(Minghui.org) Una mujer de 80 años de la ciudad de Mudanjiang, provincia de Heilongjiang, sufre un deterioro de su salud mientras cumple condena por su fe en Falun Gong, una disciplina espiritual que persigue el régimen comunista chino desde 1999.

Aunque condenaron a Li Chunzi, de origen coreano, a cuatro años de prisión en 2021, se le permitió que los cumpliera fuera de la cárcel debido a su pobre estado de salud. El 11 de febrero de 2023, salió a la calle para enviar algunas cartas, pero nunca regresó a casa. Su familia se enteraría más tarde de que la habían detenido. Días después la trasladaron a la Prisión de Mujeres de la provincia de Heilongjiang para que cumpliera la condena de prisión que se dictó en 2021. Sin embargo, no está claro si se le ordenó cumplir la totalidad de la condena, de cuatro años, o lo que le restaba.

Según una fuente confidencial, cuando ingresó en prisión pesaba menos de 30 kilos y estaba en silla de ruedas. Desde entonces, su salud no ha dejado de empeorar.

Detención y condena

El calvario de Lin comenzó con una operación policial que se llevó a cabo el 10 de junio de 2021, cuando allanaron su domicilio y confiscaron sus libros de Falun Gong y tres fotografías del fundador de Falun Gong.

Seis agentes volvieron a acosarla un día después, y se llevaron otra foto del fundador de Falun Gong. También le confiscaron 2.000 yuanes en efectivo que llevaba impresos con información sobre Falun Gong. (Debido a la drástica censura de la información en China, muchos practicantes de Falun Gong escriben información en los billetes para generar conciencia sobre la persecución).

Aunque la policía la puso en libertad tras retenerla durante medio día, no tardaron en presentar su caso ante la Procuraduría del distrito de Aimin. En julio de 2021, la llevaron a la procuraduría para que firmara los papeles de su caso. Entonces, le pidió a los procuradores que no participaran en la persecución. Le respondieron que era una orden de arriba y que no tenían más remedio que acatarla.

La policía intentó llevar a la Sra. Lin al Centro de Detención de la ciudad de Mudanjiang, pero no la admitieron porque su presión arterial era extremadamente alta. La policía tuvo que llevársela a casa.

La policía regresaría meses después, para llevarla ante el Tribunal del distrito de Aimin y que la juzgaran. El juez que presidía, Jiang Bingbing, nombró a un abogado para que la representara y este admitió su culpabilidad. Entonces, la Sra. Lin se negó a aceptar al abogado. El juez la acabaría condenando a cuatro años, por recomendación del procurador. Debido a su estado de salud, se le permitió cumplir la condena fuera de prisión.

La Sra. Lin había estado confiando su supervivencia a los varios cientos de yuanes de la prestación que recibía desde que muriera su esposo, un ex funcionario del gobierno. Cuando fue a recoger el pago en julio de 2022, se sintió desolada al comprobar que se lo habían suspendido.

Persecución previa

Antes, la Sra. Lin sufría muchas dolencias, como una enfermedad cardiaca, y afecciones estomacales y hepáticas. Un mes después de aprender Falun Gong, en agosto de 1997, recobró su salud. Cuando comenzó la persecución a su fe, Lin persistió en su creencia, así que la detuvieron y encarcelaron, en repetidas ocasiones.

Tras ser detenida en septiembre de 2002, la inmovilizaron en una silla con las muñecas esposadas a la espalda. Un agente de policía le tiró del pelo y le echó aceite de mostaza en la nariz. A continuación le cubrieron la cabeza con una bolsa de plástico. Cuando estaba a punto de perder el conocimiento, le retiraban la bolsa de plástico. Luego, repetían el proceso. Le vertían aceite de mostaza en la nariz y volvían a cubrirle la cabeza con la bolsa de plástico. Tras soportar varias rondas de esta tortura, sufrió un infarto.

En marzo de 2003, cuando aún hacía un frío glacial en el norte de China, los guardias del centro de detención la sacaron al patio. Y aunque sólo llevaba puesto un jersey fino, la obligaron a permanecer descalza sobre el suelo de cemento. A continuación, le echaron agua fría. Los guardias también la obligaban a llevar un dispositivo de tortura porque hacía los ejercicios de Falun Gong.

En agosto de 2004, la condenaron a cinco años en la Prisión de Mujeres de la provincia de Heilongjiang, donde no se les permitía a las practicantes encarceladas hablar entre sí, y se las obligaba a ver vídeos que difamaban a Falun Gong.

La pusieron en libertad en septiembre de 2007.

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