(Minghui.org) Empecé a practicar Falun Dafa, también llamado Falun Gong, en junio de 1995. Aunque no he visto nunca al Maestro en persona, durante mis 21 años de cultivación, he depositado toda mi fe en el Fa que enseña el Maestro.

Estudio el Fa diligentemente y no me comparo con otra cosa que no sea el Fa. Sigo las instrucciones del Maestro diligentemente durante el envío de pensamientos rectos para así atravesar todas y cada una de las pruebas y tribulaciones. También envío pensamientos rectos para detener la persecución.

Por eso, he sido capaz de transitar mi camino de cultivación, sin contratiempos, hasta el día de hoy.

Abandonando el centro de detención

Cuando el partido comunista chino lanzó la persecución contra Falun Gong, en julio de 1999, fui a Beijing para apelar al gobierno. Fui arrestada, y me llevaron de vuelta a mi ciudad para encerrarme en el centro de detención local.

Las guardias intentaron obligarme a escribir una declaración que garantizara que dejaría de practicar Falun Gong. Me amenazaron con trasladarme a un campo de trabajo forzado si me negaba a colaborar.

Me mantuve tranquila y no me afectaron sus amenazas. Les conté por qué fui a apelar a Beijing y les hablé sobre las experiencias milagrosas que viví desde que empecé a practicar Falun Gong. También les dije: “Cuando un médico cura la enfermedad de una persona, esa persona sentirá una inmensa gratitud hacia ese médico. Estuve enferma durante la primera mitad de mi vida y el Maestro de Falun Dafa me curó en solo unos días. Me pides que traicione a mi Maestro y lo difame. Eso no es posible”.

Hablaron conmigo muchas veces para obligarme a escribir la declaración. Cada vez que me hablaban, recitaba el Fa del Maestro en mi mente y no escuchaba ni una palabra de lo que me decían.

Me liberaron un mes después.

Vuelve el dinero de la fianza

Alguien de la oficina de seguridad de mi unidad de trabajo, me llamó para decirme que podía salir del centro de detención y marcharme a casa porque me habían pagado la fianza. Las condiciones para mi liberación fueron: “Durante el período de libertad bajo fianza, no puedes entrar en contacto con nadie, ni desplazarte libremente”.

Enviaban a gente para que me vigilara las 24 horas del día, pero no permití que eso me intimidara y seguí yendo al trabajo con normalidad y cumpliendo con mis obligaciones.

Un viernes por la tarde, el jefe de seguridad me llamó para que fuera a su oficina. Me dijo que tenía algo importante que discutir conmigo. Llegué, y al momento, se presentaron otras tres personas. Trataron de convencerme, durante cuatro horas, para que escribiera la declaración de garantías y me amenazaron con detenerme, de nuevo, si no lo hacía.

Sencillamente, les conté por qué no podía hacerlo y por qué no abandonaría mi creencia en Falun Gong.

Cuando llegó el momento de marcharse, me dijeron: “Le dejaremos el fin de semana para que lo piense. Vuelva el lunes, y si entonces no escribe su declaración, la pondremos bajo custodia”.

Mis nociones humanas empezaron a aflorar cuando llegué a casa, y pensé en abandonar la región para evitar que me arrestaran.

Mientras pensaba en esto, recibí una llamada telefónica de otro practicante de Dafa. Me habló sobre un artículo del sitio web Minghui, en el que se recomendaba a los practicantes que enviaran pensamientos rectos todos los días en los cuatro horarios que se habían establecido.

Lo puse en práctica enseguida. Entonces comprendí que no debía marcharme, porque nadie podía dañarme si hacía lo que un practicante debe hacer.

Cada tarde, cuando enviaba pensamientos rectos, me sentía envuelta en un campo de energía muy fuerte. Me ocurrió durante toda esa semana, cada vez que empezaba a enviar pensamientos rectos.

El jefe de seguridad me llamó el lunes por la mañana y me preguntó en un tono mucho más amigable: “¿Va usted a escribir su declaración?”.

Le respondí con firmeza: “No, no la voy a escribir”.

Me dijo: “Si no la escribe, ¿Qué le voy a decir a esas personas cuando me pregunten?”.

Le respondí: “Lo que tienes que decirles ya lo sabes. Sin embargo, lo que tú quieres contarle a ellos no se corresponde con lo que piensas”.

Me colgó el teléfono.

Fue la primera vez que experimenté el poder extraordinario de enviar pensamientos rectos y desde ese momento, adquirió gran importancia para mí.

Algunos meses después, me llamó otra vez para que me presentara en su oficina. Cuando llegué, me dijo: “Su período de libertad bajo fianza acabó. Vaya a la comisaría de policía y pida que le devuelvan el dinero de la fianza. Le pertenece. Pero, primero tiene que escribir la declaración”.

Pensé: “¿Todavía confía en que la escriba? ¡Eso no es posible!”.

Envié pensamientos rectos y fui a la comisaría de policía. Recuperé con dignidad, los 3.000 yuanes del dinero de la fianza sin incidentes.

Desde el día en que el Maestro nos enseñó a enviar pensamientos rectos, he persistido en no faltar a mi obligación, cada día. En los últimos años, envío pensamientos rectos como mínimo de siete a nueve veces, todos los días y en cada ocasión los extiendo durante media hora.

Las consecuencias de no negar completamente la persecución

Mientras repartía materiales informativos de Dafa, en mayo de 2007, me arrestaron y me llevaron a la comisaría. Después me trasladaron al centro de detención.

La gente detenida en el centro me dijo que nadie que practicara Falun Gong había sido puesto en libertad, y que siempre se los condenaba a prisión. Después supe que a los practicantes se les condenaba por un período mínimo de tres años.

Mi primer pensamiento fue negar estos arreglos completamente. Supliqué al Maestro que me ayudara, en mi corazón. Intensifiqué mis pensamientos rectos y creí con firmeza que saldría del centro de detención, porque no era un lugar donde debía permanecer.

Como pretendía practicar mis ejercicios en total libertad, contacté con la líder de las reclusas y le hablé sobre Falun Gong. Seguí los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, para que mis acciones reflejaran el verdadero comportamiento de una practicante de Dafa.

Las reclusas no se podían duchar con agua caliente, a menos que fueran ancianas o estuvieran menstruando. Yo era la más mayor de las detenidas en ese momento, tenía 61 años, pero nunca pedí ducharme con agua caliente.

La cabecilla de las reclusas se conmovió y empezó a mostrarme gran admiración y respeto. Incluso me elogió delante de todas en el centro de detención. Dijo: “Todas las demás se pelean por ducharse con agua caliente, pero la practicante de Falun Gong no lo hace. Las personas que practican Falun Gong, en realidad, son diferentes de las demás”.

Me dispensó de participar en cualquier trabajo duro o en cualquier otra actividad obligatoria, y me dejó que estudiara el Fa, hiciera los ejercicios y enviara pensamientos rectos, a tiempo completo. Siempre que podía, le hablaba a las reclusas y a las guardias sobre Dafa y la persecución, y les ayudaba a renunciar al PCCh y a sus organizaciones afiliadas.

Cuando enviaba pensamientos rectos las cuatro veces al día establecidas, tomaba como objetivo a aquellos que me habían arrestado o que estaban involucrados en mi caso judicial.

Cuando me enteré de que mi caso había sido transferido de la comisaría a la fiscalía, envié pensamientos rectos para hacer que lo devolvieran a la comisaría y lo volvieran a examinar. Mi intención era retrasar el proceso para así disponer del tiempo necesario para poder eliminar a las viejas fuerzas y que el tribunal no me sentenciara.

Mirando atrás, me doy cuenta de que no negué los planes de persecución de las viejas fuerzas completamente. Solo combatía la persecución mientras permitía que me persiguieran manteniéndome encerrada en ese centro detención.

El día antes de mi audiencia, mi abogado me pidió que me declarara culpable y me dijo que si no lo hacía, las consecuencias serían devastadoras. Añadió: “Si admite su culpabilidad, su sentencia, con toda probabilidad, se reducirá a la mitad”.

Le respondí rotundamente: “Todos los practicantes de Dafa son buenas personas. ¿Cuál es nuestro crimen? Además, creo que no van a ser capaces de sentenciarme”. Le hablé con total confianza y me sentí con fuerzas.

Cuando el abogado me preguntó, cómo podía estar tan segura de eso, le respondí con algunas palabras del Maestro:

"Con los dizi repletos de pensamientos rectos,
el Shifu posee el poder de llevarlos al Cielo".

(Bondades entre el Shifu y los dizi, de Hong Yin II)

Le pedí que le dijera dos cosas a mi familia. Una era que no debían llorar cuando me vieran en el juzgado. La otra era que debían mantener un solo pensamiento en sus corazones y en sus mentes: Que no me iban a sentenciar.

El abogado me prometió que les haría llegar mi mensaje.

Al día siguiente, de camino al juzgado, empecé a enviar pensamientos rectos. Cuando vi a mis familiares ni siquiera los saludé, sino que continué enviando pensamientos rectos para limpiar los elementos perversos de la sala del tribunal. También pedí ayuda al Maestro para que impidiera que los funcionarios cometieran un crimen al perseguir a practicantes de Dafa.

El tribunal les concedió a mis familiares un momento para que me intentaran convencer, pero cuando el juez vio que mi familia era incapaz de persuadirme y hacer que cumpliera con los requerimientos del tribunal, se limitó a hacer su trabajo, y rápidamente se enfrascó en el proceso.

Intenté memorizar, por todos los medios posibles, las imágenes de todos y cada uno de los presentes en la sala: del fiscal, del juez, de los miembros del jurado y de los secretarios.

Cuando regresé al centro de detención, envié pensamientos rectos e imaginé a esas personas dentro de mi campo dimensional. Entonces, les hablé: “Han estado involucrados en muchas sentencias a practicantes de Dafa y han cometido pecados graves. Deben reparar cada uno de esos pecados cuando llegue el momento. Nuestro Maestro es benevolente y sabe que ustedes también son víctimas. Si enmiendan sus caminos, nuestro Maestro los podrá ayudar. Pueden empezar por no tomar partido en perseguirme”.

Esa noche, soñé que mi hijo y mi nuera me esperaban fuera del centro de detención para llevarme a casa.

Efectivamente, un par de días después, me dijeron que tomara mis cosas y que me preparara para marcharme.

Cuando, por fin, pude ver mi veredicto, me conmovió mucho. Aunque el veredicto se basaba en mucha información fabricada por el tribunal, contenía la decisión expresa de la corte suprema popular de mi caso fuera devuelto a la comisaría en el plazo de un mes.

Me entristecí porque fallé en negar completamente a las viejas fuerzas, aunque no hubiera sido sentenciada, aún permanecería retenida, en el centro de detención, 10 meses más.

Esos 10 meses los provoqué yo misma, porque le había dicho al Maestro: “No quiero estar detenida aquí más de un año”. Después de permanecer detenida durante esos 10 meses, le dije al Maestro. “Necesito salir de aquí”.

La importancia de enviar pensamientos rectos

Desde que comprendí la importancia y el poder de enviar pensamientos rectos, he permanecido diligente y nunca dejé de hacerlo, sin importar cómo estuviera de ocupada. Me saltaría una comida para enviarlos.

Puse en práctica esta forma de pensar, y sin importar dónde me encontrara o qué estuviera haciendo, los resultados eran siempre buenos y eficientes. Fuera ayudando a la gente a renunciar al PCCh, distribuyendo folletos o participando en otros proyectos de Dafa.

En una ocasión envié pensamientos rectos directamente sobre una gran obra en construcción para salvar a la gente que estaba allí.

Como resultado, fui capaz de hablar abiertamente a todas las personas que encontré dentro.

Muchos de los trabajadores, directivos y líderes del partido de mi región ya me conocen. La policía también sabe quién soy y lo que hago, pero nunca me molesta.

Creo que con la situación actual que se vive en China, si enviamos pensamientos rectos persistentemente y somos diligentes, ayudaremos definitivamente a que los practicantes en China, superen las dificultades y puedan salvar a más seres conscientes, sin correr ningún peligro.

Lo anterior es mi entendimiento personal. Por favor, señalen cualquier cosa inapropiada.