(Minghui.org) Nací en el seno de una pequeña familia de terratenientes. Llegué a la edad adulta durante la reforma agraria del Partido Comunista Chino (PCCh). En consecuencia, me clasificaron en una de las cinco categorías de "negros" y me sometieron a críticas públicas en grandes reuniones, a "luchas de clases" en otras más pequeñas y a una supervisión constante. En 1957 vino a nuestro pueblo una joven intelectual de Beijing. Nos hicimos muy amigas simplemente porque ambas éramos mujeres jóvenes, lo que hizo que me denunciaran ante el grupo de trabajo. Esto añadió otra etiqueta, tachándome de "perjudicial para el envío de personas a las zonas rurales", lo que me asustó. Me marché de aquel pueblo para evitar más críticas y la lucha de clases.

Para evitar los acosos, me casé con el jefe de la milicia local. Tuvimos cuatro hijos, el mayor de los cuales ayudaba en las tareas domésticas desde pequeño. De nuestras tres hijas, la mayor era la más obediente y complaciente. Sin embargo, los buenos tiempos no duraron mucho. Durante la Revolución Cultural, mi marido tuvo que destruir santuarios y asaltar casas debido a su trabajo.

En una de ellas vivía una casera de unos 80 años que había escondido unas monedas en un tubo de bambú, mi marido las confiscó. Como consecuencia, él enfermó gravemente antes de llegar a la mediana edad, estuvo postrado en cama durante 10 años y luego falleció. Yo tenía 30 años y luchaba por cuidar de nuestros cuatro hijos. Al final, no pude arreglármelas sola y opté por casarme de nuevo. Criar a nuestros hijos fue arduo. Cuando falleció mi segundo marido, los cuatro hijos ya estaban casados y establecidos, siguiendo la costumbre tradicional. Para una madre anciana como yo, fue un alivio.

Aún más afortunada, durante la represión a Falun Dafa, iniciada por Jiang Zemin en 1999, diez de los miembros de mi familia comenzaron a practicar Falun Dafa. Fue una bendición de Shifu, fundador y Maestro de la práctica espiritual de Falun Dafa, para toda nuestra familia. En aquellos días aterradores en los que la gente no podía estudiar las enseñanzas con otras personas, nuestra familia formó su propio grupo de estudio. Mi hijo, mi nuera, tres hijas, tres nietas y un nieto se sentaban juntos para estudiar el Fa, intercambiaban sus reflexiones y enviaban pensamientos rectos. Esto provocó la envidia de otros practicantes. Como resultado, nuestra familia adquirió cierta fama entre los practicantes locales del condado y de toda la región. Otros practicantes preguntaban por nosotros y nos elogiaban. A menudo me sentía gratificada. Durante toda mi vida, nunca había experimentado tal reconocimiento.

Cuando le cuento a la gente la verdad sobre Falun Dafa para contrarrestar la propaganda y les aconsejo que renuncien el PCCh y sus organizaciones afiliadas, la gente me elogia, diciendo: "Practicas bien; sólo mira tu rostro claro y radiante, con sólo unas pocas arrugas. No pareces en absoluto alguien de 80 años". Me sentía muy feliz y no podía identificar todas las emociones que sentía. Aunque digo que es por practicar Falun Dafa, en el fondo hay una alegría sutil. En mi corazón, pienso: "No es sólo eso, diez personas de mi familia practican Falun Dafa".

Otros diez años pasaron rápidamente. Exteriormente, todo parecía ir estupendamente, y los miembros de nuestra familia participaban en distintos ámbitos mientras hacían las tres cosas.

Sin embargo, mi hija menor se divorció, lo que me entristeció. Más tarde encontró a otra persona y se volvió a casar. Poco después, mi segunda hija también se divorció y se volvió a casar. Sentí que el corazón me iba a estallar.

Compartí mi angustia con mi hijo y con la otra obediente y complaciente hija mayor. En lugar de consolarme, me preguntaron porqué no asistí al segundo matrimonio de mi hija menor. Me arrepentí de haber compartido mis sentimientos con ellos. De alguna manera, sabía que se trataba de una interferencia del mal. Pero, ¿por qué me afectaba? Debía de haberse apoderado de algo que yo no había soltado. ¿De qué se trataba?

Cuando me calmé, recordé una conversación que tuve con una practicante hacía diez años. Le conté que toda mi familia hacía las tres cosas. La practicante me dijo que había tenido un sueño en el que mi casa parecía bien ordenada desde fuera, pero por dentro estaba sucia y caótica. En concreto, la cama de mi hija menor tenía un gran agujero en el centro. En aquel momento, no presté mucha atención a lo que decía la practicante porque me sentía bien con la situación de mi familia.

Al mirar al pasado, me sobresalté. ¿Acaso la limpieza exterior no ocultaba perfectamente el caos interior? ¿El agujero en la cama de mi hija no indicaba un problema de deseo?

Así que, como madre, reprendí a mi hija menor, pero ella no aceptó lo que le dije y discutió conmigo. Luego, dando un paso atrás como madre, intenté aconsejar a mi segunda hija. Se quejó y me pidió dinero, diciendo que su marido estaba en apuros económicos por culpa de su negocio y que sólo necesitaban unas decenas de miles de yuanes. Prometió devolverlo rápidamente.

Hablé con mi hijo y mi hija mayor, pidiéndoles que desaconsejaran a mi segunda hija invertir en esta arriesgada empresa. En lugar de eso, me animaron a prestarle el dinero, asegurándome que me lo devolverían en caso de pérdidas. El resultado fue que el dinero se invirtió y luego desapareció sin dejar rastro.

De este modo, parecía como si mis cuatro hijos y yo estuviéramos estudiando las enseñanzas de Falun Dafa y haciendo las tres cosas, mientras nos culpábamos constantemente de nuestros errores. Vivimos así durante cuatro años.

¿Dónde estaba el problema? Me arrodillé ante el retrato del Shifu con lágrimas cayendo por mi rostro. Una voz fuerte resonó en mi interior: "Esta es una prueba que debes superar". Comprendí que era la guía de Shifu. Entonces, ¿de qué prueba se trataba?

Shifu dijo:

“En el curso del ciclo de las seis vías de reencarnación, tus madres, humanas o no humanas, son incontables. Vida tras vida, cuántos hijos has tenido tampoco se puede contar claramente. ¿Cuál es tu madre? ¿Cuáles son tus hijos? Ni bien se cierran ambos ojos, nadie reconoce a nadie, pero igualmente tienes que pagar tus deudas de ye” (Sexta Lección, Zhuan Falun).

Era una deuda de mi pasado y había llegado el momento de saldarla. Aunque sufrí mucho y pasé muchas penurias al criar a mis hijos, la deuda de yeli del pasado estaba impaga y debía saldarse.

Reflexionando entendí que, al seguir este proceso de pensamiento me había sometido a la persecución de las viejas fuerzas. Toda nuestra familia practica la cultivación y todos estamos bajo el cuidado de Shifu. ¿Por qué, entonces, se atreverían las viejas fuerzas a sacar a relucir cuentas pasadas para perturbar a nuestro grupo de cultivadores? Desde esta perspectiva, Shifu me guió a través de la tribulación, que fue una prueba para mis emociones.

Siguiendo esta línea de pensamiento, descubrí que había estado disfrutando de los sentimientos de la maternidad, satisfacción cuando mis hijos formaron sus familias y establecieron sus carreras, orgullo de que nuestra familia practicara Falun Dafa y sentimiento de superioridad frente a los practicantes locales. Esta era la gratificación que había mencionado antes.

Al profundizar, me quedé estupefacta. Me di cuenta de que había convertido la cultivación de mi familia en una validación de mi reputación. Era un gran apego. Otros practicantes validaban el Fa, mientras que yo utilizaba la cultivación de mis hijos para validarme a mí misma. ¡Qué peligroso era esto!

Debo eliminar este apego profundamente arraigado, tratar a mis hijos con compasión como a cualquier otro ser consciente, cumplir el voto prehistórico que hice y volver a casa con Shifu.