(Minghui.org) En 1989, me diagnosticaron cáncer de estómago, y me extirparon cuatro quintas partes. En 1992, descubrieron que el cáncer se había extendido hasta mi riñón, y me pronosticaron solo algunos meses de vida.

Me convertí en alguien completamente dependiente cuando me trasladaron a mi casa. Intenté probar tratamientos de medicina alternativa, pero tampoco me aliviaron. Vomitaba líquido de color verdoso, todos los días y sufría fuertes dolores, durante todo el día.

Mi familia también se hallaba en situación de ruina financiera y pasó grandes apuros para costear mi asistencia médica. Aunque mi hija menor fue admitida en la universidad, no pude permitirme el lujo  que estudiara.

En cuanto sentí que había fallado a mis hijos, deseé que mi vida se acabara. Entonces, un familiar me sugirió que probara Falun Gong. Recuerdo aquel día, fue el 28 de agosto de 1997. Poco después de empezar a practicar los ejercicios de Falun Gong, los dolores que había sufrido durante toda mi vida desaparecieron. Un mes después, mi período menstrual se volvió regular.

Mi marido y mis tres hijos se han visto asombrados por el poder sanador de Falun Gong. Agradecen al Maestro Li, el Fundador de Falun Gong, que me haya concedido una segunda vida.

En noviembre de 1998, volví a visitar la consulta de mi anterior médico de cabecera, el Dr. Wang. No podía creer lo que veían sus ojos: “¿Aún sigue viva?”. Le hablé de Falun Gong y le animé para que practicara.

El régimen comunista chino empezó a perseguir a Falun Gong al año siguiente. Mi jefe intentó confiscar mis libros de Falun Gong, pero me negué rotundamente a acceder a sus demandas.

Aunque la persecución continúa tras casi dos décadas, no he dejado de practicar Falun Gong ni un solo día. La razón es sencilla: “Me da ganas de vivir”.