(Minghui.org) El undécimo pabellón de la Prisión de Mujeres de la Provincia de Shandong está dedicado a la persecución de los practicantes de Falun Dafa, disciplina espiritual perseguida en China desde julio de 1999.
A diferencia de los edificios sencillos que albergan otros pabellones, el 11.er pabellón está rodeado por una valla metálica de 2,5 metros de altura y es una prisión dentro de otra prisión.
Las formas de tortura utilizadas en el 11.er pabellón son especialmente salvajes. Las presas de otros pabellones que se niegan a cooperar con los guardias se vuelven dóciles después de pasar un tiempo allí. La gente de otros pabellones llama al 11.er pabellón "pabellón de los locos", dando a entender que los guardias y las reclusas que les ayudan han perdido la cordura y ayudan activamente al régimen comunista chino a torturar a personas buenas simplemente por su creencia espiritual.
Coacción inicial
La mayoría de las practicantes de Falun Dafa encarceladas allí son señoras mayores de entre 50 y 70 años, con algunas de más de 80 años. En cuanto ingresan en la prisión, los guardias las arrastran a una pequeña habitación y tratan de presionarlas para que escriban declaraciones de renuncia a su fe.
Si una practicante se niega a escribir las declaraciones, los guardias no le permiten ducharse ni lavarse. A continuación, los guardias intentan lavarle el cerebro haciéndole ver vídeos que calumnian a Falun Dafa.
A una practicante se le ordenó permanecer sentada en un pequeño taburete desde las 6 de la mañana hasta las 8 de la tarde, mientras dos reclusas la vigilaban de cerca. Las reclusas le gritaban y la maldecían si se movía.
Con el tiempo, a algunas practicantes les dolían los ojos y se les nublaba la vista. Les sangraban las nalgas o se lesionaban el coxis debido a las largas horas que pasaban sentadas. Los guardias les prohibieron hablar o mirarse entre ellas o escribir cosas sobre Falun Dafa. Las que violaban las reglas eran descalificados para obtener una reducción de la condena.
Lavado de cerebro
Una de las principales tácticas utilizadas para lavar el cerebro de las practicantes era obligarlas a ver vídeos elaborados por colaboradoras, expracticantes que habían renunciado a su fe tras ser torturadas, y que luego ayudaban a los guardias a lavarle el cerebro a otras practicantes.
Las colaboradoras suelen tergiversar los significados de las enseñanzas de Falun Dafa o inventarse cosas para engañar a las practicantes que acababan de llegar a la prisión y hacerlas renunciar a su fe.
Si una practicante señala algún error en los vídeos de lavado de cerebro, los guardias las golpean y les impiden hablar. Las autoridades también obligan a las practicantes a ver vídeos sobre la teoría de la evolución y a aceptar la idea del ateísmo o a leer informes de los pensamientos de las colaboradoras que habían sido recopilados en libros. Los guardias también ordenaron a las practicantes que escribieran informes de pensamiento, que juraran lealtad al régimen comunista chino y que cantaran la canción nacional que alaba al régimen.
Presas instigadas a torturar a las practicantes
También ordenan a algunas reclusas a que vean los vídeos difamatorios sobre Falun Dafa. Después de que desarrollan una actitud negativa sobre la práctica y creen que la persecución a Falun Dafa está justificada, los guardias seleccionan a algunas de ellas para que participen en la persecución.
Una jefa del grupo de reclusas seleccionada para perseguir a las practicantes está cumpliendo una condena de 19 años. Ella vigila e informa a los guardias de lo que hacen las practicantes cada día. Otra reclusa del grupo esta condenada a cadena perpetua por asesinato. A menudo grita a los practicantes: "El régimen comunista chino debería condenarlas a vosotras y a todos vuestros familiares a muerte".
Cualquier cosa que un practicante quiere hacer tiene que ser comunicada a los guardias. Los guardias vigilan a las practicantes las veinticuatro horas del día con las cámaras de vigilancia y hacen que otras reclusas las controlen. Creyendo que las practicantes son las verdaderas criminales, las reclusas piensan que tienen poder sobre ellas. Estas reclusas insultan y gritan a las practicantes a su antojo y a menudo las torturan y les impiden beber agua o usar el baño.
Tortura a través de restricciones
Si las practicantes se niegan a reconocer que son "culpables" por practicar Falun Dafa, los guardias no las dejan comprar productos de primera necesidad, como pasta de dientes y papel higiénico. Obligan a las practicantes a rellenar una solicitud para las cosas que quieran comprar. La solicitud les exige admitir que son criminales. Si las practicantes se niegan a renunciar a su fe, los guardias las amenazan e insultan. Los guardias instigan a las reclusas a maltratarlas y golpearlas. Las practicantes frecuentemente son mantenidas en aislamiento y torturadas.
Las autoridades penitenciarias animan a las reclusas a denunciar a otras. Se dan puntos a las denunciantes, lo que les permite obtener reducciones de condena. Las que son denunciadas pierden puntos.
En el undécimo pabellón, los guardias ordenan a las practicantes a que denuncien a otras practicantes, especialmente acerca del nivel de su participación en la práctica y si han estado imprimiendo materiales informativos de Falun Dafa en su casa. Los guardias afirmaron que es la norma y que las practicantes tienen que hacerlo. Pero ninguna de las practicantes coopera con los guardias.
Las autoridades no permiten que las practicantes trabajen y les impiden comprar comida extra o refrigerios, incluso cuando la prisión no les da suficiente para comer. La presión mental y la falta de alimentación hacen mella en la salud de muchas practicantes.
Las autoridades también extorsionan a las practicantes. Las autoridades penitenciarias obligan a las familias de las practicantes a pagar las llamadas multas (hasta 50.000 yuanes o 7.500 dólares estadounidenses), o las practicantes serán inhabilitados para obtener reducciones de condena. Pueden entrar en las cuentas bancarias o salariales de las practicantes y retirar las multas si sus familias se niegan a pagar.
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