(Minghui.org) Solía tener mucho cuidado al relacionarme con la gente, pues siempre temía ofender a alguien o hacerle infeliz. Tendía a darle demasiadas vueltas a todo, hasta el último detalle, lo que a menudo me impedía pasar a la acción. Interiorizaba todo lo que iba mal y caía fácilmente en el círculo vicioso del auto culparme. Llevaba una vida agotadora.
Tras el nacimiento de mi hija en 2016, sufrí depresión posparto. Ataqué verbalmente y herí a cualquiera que se acercara. Me hundía cada vez más en el agujero negro de la depresión y me sentía sola y desamparada. Justo entonces, un afortunado giro del destino me introdujo en la cultivación de Dafa, lo que cambió mi vida. Me volví más amable y amigable con los demás, y una persona más feliz en general. Fui capaz de afrontar los altibajos de la vida con un corazón tranquilo y de forma digna.
Con la guía de los principios de Dafa, superé una gran tribulación planteada por mis compañeros de trabajo y mejoré mi entorno laboral. Me preocupé sinceramente por el bienestar de mis alumnos, les ayudé en su vida personal y compartí con ellos la bondad de Dafa.
Enfrentando la envidia
Después de graduarme con un doctorado en una prestigiosa universidad china, acepté un puesto de profesor en un centro de enseñanza media. El centro era relativamente pequeño y carecía de recursos básicos. Los resultados de los alumnos en los exámenes estandarizados eran bajos en comparación con la media de la zona, y la reputación del centro se resentía. Yo fui la primera profesora con título de doctorado que contrató la escuela, con la esperanza de cambiar todo esto. Mi contratación fue una gran noticia y la televisión local se hizo eco de ella. Sin embargo, no me gustaba ser el centro de atención y me sentía incómoda con mi nueva fama. Además, atraía la atención no deseada e incluso la envidia de mis compañeros de trabajo y de algunos administradores de la escuela.
Además de enseñar biología, también asumí el papel de técnico de laboratorio. Mi principal responsabilidad era preparar el material y el equipo para los laboratorios de biología de los alumnos de todos los cursos.
Dependía de Wang, nuestra jefa de departamento. Aunque era muy joven, Wang llevaba diez años enseñando en la escuela. Era muy trabajadora y competitiva. Desde el día en que llegué, me trajo tribulaciones. Primero añadió experimentos de laboratorio a los planes de estudio de todos los cursos. Los alumnos que habían subido de curso tenían que hacer los experimentos recién añadidos Esto me dio más trabajo. Era muy estricta con la preparación de los laboratorios, hasta el punto de ser puntillosa. Para que estos laboratorios estuvieran listos y a la altura de Wang, llegaba temprano y me iba tarde todos los días, e incluso a veces trabajaba los fines de semana.
Cuando me quedé embarazada, pensé que Wang reduciría mi carga de trabajo. En lugar de reducir algunos de los laboratorios, añadió algunos más. Hasta justo antes de mi baja por maternidad, lavaba a mano las bandejas y las cubetas, cortaba corazones de cerdo y preparaba los productos químicos para los laboratorios. Una vez, ya bastante avanzado mi embarazo, estaba de pie y trabajé un día entero sin descanso. Tenía un dolor punzante en el útero y no podía mantenerme erguida. Incluso entonces, Wang no mostró ninguna intención de aliviarme de la intensa carga de trabajo.
Wang y yo dábamos clase en el mismo curso. Cuando le pedía ayuda con una lección o con el plan de estudios, me decía que no sabía nada de esa materia en concreto. A veces ponía los ojos en blanco y decía de manera condescendiente: "¿No tienes un doctorado?" Ella preparó los exámenes para todas las clases de nuestro grado, excluyéndome del proceso, pero filtrándolos a sus alumnos. En todas las ocasiones, sus alumnos sacaban notas mucho más altas que los míos. Los administradores de la escuela me reprendieron varias veces por esto.
Por algunos malentendidos, Wang me regañó como a una niña delante de otros profesores del departamento. Me eché a llorar y no pude decir ni una palabra. Esto se convirtió como una costumbre y todo el mundo, incluido mi subdirector, RRHH e incluso algunos miembros del personal ordinario, me regañaban sin reservas. Hicieron comentarios sarcásticos, me insultaron e incluso me amenazaron. Me omitieron muchas veces para los aumentos y los ascensos. Nunca antes me había sentido tan rechazada y frustrada.
Exigirme a mí misma con estándares elevados y mantener mi xinxing
Un compañero de trabajo con el que mantenía una buena relación me dijo: "Eres un pusilánime. ¿De qué tienes miedo? Tienes el título de doctorado. El director tiene grandes esperanzas y cuenta contigo. Defiéndete". Otra compañera me dijo: "Siempre la dejas salirse con la suya. Si fuera yo, me habría hartado y habría empezado a discutir con ella hace tiempo". Su discusión comprensiva y su apoyo me hicieron sentir un poco mejor, al menos reconocían el calvario por el que estaba pasando.
Sin embargo, soy una cultivadora y debería exigirme más. En la antigüedad, cuando un aprendiz se convertía en maestro de un determinado oficio, primero pasaba varios años de duro trabajo antes de que le enseñaran las verdaderas habilidades. Ser el técnico de laboratorio y soportar todo el trabajo duro era igual que ser un aprendiz. Cuando me preparaba para cada laboratorio, Wang me proporcionaba los requisitos y procedimientos, igual que los maestros enseñaban e impartían sus habilidades y experiencias. Si la gente corriente de entonces era capaz de soportar semejantes dificultades, yo, como cultivadora, debería ser capaz de soportarlo aún mejor. Poco a poco, mi resentimiento hacia Wang fue desapareciendo.
Wang empezó a dejarme participar en el proceso de elaboración de los exámenes. Una vez que terminamos una prueba, imprimí copias para el día siguiente. Wang me llamó a primera hora de la mañana y me dijo que había encontrado una errata en el examen. Me pidió que lo corrigiera y lo volviera a imprimir. Era el día del examen, así que me apresuré a terminarlo todo.
Cuando una compañera de trabajo se enteró, negó con la cabeza: "¿Por qué haría Wang algo así? Esto es sólo un simulacro de examen, no es como si fueran los finales. ¿Por qué te haría hacer todo eso por una errata? Sólo quiere hacerte pasar un mal rato". Es difícil evitar las erratas y los pequeños errores cuando se prepara un examen. Normalmente, se lo hacemos saber a los alumnos después de repartir los exámenes, para que cada uno haga la corrección en su propio examen antes de empezar. Yo tampoco lo entendía, pero quería darle a Wang el beneficio de la duda. Le dije a mi compañera: "Wang se toma su trabajo muy en serio. Ha hecho lo correcto. Debería aprender de ella". Mi compañera se sorprendió al oírme decir esto.
Si Wang me pedía ver mis planes de clase como referencia, nunca me lo pensaba dos veces antes de dárselos. Pero cuando le pedía ver los suyos, a veces se negaba. No me gustó que me rechazara tan directamente, pero me dije que tenía derecho a negarse. También me pidió varias veces que la incluyera en la elaboración de mis trabajos académicos. Aunque no me pareció bien y me sentí aprovechada, ya que ella no contribuyó al proyecto, añadí su nombre. Y encima, me gritó porque no la incluí como coautora desde el principio. De los principios Verdad-Benevolencia-Tolerancia, poner en práctica la "Tolerancia" fue lo más difícil.
Wang se quejaba de mí al subdirector, incluso cuando no era más que un malentendido. El subdirector se formó ideas equivocadas sobre mí y a menudo me regañaba. Quise explicarme y contarle cómo me maltrataba Wang, pero me contuve. En lugar de eso, le dije: "La señora Wang se toma su trabajo muy en serio. Aprenderé de ella. Me aseguraré de prestar más atención a las cosas que ha mencionado".
El subdirector me regañó como a una niña en una reunión delante de los demás. Estaba en el estrado, delante de todo el personal, con todos los ojos puestos en mí. Me ardían las mejillas y cada segundo me parecía una eternidad. Sin embargo, después de la reunión me recordé a mí misma que no debía estar resentida con nadie, sino olvidarlo.
Mis compañeros cambiaron
Parecía haber una gruesa capa de cierta sustancia que nos separaba a Wang, al subdirector y a mí, que parecía imposible de atravesar. Soportaba cualquier prueba por la que me hicieran pasar, sin saber cuándo acabaría. No dejaba de recordarme a mí misma que debía olvidar los malos tratos que recibía de los demás y recordar hasta la más mínima positividad y amabilidad.
Como nos pide Shifu, miraba hacia dentro para examinarme cada vez que surgían conflictos. En el fondo, aún albergaba resentimiento y me sentía agraviada. Me esforcé aún más por deshacerme de mis apegos. Independientemente de cómo me trataran los demás, tenía que ser amable con ellos.
Preparé un laboratorio para Wang que requería verduras variadas. Sin decírmelo, cambió el día del laboratorio. Todas las verduras que compré se echaron a perder, así que volví a comprarlas. Wang volvió a cambiar la hora en el último momento y tuve que volver a comprar las verduras y preparar el laboratorio. Cuando las clases de Wang utilizaron el laboratorio, algunos alumnos estropearon las muestras, así que tuve que volver a comprar las verduras y preparar las rodajas. Preparé el laboratorio varias veces, pero nunca me quejé. Wang me dijo al final: "Ha sido mucho trabajo para ti. Sin embargo, hiciste un gran trabajo sin quejarte".
Cuando surgió un proyecto muy importante, dejé que Wang tomara las riendas y trabajé mucho para ayudarla a ponerlo en marcha. Ya no me sentí agraviada. Al ver cómo me sacrificaba desinteresadamente por el proyecto, Wang bajó la guardia. Un día me pidió perdón sinceramente y me dijo que esperaba que la perdonara por lo que había hecho. La siguiente vez que le pedí que me prestara sus planes de clase, hizo un gesto con la mano y me dijo: "No hace falta que me lo pidas más. Puedes usarlos cuando quieras". Lo que realmente me sorprendió fue que una vez incluso me preparó el laboratorio. Se emocionó durante la ceremonia de tutoría y me dio un fuerte abrazo. Ahora es muy simpática conmigo e incluso a veces me llama por mi apodo.
La actitud del subdirector y otros compañeros hacia mí también ha cambiado. Un compañero me comentó que soy la persona más lúcida y sabia de toda la escuela.
Agradezco a Wang, a mi subdirector y a los demás compañeros que me ayudaron a mejorar mi xinxing.
La bondad cambió a mis alumnos
Cuando entré por primera vez, la escuela tenía muchos alumnos problemáticos. Algunos eran irrespetuosos, otros no estudiaban, algunos maldecían y juraban, y otros estaban llenos de rabia y no se comunicaban con nadie. Los profesores, en su mayoría, dirigían las aulas siendo sarcásticos y gritando a los niños. Yo tengo la voz pequeña y soy amable por naturaleza; no podría gritar a nadie ni ser burlona, aunque lo intentara. Experimenté y busqué una forma de interactuar mejor con mis alumnos. Al final, me di cuenta de que la mejor manera era mantener los estándares de un cultivador de Dafa.
Shifu dijo:
“Mientras trabajas, el tono de tu voz, tu bondad y tu razonamiento puede transformar el corazón de una persona, ¡mientras que una orden nunca podrá hacerlo!” (“Conciencia lúcida”, Escrituras esenciales para mayor avance).
Trataba a mis alumnos con amabilidad y era verdaderamente considerada con ellos. Nunca utilicé un lenguaje hiriente ni un tono áspero al hablar con ellos. Respetaba a cada uno de ellos como individuo y les ayudaba a entender cómo ser una buena persona. Poco a poco cambiaron. El caso de Shuang fue el más alentador.
La primera vez que le pedí que respondiera a una pregunta en clase, se levantó despacio y no dijo ni una palabra. Cuando le recordé que hablara, se echó a llorar. Vi mucho odio en la forma en que me miraba. Después de clase, me acerqué a ella e intenté animarla a que se interesara por la biología. Ella escupió unas palabras: "Aunque pudiera, no perdería el tiempo en biología". Me sorprendió lo enfadada que estaba. No sabía por lo que podía haber pasado para estar tan amargada.
Más tarde supe que a Shuang no le iba bien académicamente. No tenía amigos y a menudo la acosaban por su sobrepeso. Además de dibujar, no se le daba bien ninguna otra cosa. Debido a su baja autoestima, no hablaba con nadie. Quería ayudar a Shuang a ganar confianza en sí misma y a desarrollar todo su potencial.
Empecé a pasar a su lado cuando los alumnos trabajaban en las tareas de clase después de dar cada clase: "¿Has entendido la lección de hoy? Hazme saber si tienes alguna pregunta sobre la tarea". Seguía sin hablar mucho, pero su mirada se fue suavizando poco a poco.
Nadie quería formar pareja con Shuang durante los laboratorios. Le pregunté a una de mis mejores alumnas, que sabía que tenía buen corazón, si quería compartir mesa con Shuang. Aceptó encantada. Al ver que una alumna muy popular, que sacaba sobresalientes, se ponía de buena gana con Shuang, la actitud de toda la clase hacia ella cambió.
Encontré oportunidades para hablar con Shuang y animarla, y poco a poco me fui ganando su confianza. Me escribió una carta en la que me hablaba de su ansiedad y su agonía. Pensaba que no servía para nada y no veía esperanza en la vida. Se sentía sola e incluso pensó en poner fin a su vida. Inmediatamente respondí a la carta y le dije: "La vida es un largo viaje y habrá altibajos. Cuando las cosas vayan bien, no te confíes y cuando las cosas se pongan difíciles, no te desesperes". También, le dije que era una artista increíble y que tenía un alma bondadosa. "Shuang, me gusta tu sonrisa. Es cálida y genuina, como una brisa en primavera. ¿Podrías sonreír más, por favor?".
Shuang empezó a venir a la escuela con el pelo, antes alborotado, bien peinado y recogido hacia atrás, mostrando su cara limpia. Seguía sin hablar mucho cuando nos cruzábamos en la escuela, pero me sonreía. Su sonrisa era hermosa y brillante. Me sorprendió verla levantar la mano cuando le hice una pregunta en clase. La llamé y la elogié a pesar de que su respuesta no era del todo acertada. Me dijo que era la primera vez que levantaba la mano en clase. Estaba tan nerviosa que aún temblaba después de sentarse.
Los padres de Shuang fueron convocados a una reunión especial debido a sus malas notas. Me enteré de que tenía muchos problemas en casa. Odiaba a su madre, la maldecía y deseaba su muerte. Su padre parecía preocuparse de verdad por ella, pero Shuang no lo reconocía. Poco a poco le fui contando historias de la cultura china para mostrarle cómo se debe respetar y querer a los padres.
Con la bondad que cultivé en Dafa, con el tiempo ayudé a Shuang a cambiar su visión de la vida. Cuando terminó la escuela secundaria, me escribió una larga carta en la que me decía lo mucho que apreciaba mi ayuda. Me dijo que yo era la única persona que la comprendía. Como regalo de cumpleaños, me dio un retrato mío con un detalle asombroso. Me alegró aún más ver que había puesto un girasol floreciente al fondo: su corazón, antes frío y oscuro, se había abierto al sol y perseguía la luz del sol como el girasol.
He ayudado a muchos alumnos como Shuang desde que soy profesora de secundaria. Ahora, cuando camino por el pasillo, muchos alumnos se acercan a abrazarme o a apoyarme la cabeza en el hombro, me tratan como de la familia. Incluso niños que nunca habían asistido a mis clases venían en horas de oficina para sentarse y charlar un rato conmigo. Gracias a los principios de Dafa, yo he cambiado y mis alumnos también.
Nuestra escuela bañada por la luz de Buda
Nuestra escuela era pequeña cuando comencé y no tenía muchos estudiantes. El campus parecía muy vacío durante el recreo. Ha crecido rápidamente en los últimos años y ahora el campus siempre está lleno de niños. La mayoría de ellos han tomado mis clases.
Durante las clases, hablo con mis alumnos sobre la cultura y los valores tradicionales, las civilizaciones antiguas, las creencias espirituales como el Fa del Buda, la ciencia moderna y el engaño de la teoría de la evolución. Utilicé historias para demostrarles que hacer el bien será recompensado y hacer el mal recibirá retribución. Enseñé a mis alumnos cómo ser personas rectas y los principios del universo. Aquellos que han tomado mis clases han aprendido sobre Dafa y la persecución injusta. Saben ser respetuosos y seguir las reglas de la naturaleza. Mientras presentaba en la estación de radio de la escuela, incluí historias de programas de Radio Minghui sobre la cultura divina. Cada rincón de la escuela disfruta de las bendiciones de Dafa.
Mirando hacia atrás, mi primer día en la escuela parecía haber pasado mucho tiempo, como si hubiera tenido lugar en una vida anterior. No puedo imaginar cómo habría lidiado con todo el drama y cuán exhausta habría estado si no fuera por la guía de Dafa. Gracias a Dafa y gracias al Shifu, realmente me he vuelto una persona considerada.
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Categoría: Caminos de cultivación