(Minghui.org) Shifu nos dijo que los practicantes de Falun Dafa tienen poderes divinos, entonces ¿cómo podemos usarlos bien? Basándome en mi experiencia, necesitamos creer de verdad en Shifu, especialmente en los momentos críticos. Nuestro punto de partida debe ser poner a los demás en primer lugar. Me gustaría contarles algunas de mis experiencias.

Fui a Beijing en 2000 para hacer una apelación a favor de Falun Dafa, y fui arrestada y retenida en un centro de detención. Me interrogaron toda la noche. Le pedí en silencio a Shifu: "Por favor, ayúdame, estoy nerviosa. No quiero deshonrar a Dafa". En ese instante, mi miedo desapareció. Les conté a los policías que me interrogaron la verdad sobre Falun Dafa y algunas experiencias asombrosas que tuvieron los practicantes.

En otra ocasión en que fui encarcelada y golpeada por la policía, no pensé en pedir ayuda a Shifu. Me golpearon más fuerte y me dijeron: "¿Sabes por qué te golpeamos?". En ese momento recordé a Shifu: "Shifu, ¿por qué no terminan todavía?". Con ese pensamiento, los oficiales que me estaban golpeando salieron corriendo a contestar el teléfono.

En otra ocasión un practicante de mi celda fue golpeado por un preso que era un asesino. No podía quedarme de brazos cruzados viendo cómo golpeaban al practicante, así que decidí detenerlo. Recité en silencio las palabras para enviar pensamientos rectos. Antes de que terminara de recitarlas, el hombre cayó al suelo de repente.

A lo largo de los años, me encontré con diversas dificultades en mi cultivación, como ser perseguido y el ye de enfermedad. Mientras pienso en Shifu y en Dafa, las dificultades desaparecen y se producen resultados inesperados. A veces no conseguí pasar las tribulaciones, y después me di cuenta de que traté el asunto con pensamientos humanos.

Hace poco fui a una gran ciudad. Al regresar, cuando me registré en la estación de tren, un hombre con un brazalete rojo me paró y registró mi bolso de mano, que contenía Zhuan Falun, el libro principal de Falun Dafa. Cuando lo sacó, grité: "¡No toque mi libro!". De inmediato dejó Zhuan Falun en el suelo, se enderezó y dijo: "¿Por qué gritas?". Volví a decirle: "¡No toques mi libro!". Me dijo: "¿Por qué has traído el libro contigo?". Le dije: "¿Qué voy a leer si salgo durante días sin traer un libro?". No dijo nada y me ayudó a volver a hacer la maleta.

Cuando llegué a casa, pensé en lo ocurrido. El hombre me hizo caso obedientemente, debía de ser mi poder divino en acción. En aquel momento no tuve miedo, solo un pensamiento: ¡No toques mi libro!