(Minghui.org) Tanto los practicantes de Falun Dafa como sus familias se convirtieron en víctimas de la campaña “reducción a cero” de China. Las autoridades han perseguido a todos los practicantes locales y les han ordenado que renuncien a su fe desde 2020.

Los funcionarios no solo arrestaron y torturaron a los practicantes, sino que engañaron y amenazaron a sus familias, poniéndolas en contra de Falun Dafa. Como resultado, algunos miembros de la familia presionaron o incluso hirieron físicamente a los practicantes, tratando de ayudar a las autoridades a forzarlos a renunciar a sus creencias.

Las autoridades no se detuvieron ante nada en su campaña de acoso, causando a los practicantes y a sus familiares angustia física, financiera y mental. La familia de mi hijo y yo también somos víctimas.

Varios hombres se presentaron en casa de mi hijo a finales de 2020 y exigieron saber dónde estaba yo. En ese momento, mi nieto acababa de nacer. Aunque mi hijo se preocupaba por la seguridad de su mujer y su hijo, también sabía que los funcionarios me detendrían y torturarían en cuanto me encontraran. Se negó a dar mi ubicación.

Los hombres, que no se identificaron, volvieron a acosar y amenazar a su familia en repetidas ocasiones. Le dijeron a mi hijo que, si yo seguía practicando Falun Dafa, su hijo no estaría capacitado para servir en el ejército u ocupar un cargo público cuando fuera mayor.

Luego le dijeron que, si les ayudaba a encontrarme o firmaba un papel en mi nombre, no tendría esos problemas. Mi hijo entró en pánico y firmó el papel sin siquiera leerlo. Después de firmar, un funcionario le dijo: "A partir de ahora, hablaremos contigo si no encontramos a tu madre".

Mi hijo nunca me habló del acoso y la presión que sufrió, hasta que un día no pudo aguantar más. Se derrumbó delante de mí y lloró, diciéndome que había sido discriminado y acosado desde pequeño por practicar Falun Dafa. No tenía a nadie con quien quejarse y había tenido que cargar con todo por su cuenta.

Me dolía verle sufrir por mi culpa. Los funcionarios del Partido Comunista Chino (PCCh) le acosaban y le hacían preocuparse por la seguridad de su familia y el futuro de su propio hijo. Su mujer vivía con un miedo constante y dejó de amamantar a los pocos meses de dar a luz. Tuvieron que gastar dinero extra para la leche artificial, lo que empeoró su ya maltrecha economía. Tuvo que hacer trabajos esporádicos para ganar dinero extra.

Yo apenas podía mantenerme, y mucho menos ayudar a mi hijo. Mi marido murió hace unos años por la presión de la persecución. Mi empleador me recortó el sueldo durante años y acabó despidiéndome, y no pude encontrar un nuevo trabajo por la misma razón.

En marzo de 2022, tres funcionarios fueron a casa de mi hijo y de otros familiares y volvieron a decirles que mi práctica pondría en peligro el futuro de mi nieto de un año.

Ninguna ley en China dice que los hijos y nietos de los practicantes de Falun Dafa no puedan ocupar cargos públicos, servir en el ejército o ser ascendidos. Las autoridades mintieron para infundir miedo a los practicantes y a sus familias solo para que los practicantes firmaran los papeles de renuncia a Falun Dafa.

Conocí a una practicante que vivía sola tras la muerte de su marido. Su nieto consiguió un puesto en el departamento de policía. Las autoridades le dijeron que, si su abuela no firmaba para renunciar a Falun Dafa, podía despedirse de la oportunidad. Llenos de ira, su madre, la hija de la practicante y la familia fueron a la casa de la practicante y destrozaron el lugar. La hija obligó a su madre a firmar y a renunciar a su fe. La familia de la hija vigiló de cerca a la practicante para asegurarse de que no reanudara la práctica.

Esta practicante dejó de leer los libros de Falun Dafa y de hacer los ejercicios. Vivía en la miseria, pero eso no le preocupaba a su hija. Los funcionarios del PCCh no tienen ningún problema en mentir, instigar el odio y los conflictos, y destruir familias.

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