(Minghui.org) Muchos practicantes chinos de Falun Dafa (también conocido como Falun Gong) han sido enviados a prisiones y centros de detención debido a su creencia espiritual. Perdieron su libertad, los separaron de sus familias y los sometieron a torturas y lavados de cerebro. Aun así, muchos no se han rendido. Se aferraron a su creencia y se cultivaron a pesar de vivir en tan duras condiciones. Su bondad y sus acciones altruistas y desinteresadas conmovieron a muchos guardias e internos y como resultado, despertaron sus conciencias.

Un practicante de Falun Gong relató varias de sus experiencias en prisión.

Un matón despiadado

Había un preso conocido por ser un matón despiadado. Un día, me amenazó: “¡Prepárate, iré a por ti!”. Luego me llevó a una habitación aislada en la parte de atrás porque nadie podía oír los gritos de los que eran torturados allí.

Me dijo: “Los guardias me han encargado el trabajo de “transformarte”. Si lo hago, me reducirán la sentencia. ¡Así que si no te “transformas” hoy, no saldrás de esta habitación!”.

Sin inmutarme por su actitud, le comenté con calma cómo había mejorado mi salud después de que comencé a practicar Falun Dafa y cómo seguía los principios de Verdad, Benevolencia, Tolerancia en mi comportamiento. Le expliqué que la autoinmolación de la plaza Tiananmen era un engaño. Incluso le hablé de cómo debería comportarse una persona justa. Hablé durante casi dos horas.

Al final, concluí diciendo: “Incluso si me golpeas ahora hasta matarme, no te culparé. Pero no conseguirás obligarme a renunciar a Falun Dafa”.

“Si tú fueras yo, ¿cambiarías y difamarías a tu Maestro después de todo lo que hizo por ti?”, le pregunté.

Pensó por un momento y luego declaró: “¡Estás actuando como debes! No te molestaré más. Hablaré con los guardias. Puedes irte ahora”.

Un día, vio que otro preso me golpeaba y le preguntó: “¿Por qué lo golpeas? ¡Es una buena persona! No le busques problemas”.

Más tarde, más practicantes de Falun Gong fueron admitidos en la prisión. Nunca abusó verbalmente de nosotros. No importa lo que los guardias le dijeran que hiciese, nunca participó en las torturas. Para su propia sorpresa, su sentencia cambió después de un año de “cadena perpetua” a “pena de prisión limitada” y poco después salió en libertad.

Un criminal a lo grande

Otro recluso pertenecía a una organización criminal. Después de que escuchó la verdad acerca de Falun Dafa de los practicantes, se volvió muy respetuoso hacia nosotros. Cada vez que los presos eran convocados a reuniones, cedía su asiento a un practicante. Cuando veía que otros reclusos nos torturaban, los reprendía. Una vez se enojó cuando vio a otro preso torturar a un practicante. Se acercó, le dio una patada al preso y dijo: “¡No intimiden a las personas de Falun Gong!”.

En otra ocasión vio que los guardias me golpeaban. Se dirigió al capitán de los guardias y habló en mi nombre.

Un día, vio una carta de mi esposa en la oficina. Después de que me lo contó, fui a pedirla al guardia, pero el guardia afirmó que no había tal carta. Unos días más tarde, él volvió a la oficina y robó la carta para mí. Me conmovió mucho. Me ayudó a enviar cartas a mi familia en muchas ocasiones.

Años antes de que acabara su condena, lo pusieron en libertad.

Un preso promedio

Cuando me detuvieron en un centro de detención, conocí a un recluso a quien le gustaba escucharme hablar sobre Falun Dafa. Las condiciones eran realmente difíciles. Los altavoces difamaban a Falun Gong durante todo el día. A los internos se les decía que mantuviesen sus miradas en nosotros.

Un día, este recluso me preguntó: “¿No tienes miedo de meterte en problemas al hablarme de Falun Gong?”.

“Si llegas a conocer la verdad, habrá merecido la pena”, le contesté.

Se emocionó mucho. Después de ser liberado, comenzó a leer los libros de Falun Dafa.

Un secuestrador

Otro recluso fue arrestado por secuestro. Le dijo a otros reclusos: “Nosotros somos los malos. Tiene sentido que estemos aquí. Pero mira a esos de Falun Gong, ¡son buena gente!”.

Cada mañana, llamaba en voz alta a los practicantes: “¡Id a practicar!”, y normalmente hacía los ejercicios en un rincón donde la cámara de seguridad no podía verme.

Un asesino

Conocí a un granjero que fue condenado por asesinar a siete personas. Los periódicos lo calificaron de “monstruo”. Nadie se atrevía a dormir junto a él en nuestra celda de la prisión, excepto yo. Bromeó conmigo: “¿No tienes miedo de que te estrangule por la noche?”.

Le encantaba escucharme hablar sobre Falun Gong. Se comportaba con mucha amabilidad e incluso recitaba conmigo poemas de Hong Yin (una colección de poemas del Sr. Li Hongzhi, el fundador de Falun Dafa).

Cuando recibió la notificación de su inminente ejecución, se sintió muy arrepentido. “¡Qué pena que no nos conociéramos antes! Si hubiera aprendido Falun Gong antes, no hubiera terminado hoy así”, sostuvo.

Un oficial de prisiones

Conocí a un oficial en prisión que había aprendido algunos tipos de qigong. Después de hablar con otros practicantes de Falun Gong varias veces, logró comprender mejor Falun Dafa y la farsa de la autoinmolación de Tiananmen. Era muy comprensivo con nosotros.

Una vez quiso transferirme a la sección de educación de la prisión. Es una sección envidiable que muchos presos querían. Los presos asignados a esta sección no necesitan realizar trabajos forzados y tienen trabajos muy fáciles.

Rechacé su oferta diciendo: “No quiero ponerte en difícultades”. No importa dónde esté, no me voy a “transformar”. Pensé que podría verse obligado a intentar “transformarme” si aceptaba la oferta.

“No, ya tengo el documento para transferirte”, afirmó.

Más tarde descubrí que él había pedido un favor para conseguir que me transfirieran. Me emocioné mucho.