(Minghui.org) Antes de empezar a practicar Falun Dafa, tenía problemas estomacales y diarrea si comía alimentos grasos o comía demasiado por la noche. Mi suegra me compartió algunos remedios populares y me dijo que comiera verduras fritas con pimienta negra o carne estofada en bambú, pero ninguno de estos remedios funcionó. Como comía poco y no digería bien, estaba desnutrida y delgada. A los 29 años, tenía las encías enfermas y se me empezaron a caer los dientes. Casi no podía masticar nada, lo que empeoró mi salud.
Conocí Falun Dafa en enero de 1999. Ese día compré cinco libros de Falun Dafa y empecé a leerlos. Después de convertirme en practicante, ya no tenía diarrea si comía alimentos grasos. Llegué a estar sana y subí de peso.
Mi hija protege los libros de Falun Dafa
En julio de 1999, seis meses después de convertirme en practicante, el régimen comunista chino inició la persecución. Todos los días había mentiras en la televisión y en los periódicos calumniando a Falun Dafa. Las autoridades arrestaban a un gran número de practicantes, los golpeaban y los encerraban para intentar obligarlos a renunciar a su fe. En un entorno tan perverso, nunca se me ocurrió abandonar la práctica. Nadie de mi familia trató de impedirme que practicara; son personas bondadosas y no cooperaron con las autoridades que llevaron a cabo la persecución.
Un practicante local fue detenido en 2012 y, tras ser torturado, reveló mi contacto. A mi hija mayor le preocupaba que la policía registrara mi casa y confiscara mis libros de Falun Dafa, así que rápidamente metió todos los libros en una bolsa y los escondió en un lugar seguro. Luego se puso en contacto con un practicante que conocía y trasladó todo mi equipo de impresión y los folletos de Falun Dafa a casa de ese practicante.
Cuando la policía vino a mi casa, no encontró nada que pudiera servir para incriminarme. Intentaron persuadir a mi hija para que les diera más información sobre mi práctica, pero ella se negó a decirles nada. Consiguió proteger los libros y el material de Dafa.
Mi marido y mi hija tratan con bondad a los practicantes desplazados
Algunos de los practicantes ancianos que conocí tuvieron que abandonar sus hogares para evitar ser perseguidos. La mayoría no tenían carné de identidad y les costaba encontrar trabajo. No tenían ingresos estables pero aun así tenían que pagar el alquiler. Sabía que sus vidas eran difíciles e hice todo lo que pude para ayudarles.
En diciembre de 2022, una practicante vino a pasar unos días conmigo. Mi marido sintió pena por la practicante y me dijo que le diera algo de dinero y que cocinara comida más nutritiva.
Cuando se acercaba el Año Nuevo Chino y todos los hogares estaban ocupados haciendo las compras de Año Nuevo, el corazón de mi hija se compadeció de los practicantes indigentes. Sabía que no podían volver a casa y tenían que pasar el Año Nuevo lejos de sus seres queridos. Me recordó de darles dinero para que pudieran pasar unas vacaciones decentes.
Estoy profundamente conmovida por la bondad de mi familia hacia los practicantes que han sufrido en la persecución.
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