(Minghui.org) Cuando firmé mi querella penal contra el ex dictador chino Jiang Zemin, una escena chispeó en mi mente.

Una pared separando el mundo humano y el infierno apareció. Estaba parado en la celda sombría en la que me quedaba cada noche. De nuevo miré hacia afuera por la ventana, imaginando el tráfico y las luces de neón. Cómo deseaba tener un par de alas para volar por sólo un momento y sentir el aire libremente.

Este era un recuerdo de un momento en mi vida donde me vi obligado a huir de mi casa para evitar seguir siendo perseguido. Cada noche, me paraba al lado de la ventana del miserable cuarto que alquilaba, solo. Mirando el cielo oscuro de la noche, intentaba enfocarme en la alegría de la libertad física. No dejaba correr libremente mis pensamientos, porque entonces sucumbiría al dolor de no poder ver a mi familia. La preciosa pequeña libertad que tenía en esas húmedas olas de tristeza, eran como rápidas corrientes listas para golpearme y consumirme en cualquier momento.

Así es, soy uno de los más de 100.000 demandantes que presentaron sus querellas penales contra Jiang Zemin ante las cortes supremas chinas. Soy un practicante de Falun Gong cuya vida dio un vuelco repentino cuando Jiang lanzó la persecución en julio de 1999 cuando era el líder del partido comunista chino.

Mi dolorosa experiencia me ha mostrado el significado de la libertad espiritual y física para un ser humano. Me ha ayudado a comprender cómo la persecución es un crimen contra la humanidad. Jiang tomó control de los recursos de la nación y sujetó a los practicantes a injustas encarcelaciones, torturas, y lavado de cerebro. La brutalidad también llega a matar a prisioneros de consciencia de Falun Gong por sus órganos.

Leyendo otros casos de practicantes de Falun Gong publicados en Minghui.org, veo que todos y cada documento está repleto de experiencias personales como la mía.

Cada querella generalmente contiene unos pocos miles de caracteres chinos, pero cada carácter está empapado de dolor: familias destruidas, muerte de familiares, niños que perdieron la protección y el amor de sus padres, padres mayores en casa sufriendo por ver de nuevo a sus hijos, almas atormentadas en centros de lavado de cerebro y soportando segundo a segundo.

Al firmar mi querella me invadió una pesadez sin precedentes. He escrito mi nombre incontables veces en mi vida, pero nunca sentí este nivel de seriedad y significado. Tantos recuerdos me llegan como si se precipitaran en la punta de mi lapicera, con cada trazo, estaba escribiendo mi propia historia.

Dieciséis años de sufrimiento y dificultades al resistir la persecución pacíficamente han sido condensados en los caracteres. Y esa historia se quedará allí. Lo sé.

Estoy firmando mi querella penal para responsabilizar a Jiang por sus crímenes. Esto va más allá de enjuiciarlo ante cualquier tribunal. Se trata de tomar una postura y ser parte de los esfuerzos por rectificar las injusticias perpetradas en todos estos años.

Creo firmemente que el día del juicio de Jiang, el alcance del sufrimiento de los practicantes y la brutalidad de la persecución quedará revelada por completo. Quedará claro que los esfuerzos de la resistencia pacífica y el fin de la persecución no son meramente un conflicto entre dos grupos, pero una batalla entre el bien y el mal. Los practicantes, con su bondad y tenacidad, han llamado a despertar la conciencia del pueblo.