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Continúa de Parte 2
3- Asistiendo a las clases en Chengdu, provincia de Sichuan
Después que las clases en Dalian terminaron, el Maestro vio que no queríamos separarnos de Él, y nos dijo: “Habrá una serie de conferencias en Chengdu en junio. ¿Por qué no se unen a mí en el Monte Emei?”.
Algunos pocos practicantes y yo volamos a Chengdu. El conductor de nuestro taxi nos contó que hubo una sequía desfavorable unos pocos días atrás. Comenzó a llover el día que el Maestro llegó a Chengdu. Sabíamos que Él había traído bendiciones a la ciudad.
Llovió todos los días mientras estuvimos allí. Nos quedamos en el mismo hotel que el Maestro. Cada día que partíamos a la clase, era seguro que paraba de llover. Cuando retornábamos al atardecer comenzaría a llover en forma inmediata. Esto pasó cada vez, por lo que ninguno se preocupaba de llevar paraguas cuando dejábamos el alojamiento.
Aquel domingo, los practicantes locales nos invitaron a recorrer algunos lugares pintorescos. A medida que subíamos la Montaña Qingcheng, el Maestro dijo: “Me veo relajado, pero de hecho estoy cargando tremendo yeli por los practicantes. Tengo que solucionar numerosos conflictos históricos y deudas de los practicantes. Se siente como una gran montaña sentada sobre mí. Es duro dar cada paso. Pero si no lo cargara, ninguno de ustedes serían capaces de practicar”. Rompí en lágrimas después de conocer por lo que tuvo que pasar el Maestro por nosotros. Me dije que haría cualquier cosa por Él para disminuir su carga.
Todos estábamos cubiertos de sudor mientras subíamos la montaña. El Maestro nos compró pepinos y dijo: "Los pepinos son buenos para ustedes. Sacian la sed y contienen el hambre al mismo tiempo”. Todos sonrieron.
Había un templo Taoísta en la montaña. El Maestro nos condujo y contó cómo la gente moderna a menudo mezcla las prácticas de Budismo y Taoísmo. Mientras partíamos, escuché un sacerdote taoísta hablar de nosotros, diciendo. “¡Ellos no son cualquiera. Este es un grupo extraordinario de gente!”. Le conté al Maestro lo que escuché. Miró al sacerdote y dijo: “Tiene una muy buena base”.
El Monte Emei es una de las cuatro famosas montañas en el Budismo chino. Cuando llegamos allí, la lluvia paró, hacía frío y estaba brumoso. Habíamos escuchado que estaría realmente frío en la cima, por lo que le pedimos al Maestro rentar algunos abrigos por si acaso. Nos dijo de comprar solo algunos ponchos para lluvia. Pagué diez yuanes por diez de ellos, y el Maestro dijo que no necesitaba uno.
Tomamos el teleférico para llegar a la Cumbre Dorada. Una practicante le dijo al Maestro: “Veo un dragón”. Él le dio a entender que se mantuviera callada. Le pregunté al Maestro si había realmente dragones. Me dijo: "Sí, no están sólo en el interior del teleférico, sino también afuera".
Otros turistas tenían puesto pesados abrigos en la cima. Yo solo ropa de verano y un impermeable. Sin embargo no sentía frío en absoluto. Sentí que algo cálido subía desde mis pies. No podía ver mucho a través de la neblina, por lo que cerré mis ojos. Cuando lo hice, vi un Buda dorado sentado allí, meditando. El Buda desapareció, y entonces vi destellos brillantes. Abrí los ojos y vi en el cielo enormes Budas, uno al lado del otro. Algunos se veían como pusa (Bodhisattvas), y otros como Sakyamuni. No podía reconocerlos a todos.
Traté de estar calmado y solo mirar. Eran increíblemente brillantes, y no podía mantener los ojos abiertos. Volví la cabeza hacia la derecha, y más Budas aparecieron. Lo mismo pasó a mi izquierda. Normalmente, no podía ver nada con mi tercer ojo a menos que el Maestro quisiera que vea. Lo que vi aquel día fue su regalo.
Como compartimos nuestros pensamientos de regreso al hotel, el Maestro vino a vernos. Nos paramos y pidió que habláramos sobre lo que habíamos visto aquel día. Jiang de Guizhou dijo que vio muchos Budas, incluyendo Sakyamuni, Amitabha, Bodhisattva, Jesús, la Virgen María, Jehová, las Ocho Deidades y muchos otros que no pudo reconocer. El Maestro dijo que todos los grandes Fo estuvieron allí hoy. Le pregunté por los destellos que había visto. Respondió que era la explosión del universo y la desintegración de las estrellas.
“¡Aquí, déjenme escribir una palabra para ustedes!”, dijo el Maestro. Usó su dedo índice derecho y delineó un gran carácter de “Fo” sobre la pared. Vi la luz verde que venía de la punta de su dedo y le pregunté si la palabra se quedaría allí para siempre. Él asintió: "Sí, el que esté en esta sala será bendecido".
Media hora más tarde, un practicante vino a nuestra habitación. Exclamó al momento de entrar: “Wow, el Maestro escribió una palabra aquí”. Le preguntamos cuál era la palabra y dónde estaba escrita. Ella respondió correctamente. Nos quedamos muy sorprendidos.
Recuerdo una historia que esta practicante me contó una vez. Un día de verano en Beijing,estaba sentada del lado de afuera de la puerta. El tiempo estaba tan caluroso que pensó: “Qué lindo sería si hubiera una fresca sandía para aliviar al Maestro del calor”. Cuando pensó esto, un practicante vino con una sandía. Entonces pensó: “Sería bueno tener algo más”. Al poco tiempo otro practicante trajo otras frutas. Estaba entusiasmada que todo lo que deseaba fuera verdad. Cuando se paró, el Maestro vino hacia la puerta, y le dijo con cara seria: "Eso es suficiente. ¿Cuánto más quieres?”. Ella sabía que no debía tener esos pensamientos.
Luego nos dirigimos a Leshan y vimos la estatua del Gran Buda. Se veía vieja y tenía grietas en algunos lugares. Un practicante le dijo al Maestro: "Dijo que le duele su tercer dedo del pie, y la espalda está húmeda”. El practicante y yo fuimos a averiguar qué pasó. El tercer dedo del pie de la estatua estaba roto, y había una persona parada sobre ella tomando fotografías. Subimos y encontramos que había un arroyo que se formó después de la lluvia, y éste perdía agua sobre la parte posterior de la estatua. No es de extrañar, se quejó que estaba húmedo e incómodo. Se me ocurrió que la estatua era, de hecho, un cuerpo de Buda. Las historias de las personas que recibieron retribución de yeli poco después que rompieron estatuas de Buda durante la Revolución Cultural debe ser verdad.
Xu le dijo al Maestro que el Gran Buda se veía como una joven de 15 años de edad. Le hizo al Maestro un gesto de respeto y dijo: “Aquí está Buda Tathagata”. El Maestro dijo que el Gran Buda de Leshan solo podía ver hasta el nivel de Tathagata.
Cuando fue hora de partir, el Maestro gritó: “¡Aquellos del Paraíso Falun, vamos!”. Me sentí tan feliz, ya que era la primera vez que lo escuché decir que nosotros, practicantes, éramos del Paraíso Falun.
Después de regresar, me di cuenta que no había puesto película en mi cámara. Por lo que todas las fotos que pensé que había tomado del viaje con el Maestro no existían. Sabía que tenía apegos de fanatismo y de ser presumido, de ser capaz de tomar fotos con el Maestro. O, tal vez, algunas cosas del viaje estaban destinadas a mantenerlas en secreto.
(Continuará)
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