(Minghui.org) En cuanto la Sra. He Xiuzhen cumplió su condena por su fe en Falun Gong –un año y medio de trabajos forzados– el 11 de junio de 2010, la llevaron directamente a un centro de lavado de cerebro, donde la torturaron durante 44 días, hasta que se encontró al borde de la muerte.

La Sra. He, de 79 años residente en el condado de Cangxi, provincia de Sichuan, relata el calvario que sufrió hace 12 años.

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Detenida y condenada a trabajos forzados

Me llamo He Xiuzhen. Este año cumplo 79 años. Soy natural del condado de Cangxi, provincia de Sichuan.

En la noche del 28 de noviembre de 2008, Li Rong, jefe de la Oficina 610 del Condado de Cangxi, y Yue Gang, jefe de la División de Seguridad Interior, condujeron a varios agentes a mi casa, donde vivía sola. Destrozaron la puerta metálica delantera que acababa de instalar y entraron a la fuerza. Saquearon mi casa y confiscaron mis libros de Falun Gong y otros objetos personales, y luego me llevaron a la Comisaría de Lingjiang.

La policía nos esposó a mí y a otros practicantes detenidos más o menos al mismo tiempo a sillas metálicas, y nos interrogaron durante dos días sin darnos comida ni agua, ni dejarnos dormir. Después nos llevaron al Centro de Detención de la ciudad de Guangyuan.

La policía nos acusó de distribuir materiales de Falun Gong y nos condenó a cada uno a un año y medio de trabajos forzados. A mí me llevaron al Campo de Trabajos Forzados para Mujeres de Sichuan (también conocido como Campo de Trabajos Forzados para Mujeres de Nanmusi), donde también cumplí mis tres anteriores condenas a trabajos forzados.

Las guardias y las reclusas del campo de trabajo me conocían muy bien de mi anterior encarcelamiento. Eran conscientes de mi firme creencia en Falun Gong. Me negué a realizar los trabajos forzados. También compartí mis pensamientos con otras practicantes que estaban detenidas allí. Todas las que estábamos en la misma celda estábamos convencidas de que debíamos resistir la persecución y no realizar los trabajos forzados. La guardia Zhang Xiaofang nos amenazó y engatusó, pero no cedimos.

Más tarde, Zhang cambió su estrategia y ordenó a la reclusa Yang Litai que nos golpeara. Yang escribió palabras calumniosas sobre Falun Gong y su fundador en un trozo de cartón negro e intentó colgármelo del cuello. Le quité la cartulina y la rompí. Furiosa, Yang me agarró y me empujó contra el armario de la pared. Me empujó con tanta fuerza que una puerta del armario se desprendió. También tenía un corte de 15 centímetros de largo en la espalda, que sangraba mucho.

Las reclusas también golpearon a otra practicante, la Sra. Zeng Shurong, hasta dejarla cubierta de hematomas. Una vez la asfixiaron tan fuerte que casi se desmaya.

Después de que expirara mi período de trabajos forzados, las autoridades me prorrogaron otros 13 días. El 11 de junio de 2010, el día de mi liberación, Li Rong, el jefe de la Oficina 610 del Condado de Cangxi, y Tao Caihua, una funcionaria de la oficina comunitaria, me llevaron directamente del campo de trabajo a un centro de lavado de cerebro, también conocido en el exterior como la Escuela de Derecho del Centro de Educación Jurídica de la Ciudad de Guangyuan.

44 días de calvario en el centro de lavado de cerebro

Al día siguiente me llevaron a una pequeña habitación en el sótano del centro de lavado de cerebro. Entre los que me llevaron allí había un hombre de unos 30 años con el nombre de pila Xiaoyun; Liu Xiaorong, de unos 30 años, de la Cooperativa de Suministro y Comercialización de Cangxi Longwang; Li Hui, de unos 30 años, del Tribunal Intermedio de Guangyuan; Jiang Yiming, del Comité Residencial de la Ciudad de Jiange Helin, nativo de Mianyang; un nativo de Wangcang llamado Zhang Xuan, y una mujer del noreste con el apellido He.

La pequeña habitación era de unos 8 m² (85 pies cuadrados), totalmente negra, sin ventanas ni luz. Estaba húmeda y llena de mosquitos y arañas. Había un gran charco de agua en el centro de la habitación y una losa de cemento de unos tres por cuatro pies a lo largo de una pared. Me obligaban a estar de pie o sentada sobre ella todo el tiempo.

He Yong, director del centro de lavado de cerebro, Hu Yuanqiong, de la procuraduría de Yuanba, Zhang Xuan y un médico apellidado Yi trabajaban en dos grupos y se turnaban para lavarme el cerebro en turnos de dos horas, a lo largo de todo el día.

Ponían los programas de vídeo o de audio que difaman a Falun Gong a un volumen muy alto. El fuerte sonido sacudía el sótano y era insoportable. Me dolía la cabeza y sentía la visión borrosa. Me prohibieron cerrar los ojos y me insultaban si no miraba. Intenté decirles la verdad sobre Falun Gong. Pero se negaban a escucharme y seguían insultándome.

Al principio, me dieron comida y agua sin ninguna condición. Pero más tarde, empezaron a ordenarme que escribiera un informe de pensamiento cada vez que necesitara comida o agua. Me negué a cumplirlo y dejaron de suministrarme comida y agua. Sin comida, también me impedían dormir y no me permitían ir al baño, y ni siquiera cerrar los ojos. Con el tiempo, mi cuerpo se hinchó mucho. Pero aún así, tenía que soportar la misma tortura día tras día.

Un día, de repente, fingieron ser amables conmigo y me sacaron a tomar el aire. Me llevaron de nuevo al sótano después de media hora. Me pidieron que me pusiera de pie en el suelo cubierto de periódicos. Me preguntaba qué estaba pasando. En ese momento, un subjefe levantó el periódico bajo mis pies y me mostró lo que había debajo. Resultó ser la foto del Maestro de Falun Gong. Me aparté rápidamente.

Me levantaron en peso y me pusieron sobre los libros de Falun Gong, sabiendo que los libros de Falun Gong y las fotos del Maestro de Falun Gong son algo valioso para los practicantes. Rápidamente me aparté de nuevo. Después me sentí ansiosa y agotada. Me desplomé en el suelo. Volvieron a fingir que eran amables conmigo y me dijeron que no debía sentarme en el suelo. Me trajeron una silla, pero el asiento tenía la imagen del Maestro de Falun Gong. Me arrodillé junto a la silla y no pude evitar las lágrimas.

Después de 44 días sin dormir, me dolía la cabeza. Estaba débil y a menudo sufría ataques de pánico. Al 44.º día, me dolía tanto el estómago que me desplomé y estuve a punto de morir. Tuvieron que llamar a una ambulancia para que me llevara a urgencias. Se descubrió que tenía cálculos biliares y que mis órganos estaban dañados. Después de someterme a un tratamiento, llamaron a mi hija para que me llevara a casa.

Cuando llegué a casa, no pude dormir durante mucho tiempo. Mi cuerpo aún no se ha recuperado del todo después de todos estos años. Una de mis piernas sigue hinchada y me duele.

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