(Minghui.org) Nací en la década de los noventa. Mi madre comenzó a practicar Falun Dafa, también llamado Falun Gong, cuando yo tenía seis años. A menudo me llevaba con ella a casa de su amiga para ver el vídeo de las conferencias del Maestro Li (el fundador), o cuando hacía los ejercicios en un lugar de práctica. A veces mi padre nos acompañaba. Podía ver girando el emblema del Falun, y podía ver el Fashen del Maestro. El Fashen del Maestro me habló varias veces. Me gustaba mucho escuchar cuando mi madre leía el Fa y Dafa estaba profundamente arraigada en mi joven mente.

Mi madre era maestra de escuela primaria. Guiada por los principios de Verdad -Benevolencia-Tolerancia, era amable con sus alumnos y sus padres, y trabajaba diligentemente. Realizaba cualquier tarea que se le encomendara. Los administradores de la escuela y sus colegas la apreciaban. La consideraban una profesora excelente. Los profesores me apreciaban y pensaban que era brillante y sensata. Mi infancia estuvo bañada en Dafa y rodeada del amor de mis padres y abuelos. Mis compañeros me admiraban y tuve una infancia feliz. Habría vivido felizmente si la persecución no hubiera comenzado.

Protegida por Dafa

Me beneficié de la práctica de Falun Dafa gracias a mi madre, y rara vez me enfermaba. Unos días antes de mi examen de acceso a la universidad en 2007, fui atropellada por una motocicleta. Me empujaron con fuerza contra un poste de electricidad. Cuando recuperé la conciencia estaba en un hospital. Me sentía bien y me levanté de la cama. Sabía que el Maestro me había protegido, así que volví a la escuela. Siempre llevaba conmigo un pequeño dije colgante de Falun Dafa y repetía a menudo: "¡Falun Dafa es bueno! Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno".

Los principios de Dafa se han arraigado profundamente en mi corazón, por lo que sé cómo comportarme. Cuando mi madre fue condenada ilegalmente a la cárcel, no seguí ciegamente a la multitud y no me sentí deprimida. Trabajé mientras estudiaba y aprobé el examen nacional durante tres años consecutivos. Obtuve con éxito un certificado de licenciatura. Encontré un nuevo trabajo que me gusta. También conocí a mi marido, que me quiere. Todas estas cosas maravillosas se deben a la protección y la bendición del Maestro.

Una vez, chocamos con un gran camión cuando mi marido me llevaba al centro comercial. Nuestro coche resultó seriamente dañado, pero estuvimos a salvo. Estoy agradecida con Shifu por proteger de nuevo a nuestra familia.

Dolorosos años de adolescencia

Cuando tenía 9 años, el partido comunista chino (PCCh) empezó a perseguir a los practicantes de Dafa. Mi abuela, que acababa de empezar a practicar Falun Dafa, falleció. Mi madre fue a Beijing para solicitar el derecho a practicar Falun Gong y fue detenida ilegalmente. No había nadie que cuidara de mi abuelo que estaba paralizado y de mí. A menudo no teníamos comida. Mi padre se emborrachaba seguido y perdía los nervios. Tenía tanto miedo que me escondía en la habitación de mi abuelo. Durante el Año Nuevo Chino del año 2000, mi abuelo y yo lloramos y solo teníamos fideos instantáneos para comer. Mi abuelo estaba preocupado por mi madre y yo la echaba de menos. A menudo lloraba y la llamaba en sueños.

Después de más de dos meses, mi madre volvió a casa. Estaba demacrada. Nuestro hogar, antes cálido y alegre, había desaparecido. En su lugar, me rodeaba el miedo y la preocupación constante. Me preocupaba que la policía se llevara a mi madre de nuevo. A mi padre le dieron un largo descanso en su trabajo para que vigilara a mi madre en casa. Limitaba su libertad. Bajo una gran presión, mi padre sentía que perdía su honra ante sus familiares y colegas, así que culpaba a mi madre de todo y discutía a menudo con ella. Intentó impedir que ella practicara Falun Dafa.

Una mañana de junio de 2000, cuando mi madre se preparaba para ir a trabajar, la policía irrumpió de repente en nuestra casa. Le gritaron a mi madre: "¿Aún vas a Beijing?". Ella respondió: "¡Sí!". Los policías la agarraron por los brazos e intentaron sacarla a rastras. Yo lloraba y gritaba, sujetando su ropa y tratando de impedir que la policía se la llevara. La policía se llevó a mi madre delante de mí.

Dos días más tarde, más de 30 estudiantes de mi madre compraron artículos de primera necesidad y planearon visitarla en el centro de detención. Yo los seguí. La policía no nos permitió verla, pero los alumnos se negaron a marcharse. La policía llamó al director de nuestra escuela y este se enfadó mucho y nos gritó. Luego llevó a los alumnos de vuelta a la escuela. Mi padre también fue al centro de detención con el director. Me dio una patada en la cuneta a un lado de la carretera delante de todo el mundo. No solo no vi a mi madre, sino que también fui pateada por mi padre. Estaba muy deprimida.

La policía dijo a mi familia que obligara a mi madre a dejar de practicar y utilizó todos los métodos para intimidarla y amenazarla. Un día, a mediodía, llovía. Mi padre me dijo que me llevaría a ver a mi madre. Me llevó a la puerta del centro de detención y me dijo: "Tu madre no te quiere. A mí tampoco me importas. Ahora vete con tu madre". Me dejó sola en la puerta del centro de detención. Me quedé de pie bajo la lluvia torrencial y grité: "¡Mamá, ven a casa!". Me quedé llorando durante mucho tiempo, pero no vi a mi madre. Más tarde, una persona amable llamó un taxi para mí y me envió a casa.

Las lágrimas cubrían mi rostro cada vez que pensaba en el pasado. En aquel momento no entendía por qué la policía se llevaba a mi amable madre, por qué se perseguía a la gente buena, por qué no se permitía una práctica tan buena. Estaba sola, y mis compañeros no querían jugar conmigo. Algunos incluso me discriminaban. El miedo, la soledad, el dolor y la confusión dejaron una profunda cicatriz en mi mente joven.

Esta vez mi madre estuvo detenida durante más de 60 días. Mis conflictos familiares se intensificaron después de que ella volviera a casa. Mi padre se emborrachaba más a menudo, juraba, tiraba cosas al suelo, le pegaba a mi madre y amenazaba con divorciarse. La escuela rescindió el sueldo de mi madre y la obligó a limpiar los baños y los pasillos de la escuela. Ella temía que me hicieran aún más daño en ese ambiente, y decidió enviarme a una escuela secundaria fuera de la ciudad.

Por aquel entonces, yo solo tenía 12 años. Dejé a mi madre y a mi familia y apenas podía cuidarme. La soledad me acompañaba siempre, me preocupaba por mi madre y el miedo me seguía rodeando a pesar de asistir a la escuela lejos de casa.

Volví a la escuela en mi ciudad natal en mi último año de secundaria. Mi profesora de cuarto era una compañera de mi madre y una practicante de Falun Dafa. Era muy amable conmigo. Mi familia vivía lejos de la escuela, así que no era conveniente ir a casa. Nos dejaba a otra alumna y a mí quedarnos con ella por la noche. Era muy amable y hermosa. Todos sus alumnos la querían. Más tarde, cuando estaba en la universidad, en otra ciudad, vino a mi escuela y me animó a estudiar con diligencia. Me dio cien yuanes antes de irse para que pudiera comprar comida. La eché mucho de menos, pero fue detenida ilegalmente y condenada a prisión antes de los Juegos Olímpicos de Biejing en 2008. Fue perseguida hasta la muerte en 2011. Cada vez que pienso en ella, me siento muy triste y me pregunto por qué una persona tan buena fue perseguida hasta la muerte.

Visitando a mi madre en la cárcel

Antes de los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008, mi madre fue detenida de nuevo. Rompí a llorar cuando me enteré de la noticia. El dolor y la tristeza que sentía eran imposibles de describir.

Mi abuelo murió de hipertensión tras enterarse de la última detención de mi madre. Mi padre fue hospitalizado. Para aliviar la presión sobre él, mi padre quería divorciarse. Esta serie de golpes me afectó mucho. Echaba de menos a mi madre. Me sentía inferior a los demás niños. Sentía envidia de los niños que tenían madre. Soñaba con ver a mi madre.

En ese momento, estaba haciendo unas prácticas en otra ciudad. Los fines de semana y las vacaciones eran insoportables para mí, especialmente durante el Año Nuevo Chino. Durante las vacaciones, los demás volvían a casa y se reunían con sus familias, mientras que yo no tenía dónde ir. Estaba sola y triste. A menudo lloraba en silencio. Tenía miedo de que mis compañeros y colegas se burlaran de mí.

Mi madre fue condenada a cinco años de prisión, y fue llevada a la prisión provincial de mujeres. Mi padre se divorció y vivió con otra mujer.

Yo solo tenía 18 años, pero mi espíritu se derrumbó. Me sentía huérfana, sola y desamparada. Mi familia había desaparecido. Empecé a trabajar. Tenía muchas preguntas que hacer a mi madre. No era lo suficientemente madura ni fuerte, necesitaba el apoyo de mi madre. No entendía por qué siguiendo los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, mi madre fue arrestada, y por qué fue condenada a una pena de prisión tan larga. La soledad y el dolor eran como una gran roca que presionaba mi corazón.

Tres años después, fui a la cárcel por primera vez para ver a mi madre. En el pasillo de la prisión, por fin la vi. En el momento en que la vi, las lágrimas empañaron mis ojos. Derramé lágrimas a un lado del cristal que nos separaba, mientras ella lloraba al otro lado. Tenía mucho que decirle, pero apenas dije unas palabras antes de que se acabara el tiempo. Vi con impotencia cómo se la llevaban los guardias.

Uno de los días de reunión, el guardia de la prisión me dijo que convenciera a mi madre de que se "transformara", que renunciara a su fe para que le redujeran la condena y pudiera volver a casa antes. En cuanto vi a mi madre, lloré a mares y descargué el dolor reprimido durante años. Lloré y lloré sin poder decir una palabra. Mi madre también rompió a llorar. Pero no quería traicionar a Shifu ni a Dafa. Lo comprendí. También sabía que el Maestro y Dafa son los mejores. Me fui de mala gana.

Un encuentro inolvidable

En julio de 2010, el funcionario de prisiones me llamó y me dijo que mi madre estaba enferma y que necesitaba dinero para operarse. No me lo creí porque ella siempre había estado sana. Pensé que era una mentira. Pero me preocupaba porque, al fin y al cabo, vivía en un entorno tan duro. Así que se lo conté a mis tios, hermanos de mi madre. Ellos también estaban preocupados por ella, así que me dieron algo de dinero. Luego fui a visitar a mi madre a la cárcel.

Vi a mi madre en el pasillo del primer piso del Hospital de la administración de prisiones. Llevaba esposas. Tenía las manos atadas, la cara pálida y un tumor tan grande como el puño de un niño que le sobresalía del lado derecho del cuello, por lo que su cabeza se inclinaba hacia la izquierda. Estaba rodeada por cuatro guardias.

Me dolió mucho el corazón y las lágrimas se agolparon en mis ojos al ver a mi bondadosa madre sufrir tanto solo por su creencia en Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Me miró con afecto, tratando de consolarme, pero no pudo decir una palabra. No sabía qué decir. La echaba mucho de menos.

Entró en la sala de operaciones, mientras yo esperaba ansiosamente en el pasillo, con la esperanza de volver a verla. Su estado de salud y nuestra situación económica me preocupaban y me ponían muy triste. No podía verla ni hablar con ella. Solo podía esperar fuera.

Más tarde, el médico que la atendía me dijo que mi madre tenía tuberculosis linfática y que tenía dos grandes vesículas en el cuello y en el hombro derecho. Había que hacer una prueba después de la operación para saber si era benigna o maligna. La vesícula de la arteria le afectaba la respiración. Le conté al médico nuestra situación y se mostró muy comprensivo.

Esperé impotente el diagnóstico. La imagen de mi madre esposada y rodeada por cuatro guardias permanecía en mi mente, causando un dolor irreparable. No me permitían verla ni llamarla. No supe cómo fue la operación. Esperé en el hospital durante tres días, pero no supe nada. Tuve que volver al trabajo.

Más tarde supe que solo estuvo seis días en el hospital porque no tenía suficiente dinero. La llevaron de nuevo a la cárcel y la obligaron a hacer trabajos forzados antes de que la herida se curara. En menos de un año, la enfermedad volvió a aparecer, pero ella no me lo dijo.

Me enteré de que a un practicante masculino se le extrajeron los órganos en vida. Había sido condenado a la cárcel junto con mi madre. Esperaba sinceramente que mi madre pudiera salir de la cárcel del demonio lo antes posible.

Mi padre cambia

El día que mi madre salió de la cárcel, el personal de la Oficina 610 llevó a mi padre a recoger a mi madre. Intentaron obligar a mi madre a escribir una garantía de renuncia a Falun Dafa para ser liberada, pero ella se negó. Entonces me dijeron que firmara sin que mi madre lo supiera. Para librarme de todos los problemas, firmé.

El ojo izquierdo de mi madre no paraba de saltar, su cara izquierda estaba crispada, su boca inclinada y toda su cara estaba distorsionada cuando salió por la puerta de la prisión. Parecía mucho más vieja. Mi madre, antes sana, joven y hermosa, era una sombra de sí misma.

Mi padre y yo insistimos en que fuera al hospital para que la examinaran. Le descubrieron fibromas uterinos, hiperplasia del seno derecho y tuberculosis linfática profunda. Yo quería llevar a mi madre a la ciudad donde vivía, así que le compré el boleto, pero los matones de la Oficina 610 no le permitieron salir de la ciudad.

Todos los síntomas de la enfermedad de mi madre desaparecieron gradualmente cuando empezó a estudiar el Fa y a hacer los ejercicios. Se recuperó sin tener que ir al hospital para ser operada, y sin tener que tomar medicinas o inyecciones. Mi padre y nuestros parientes fueron testigos del poder de Dafa. Los parientes que antes calumniaban a Dafa cambiaron de opinión. Todos estuvieron de acuerdo en que Dafa es grandioso.

Mi padre cambió por completo. Se volvió a casar con mi madre y ahora conoce la verdad sobre la persecución. Apoya a mi madre en su práctica de Falun Dafa. También ha sido bendecido. Goza de buena salud, y muchas enfermedades que tenía antes han desaparecido. Ahora tiene paz mental, un buen trabajo y nuestra familia está en armonía. También comenzó a leer los libros de Dafa.

Conclusión

Al recordar los 20 años de persecución, perdí a mi feliz y cálida familia. Experimenté una gran tristeza. Pero mi experiencia es solo la punta del iceberg que Jiang Zemin (el excabecilla del PCCh) y el régimen del PCCh han traído a las decenas de millones de practicantes de Falun Dafa.

Pero me siento afortunada de haberme beneficiado de Dafa y de saber cómo ser una buena persona. En el futuro, siempre recordaré que "¡Falun Dafa es bueno! ¡Verdad-benevolencia-Tolerancia es bueno!". También comenzaré a practicar porque sé de la preciosidad y la grandeza de Dafa.

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