigong agarró a la novia, se la cargó a la espalda y corrió tan rápido como pudo fuera de la aldea. Enfurecida, la multitud agarró palos y lo persiguió, gritándole y amenazándole.
Jigong corrió hasta llegar a una zona abierta fuera de la aldea, con la multitud enfurecida aún cerca. En ese momento, un estruendo ensordecedor resonó por todo el valle. El pico de la montaña cayó desde el cielo, aplastando a toda la aldea. Los aldeanos, estupefactos, se quedaron helados al darse cuenta de que Jigong les había salvado la vida.
A primera vista, el acto de Jigong de «arrebatar a la novia» puede parecer escandaloso, incluso absurdo. Sin embargo, lo que hizo se convirtió en una historia hermosa y perdurable. Sus actos también provocan preguntas profundas: ¿Debería Jigong haber actuado así? ¿Hizo bien?
Las respuestas no son sencillas.
Sí, Jigong lo hizo porque su intención era salvar vidas, y tenía la capacidad sobrenatural de lograrlo. Pero el mismo acto sería imposible para una persona común. Imagina que otra persona, sin las habilidades de Jigong, hubiera intentado lo mismo. ¿Golpeado hasta quedar amoratado, habría sido capaz de huir de la multitud enfurecida y rescatar a alguien?
Por el contrario, ¿y si Jigong tuviera la intención de salvar a la gente pero careciera de la capacidad de actuar? En ese caso, habría sido condenado por la sociedad por ser un monje moralmente degenerado o habría perecido junto con los aldeanos bajo la montaña que se desplomaba.
Para que la historia tuviera un final feliz, Jigong tenía que triunfar. Cualquiera que aspire a seguir el ejemplo de Jigong y emplear medios extraordinarios para salvar vidas debe alcanzar primero un alto nivel de cultivación, poseer una compasión ilimitada por todos los seres, demostrar una profunda sabiduría y tener la capacidad de llevar a cabo sus acciones con eficacia. Sin estas cualidades, por muy nobles que sean sus intenciones, los resultados podrían ser desastrosos.
Los artículos en los que los cultivadores comparten sus entendimientos suelen reflejar la percepción de un individuo en un momento dado basada en su estado de cultivación, y se ofrecen con el espíritu de permitir la elevación mutua.
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