(Minghui.org) En el Año Nuevo Chino del 2000, fui a Beijing por segunda vez para pedir justicia para Falun Dafa. Fui detenida por 40 días, tiempo durante el cual tuve la oportunidad de hablar sobre Falun Dafa con una guardia. Ocho reclusas también llegaron a entender Falun Dafa y cambiaron su comportamiento después de ver cómo los practicantes tratan a los demás.

Muchos de mis parientes y amigos me visitaron en el centro de detención. Me trajeron un montón de ropa y comida. El director del centro hizo una broma diciendo que había más gente visitándome a mí que a todas las demás reclusas juntas. Le di toda la comida a las reclusas de mi celda y otras celdas.

Una reclusa con pena de muerte tenía piojos y nadie quería dormir a su lado. Dormí a su lado y me contagié de piojos. Sus familiares nunca la visitaban. No tenía una muda de ropa ni comida adicional. Así que le di mi ropa. Le robó comida a otra reclusa y la golpearon. Tenía ataques de epilepsia y otros problemas. Le pedí a las demás que no la traten mal y que sean buenas con ella. En poco tiempo dejó de tener ataques de epilepsia.

La celda se pacificó. La policía estaba conmovida y dijo: “Desde que llegaste no ha habido peleas en la celda. ¿Cómo hiciste para parar las peleas?”. Le dije que Falun Dafa las cambió.

En la celda había ocho reclusas. Cuatro de ella estaban con pena de muerte. Solían pelearse, discutir, llorar y gritar. Después que llegaron las practicantes, cambiaron y se tranquilizaron porque vieron el altruismo, la tolerancia para soportar las tribulaciones, y su comportamiento afectuoso. Todas estaban conmovidas. Las practicantes les contaban a menudo sobre las maravillas de Falun Dafa. Había un total de 10 practicantes en la celda.

Las reclusas estaban desesperadas porque sentían que sus días estaban contados, así que peleaban y gritaban. Yo les dije: “Deberían dar vuelta a la página y empezar de cero. Si empiezan a practicar Falun Dafa, vuestras vidas cambiarán. El Maestro Li las puede ayudar. Si están de acuerdo, podemos estudiar las enseñanzas de Falun Dafa juntas mañana”.

Al día siguiente una practicante trajo un Zhuan Falun a la celda. A todas las reclusas les gustaba leer con las practicantes. Falun Dafa verdaderamente las cambió. Abrieron sus corazones y se turnaban para leer Zhuan Falun. Cuando compartían, buscaban sus propias fallas. Ellas decían que si hubieran conocido Falun Dafa antes, nunca hubieran llegado al punto en sus vidas donde destruyeron a otras familias como también las suyas.

Una mañana la jefa de la celda abrió el libro en la página donde está la foto de Shifu y lo puso arriba del calefactor. Cruzó las piernas y con las manos unidas mostró su respeto. El resto de las reclusas siguieron su ejemplo y mostraron su respeto a Shifu. Una de las reclusas con pena de muerte dijo con lágrimas en sus ojos: “Shifu, por favor permítanos ser sus practicantes. Si incluso pudiéramos vivir solo un día, lo seguiríamos y practicaríamos Falun Dafa”.

Pasó una hora y nadie se movió. Las reclusas estaban llorando y no desayunaron. Una policía miró dentro de la celda y se fue sin decir nada.

Las reclusas comenzaron a estudiar Falun Dafa y hacer los ejercicios. Un día estudiaron ocho lecciones seguidas. El corazón de todas mejoró. Una reclusa de nombre Liu decidió cultivarse en Dafa y se recuperó del dolor de articulaciones en sus manos poco después de comenzar a practicar. Estaba muy agradecida con Shifu y Dafa.

Los casos legales de algunas de las reclusas cambiaron debido a su elección de practicar Falun Dafa: Una reclusa con pena de muerte fue exonerada; dos reclusas con pena de muerte recibieron una reducción en su sentencia y la pena de muerte quedó suspendida; una reclusa que estuvo siete años fue exonerada; otra reclusa que estaba sentenciada a siete años obtuvo una reducción a tres años.

Sin embargo, durante este tiempo, una reclusa de nombre Liang, renunció a Dafa. Fue ejecutada después de haber recibido una suspensión de ocho meses. Estaba tan arrepentida de no haber atesorado Dafa antes de morir.

Guardia empieza a practicar Dafa

Una guardia de nombre May, vio los cambios en las reclusas y fue testigo de los milagros que Dafa creó. Me agradeció sinceramente. Muchas veces me llamaba a su oficina y me pedía que le cuente sobre Dafa.

Me trajo dumplings y abrigos. Le dije que los practicantes tenemos familias felices, pero que para que la gente sepa que Dafa es bueno y ayudar a que la gente esté a salvo de los desastres, dejamos nuestros hogares para apelar por justicia para Dafa. Se disculpó por malinterpretar a los practicantes.

Le dije que era algo muy bueno que nos hayamos encontrado y que pueda entender más sobre Dafa.

Le pregunté si quería practicar Falun Dafa. Ella estaba preocupada por si el Maestro la aceptaría porque persiguió a los practicantes. Le dije: “Shifu salva a cualquiera que crea en Falun Dafa”. Poco después comenzó a practicar Falun Dafa.

Cuando veía a otros policías perseguir a los practicantes, intervenía y los detenía. Un día golpearon a dos practicantes severamente y las colgaron de una cuerda con sus manos esposadas. Ella las vio al día siguiente, abrió sus esposas a pesar de la regla de la prisión que prohíbe que otros guardias abran las esposas que ellos no colocaron. Ubicó a las practicantes en una celda y les llevó dos paquetes de fideos instantáneos y las alimentó personalmente.

Esta guardia siempre tiene los libros de Dafa en su bolso. A veces envía libros de Dafa a los practicantes en otras celdas. Un día su nuera escondió el Zhuan Falun y le dijo que lo había quemado. Ella se puso a llorar y dijo que Zhuan Falun era más importante que su propia vida. Su nuera le devolvió el libro.

Varios guardias estaban impresionados con los cambios de las reclusas. Siempre que tenían trabajo para mí, se acercaban. Les conté sobre Dafa, y dejaron de perseguir a los practicantes. Les pidieron a sus esposas que me trajeran frutas cuando ellos estaban de servicio.

Cuando se publicó un jingwen de Shifu, hacía un mes que había sido liberada. No sabía cómo hacerles llegar el jingwen a las reclusas. May vino a verme y me dijo que las reclusas me extrañaban mucho, especialmente la que solía tener epilepsia. Me pidió que la visitara.

Así que al día siguiente les llevé el nuevo jingwen a ellas. May abrió la puerta para mí. No me quedé mucho tiempo por consideración hacia la seguridad de May. Les dije a las reclusas que se cultiven diligentemente y que salgan lo antes posible.

Han pasado 17 años ahora. Estas historias en el centro de detención están vívidas en mi mente.