(Minghui.org) Después de comenzar a practicar Falun Dafa en 1997, las muchas enfermedades que me habían atormentado durante años desaparecieron. No tenía palabras suficientes para expresar mi gratitud al Maestro y a Dafa.
Resistiéndome con rectitud a la persecución tras el primer arresto
El 2 de octubre de 2000, un año después de que el Partido Comunista Chino (PCCh) comenzara a perseguir a Dafa, la policía me arrestó y me llevó a la estación de policía local. Mientras algunos oficiales se quedaron para saquear mi casa, pedí al Maestro Li (fundador de Falun Dafa) en mi corazón que me ayudara a proteger mis libros de Dafa. Con este pensamiento, la policía no vio mis libros, incluso después de revisar cada rincón de mi casa.
La policía intentó obligarme a revelar la procedencia de los materiales de Dafa que distribuía, pero no cooperé con ellos. Por la noche me llevaron al centro de detención local. La policía volvió a interrogarme al día siguiente, y yo seguí negándome a responder a sus preguntas.
Un agente de la Oficina 610 me dijo que firmara la declaración, pero me negué a hacerlo. Le pregunté: "¿Cómo alteré la ley y el orden público, y cuáles son las pruebas?". No esperaba que le hiciera semejante pregunta y se me quedó mirando, sin saber qué contestar.
El subdirector del centro de detención se acercó y me dio una bofetada. "¿Por qué me pega?" le pregunté.
"Eres prisionera y deben golpearte".
Con fuertes pensamientos rectos, les advertí: "No soy prisionera. Soy una ciudadana respetuosa de la ley. Son ustedes los que me golpean. Los demandaré cuando salga".
Tras un día de interrogatorio, no les dije nada. Me llevaron a una base de adiestramiento canino al este del centro de detención y me encerraron en una jaula para perros de dos metros cuadrados.
Me arrancaron la funda de algodón de mi ropa de cama y la metieron en la jaula. Querían que comiera, durmiera e hiciera mis necesidades dentro de la jaula. No les seguí la corriente e insistí en usar baño si lo necesitaba.
El centro de detención estaba en las afueras. Por la noche, los mosquitos me rodeaban y las ratas correteaban a mi alrededor. Les dije: "Soy un discípulo de Dafa y estoy siendo perseguido. Si en mi vida pasada les debía algo, se los devolveré. Pero si no lo hice, por favor, váyanse". Los mosquitos desaparecieron al poco rato.
Como no era una criminal, decidí iniciar una huelga de hambre para protestar por la persecución. Me llevaron a un calabozo cinco días después y pronto me liberaron.
Segundo arresto
En diciembre de 2001 fui a la plaza de Tiananmen de Beijing para apelar en favor del derecho a practicar Dafa. Estaba un poco nerviosa y mi corazón latía muy rápido. Pedí ayuda al Maestro para fortalecerme. Respiré hondo, caminé hasta el Puente del Agua Dorada, frente a la plaza de Tiananmen, y colgué rápidamente un cartel en el puente.
Me volví hacia los turistas y grité: "¡Falun Dafa es bueno! ¡Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno! ¡Restauren la reputación de mi Maestro! La farsa de la autoinmolación en la plaza de Tiananmen fue un engaño".
La policía armada y los policías vestidos de civil se abalanzaron desde todas partes y me arrancaron el cartel. Me agarraron a puñetazos y me patearon, tratando de impedir que gritara. Intenté huir, pero aun así me arrastraron hasta el coche de la policía y me llevaron al Centro de Detención del distrito de Yanqing.
Unos días después me recogieron el gerente de mi centro de trabajo y el jefe de la policía local. Me dieron un año en un campo de trabajo forzado sin ningún proceso legal.
No pasé el reconocimiento médico y no me admitieron en el campo de trabajo. La policía se negó a ponerme en libertad, pero me retuvo en el centro de detención. Empecé una huelga de hambre para resistir la persecución. Al octavo día, sufrí taquicardia y presión arterial baja. Mido 5’4 pies (1.64 m) y sólo pesaba 80 libras (36.29 kg).
Cuando los agentes de la Oficina 610 me asustaron diciendo que mi cuñada (también practicante de Dafa) se estaba muriendo a causa de su huelga de hambre, sucumbí al miedo y al sentimentalismo familiar. Detuve la huelga de hambre y me llevaron al campo de trabajo para cumplir la condena.
Aclarando la Verdad en la Oficina 610
Después de que me pusieran en libertad, pasé mucho tiempo estudiando el Fa y enviando pensamientos rectos. Miré en mi interior y traté de entender por qué me habían detenido dos veces en dos años.
Me di cuenta de que no tenía una comprensión clara del Fa. Después de un intenso estudio del Fa, finalmente comprendí que la policía estaba cumpliendo la orden de perseguirnos y que ellos eran las verdaderas víctimas. Cuando termine la rectificación del Fa, todos los que pecaron contra Dafa serán eliminados. Como discípulo de Dafa, tengo la responsabilidad de ayudarles a ver la situación real y a que no se dejen engañar por la propaganda.
Decidí aclarar la verdad a los funcionarios que me perseguían. Primero me dirigí al agente de la Oficina 610 que intentó presionarme para que firmara las actas del interrogatorio después de mi primer arresto. Al principio, no me dejó hablar, así que envié pensamientos rectos para eliminar todos los elementos malignos que había detrás de él.
Como seguía visitándole, comenzó a cambiar. A veces también me pedía que aclarara la verdad a otras personas que le visitaban por casualidad cuando yo estaba en su oficina, incluido su supervisor. Les insté a que no siguieran al régimen comunista en la persecución de los practicantes, porque eso sería violar la ley al infringir nuestro derecho de creencia espiritual, protegido por la Constitución.
Aclarando la verdad a dos jefes de policía
Cuando el jefe de policía me recogió en Beijing y me llevó de vuelta al centro de detención, le aclaré la verdad durante el viaje. Se mostró muy receptivo e hizo muchas preguntas. A menudo me visitaba en el centro de detención y tuve la oportunidad de explicarle cómo el PCCh utilizaba diversas propagandas para desprestigiar a Falun Dafa.
Después de que el PCCh difundiera el engaño de la autoinmolación de Tiananmen en enero de 2001, le expliqué las lagunas del vídeo y le dije que se había montado para incitar al odio contra Falun Dafa. También le conté que había tenido problemas de corazón, depresión y otras enfermedades, pero que después de empezar a practicar Falun Dafa, todas mis enfermedades desaparecieron. El Maestro me concedió una segunda vida. ¿Cómo no iba a dar un paso al frente y hablar cuando se calumniaba a la Dafa y al Maestro?
Creo que su lado que sabe quería acercarse a mí para escucharme aclarar los hechos. Además, probablemente se sintió mal por haberme esposado al asa de la furgoneta cuando me llevó de vuelta tras mi detención en Beijing, lo que provocó que mi muñeca se pusiera negra y azul. Tal vez intentaba hacer algo para compensarme.
Después de comprender cómo nos persigue el PCCh y que los practicantes de Dafa somos buenas personas, fue bendecido, obtuvo un ascenso y dejó su estación de policía.
Después de que el nuevo jefe de policía asumiera su cargo, envió a un subordinado a mi casa, varios compañeros practicantes se encontraban allí. Dijo que necesitaba una foto de mi familia para unos documentos. Mientras hablaba, registró mi casa y se dirigió al dormitorio.
Le detuve: "Es ilegal que vengas a mi casa. Si me visita como amigo, le recibiré; pero si ha venido como policía, le denunciaré por allanamiento".
Se detuvo y salió. Antes de irse, preguntó de repente: "¿Quiénes son esas personas en tu casa?"
"¿No tienes parientes y amigos?". Pregunté.
Pensé que no debía dejarle venir en vano y que debía aclararle la verdad. Le dije que la razón por la que no podía darle mi foto era que, cuando algún día se reivindicara Falun Dafa, la foto se convertiría en una prueba de su participación en la persecución. Me dijo que su tía también practicaba Dafa, pero que él no quería escuchar lo que ella tenía que decir. Le animé a que aprendiera más sobre Dafa y dejara de participar en la persecución.
Al día siguiente, decidí aclarar los hechos al nuevo jefe de policía. De camino a la estación de policía, intenté comunicarme con su lado que sabe para que pudiera elegir por sí mismo el camino correcto.
Cuando llegué a la comisaría, le conté que un agente había venido a mi casa el día anterior y me había pedido una foto, pero que yo no se la había dado.
"Solo era una foto. ¿Por qué no se la diste?", me preguntó.
Cuando le dije que eso no estaba bien, me dijo que me fuera, a lo que le contesté: "La gente de su posición debería tener buenos modales. Le agradecería que me dejara terminar y entonces me iré". Le dije que la persecución a Falun Gong no tenía ninguna base legal y que no era más que una decisión personal de Jiang Zemin, el antiguo jefe del régimen comunista.
Su respuesta fue: "Si yo fuera Jiang, los mataría a todos a tiros".
Le dije que somos gente amable de todas las clases sociales. ¿Por qué querría alguien hacernos daño? Le conté que, tras la Revolución Cultural, se reparó la injusticia contra los perseguidos, pero algunos policías se convirtieron en chivos expiatorios y fueron ejecutados en secreto. "Si no conoces la verdad, te estás haciendo daño a ti mismo". Bajó la cabeza y no me interrumpió.
Mientras hablaba, sentí verdaderamente mi compasión por él y mi corazón por salvarle. Mi bondad suprimió mi miedo. Cuanto más hablaba, más amable se volvía mi tono. Antes de irme, le insté a aprender más sobre Dafa y a que no persiguiera más a los practicantes.
También fui a ver al oficial que había venido el día anterior y le pedí que no volviera a acosarme en casa. Otro policía me dijo: "Pero es nuestro deber".
Le recordé: "Su deber es servir al pueblo. Somos ciudadanos legítimos y su deber es servirnos. No persigas más a los practicantes de Falun Dafa respetuosos con la ley. ¿Me escuchas?"
"Sí, señora", respondió.
Rescatando a compañeros practicantes
Durante la celebración del aniversario de una importante universidad del noreste de China, cayeron del cielo muchos folletos mientras la dirección de la escuela pronunciaba un discurso. Los asistentes pensaron que era parte de la celebración y los recogieron, sólo para descubrir que se trataba de volantes de Falun Dafa.
Este incidente alarmó al gobierno provincial. Movilizaron a un gran número de fuerzas policiales y detuvieron a muchos practicantes. Para proteger a otros practicantes, un practicante asumió toda la responsabilidad. Fue condenado a siete años en 2001 y sufrió una brutal persecución.
Cuando nos enteramos de su situación, decidimos que no debíamos permitir que el mal lo persiguiera. Debemos rescatarlo.
La primera vez que acompañé a su familia a la cárcel, me sentí incómoda. Afloraron mis pensamientos negativos. Mi mente estaba inestable y no sabía cómo hablar. No se nos permitió ver al practicante.
Seguimos yendo allí y enviábamos pensamientos rectos. Nuestras acciones frenaron a los guardias y ya no abusaron de él a su antojo.
A medida que ganaba más experiencia en aclarar la verdad a la policía, fui asumiendo más responsabilidad en el rescate de los practicantes. Compañeros practicantes y yo cooperamos muy tácitamente y aliviamos la persecución en la ciudad.
Un compañero fue detenido al ser denunciado por hablar con la gente sobre la persecución. En cuanto me enteré, llamé a varios compañeros y fuimos a la estación de policía con los familiares.
El oficial que se ocupó del caso se quedó estupefacto y me dijo: "¡Vaya, qué rápida eres!".
"Por supuesto", le contesté, "usted arrestó a una buena persona y eso en sí mismo es cometer un delito. No hay ninguna ley en el país que diga que Falun Dafa es ilegal".
De hecho, después de muchos años de interacción con practicantes de Dafa, estos policías sabían más o menos la verdad, pero aun así tuvieron que seguir la orden en contra de su conciencia.
La policía decía que debían responder cuando alguien denunciaba a los practicantes. Como mucho los detendrían unos días y le impondrían alguna multa antes de ponerla en libertad.
Le dije: "¡Oficial! Usted es una persona sensata que conoce la verdad y ¿Cómo puede seguir haciendo cosas así? Mantenerla detenida aunque sólo sea un día o imponerles cualquier multa está mal. Es suficiente para que tu nombre sea registrado en la lista de represores".
Además de la persistencia y la cooperación entre compañeros practicantes, los fuertes pensamientos rectos también fueron importantes para frenar el mal.
Un día, necesitábamos conocer a un funcionario responsable de la persecución. Cuando lo visitamos en su oficina, nos dijo que ese día tenía muchas actividades que atender, pero no paraban de surgir cosas que le impedían salir. Bromeó diciendo que estaba allí esperándonos. Y de hecho así fue, ya que al saber que teníamos que verlo ese día, enviamos fuertes pensamientos rectos.
Rescatando a mi hermana
Cuando mi hermana menor, Mei, estaba publicando material para esclarecer la verdad, un policía la vio y la arrestó. Cuando me enteré de la noticia, estaba en el hospital cuidando a la esposa de mi sobrino, que acababa de dar a luz; mi casa estaba en remodelación; también tenía un nieto de dos años al que cuidaba. ¿Qué debía hacer?
Tenía que tener muy claro el propósito de rescatar a Mei. Si mi mente no estaba serena, entonces sería fácilmente impulsada por el sentimentalismo y dominada por mal La tribulación de Mei podría agravarse.
No dejaba de recordarme que estaba rescatando a Mei como compañera practicante, no como mi hermana. Necesitaba prestar atención al proceso, no solo centrarme en el resultado. Y necesitaba concentrarme en esclarecer la verdad y salvar a todos los implicados. Mientras lleváramos a cabo la tarea de acuerdo con el Fa y nos cultiváramos, lograríamos nuestro objetivo.
Al día siguiente llegué a la ciudad de Mei y me quedé con nuestra hermana mayor Yan, que también practicaba Falun Dafa y vivía en la misma ciudad. Yan y yo estudiamos juntas el Fa y enviamos pensamientos rectos. Por la noche, fuimos a la casa de un practicante local para discutir cómo rescatar a Mei.
Al tercer día, los practicantes locales se dirigieron a la estación de policía para enviar pensamientos rectos desde el exterior. Yan y yo entramos para exigir la liberación de Mei.
Nos recordamos mutuamente que cuando una aclarara la verdad, la otra enviaría pensamientos rectos para reforzarla.
Encontramos al oficial Wang, que estaba a cargo del caso, y nos dijo que Mei ya había sido trasladada al centro de detención local. Dijo que Mei sería liberada en unos días, pero ninguno de nosotros le creímos.
Varios días después, volvimos a encontrar a Wang y le pregunté: "¿Dónde está Mei? Han pasado varios días. ¿Qué ley ha infringido?".
"¿Tú también practicas Falun Gong?", me preguntó.
"¿Tienes miedo de los practicantes de Falun Gong? ¿No es cierto que cuanta más gente practique Falun Gong, es mejor?". Respondí.
Me amenazó: "¡Si dices una palabra más, también te arresto!".
Cuando protesté, me dijo: "Vete de aquí. Ya envié su caso a Cheng. Puedes ir a buscarle y preguntarle a él".
Encontramos a Cheng, el oficial que llevó a Mei al centro de detención. Cuando nos entregó su ropa, casi nos derrumbamos. Me recordaba a mí misma: "no llores". Cheng nos dijo que había completado el procedimiento y que el caso había sido enviado al tercer oficial, Zhang. Nos fuimos a casa a estudiar el Fa, hacer los ejercicios y enviar pensamientos rectos.
Encontramos a Zhang, sacó la orden de arresto y nos ordenó firmarla.
"No estamos aquí para firmar ningún documento. Estamos aquí para llevar a Mei a casa", le dije.
"¿Estás bromeando? Si no firmas el papel, entonces lárgate". Nos insultó y nos echó.
Yan y yo nos esforzamos mucho y contratamos a un abogado para que representara a Mei. Cuando el abogado la visitó le llevó el siguiente mensaje: "Este no es un lugar para un cultivador. Estamos haciendo todo lo posible para ayudarte, y los practicantes extranjeros están llamando a la policía". Los pensamientos rectos de Mei se fortalecieron.
Cuando Yan y yo regresamos a casa, continuamos nuestro estudio del Fa y enviamos pensamientos rectos. Mientras tanto, un compañero practicante consiguió una libreta de contactos, que tenía los números de teléfono de todos los oficiales que trabajaban en esa comisaría. Las llamadas realizadas por los compañeros desde el extranjero utilizando esta guía frenaron en gran medida al mal.
Al cabo de quince días, Yan y yo volvimos a la comisaría para exigir la liberación de Mei. El guardia nos impidió entrar. De repente vi al oficial Wang y le llamé. Se puso furioso al vernos: " Ustedes entregaron mi nombre y mi número de teléfono en el extranjero. Esas llamadas del extranjero todos los días me agotan”.
No hablé, pero le miré a los ojos, enviando pensamientos rectos para eliminar el mal que le manipulaba. De repente corrió escaleras arriba, y yo le seguí pero me detuvo el de seguridad, que nos rogó que no entráramos; de lo contrario, tendría problemas. Le pedimos los datos de contacto del director de la policía y, al salir, nos dió un papelito con el número de teléfono. Le di las gracias.
Cuando salimos, empezamos a llamar al director de la policía. "Secuestraron a nuestra hermana hace unos días y exigimos su liberación".
Antes de que pudiéramos terminar de hablar, se rio y dijo: "¿Por qué usas la palabra 'secuestrar'?".
"Ella no cometió ningún delito. Si no fue un secuestro, qué fue? Hemos venido a recogerla, nuestros padres ancianos y su esposo enfermo la necesitan. Su hijo está a punto de hacer el examen de ingreso a la universidad, y necesita especialmente sus cuidados y su apoyo", añadí.
Nos dirigió al subdirector, Jiang, y nos dio su número de teléfono. Pero cuando llamamos a Jiang, se negó a hablar con nosotros y colgó.
Habían pasado dos semanas desde que salí de casa. Decidí regresar para hacer una visita rápida. Estaba a punto de llegar esa tarde cuando Yan me llamó para decirme: "¡El centro de detención nos ha pedido que vayamos a recoger a Mei!".
Las lágrimas corrían por mi rostro, y mi gratitud hacia el Maestro estaba más allá de las palabras: Maestro, ¡has hecho tanto por tus discípulos! Mientras nuestros corazones y mentes estén en el Fa, nuestras palabras y acciones estén en línea con salvar a la gente, ¡usted nos ayuda a lograrlo todo!
¡Gracias, Maestro!
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