(Minghui.org) En 2001 buscaba la espiritualidad y el sentido profundo de la vida. No dejaba de preguntarme: "¿Por qué estamos aquí?". Probé el yoga y luego el Tai Chi. Buscando diferentes vías de cultivación, incluido el budismo, encontré el sitio web de Falun Dafa: www.falundafa.org.

Empecé a leer las enseñanzas del Maestro Li Hongzhi. Aunque al principio me costaba entenderlas, sentía algo especial, una atracción extraordinaria por lo que escribía. Empecé a practicar los ejercicios viendo los vídeos, siguiendo las instrucciones del Maestro y copiando sus movimientos.

Ahí comencé a experimentar una energía poderosa que mejoraba mi estado anímico, mi postura física y mi percepción sobre mí mismo y sobre las personas y situaciones que me rodeaban. Sentí cambios difíciles de describir porque fueron pequeños ajustes casi imperceptibles pero que a la vez fueron radicales. Empecé a limpiarme de pensamientos impuros, mis actitudes y acciones comenzaron a ser más rectas, simples y benevolentes, para nada embrolladas como venía siendo mi vida hasta ese entonces. Después de muchos años de haber descuidado mi cuerpo y mi mente, inicié un camino de cultivación espiritual, de autoconocimiento a través de la meditación y de las enseñanzas de Shifu.

Dafa es maravilloso

Los primeros cambios que empecé a experimentar fueron que dejé el hábito de fumar de un día para el otro sin problemas y luego comencé paulatinamente a dejar de consumir alcohol y drogas. A través de la lectura de Zhuan Falun, entendí que eran apegos que interferían gravemente en mi proceso de limpieza y de cultivación.

Antes me enojaba mucho, en especial con mi hija pequeña. No toleraba que me desobedeciera o cuestionara mis palabras o acciones. No sabía cómo marcarle los límites sin enfadarme. Me irritaba a tal punto que perdía la compostura y realmente estallaba en furia contra ella. Le gritaba, la denigraba, la maltrataba verbalmente y hasta llegué a sacudirla un par de veces para que entrara en razón. Me sacaba de quicio. Creo que lo que provocaba esto en mi era que ella reflejaba conductas contradictorias en mí como nadie más lo hacía. Decía una cosa y hacía otra. No predicaba con el ejemplo. Y eso que veía en ella o a través de ella, como me disgustaba y no lo podía cambiar, me frustraba y me enfadaba mucho.

En general, cualquier dificultad que se me presentaba me alteraba, hacía que perdiera el control. La ira, la pereza, la lujuria, la envidia y el egoísmo dominaban mi vida por completo. Estaba sumergido en un ambiente lleno de oscuridad y de negativismo. Pero con Dafa pude salir de ese pozo. Logré concretar una transformación interna que me permitió convertir la esperanza en optimismo. Pude realizar ese cambio de mentalidad y ponerla en práctica a través de la cultivación en Dafa.

A pesar de este cambio de actitud que logré alcanzar gracias a las enseñanzas de Shifu, la transformación fue en realidad solo superficial. Estando solo no pude profundizar en las enseñanzas de la disciplina porque me costaba mucho comprenderlas, me parecía que eran conceptos muy difíciles de asimilar por su magnitud y complejidad y porque intelectual y culturalmente los percibía alejados de mi capacidad de entendimiento. Esto me apartó de la lectura así que terminé dejándola porque creía que no me estaba llevando a ningún lado. No avanzaba.

Perdido y recuperado

Como no tenía a nadie con quien hablar, empecé a perder el entusiasmo inicial. Me faltaba determinación y disciplina. Poco a poco dejé de leer Zhuan Falun o de hacer los ejercicios. Empecé a perderme de nuevo en el mundo de las ilusiones y los placeres de la gente corriente. Estuve a punto de perder esta única oportunidad de salvación.

Durante 15 años abandoné Falun Dafa, pero ocurrió algo milagroso, extraordinario, un suceso causal que me hace considerar que tengo una relación predestinada con esta sagrada disciplina milenaria. Hace aproximadamente 4 años, a finales del 2018, una mañana, al salir de una actividad en un centro cultural de una pequeña localidad del interior de Córdoba donde resido actualmente me sorprendí al encontrar frente a mí unos volantes amarillos de Falun Dafa, que habían sido dejados por alguien que invitaba a conocer la disciplina a través del seminario de 9 días. Al verlo quedé maravillado porque casualmente estaba otra vez en la búsqueda de algo que le vuelva a dar sentido a mi existencia y fue Dafa que volvió a mi vida de una manera inesperada.

Ahí mismo, tomé el volante y llamé al número de contacto de la persona que venía desde Buenos Aires a compartir esta experiencia. Era una practicante originaria de Villa General Belgrano, que había regresado temporalmente a difundir Dafa en su pueblo natal. Charlamos un rato por teléfono y en seguida me dispuse a asistir a la actividad al día siguiente y a colaborar con la organización del evento. La experiencia fue incomparable.

Muy conmovido recordé todo de repente. Las enseñanzas, los principios, los movimientos de los ejercicios. Fue como si nunca hubiera dejado de practicar Falun Dafa. Los cambios que experimenté en mi conciencia fueron notables ya que volví a sentir esa poderosa energía que ajustaba y limpiaba mi mente y mi cuerpo.

Una vez concluido el seminario comenzamos a establecer un sitio de práctica en dicha localidad junto con la practicante y su hermano quien también estaba dando sus primeros pasos por Dafa.

A partir de ese momento obtuve muchos beneficios en mi vida por la cultivación en el Fa recto. Me siento bien. Intento mantener el corazón puro y la mente tranquila, y lo puedo hacer la mayor parte del tiempo con calma y lucidez. Gracias a esto, veo las cosas con más claridad y simpleza. Tengo mucha energía y la transmito con alegría a mi alrededor dado que quiero compartir esta bendición con los demás.

Ahora la relación con mi hija ha cambiado drásticamente. Le tengo mucha más paciencia y tolerancia. Ya no pierdo el control cuando ella hace algo que no me agrada o que no corresponde. Cuando se porta mal, se lo marco y le explico de manera racional por qué es que considero que está actuando incorrectamente y cuáles son las consecuencias de ello. Cómo repercuten nuestras malas acciones, actitudes y pensamientos en nuestro entorno y en nosotros mismos. Incentivo a que ella cultive la virtud, que sea honesta y sincera, paciente y tolerante, compasiva y bondadosa. Para esto le expongo mi experiencia como ejemplo y ahí lo entiende mejor. Ella me dice que ahora soy el mejor papá del mundo y que me quiere mucho. A veces me acompaña al sitio de práctica y hace los ejercicios conmigo, escucha cuando leo las lecciones y participa de algunas actividades para la aclaración de la verdad. Cuando le pregunto por cómo era antes, me dice que estaba siempre enojado y que dormía mucho y que no quiere que vuelva ese papá.

Desprenderse de los apegos humanos

El año pasado se organizó un Fahui en Buenos Aires. Desde el comienzo tuve muchas interferencias para asistir. Al enterarme que se iba a realizar durante el fin de semana largo de octubre, mi primera reacción fue la de desistir de la idea de poder viajar ya que en esa fecha en mi pueblo se festeja la fiesta nacional de la cerveza y los residentes locales tenemos mucho trabajo relacionado con el turismo. Ya me había comprometido con varias obligaciones laborales que creía que no podía delegar en nadie más ni cancelarlas así que, desde el principio, avisé a la persona a cargo de Argentina que no iba a poder asistir.

Gracias a la insistencia, aporte de ideas, ofrecimiento de ayuda y motivación por parte de varios practicantes fui convencido de no bajar los brazos, de no darme por vencido y de ponerme firme con el objetivo de llegar al Fahui sea como sea, de la manera que se pueda. Justo ahí, casualmente, apareció la oportunidad de viajar con una mujer que me podía llevar en su auto hasta Rosario. Como tenía dos lugares libres, aproveché la oportunidad para que me acompañe mi hija que se iba a quedar con sus abuelos en Rosario.

Así fue que decidí viajar hasta mi ciudad natal, donde tengo familiares que me podían alojar y desde allí sería más fácil llegar hasta Buenos Aires porque está bastante cerca y tiene gran disponibilidad de medios de transporte. Cuando tomé esa decisión firmemente, las dificultades y compromisos asumidos en mi pueblo se empezaron a resolver. Conseguí una persona que se hiciera cargo de recibir a los turistas y atender otras cuestiones que tenía pendientes. De a poco parecía que todas las dificultades se iban resolviendo.

Al otro día de llegar a Rosario, faltando solamente dos días para el Fahui, mi hija se empezó a sentir mal, tenía mucha tos, dolor de cabeza y fiebre. Esta situación me hizo dudar de viajar hasta Buenos Aires. Lo expuse ante otros practicantes quienes me volvieron a alentar a que viajara de todas formas ya que mi hija no se quedaría sola sino que estaría al cuidado de mis padres y que no iba a pasar nada malo. Esto me provocó mucha confusión, dudas y miedo. No tuve la suficiente fe y determinación para ponerme firme. Mis pensamientos no fueron claros y rectos. Incluso al día siguiente, comencé a sentir un malestar físico similar al de mi hija. Esa noche terminé con dolores corporales y fiebre así que finalmente decidí no viajar a la ciudad capital. Lo curioso de esto es que, al otro día, el día domingo, durante la jornada en la que se estaba desarrollando el Fahui, mi hija ya se sentía bien y yo comencé a sentir un gran alivio y bienestar. Quedé con un sentimiento de mucha culpa y decepción por no haber pasado las tribulaciones finales que se me presentaron en el camino.

Observaciones finales

Descubrí algo muy revelador a través de Dafa, y es que tenemos que aprovechar el hecho de haber encarnado en un ser humano y que el tiempo que tenemos es extremadamente valioso y no debemos desperdiciar esta oportunidad de cultivarnos en esta vida. Para esto es necesario eliminar toda clase de deseos y apegos, elevar nuestro estándar moral y salvar a otros seres conscientes de la destrucción total y definitiva.

Hay que ser capaz de aguantar amarguras entre amarguras, soportar el sufrimiento con voluntad firme, sin vacilar ni enojarnos, inclusive hay que agradecer por estas tribulaciones que se nos presentan ya que son las que nos permiten elevar nuestro xinxing. Si nos asimilamos a los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia podemos realizar el objetivo de nuestra existencia: volver al origen y retornar a la verdad que es el verdadero sentido de nuestro paso por esta vida terrenal.

¡Gracias Shifu por compartir sus enseñanzas! Agradezco también al cuerpo principal de practicantes de Argentina y a la Asociación Argentina de Falun Dafa por organizar otro Fahui este año. El año pasado tuve muchas tribulaciones para asistir al Fahui y aunque estuve cerca de pasar las pruebas y llegar, no lo logré, pero este año no dudé ni un instante, me puse firme desde un principio y acá estoy. Listo para aprovechar cada momento para escuchar experiencias de cultivación de otros practicantes, recibir críticas, mirar para adentro para encontrar y reconocer apegos y mejorar en mi proceso de cultivación con humildad para lograr ser más diligente y altruista en ella.

¡Gracias Shifu! ¡Gracias practicantes!