(Minghui.org) Hace seis años, cuando yo estaba en otra ciudad, un familiar me llamó para decirme que mi esposo, practicante de Falun Dafa, había sido arrestado y detenido en el centro de detención local y que la policía también quería arrestarme a mí.

Al principio me quedé atónita y pensé si debía esconderme o volver para ayudar en el rescate. Cuando me calmé y recuperé la cordura, decidí volver para rescatarlo.

Un vecino me dijo que la policía había confiscado un coche cargado de cosas de mi casa. Abrí la puerta y vi que había desaparecido nuestro ordenador personal, la impresora, los teléfonos móviles, las llaves del coche y algo de dinero.

Al día siguiente, dos compañeros me acompañaron a la estación de policía. Pedimos hablar con el Comandante del Departamento de Seguridad Interior. Aceptó reunirse con nosotros, pero poco después de pedirle que liberara a mi esposo se excusó diciendo que iba a una reunión.

Después de eso, el guardia de la puerta de la comisaría se negó a dejarnos entrar. Tuvimos que enviar pensamientos rectos fuera del edificio.

Otro día, un practicante local y yo fuimos de nuevo a la comisaría. Esta vez el guardia hizo una llamada telefónica y me permitió entrar. Me condujeron a una sala con muchos dispositivos de grabación, paredes acolchadas y cámaras de seguridad en cada esquina del techo. Sabía que era un cuarto de interrogatorios y que las autoridades querían obtener una declaración para detenerme.

Los dos policías jóvenes que se sentaron frente a mí me mostraron dos documentos sellados con tinta roja. Me negué a leerlos. Me hicieron preguntas, pero guardé silencio. Continuamente enviaba pensamientos rectos para desintegrar los factores malignos que había en la sala de interrogatorios, en torno a ella y en esos dispositivos. Oí a un hombre decir que una grabadora que les había costado 80.000 yuanes (12.080 dólares) había dejado de funcionar de repente.

Me hicieron más preguntas y finalmente el policía que parecía el jefe perdió los estribos. Me señaló con el dedo y me gritó: "¡Si no cooperas con nosotros, hoy no podrás salir de esta estación de policía!".

Estuvimos estancados un rato. Una de las enseñanzas de Shifu entró en mi mente, y comprendí que los practicantes de Dafa debíamos desempeñar el papel principal y que hoy era mi oportunidad de aclararles la verdad. Mi tenso estado mental se volvió de repente relajado y pacífico. Pedí a Shifu que fortaleciera mis pensamientos rectos en mi corazón y empecé a sonreír a los dos policías.

Empecé preguntándoles qué edad tenían. Animados, me dijeron sus edades. Les dije que uno de ellos era dos años más joven que mi hijo y que el otro era dos años mayor. "Si apagan estos aparatos de grabación, podemos hablar", les dije. Aceptaron y apagaron los aparatos.

Les conté muchas cosas y experiencias que a mi esposo y a mí nos han pasado después de practicar Falun Dafa. Les di ejemplos de cómo Falun Dafa tiene efectos milagrosos de curación y bienestar, cómo mejoró nuestro carácter y cómo nos cultivamos para ser amables y buenas personas. Mi esposo encontró una cadena de oro que valía más de 10.000 yuanes (1.510 dólares) y la devolvió a su dueño, y yo cuidé de mi suegra cuando estaba en el hospital, aunque antes me había pegado y regañado.

Hablé del incidente de la autoinmolación de la plaza de Tiananmen, escenificado por el Partido Comunista Chino (PCCh), y de los muchos puntos dudosos del vídeo. Hablé de la difusión de Falun Dafa en más de 100 países de todo el mundo. También cité las campañas políticas anteriores del PCCh, que habían matado a más de 80 millones de chinos. Al final, dije que el Cielo destruiría al PCCh y que sólo las personas que han renunciado al Partido pueden permanecer a salvo.

El hombre con aspecto de líder dijo: "¡Es usted una buena persona!". Les pregunté sus apellidos y me ofrecí a ayudarles a renunciar al Partido. Aceptaron. Les puse dos seudónimos y les prometí que les ayudaría a registrar sus bajas. Me lo confirmaron encantados y se llamaron por sus seudónimos.

Mirando a los dos jóvenes sonrientes, me sentí relajada. Sentí que una mala sustancia sobre mi cabeza se había disipado de repente, como si me hubieran quitado una pesada carga de encima. Sentí que con la benévola bendición de Shifu, después de más de cuatro horas de aclarar la verdad, los seres malignos que habían planeado manipular a la policía para obtener una confesión forzada para perseguirme se desintegraron por completo.

Me dijeron que me fuera a casa después de haber estado en la sala de interrogatorios durante horas. El practicante que me había acompañado seguía enviando pensamientos rectos en una sala de reuniones en el piso de abajo. Salimos juntos de la estación de policía.

¡Gracias Shifu, por su protección!