(Minghui.org)  Soy un practicante de Falun Dafa de 91 años. Una noche, poco después de que comenzara la persecución a Falun Gong en 1999, me encontraba en la casa de un compañero practicante. Estaba oscuro y tranquilo. Me desperté sobresaltado en mitad de la noche al oír el sollozo de alguien. Me levanté para investigar.

Mi compañero practicante estaba arrodillado frente a la foto de Shifu. Con lágrimas en el rostro, gritaba de dolor. Preocupado, me acerqué a él y le pregunté qué le pasaba. 

Mientras lloraba, explicó la situación. A su hija, que se había casado hacía poco, le habían diagnosticado cáncer. Estaba internada en un hospital local y su estado empeoraba día a día. Sus suegros, que no podían o no querían hacerse cargo de los gastos médicos, la habían abandonado, dejándole a él y a su esposa la tarea de ocuparse de todo.

El hospital le había pedido 30.000 yuanes (4.110 dólares) para la operación que necesitaba urgentemente, pero él sólo había conseguido pedir prestados 9.000 yuanes (1.233 dólares) a pesar de sus esfuerzos. Se sentía totalmente impotente. Sin otra opción, se arrodilló ante la imagen de Shifu y rezó para que lo ayudara.

Quise ayudarlo económicamente, pero mis circunstancias no me lo permitieron. Me detuvieron después de apelar a favor de Falun Dafa en Beijing, e incluso después de mi liberación, las autoridades locales siguieron acosándome. Tuve que abandonar mi casa para evitar que me arrestaran nuevamente.

Sin embargo, sabía por experiencia propia que Falun Dafa podía traer esperanza, incluso en los momentos más oscuros. Desde la infancia, he sufrido numerosas enfermedades. A los 58 años, me vi obligado a jubilarme debido a una esclerosis cerebrovascular. Pero en 1996, después de que comencé a practicar Falun Dafa, mis enfermedades desaparecieron y desde entonces no he tomado ningún medicamento. 

Al día siguiente fui a visitar a su hija al hospital. Su madre estaba con ella. La joven sufría dolores todos los días, no podía comer ni dormir. Esperaba ansiosamente que su padre regresara con el dinero para la operación. 

Como en ese momento el matrimonio y su hija practicaban Falun Dafa, le dije a la madre: “La cirugía podría no salvarla. Somos practicantes y debemos tener fe en Shifu”. 

La madre pareció mantener la compostura y habló con su hija, quien inmediatamente decidió abandonar el hospital y practicar la cultivación. 

Algo extraordinario ocurrió casi de inmediato. En cuanto tomó la decisión, el dolor se alivió. Sintió hambre por primera vez en semanas y pudo comer un poco. Esa noche, tuvo un sueño largo y muy necesario.

Sin embargo, su médico no estaba convencido y se opuso firmemente a su decisión de abandonar el hospital. Pero su determinación era firme. Después de muchas idas y venidas, con la aprobación reticente del decano del hospital, finalmente le dieron el alta.

Para ayudarla en su recuperación, la familia alquiló una pequeña casa en una zona tranquila fuera del pueblo. Todos los días, ella y su madre se dedicaban a estudiar las enseñanzas de Falun Dafa y a practicar las cinco series de ejercicios. Su padre y yo estábamos allí para apoyarlas.

Su salud mejoraba día a día. En 12 días, el dolor había desaparecido y estaba completamente curada. Fue una transformación que desafiaba toda explicación.

Como la operación ya no era necesaria, su padre devolvió el dinero prestado. La noticia se extendió rápidamente por el pueblo y la milagrosa recuperación dejó a todos atónitos. 

Más tarde, la familia vino a darme las gracias y me dijo que había salvado la vida de su hija. Yo respondí: “No, no fui yo, fue Shifu quien la salvó. Shifu también ha prolongado mi vida”.

Ahora, ha pasado más de una década. La joven está prosperando y ha dado a luz a dos niños que están creciendo sanos.