(Minghui.org) Una practicante de Falun Gong está siendo sometida a administración de drogas y abusos físicos mientras cumple condena en la Prisión de Mujeres de Beijing. Se ha informado que después de sólo seis meses de detención, la Sra. Bu Jinxiang, una mujer joven y bien parecida, ha envejecido tremendamente, con ojos apagados, espalda encorvada y reacciones lentas. Los guardias amenazan a menudo a otros practicantes de Falun Gong con el caso de la Sra. Bu para obligarles a renunciar a su fe.

Según un informante, los guardias obligan a la Sra. Bu a tomar medicamentos psiquiátricos. Le cuesta mantener los ojos abiertos después de cada comida y tiene que tomar una siesta corta. A pesar de su estado, los guardias la obligan a realizar trabajo forzado todos los días sin remuneración.

Debido a la estricta censura informativa del régimen comunista, los detalles sobre el caso de Bu no están muy claros. Según la información recopilada por Minghui.org, es probable que sea natural de la ciudad de Chifeng, en Mongolia Interior, que se trasladó al distrito de Daxing, en Beijing. Fue arrestada el 15 de mayo de 2017 por agentes del Departamento de Policía del distrito de Daxing por enviar mensajes en WeChat. La policía la retuvo en el Centro de Detención del distrito de Daxing. Posteriormente fue sentenciada a diez años por un Tribunal local.

La Sra. Bu está retenida en el tercer pabellón de la Prisión de Mujeres de Beijing, donde se maltrata mental y físicamente a las practicantes de Falun Gong. Un guardia les dijo una vez: «Aquí sólo queremos hacerlos sufrir. A ver si se atreven a volver a practicar Falun Gong cuando las pongan en libertad».

Otra reclusa describió así la situación en la cárcel: «Hay un dicho que dice 'un día parece un año', pero aquí en esta prisión, un segundo parece un año».

Una persona con información privilegiada reveló que una practicante de Falun Gong desarrolló en una ocasión una presión arterial extremadamente alta debido a los malos tratos. Los guardias y las reclusas intentaron obligarla a tomar fármacos desconocidos y la amenazaron con matar de hambre a otras reclusas de su celda si no accedía. La obligaron a comer en exceso, a permanecer despierta por la noche para escribir una declaración de renuncia y a asistir durante todo el día a sesiones de lavado de cerebro y de crítica. A menudo se desmayaba.

Durante una reunión de todo el pabellón, un guardia presumió de cómo habían «transformado» a cierta practicante. Dijo que habían necesitado cinco guardias y 11 reclusas sólo 12 días para «ayudar» a la practicante, dadas todas las tácticas que utilizaban.

Una reclusa que conocía el caso de esa practicante dijo a Minghui.org que, tras 12 días de tortura, la practicante quedó demacrada y aturdida. Se tambaleaba al andar, reaccionaba con lentitud y tenía síntomas de depresión. Las reclusas la llevaron a un lugar donde la alimentaron con drogas tóxicas.

A la Sra. Bu la persiguen igual que a esa practicante. Con el paso del tiempo, empezó a hablar sola y a hacer cosas sin sentido mientras las reclusas seguían golpeándola y abusando verbalmente de ella. Una de ellas admitió que torturaban a la Sra. Bu por orden del director del pabellón, que las controlaba a través de las cámaras de vigilancia. Los guardias también cambiaban y personalizaban el plan de tortura con regularidad, basándose en las actualizaciones comunicadas por las reclusas.

Los guardias también fingían ser amables con la Sra. Bu y le preguntaban si podían ayudarla en algo. Pero en lugar de ayudarla de verdad, la trasladaron al equipo de gestión estricta, donde fue sometida a palizas y abusos verbales aún peores, que agravaron aún más su estado mental.

Más tarde, la Sra. Bu inició una huelga de hambre para protestar por la persecución y la llevaron al hospital de la prisión para alimentarla a la fuerza. El médico de la prisión le administró inyecciones de fármacos desconocidos y la obligó a tomar pastillas desconocidas. Cuando intentó resistirse, la golpearon y abusaron verbalmente de ella. Poco después, sufrió un colapso mental.

 Recreación de la tortura: Inyección de drogas desconocidas.

Una reclusa que participó en la alimentación forzada de la Sra. Bu y en la inyección de drogas tóxicas estaba aterrorizada. Dijo que la mantuvieron atada y que sangró mucho durante el proceso. Lamentaba haber hecho daño a la Sra. Bu y le preocupaba que los guardias también la mataran para encubrir lo que estaban haciendo.

Días después, la reclusa que compartía la celda de la Sra. Bu dijo que los guardias ya no le decían a ella ni a las demás que torturaran a la Sra. Bu. Cuando los guardias llegaron a la celda, obligaron a todas las demás reclusas a salir y a ponerse de pie de cara a la pared. Sólo después de que los guardias terminaran la alimentación forzada y la inyección de drogas permitieron que las reclusas volvieran a la celda. «Tal vez no querían que supiéramos demasiado sobre lo que estaban haciendo», dijo la reclusa.

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