(Minghui.org) Hace más de mil años, hubo un general llamado Toshiyuki Fujiwara en Japón. También fue un poeta reconocido. La caligrafía china se introdujo en Japón durante las dinastías Sui y Tang, y junto con la cultura tradicional china, fue profundamente admirada. Aprender caligrafía china se volvió una moda en Japón y se convirtió en una escuela de arte. Fujiwara también era aficionado de la caligrafía.

Después de que el budismo se extendió a Japón, muchos japoneses comenzaron a aprenderlo y a transcribir las escrituras budistas. Fujiwara se interesó mucho en el budismo y algunos de sus amigos le pidieron que transcribiera las escrituras budistas para ellos. Copió a mano alrededor de doscientas páginas de las escrituras budistas (aproximadamente dos volúmenes).

Convocado al inframundo

Un día, Fujiwara falleció, pero sintió que su espíritu todavía estaba vivo. Dos emisarios premonitorios del inframundo acudieron a él. Lo ataron y se lo llevaron.

Molesto por ser maltratado, les preguntó qué había hecho para merecer esto. "No lo sabemos", dijo uno de los oficiales. "Solo seguimos los órdenes de arrestarte. ¿Alguna vez has copiado las escrituras budistas?".

Cuando Fujiwara admitió que sí, el emisario preguntó: "¿Cuantas copiaste?". 

"Copié dos volúmenes a pedido de mis amigos", respondió Fujiwara. "Entonces es por eso que estás siendo convocado al inframundo", contestó el oficial.

Mientras escoltaban a Fujiwara en silencio, unos 200 soldados fantasmales vestidos con armadura galopaban a caballo. Sus ojos brillaban con furia y sus labios estaban rojos como el fuego. Temblando de miedo, Fujiwara casi se desmayó. Se dirigieron directamente hacia él.

Cuando Fujiwara preguntó: "¿Quiénes son estos soldados?", un emisario respondió: "Estas son las personas que le pidieron que transcribiera las escrituras budistas. Esperaban que, al pedirle que hiciera eso, ganarían virtud y renacerían en un mundo mejor, se convertirían en deidades o nacerían de nuevo como humanos. Pero no fuiste diligente cuando copiaste las escrituras. No dejaste de comer carne y abrigaste todo tipo de deseos. Tu mente vagaba con pensamientos al azar y estaba llena de nociones sexuales demoníacas. Debido a eso, nunca acumularon ninguna virtud y terminaron como los ves ahora. Te odian y te denunciaron al inframundo. Buscando venganza, exigieron su arresto. De lo contrario, nunca hubieras sido llamado aquí.

"¿Qué me va a pasar?", preguntó Fujiwara atemorizado. "Siempre haces preguntas tontas", dijo el emisario. "Te cortarán en 200 pedazos con sus espadas, y cada uno tomará una porción que contiene un poco de tu corazón. El dolor será insoportable".

"¿Cómo me puedo salvar?", preguntó. "No sé", respondió el emisario, "yo no puedo ayudarte".

Fujiwara caminó de un lado a otro y luego notó que cerca había un río. Era tan negro como la tinta y olía horrible. Le preguntó al emisario: "¿Por qué el agua es tan negra y maloliente?".

El emisario respondió: "El agua era la tinta que usaste para copiar las escrituras. Las escrituras copiadas por personas con una mente clara y tranquila han sido aceptadas por los cielos, pero las que copiaron con una mente sucia fueron arrojadas al páramo. La lluvia lavó la tinta y creó este río". Fujiwara quedó devastado al escuchar esto.

Lloró desconsoladamente y le preguntó al emisario: "¿Qué puedo hacer para ser salvado? Por favor, ayúdame". El oficial dijo con lástima: "Lo siento mucho por ti, pero has acumulado mucho yeli (karma pecaminoso). Realmente no puedo ayudarte". En ese momento, alguien les dijo que se apuraran.

Pronto llegaron a una puerta. Dentro había muchas personas que estaban atadas o con grilletes. Habían venido de muchos lugares diferentes y el lugar estaba abarrotado.

Hacer un voto para cambiar

Los 200 soldados miraron a Fujiwara con odio en sus ojos, ansiosos por cortarlo. Aterrorizado, volvió a preguntarle al emisario: "¿Estás seguro de que no hay nada que pueda hacer?". El emisario dijo: "Bueno, podrías intentar hacer una promesa de copiar cuatro volúmenes de escrituras y cumplirla". Entonces Fujiwara hizo un juramento en su corazón antes de entrar por la puerta que copiaría los cuatro volúmenes de escrituras para compensar sus fechorías. Pronto, fue llevado al palacio del infierno.

Un funcionario salió y preguntó: "¿Es este Fujiwara?". "Sí, es él", respondieron los emisarios. El oficial se quejó de que llegaban tarde y luego preguntó: “Fujiwara, escucha con atención. ¿Qué virtud has acumulado en el mundo humano?".

"Nada especial", respondió Fujiwara. “Copié solo 200 piezas de escrituras budistas”. El oficial dijo: "Tu vida aún no ha llegado a su fin, pero fuiste convocado aquí porque copiaste las escrituras budistas con una mente sucia. Ahora te entregaré a los que te denunciaron y dejaré que te traten como quieran.

Asustado, Fujiwara dijo: "Prometí transcribir cuatro volúmenes de escrituras budistas, pero solo he terminado dos. He sido convocado aquí sin cumplir mi promesa".

"¿Es esto cierto? Tráeme el libro de registros", ordenó el oficial. Le trajeron un enorme libro de registro. Mientras lo hojeaba, Fujiwara miró y vio que cada pecado que había cometido estaba registrado y no había actos de virtud, hasta que, al final, hizo el voto que había hecho antes de entrar al palacio del infierno.

El oficial dijo: "Muy bien, esta vez te daré una oportunidad. Puedes regresar para cumplir tu promesa, pero debes hacer realmente lo que prometiste". Ante sus palabras, los 200 soldados desaparecieron instantáneamente. El oficial enfatizó una vez más: "¡Debes cumplir tu voto cuando regreses al mundo humano!". Con estas palabras, Fujiwara fue liberado.

Remordimiento eterno y arrepentimiento

Cuando Fujiwara volvió a la vida en el mundo humano, vio a su esposa llorando tristemente. Sintió como si acabara de despertarse de un sueño, pero todo en el sueño seguía siendo tan vívido. Pensó: "Esta vez, debo transcribir las escrituras budistas con un corazón puro".

Poco a poco, Fujiwara recuperó su salud. Preparó su pincel, barra de tinta, papel y piedra de tinta para copiar las escrituras. Le pidió a alguien que dibujara líneas especiales en el papel para poder escribir con claridad. Sin embargo, a medida que pasó el tiempo, Fujiwara se olvidó de nuevo. A menudo dejó de copiar y fue a buscar geishas por placer. Poco a poco, olvidó todo lo que había sucedido en el inframundo. Su vida útil pronto llegó a su fin y murió.

Más de un año después, Ki no Tomonori, un conocido poeta Heian waka, vio a Fujiwara en un sueño, en el que Fujiwara se veía muy extraño y horrible. Fujiwara le dijo: "Regresé al mundo humano después de hacer una promesa de copiar cuatro volúmenes de escrituras budistas. Pero debido a que tenía una voluntad débil, seguí siendo perezoso y con una mente sucia. Como no cumplí mi voto, debo ser castigado y ahora estoy sufriendo un dolor insoportable".

"Si te compadeces de mí, busca un buen papel y pídele al monje del Templo de Mitsui que me copie cuatro volúmenes de escrituras budistas". Luego se echó a llorar. Ki no Tomonori se despertó con un sudor frío. Se levantó al amanecer, encontró algo de papel y se marchó al Templo de Mitsui a buscar al monje.

Tan pronto como uno de los monjes en el templo vio a Ki no Tomonori, dijo: "Bueno, estaba a punto de enviar a alguien a tu casa, pero tú has venido solo. Esto es maravilloso". Ki no Tomonori preguntó:" ¿Hay algo que quieras de mí?". El monje le dijo: "Anoche soñé con Fujiwara y me dijo que él debería haber copiado cuatro volúmenes de escrituras budistas con respeto, pero debido a la pereza, murió y ahora está sufriendo en el infierno por sus pecados. Fujiwara también me dijo que tenías el papel y me rogó que copiara las escrituras para reducir sus pecados. Lloró y me dijo que te preguntara sobre esto".

Ki no Tomonori le contó al monje lo que vio en su propio sueño. Los dos lloraron. El monje tomó el papel y copió las escrituras budistas con un corazón puro y sincero.

Más tarde, Fujiwara apareció nuevamente en sus sueños y dijo: "Gracias a ambos. Con esta virtud, ahora tengo un poco de alivio del dolor insoportable". Se veía mucho mejor y aparecía algo de felicidad en su rostro.

Fuente de la historia: Uji Shūi Monogatari en Japón