(Minghui.org) El cordón umbilical se enrolló alrededor de mi cuello cuando nací y estuve a punto de morir. Aunque sobreviví, la falta de oxígeno me dejó parcialmente paralizada. Mis manos no funcionaban bien, apenas podía caminar y me costaba hablar. Por suerte, mis capacidades mentales y mi inteligencia permanecieron intactas y conseguí graduarme en la universidad.

Diagnostican cáncer terminal

Me dolió la cabeza durante más de un año mientras asistía a la universidad. Tomaba analgésicos todos los días, pero los síntomas empeoraban. A menudo sentía la mitad de la cara entumecida y mi visión se deterioró hasta que apenas podía ver la cara de la persona con la que hablaba. Empecé a perder la audición y apenas podía oír al profesor o a mis compañeros. Para empeorar las cosas, de vez en cuando perdía el conocimiento y el intenso dolor me impedía estudiar.

Unos meses antes de graduarme, leí en una revista de salud una descripción de los síntomas terminales del cáncer de nariz y garganta, que coincidían con los que yo tenía. Me puse en contacto con mi madre y se lo conté. Inmediatamente me llevó al hospital.

Después de dos tomografías, los expertos me dijeron que tenía un tumor cerebral maligno que era terminal y que las células cancerosas ya se habían extendido. El tejido tumoral que llenaba mi cráneo presionaba mis nervios auditivos y ópticos y los había dañado.

También me hicieron una biopsia en el área de otorrinolaringología (oído, nariz y garganta) dos veces, y el médico me dijo que tenía un cáncer nasofaríngeo (nariz-garganta) en fase avanzada. Me dijeron que me quedaban como máximo tres meses de vida y que mi vida terminaría a los 23 años.

Después de que me diagnosticaran el tumor cerebral maligno, el médico sugirió que me lo extirparan. Pero las células cancerosas ya se habían extendido y no era posible extirparlas quirúrgicamente. Más tarde resultó que el médico quería utilizar mi operación para documentar un caso médico. Antes de la operación, el médico trajo a varios médicos jóvenes para que me vieran todos los días.

El día antes de la operación me vino el período menstrual, así que la pospusieron. Mi madre llevó mis imágenes de la tomografía a otro experto de la división de otorrino. El experto no estaba de acuerdo con la decisión de operarme y criticó al otro médico, quizá mi vida no debía terminar todavía.

El médico me cambió a quimioterapia y radiación, pero dijo que no me salvaría la vida. Empecé a tener hemorragias nasales. A veces la sangre no paraba y tenía que quedarme en el baño hasta que seguía su curso. Se me empezó a hinchar la cara y la piel del cuello empezó a arder y a supurar por culpa de la radiación. El interior de mi boca se llenó de ampollas y comer se convirtió en una tortura, habría muerto de hambre si mi madre no me hubiera obligado a comer.

Mi pobre madre tenía que sonreír para darme esperanza, al tiempo que cargaba con el colosal estrés de perder a su hija tan joven.

Me fui a casa después de la radioterapia, y pronto me salió un tumor del tamaño de un huevo en el cuello. Se me saltaron las lágrimas cuando lo vi en el espejo. Me recordaba a mi padre, que había muerto de cáncer de nariz y garganta. Quería renunciar tanto a la radiación como a la quimioterapia, porque sabía que los efectos secundarios sólo acelerarían mi muerte.

Recuerdo que el primer día de radiación lloré porque me dolía mucho la cabeza. Mi madre me consoló mientras lloraba, y no quería volver a llorar delante de mi madre.

El tumor se extendió del cuello a la cara. Mi cara se hinchó al doble de su tamaño normal y apenas podía abrir los ojos. Mi abuela no podía dejar de llorar al ver mi aspecto, que se parecía al de mi padre antes de fallecer. Cuando pensaron que no podía oírlas, oí a mi madre y a mi abuela discutir sobre la ropa con la que me enterrarían.

Falun Dafa me devuelve la vida

Mi madre llevaba años sufriendo problemas de salud. Tenía graves problemas de corazón y un ritmo cardíaco lento. También tenía problemas de sinusitis, una úlcera en el tracto digestivo, hombro congelado, anemia, dolores de cabeza, afecciones de la piel y dolor de espalda. Probó todo tipo de qigong y Tai-Chi, pero nada la ayudó. Oyó hablar de Falun Dafa poco después de que yo empezara a recibir radiación. Poco después de empezar a practicarlo, todas sus dolencias desaparecieron. Su cutis se volvió rosado y estaba llena de energía. Por supuesto, quería que yo practicara Falun Dafa y me hizo leer Zhuan Falun. Fui testigo de su recuperación y me sentí realmente feliz por ella. Sin embargo, no entré en la práctica porque no podía relajarme. Sentí que Falun Dafa era sólo otra práctica de qigong. Seguí mecánicamente los tratamientos médicos día tras día, esperando el último día.

Mi madre me pidió que volviera a leer Zhuan Falun en 1997. En ese momento estaba al borde de la muerte. Entonces me hizo leer dos libros sobre cómo los practicantes de Falun Dafa recuperaron su salud y mejoraron su carácter siguiendo las enseñanzas de Zhuan Falun. Las historias de los libros me conmovieron. La práctica no sólo renovó la vida de aquellos con enfermedades como el cáncer, el lupus, la depresión y los problemas nerviosos, sino que también ayudó a aquellos con adicciones crónicas a las drogas, los cigarrillos, el alcohol y el juego, y se recuperaron rápidamente. Las lecciones purificaban la mente y el alma. Los que solían pelear, robar o hurtar se volvieron amables y considerados. Las lecciones permitieron a los miembros de familias rotas perdonarse y reunirse.

Las hermosas historias me hicieron cambiar de opinión y quise probar Falun Dafa. En cuanto surgió este pensamiento, sentí una corriente de calor que recorría mi cuerpo. Hice los ejercicios con mi madre en febrero de 1998 y comencé a leer Zhuan Falun todos los días. El tumor de mi cuello desapareció cuando terminé de leer el libro una vez.

Unos días después, soñé que una gran mano entraba en mi cráneo y me quitaba algo. Sabía que el Maestro había quitado el tumor maligno. Significaba el comienzo de mi nueva vida.

Un año después conseguí un buen trabajo en una escuela. Practicar Falun Dafa y seguir las enseñanzas me ayudó a mejorar en el trabajo. Aprendí a manejar un ordenador con mi mano izquierda paralizada y cumplí con mi trabajo sin problemas.

Convertirse en una buena persona

El Maestro pide a los practicantes que sigan las enseñanzas y sean buenas personas, independientemente de dónde se encuentren. Después de empezar a trabajar, nunca me consideré una persona con problemas físicos. Me aseguré de llegar siempre a tiempo al trabajo y nunca me fui antes de tiempo, hiciera el clima que hiciera.

Un día de lluvia me caí de camino al trabajo por culpa de la carretera resbaladiza. Me golpeé con el hombro izquierdo y me dolió mucho. Me dije: "¡Estoy bien!". Tenía el antebrazo magullado e hinchado, lo que me dificultaba el trabajo. No se lo dije a nadie ni me tomé tiempo libre.

El Maestro nos enseñó: 

"Decimos que lo bueno o lo malo surgen de un pensamiento de la persona" (Cuarta Lección, Zhuan Falun).

No dejé que la lesión me molestara, y el dolor desapareció antes de que me diera cuenta.

El director me respeta

Trabajé duro y nunca me quejé. En una ocasión la escuela proporcionó ayuda monetaria al personal con dificultades. El nuevo director me eligió a mí y quiso que rellenara los formularios para solicitar los fondos. Lo rechacé y le dije: "No tengo cargas económicas. Por favor, dale esto a alguien que lo necesite más que yo". El director no se lo esperaba, pero dijo que me admiraba.

Han pasado 20 años desde que empecé este trabajo. Mi título sigue siendo el mismo y mi salario también. Me pagaban menos que a un nuevo profesor oficial de la escuela, pero nunca me quejé y hacía mi trabajo con gusto.

El director acudió a la Oficina de Personal en 2012 para intentar conseguirme un ascenso, pero no lo consiguió. Entonces me sugirió que "me inventara" un Certificado de Maestro. Para ello, tendría que falsificar documentos y sobornar a algunos funcionarios. Le agradecí su oferta de ayuda, pero la rechacé. Más tarde me envió un mensaje: "Mi trabajo sería mucho más fácil si nuestros profesores fueran la mitad de profesionales, responsables y cualificados que tú".

"¡Eres terriblemente amable!"

En mis primeros siete años en la escuela, a menudo ayudaba a un contador, que no sabía nada de ordenadores, a editar e imprimir documentos para el trabajo y a rellenar los números de los cuadros financieros. Un año, la escuela recibió premios del condado por su excelente rendimiento laboral. El contador me ofreció cien yuanes para agradecerme mis años de ayuda, lo rechacé y le dije que no era gran cosa y que sólo formaba parte de mi trabajo. Me dijo repetidamente: "¡Es usted terriblemente amable!". Me lo encontraba de vez en cuando después de que se jubilara, y me siguió diciendo: "¡Eres realmente una buena persona!".

El Maestro dijo,

"... para que así que obtengas la honrada iluminación de desinterés y altruismo" ("La naturaleza fo no tiene ningún punto débil", Escrituras esenciales para mayor avance).

El cuidado de los estudiantes

Una vez, padres de dos alumnos no pudieron venir a recogerlos después de las clases. El director de asuntos docentes me preguntó si podía ayudar y llevar a los dos niños a casa después de las clases y acepté inmediatamente. Todas las tardes me pasaba al menos media hora acompañando a los alumnos a casa antes de volver a ella. Debido a mi condición física, me dolía el tobillo derecho cuando caminaba demasiado. No me arrepentí ni un poco, sabiendo que los padres necesitaban mi ayuda.

No fue fácil acompañarlos a casa. El niño era travieso y le gustaba caminar por el medio de la concurrida calle en lugar de hacerlo por la acera. Me enfadé y me preocupé cuando corrió hacia la calle y se rio. Tuve que contener mi temperamento y le pedí amablemente que volviera a la acera. Una vez se negó a seguir mis instrucciones y bailó en medio de la calle, en ese momento quise dejar de llevarlo a casa. Entonces pensé en lo mucho que trabajaba su madre en la estación de autobuses para lustrar zapatos y que ganaba tan poco dinero. No podía dejarlo. A partir de entonces, cada vez que el niño corría hacia la concurrida calle, el tráfico disminuía y ningún coche pasaba. Sabía que el Maestro me estaba ayudando a proteger al niño. Cada vez que llevaba al niño a su madre y ella me daba las gracias sinceramente, sabía que no podía dejarlo.

Los padres de la otra estudiante se ofrecieron a pagarme cien yuanes al final del semestre para agradecerme que la acompañara a casa. Insistieron en que aceptara el dinero y así lo hice. Sabiendo que ambos trabajan duro para pagar la matrícula de la niña, al día siguiente fui al lugar de trabajo de la madre y le devolví el dinero.

Un conductor movido por la compasión

Hace diez años le hice señas a un taxi al salir del trabajo. Antes de que pudiera subirme, el conductor pisó el acelerador y se marchó. Me caí y me desmayé. Cuando volví en mí, el conductor me ayudó a levantarme, se mostró culpable y nervioso. Me di cuenta de que yo estaba cubierta de suciedad y mi chaqueta estaba rota. El conductor me llevó tranquilamente a casa. Condujo despacio y no intentó recoger más pasajeros. Al principio me molesté y me quejé en mi mente de que debería haber tenido más cuidado porque yo no podía moverme rápidamente. Luego, mis pensamientos dieron un giro: "No es su culpa, simplemente quería captar más clientes y ganarse la vida".

Antes de salir de su coche, busqué mi cartera, pero él me detuvo: "No hay cargo". Dejé el dinero en el asiento. Me dolieron las costillas durante varios días después del accidente, pero el dolor desapareció sin que me tratara. Hubo un incidente en el que una persona se cayó en un autobús y el conductor tuvo que pagarle miles de yuanes de indemnización.

Para evitar problemas, los taxistas no suelen querer llevar a alguien como yo. Sin embargo, el conductor se sintió conmovido por la actitud amable y el perdón que mostré tras el accidente. Cada vez que me veía esperando un taxi, me llevaba.

Gratitud

Cuando hago los ejercicios de Falun Dafa, mis movimientos no siempre son precisos y a veces no puedo relajarme, esto no impide que se produzcan milagros. Desde que Falun Dafa me ayudó a escapar de la muerte hace 25 años, no he enfermado ni una sola vez ni he necesitado tomar ningún medicamento. Durante los últimos 25 años, he vivido una vida nueva, y se lo agradezco al compasivo Maestro. Al seguir las enseñanzas del Maestro, mi vida ha sido bendecida y ya no soy egoísta. ¡Espero que más personas puedan experimentar la increíble sensación de tener la mente y el cuerpo purificados por Falun Dafa!

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