(Minghui.org) Seis meses después de que una mujer fuera detenida y sometida a régimen de aislamiento, su familia se enteró de que había sido condenada a 18 meses por negarse a renunciar a su fe en Falun Gong, una práctica de meditación perseguida en China desde 1999.

En noviembre de 2019, la Sra. Tang Min lucía pálida cuando la pusieron en libertad, su cabello se había vuelto gris y tenía dificultades para caminar. Le faltaban dos dientes y se mostraba desorientada.

Meses después, las autoridades le ordenaron que se personara en una oficina judicial, donde fue interrogada. Le dijeron que se presentara regularmente allí, durante los próximos cinco años.

Mientras permaneció ausente, su anciana madre miraba frecuentemente su foto y lloraba. También le escribía cartas a su hija, contándole cuánto le echaba de menos. Cuando la liberaron de la prisión, su madre tenía una gruesa pila de cartas para ella.

No era la primera vez que la perseguían por su fe. Antes de su último encarcelamiento, la arrestaron hasta en ocho ocasiones y la torturaron en un hospital mental, un centro de lavado de cerebro y un campo de trabajos forzados.

La Sra. Tang Min

La Sra. Tang en 2009

Arresto arbitrario

El 13 de mayo de 2018, la policía se abrió paso hasta su hogar cuando se disponía dirigirse a su trabajo. La arrestaron y saquearon su casa. Permaneció incomunicada 11 meses en el centro de detención de la ciudad de Changsha, durante los cuales la sentenciaron en secreto a 18 meses. No notificaron a sus familiares de su arresto. Les mantuvieron en la ignorancia, sin informar de su paradero durante más de 6 meses.

Alimentada a la fuerza

Después de que denegaron su apelación, se puso en huelga de hambre en el centro de detención para protestar por la persecución. Los guardias la alimentaron a la fuerza durante semanas. En una ocasión, un guardia golpeó sus dientes con una cuchara después de que se negara a comer. Dos de sus dientes delanteros se cayeron. Uno fue arrojado a su estómago cuando la alimentaban a la fuerza.

En abril de 2019, cuando la llevaban a la prisión de mujeres de Hunan en una silla de ruedas, se encontraba al borde de la muerte. A pesar de su estado, las autoridades de la prisión le insertaron un tubo de alimentación a través de la fosa nasal hasta el estómago y le pusieron una camisa de fuerza. Como no podía caminar por sí misma, los guardias ordenaron a las reclusas que la subieran y bajaran por las escaleras para alimentarla a la fuerza.

Privada de agua, del uso del inodoro y del sueño

En junio de 2019, la transfirieron a una sala estrechamente controlada. Le daban muy poca comida y agua, y no le permitían ducharse, lavarse la cara ni cepillarse los dientes. Después de un tiempo, en el verano, lucía gruesas capas de postillas en su cara y su cabeza. Sus dientes estaban cubiertos de sarro.

Los guardias solo la dejaban usar el baño una vez al día si se negaba a asistir a las sesiones de lavado de cerebro. Se vio obligada a hacer sus necesidades en los pantalones muchas veces. Tampoco le permitían limpiarse.

Si no seguía las órdenes, los guardias la hacían quedarse inmóvil con los brazos pegados a los muslos durante todo el día, durmiendo solo algunas horas cada noche. Le daban palizas si intentaba estirarse. Su circulación sanguínea se vio afectada negativamente y sus tendones estaban tensos. Sus pies estaban tan hinchados que apenas si le cabían en las zapatillas. Perdió tal sensibilidad en sus pies que no se daba cuenta ni siquiera cuando otras reclusas la pisaban a propósito. Sus manos lucían hinchadas como panecillos.

Después de un tiempo, tenía dificultades para caminar y solo podía moverse dando pasos pequeños.

Persecución previa

La Sra. Tang, de 54 años, se graduó en la universidad central del sur de la ciudad de Changsha, en la provincia de Hunan. Sus amigos disfrutaban de su compañía ya que era generosa, educada y humilde. Trabajó como bibliotecaria en la universidad de medicina china de Hunan. Todos los años la reconocían como una de las mejores empleadas porque trabajaba duro.

Después de que comenzara la persecución a Falun Gong, comenzaron a inyectarle, sin su consentimiento, drogas psiquiátricas en el hospital cada 15 días, por un período de 5 meses en 2009. Su sistema nervioso central quedó dañado.

El 16 de julio de 2010, después de que la liberaran, su empleador y los agentes de la oficina 610 local la llevaron al centro de capacitación en educación legal de la ciudad de Changsha. Los guardias intentaron presionarla para que renunciara a su fe.

El 26 de noviembre de 2011, la volvieron a arrestar. Los policías la golpearon cuando se negó a revelarles su nombre. Más tarde le impusieron una pena de 18 meses y, el 16 de diciembre de 2011, la transfirieron al campo de trabajos forzados de Baimalong.

En septiembre de 2013, poco después de que fuera liberada del campo de trabajos forzados, la policía la arrestó y la recluyó en el centro de lavado de cerebro de Laodaohe durante 1 mes.

El 15 de agosto de 2014, más de veinte agentes de policía irrumpieron en su casa y la arrestaron. En un primer momento la encerraron en el centro de lavado de cerebro de Laodaohe pero el 2 de septiembre, la trasladaron al centro de detención de Changsha nro. 2.

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