(Minghui.org) Fui arrestada poco después de que el régimen comunista de China iniciara la persecución contra Falun Dafa en 1999. Me detuvieron, me lavaron el cerebro y me enviaron a un campo de trabajo forzado. Mis interacciones con la gente me mostraron que, en sus corazones, la gente sabe que no hay nada malo con los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. Saben que Falun Dafa es bueno, y por eso ayudan a los practicantes siempre que pueden.

El jefe de policía se alegra de verme

Para impedir que los practicantes de Falun Dafa viajaran a Beijing con el fin de presentar una petición al gobierno central, la policía detuvo a muchos practicantes locales a finales de 2000. Nos retuvieron en un centro de lavado de cerebro instalado en una fábrica abandonada. Nuestras camas eran tablas de madera colocadas sobre el suelo de cemento. Las familias de los practicantes estaban furiosas por las condiciones de vida y culparon al director. Él pensó que su "inteligente idea" le granjearía el favor de los superiores, pero le salió el tiro por la culata.

En cuanto llegué, decidí: "Aquí no es donde debo estar. No voy a comer ni beber nada hasta que me liberen". No le guardé rencor a nadie de los que trabajaban allí, pues sabía que habían sido engañados y utilizados. No sabía cómo enviar pensamientos rectos, pero concentré mi pensamiento en Beijing, el origen de la persecución. Cuando mi conciencia se acercó a Beijing, tuve la clara sensación de que se encontraba con una pesada máquina metálica: la maquinaria puesta en marcha por el Partido Comunista Chino (PCCh) para perseguir a Falun Dafa en todo el país.

Un agente de la División de Seguridad Nacional vino a "charlar" conmigo sobre mi huelga de hambre. Escuché, pero no dije nada. Al final, se dio por vencido y se marchó. A continuación, el jefe del Departamento de Policía del condado también vino a hablar conmigo. Me preguntó por qué no comía, si tenía suficiente ropa de cama y si tenía algún comentario que añadir. Le dije: "Sé que los que trabajan aquí no tienen elección. Personalmente, no estoy en contra de nadie. Jiang Zemin (el entonces jefe del PCCh) inició la persecución. Los practicantes de Dafa no somos criminales y no deberíamos estar aquí. Por eso no como ni bebo. Pido que todos los practicantes sean liberados incondicionalmente".

Entró el secretario del Partido del condado. El jefe de policía me señaló y le dijo: "Es bien hablada e inteligente". El secretario del Partido asintió, pero no dijo nada.

Un año después de que me pusieran en libertad, vi al jefe a la salida del departamento de policía. Parecía gratamente sorprendido de verme: "No tenía ni idea de que habías vuelto. ¿Cómo estás?".

Jefes de equipo

No cooperé con ninguna de las exigencias de los guardias del centro de lavado de cerebro. No comí ni bebí. Me negué a asistir a las charlas destinadas a lavar el cerebro de la gente. No entraba en clase ni siquiera cuando el secretario del Comité de Asuntos Políticos y Jurídicos venía a dar una charla. Para demostrarle al secretario del Comité que ellos hacían su trabajo, los guardias me amenazaron y me arrastraron al aula. Permanecí de pie durante toda la charla y no me senté.

Las autoridades agotaron todas las tácticas, pero no renuncié a mi fe. Temiendo que afectara a los demás, decidieron trasladarme a un centro de detención donde había muchos practicantes.

Los guardias del centro de detención eran despiadados. Esposaban a los practicantes y nos golpeaban con picanas eléctricas por las cosas más triviales. Cuando les aclaramos la verdad, la mayoría cambiaron de actitud y se volvieron amables. Sabían que los practicantes éramos perseguidos injustamente, así que nos trataban de forma diferente a los demás reclusos.

Las condiciones de vida eran duras y la comida terrible. Sin embargo, no dejé que esto me molestara y pude mantener la mente tranquila. Una reclusa me dijo: "Te he visto comer los bollos negros y no había ni una pizca de desgana. Este duro entorno no te afecta en absoluto".

A la mayoría de las reclusas de las dos celdas femeninas les gustaba hablar conmigo. Me contaron detalles de sus casos y me pusieron al día de los últimos acontecimientos. Me contaban cosas sobre ellas y sus familias. Hice todo lo posible por ayudarlas. Algunas recién llegadas estaban disgustadas o no tenían dinero para comprar artículos básicos de higiene. Las practicantes las consolaban y compartían con ellas comida y papel higiénico.

Una mujer asignada a mi celda empezó a llorar incluso antes de entrar. La consolé y le pregunté si tenía hambre. Le preparé fideos y le pregunté por qué estaba detenida. Dejó de llorar y dijo que estaba detenida por motivos económicos. Lloraba porque pensaba que el centro de detención era un lugar que daba miedo.

Los guardias sabían que las practicantes no habían cometido ningún delito y eran dignas de confianza. Asignaron a dos practicantes como jefas de equipo de las dos celdas de mujeres.

Las internas aprenden los ejercicios

Con la ayuda de nuestros familiares, conseguimos un ejemplar de Zhuan Falun, el libro principal de Falun Dafa, y una copia a mano de Hong Yin en el centro de detención. Las practicantes de mi celda podían estudiar el Fa juntas cuando los guardias no miraban. Durante las inspecciones rutinarias, se nos ocurrían formas creativas de proteger los libros. Compré bolígrafos y papel en la tienda y copié a mano ambos libros para pasárselos a las practicantes de otras celdas. Algunas reclusas jóvenes fueron asignadas a diversas tareas de limpieza y cocina. Les pedíamos ayuda porque tenían más libertad.

Cuando hacíamos los ejercicios, las internas nos observaban y nos avisaban cuando venían los guardias. Si los guardias nos veían haciendo los ejercicios, a veces nos esposaban, pero normalmente se limitaban a regañarnos. La mayoría de los guardias nos dejaban hacerlos.

Estuve casi un año en el centro de detención y vi entrar y salir a muchas reclusas. Algunas fueron condenadas y trasladadas a otros centros de detención o prisiones. Otras fueron liberadas al poco tiempo. Les hablamos de Dafa y de la persecución, y la mayoría de ellas conocieron la verdad antes de marcharse. Algunas incluso hicieron los ejercicios con nosotras.

Antes de que las internas fueran trasladadas del centro de detención, muchas nos dijeron que iban a seguir haciendo los ejercicios de Falun Dafa en la cárcel. Algunas se llevaron libros de Dafa copiados a mano. También nos dijeron que buscarían a practicantes locales y se unirían a ellos cuando salieran en libertad. La mayoría de las reclusas de las dos celdas de mujeres estudiaron el Fa e hicieron los ejercicios con nosotras.

Una mujer de Mongolia Interior estudió el Fa e hizo los ejercicios con nosotras. Le di una copia del Hong Yin y empezó a memorizar los poemas. Un día vinieron dos guardias a escoltarla para interrogarla. Un guardia la agarró del brazo y le presionó el hombro. Ella recitó el primer verso de la primera serie de ejercicios.

En cuanto recitó la frase, el guardia le quitó las manos de encima. Ella estaba asombrada del poder de Dafa y me lo contó después del interrogatorio. Esta mujer fue condenada más tarde a un año de prisión, pero fue puesta en libertad tras pasar sólo unos meses en el centro de detención.

Una anciana conoció la verdad sobre Dafa y empezó a estudiar el Fa y a hacer los ejercicios con nosotras. Ella también fue condenada a un año de prisión y liberada poco después. La conocí tras ser liberada y me dijo que seguía haciendo los ejercicios.

Hubo muchos ejemplos como este, pero ya no recuerdo los detalles.

La cárcel del condado y el centro de detención del condado compartían el mismo recinto y no había una división clara entre ambos. Las reclusas en detención administrativa y en detención penal estaban retenidas en las dos únicas celdas para mujeres.

Una mujer detenida temporalmente por irregularidades financieras no sabía nada de Dafa al principio. Cuando le aclaramos la verdad sobre Dafa, se interesó y quiso leer libros de Dafa. Como iba a ser puesta en libertad pronto, le dije que mi niñera tenía todos mis libros en un lugar seguro y que podía pedirle una copia. Después de que me pusieran en libertad, mi niñera me dijo que la mujer la visitó con bonitos regalos y se llevó dos libros de Dafa.

Hace unos años, alguien gritó mi nombre en un mercado local. No la reconocí. La mujer sonrió y dijo que me conocía del centro de detención. Me nombró a mí y a otra practicante de la celda y dijo que las dos le habíamos causado una gran impresión porque éramos muy amables. Empezamos a charlar y aceptó de buen grado renunciar al PCCh y a sus organizaciones juveniles. Me sorprendió que aún me reconociera e incluso que recordara mi nombre después de dos décadas.

Cuatro jóvenes no pudieron moverme

Al cabo de un tiempo, la mayoría de los guardias y reclusas se acostumbraron a que hiciéramos los ejercicios y enviáramos pensamientos rectos todos los días. Los guardias sólo nos regañaban a medias. Sólo un puñado de estrictos nos obligaba a parar. Aunque sabían muy bien que reanudaríamos en cuanto se alejaran, no les importaba.

Una vez, un guardia conocido por ser muy estricto me vio meditando. Empezó a gritar en el pasillo: "Para. Deja de hacer los ejercicios". Le ignoré. Gritó la orden varias veces más, pero no me moví. Furioso, cargó contra mí e intentó moverme las piernas. Mis piernas permanecían cruzadas en posición de loto y él no podía moverlas, así que pidió ayuda.

Cuatro jóvenes del equipo de mantenimiento vinieron en su ayuda, pero nadie pudo descruzarme las piernas. Los jóvenes tenían expresiones faciales exageradas y grandes movimientos corporales, pero yo sabía que en realidad no lo estaban intentando. La cara del guardia se puso roja de ira. Gritó: "Esfuércense más. Ustedes esfuércense más". Se unió a los jóvenes que tiraban de mi pierna, pero enseguida desistió. Luego intentó esposarme, pero no se lo permití. En ese momento caótico, de alguna manera él se rascó el dorso de la mano con las esposas y yo permanecí en la posición de loto completo.

Al final, vino el subdirector. Me arrastraron al patio, me esposaron a la verja de hierro y me dejaron bajo el sol abrasador en los días más calurosos del verano. Grité "Falun Dafa es bueno" y la fórmula de los pensamientos rectos tan alto que todo el centro de detención podía oírme.

El subdirector estaba indignado. Me arrastró hasta la sala de interrogatorios y me golpeó en la cara y el cuello con una picana eléctrica. Me metió la picana en la boca, pero yo seguía gritando, aunque arrastraba las palabras. Me empujó al suelo, me tapó la boca con una toalla y siguió golpeándome. Tenía las manos esposadas y los pies encadenados. Los golpes duraron un rato hasta que me soltaron.

Vino el comisario político del Departamento de Policía y me llevaron de nuevo a la sala de interrogatorios. El comisario político me dijo que me sentara y le pidiera al director del centro de detención que me quitara las esposas. El director dijo: "Pídeselo amablemente al comisario político, puede que te quiten los grilletes también". No dije nada.

Cuando volví a la celda, todavía tenía los grilletes puestos. Una interna me enseñó a protegerme los tobillos envolviéndolos con una tela. Me salvé de que los grilletes se me clavaran en la carne. Seguí haciendo el ejercicio de meditación en la posición de loto completo, con grilletes, cadenas y todo. Al final, el director me quitó los grilletes.

La gente habla bien de mi

Cada vez que se publicaba una nueva conferencia, la familia de un practicante pensaba en la forma de hacernos llegar una copia, además de compartir artículos del sitio web Minghui. Cuando recibíamos una nueva conferencia o artículos para compartir, yo siempre los copiaba a mano para cada celda que albergaba practicantes, especialmente las celdas de los hombres.

En el centro de detención había una pequeña cafetería que proporcionaba comidas a los guardias y también atendía los pedidos de un puñado de reclusas acomodadas económicamente. Las celdas de las mujeres estaban de camino a la pequeña cafetería, así que las reclusas encargadas de llevar las comidas repartían muchas conferencias nuevas. No discriminábamos y preguntábamos a cualquiera que pasara por allí y normalmente decían que sí.

Una vez copié a mano una nueva conferencia y estaba lista para pasársela a los practicantes masculinos. Un recluso pasó por allí y accedió a ayudarme. Justo cuando le entregaba las copias a través de la ventana, un guardia lo vio. Era el mismo guardia que me sorprendió haciendo los ejercicios unas cuantas veces. Debió de temer el tener que lidiar conmigo en ese momento y lo esquivó informando al director.

El director vino a buscarme al día siguiente. Cuando salí de la celda, todas las practicantes me enviaron pensamientos rectos. Vi a dos guardias al otro lado del patio, sentados en el largo banco fuera de la sala de interrogatorios, y uno de ellos jugueteaba con su picana eléctrica. Me dio un vuelco el corazón: "¿Esa picana eléctrica me está esperando?". Inmediatamente me percaté de este pensamiento y lo corté de raíz. Pasé junto a los dos guardias y no ocurrió nada.

El director me esposó las manos a la espalda y me colgó de la verja de hierro. Los dedos de los pies apenas tocaban el suelo. Me preguntó de dónde había sacado la nueva conferencia y le dije: "No se lo voy a decir, así que deje de preguntar. No importa lo que hagas, no te lo voy a decir". Me apretó las esposas una muesca más y volvió a preguntarme. Le dije que no preguntara porque nunca se lo diría. Volvió a apretarme las esposas.

Dos visitantes parecían reconocerme. Eran funcionarios del gobierno que estaban allí por motivos de trabajo. Se acercaron y le dijeron al director que me bajara. No tardaron en bajarme y no pasó nada peor.

De hecho, el director estaba al tanto de las nuevas conferencias que copiábamos y pasábamos y probablemente se preguntaba cómo las habíamos obtenido. Algunos practicantes incluso compartían el contenido de las nuevas conferencias con los guardias.

Cuando recibimos una copia de "Explicando las tres últimas estrofas del poema de la flor del ciruelo" de Shifu, sentí que debíamos compartir con los guardias la visión de Shifu sobre la profecía. Algunos practicantes mostraron esta conferencia a los guardias que se mostraban amistosos.

Los practicantes aclararon a los guardias la verdad sobre Dafa. Les dijeron que, si todo el mundo practicara Falun Dafa, nadie haría cosas malas. No habría delitos y ya no sería necesaria la policía. Oí que cuando el director oyó esto, respondió: "Si realmente fuera así -nadie comete delitos y ya no hay necesidad de policía- lo acogería de todo corazón".

Me encontré con el director después de que me liberaran y estuvo encantado de pararse a charlar.

Una joven médica trabajó en la clínica del centro de detención mientras estuve allí, pero apenas hablamos. Poco después de que me pusieran en libertad, la vi y se alegró de verme. Se alegró por mí y me dijo: "Estábamos destinadas a encontrarnos de nuevo. Quién iba a decir que nos encontraríamos tan poco tiempo después de ser liberada".

Una tribulación se resuelve tranquilamente

Otra practicante y yo llamamos la atención de la División de Seguridad Nacional del condado por ser inquebrantables en nuestra fe. Para hacernos renunciar a nuestra creencia en Falun Dafa, se formó un grupo de ocho agentes. Estos agentes procedían de la División de Investigación Criminal, la División de Seguridad Nacional y otras divisiones.

Me retuvieron en una habitación de hotel y no me dejaron dormir. Los agentes se turnaban para vigilarme e intentaban convencerme de que me transformara. Utilizaron todas las tácticas que se les ocurrieron e incitaron a mi familia a golpearme e insultarme verbalmente. Me obligaron a permanecer erguida como un soldado en posición de firmes mientras me arrojaban un vaso tras otro de agua fría. Hicieran lo que hicieran, nada me hizo cambiar de opinión. Después de agotar todas las opciones, recurrieron a la tortura. Era más tarde y ya estaba oscureciendo. Un oficial le dijo a otro: "Ve a buscar el equipo al cuartel general", y nombró unos cuantos dispositivos de tortura. No dejé que me asustara y no recuerdo los nombres de los dispositivos.

Los momentos siguientes fueron tranquilos, pero amenazadores, como la calma que precede a la tormenta. De repente, se rompió el silencio. Un agente pronunció mi nombre en voz alta y dijo repetidamente: "Vaya. Estás de suerte. Tienes mucha suerte". Resulta que uno de los amigos de mi marido sugirió por casualidad que le gustaría llevar a todo el grupo especial a cenar esa noche, ignorando por completo la situación en la que me encontraba. El grupo renunció inmediatamente a su plan de torturarme y salieron encantados a cenar juntos. Estoy muy agradecida a este amigo de mi marido, al que no conocía de nada. Gracias a Shifu, que me resolvió la tribulación aparentemente inevitable.

El restaurante al que fueron aquella noche era propiedad de tres socios y yo no los conocía entonces. Más de una década después, conocí a uno de los tres propietarios. Era muy hablador y me contó que, durante un viaje a Singapur, un practicante de Dafa le aclaró la verdad. Cuando se dio cuenta de quién era yo, me dijo que estaba allí aquella noche en la que el grupo de trabajo se reunió para cenar e intercambiar ideas sobre cómo acabar conmigo. Me dijo que estaba muy impresionado conmigo, ya que conocía sus tácticas y el tremendo estrés que podían provocar en las personas, tanto física como mentalmente. Dijo que una persona normal no podría soportar ese tipo de presión y acabaría cediendo, incluso los hombres duros se sentirían intimidados. No podía creer que, siendo yo entonces una mujer joven, no mostrara ningún miedo y me mantuviera firme con una convicción tan fuerte. Bromeó diciendo que yo debería haber sido más directa con el grupo de trabajo: "¿Por qué no les dijiste directamente que renunciaran al PCCh? Diles que consigan que todos sus familiares que se han unido al PCCh y a sus organizaciones juveniles renuncien al Partido".

Las personas son rectas por naturaleza

Cada vez que pienso en mi experiencia en el centro de detención y en la gente que conocí allí, me siento agradecida por su rectitud innata y por la amabilidad que han mostrado a los practicantes. Si no fuera por las mentiras y calumnias del PCCh, todos aprenderían lo maravilloso que es Dafa. Si se dejara a su propio juicio, todos sabrían que Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno y que los practicantes de Dafa son buenas personas.

Los pensamientos rectos y la bondad que la gente ha mostrado hacia Dafa y los practicantes demuestran que Dafa está arraigada en los corazones de la gente buena: es la virtud poderosa inherente a Dafa que no puede ser influenciada por lo que sucede en este mundo humano. Los corazones de los que conocen la verdad a cerca de Dafa son la luz de este mundo. La persecución del malvado PCCh expone su propia naturaleza malvada al mundo y es una lección para la humanidad en las generaciones venideras. Dafa será inevitablemente transmitido al mundo humano para siempre.