(Minghui.org) Fui encarcelada en la prisión de mujeres de Nantong en la provincia de Jiangsu por mi creencia en Falun Dafa, de mayo de 2011 a julio de 2014. Las guardias de la prisión me torturaron física y mentalmente mientras trataban de forzarme a renunciar a mis creencias. Con mi gran fe de saber que tengo la protección del Maestro Li (el fundador de Falun Dafa), superé las tribulaciones una tras otra.
Soportando el lavado de cerebro y la tortura
En la prisión de mujeres de Nantong, las guardias seguían presionándome. Todos los días se turnaban para intimidarme e insultarme de 8:00 a. m. a 12:00 p. m. Me obligaron a ver videos que calumniaban, difamaban e insultaban al Maestro Li y a Dafa, incluyendo la fabricada "Autoinmolación de Tiananmen".
Me exigieron que anotara mis experiencias, escribiendo comentarios críticos que estuvieran de acuerdo con sus requisitos. De lo contrario, me maltratarían, intimidarían e insultarían. Me obligaban a permanecer de pie durante largos períodos de tiempo e incluso me golpeaban.
Una de las guardias de nombre Wei Guangsu me dijo: "Tenemos mucha gente, pero tú estás completamente sola. Nosotras somos jóvenes, pero tú ya eres mayor. Nosotras estamos sanas, sin embargo usted está enferma (en ese momento, había sido torturada durante tanto tiempo que mi cuerpo presentaba algunas enfermedades). Podemos ocuparnos de ti de esta manera todos los días".
Otra guardia llamada Chen Jing, que ahora es subdirectora del departamento de administración penitenciaria de la prisión de mujeres de Nantong, sostuvo un grueso tubo de papel y me golpeó la cara de veinte a treinta veces. Cuando dejé de prestar atención, apretó mi clavícula izquierda con toda su fuerza y gritó: "No tendrás pruebas que demuestren que te golpeé".
Sin importar cuán feroces pudieran mostrarse hacia mí, por la noche insistí en recitar el Fa en la cama, ya que podía calmarme y luego memorizarlo. Las reclusas que me vigilaban no sabían que estaba estudiando, pues pensaban que estaba durmiendo. Sabía en mi corazón que lo único que importaba era ser diligente y seguir fortaleciendo mis pensamientos rectos para eliminar los factores malignos detrás de las guardias de la prisión.
Una vez al mes la prisión permitía las visitas de familiares. Mis hijas, hermanas y hermanos estaban todos muy ocupados. Básicamente venían una vez cada cuatro o cinco meses.
En ese momento, las guardias me presionaron violentamente y me golpearon. Intentaron forzarme a renunciar a mis creencias y a firmar declaraciones de garantía diciendo que no practicaría Falun Dafa. Me aferré firmemente a mi creencia en el Maestro y en Dafa.
Un día me dijeron que mi familia había venido a visitarme. Todavía no era la fecha de visita programada. Pensé que era un buen momento para denunciar la mala conducta y las torturas que sufría por parte de las guardias de la prisión.
Tanto mi hermana menor como la mayor ambas habían venido a visitarme. Hablé con ellas desde detrás del cristal que nos separaba a través del teléfono. El teléfono estaba monitorizado. Sin pensar que el teléfono estaba siendo controlado, les dije a mis hermanas cómo las guardias de la prisión me golpeaban y torturaban. Mis hermanas se fueron llorando.
Al mes siguiente, el día programado para las visitas familiares, me dijeron que mi familia había venido a visitarme. Mi hermano mayor estaba allí. Levantó el teléfono e inmediatamente preguntó: "¿Cómo estás ahí dentro?".
Mi hermano me dijo que no les tuviera miedo. Les dijo [a las guardias] "¿Así es como hacen su trabajo? ¿Abusando de su poder y persiguiendo a gente buena?". Mi hermano sabía que el teléfono estaba vigilado. Por sus palabras, supe que había reprendido a las guardias.
Cuando regresé a mi celda, las guardias habían cambiado completamente su actitud hacia mí. Describieron a mi hermano parado en el pasillo y regañándolos mientras el pasillo estaba lleno de visitas de los familiares de las reclusas. Una de las guardias me dijo: "Tu hermano tiene un carácter fuerte".
El uso del baño es restringido
Un día, trabajando en el taller cerca del mediodía un dolor en el estómago hizo que necesitara ir al baño. Pero en ese momento el baño del taller estaba cerrado. Ya que el taller en el que trabajaba estaba en el tercer piso, fui a preguntarle a la guardia de turno si podía ir al baño del segundo piso.
La guardia de turno no me permitió ir al baño. Ella intencionalmente me la hizo pasar mal. Me paré a su lado y esperé. Mientras esperaba, algunas internas también pidieron permiso para ir al baño y sí se les permitió ir, tuve que esperar por más de media hora.
La reclusa que me estaba monitoreando le dijo a la oficial de guardia que tenía un trastorno estomacal y que era probable que tuviera diarrea. La oficial de guardia me miró. Diez minutos después, me permitió usar el baño.
Ante la perspectiva de esta forma de persecución de no permitirme usar el baño. Decidí negar su persecución. Por lo que comencé una huelga de hambre.
Al día siguiente, las guardias estaban observando si comía o no. Al mediodía a la hora de comer, no se le permitía a nadie permanecer en el taller. Por lo que tuve que acompañar a las reclusas al comedor, regresando posteriormente al taller sin comer.
Después de regresar al taller, la oficial de guardia llamó a la reclusa asignada para monitorearme y le preguntó sobre mi huelga de hambre. La reclusa le dijo que la guardia que había estado de servicio el día anterior no me había permitido usar el baño a tiempo. Continué con mi huelga de hambre hasta la tarde del tercer día.
La oficial en jefe y la guardia de servicio me llamaron a la oficina. La oficial en jefe dijo: "Los jóvenes somos desconsiderados. Nos equivocamos al no permitirte ir al baño. Por favor, perdónanos". Permanecí en silencio sin decir una palabra.
La oficial en jefe señaló a la otra guardia y le dijo: "Tú también pídele perdón". La guardia se disculpó conmigo.
Me habían condenado a cinco años de prisión injustamente. Estaba en el último año en el que se suponía que iba a ser liberada, cuando las guardias nuevamente habían intentado otra vez forzarme para que abandonara mi creencia. Me obligaron a ver videos calumniando y difamando al Maestro Li y a Dafa. Cuando procedían a insertar un disco en el reproductor de VCD, me levanté y dije: "No quiero ver esto. Es todo falso y engañoso". Salí de la celda.
Mi fe me ayudó a superarlo
Finalmente fui liberada de la prisión, por fin estaba libre.
La persecución es tan malvada que uno teme por su vida. Frente a un entorno tan aterrador, uno se sentiría desesperado e indefenso. Fue realmente difícil superar la persecución. Con mi fe en el Maestro y en Dafa, pude superar estas tribulaciones.
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Categoría: Torturas a mujeres