(Minghui.org) Era una niña afortunada. Nací en una familia feliz. Mis padres eran educados, y mi familia tenía una vida espiritual rica. Era activa, alegre y obediente. Siempre sacaba buenas calificaciones en la escuela. La gente admiraba mi corazón desinteresado y mi sonrisa sincera.
Pero algo doloroso me ha venido atormentando en los últimos 16 años como una pesadilla recurrente: la persecución a Falun Gong que el ex líder chino Jiang Zemin inició en 1999.
Mi madre comenzó a practicar Falun Dafa cuando yo tenía tres años. La práctica le otorgó buena salud y un camino espiritual. Me dejaba sentarme a su lado cuando leía los libros de Falun Gong. En poco tiempo, podía recitar los párrafos de los libros, y aprendí mucho de las enseñanzas.
Me beneficié también de la práctica. Siempre he tenido excelente salud. Nunca he necesitado medicamentos. Practicar Falun Gong también me ayudó a sobresalir en otras áreas de mi vida. En el jardín de infantes, gané el primer premio de la ciudad de Tianjin por mi danza. En primer grado me eligieron presidente de la clase.
Mi sol se oscurece
Pensaba que la vida sería feliz y libre de preocupaciones para siempre. Pero todo cambió de un día para otro en la noche del 19 de julio de 1999, cuando mi madre fue secuestrada por la policía y encarcelada en una prisión ilegal que funcionaba en un hotel. Nadie podía decirme por qué había sido secuestrada o cuándo regresaría a casa. Tenía siete años.
Dos días después, la televisión comenzó a emitir muchos programas atacando a Falun Gong. Mi madre luego me dijo que esos programas eran completamente falsos. Su postura firme enojó a muchos funcionarios del gobierno local. Sus compañeros en su unidad de trabajo querían convencerla de que abandonara su fe en Falun Gong.
Un día, mi tío, el hermano menor de mi madre, me llevó a visitarla a la prisión ilegal. Me dijo que debía rogarle a mi madre que renunciara a su fe, porque si no lo hacía, la policía la llevaría lejos y nunca regresaría a casa.
Tenía mucho miedo, y no entendía el razonamiento detrás de las palabras de mi tío. Pero aunque ese hotel era caótico y ruidoso, mi madre estaba muy calma. Me dijo que no tenga miedo, porque no había nada malo con ser una buena persona y seguir los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia. Dijo que no se daría por vencida, porque necesitaba que el gobierno supiera los hechos y se aclaren estos malentendidos.
Aunque era pequeña, la serenidad y confianza de mi madre me convenció. Pero aún no podía entender por qué Falun Gong había pasado, de repente, de ser una práctica buena y popular, a ser una ilegal, de un día para otro, aunque Falun Gong enseña a la gente a ser una buena persona. Estaba decidida a creer en Falun Gong y apoyar a mi madre incondicionalmente.
Mi madre eligió un camino correcto, pero difícil. Perdió su trabajo, un trabajo que amaba, y nuestra familia era constantemente acosada por la policía. Nuestro hogar fue saqueado por extraños que trabajaban para la policía local. Mi madre decidió apelar al gobierno central, y viajó a Beijing. Nuestra familia ya no tenía paz en nuestras vidas. Mi mamá fue detenida muchas veces. El miedo me acosaba como una sombra constantemente, y mi miedo sólo aumentaba a medida que crecía.
Desconocía dónde estaba detenida mi mamá o cuándo podría regresar a casa. Cada día después de la escuela, solo me esperaba un hogar vacío. Mi padre volvía después del trabajo y me preparaba una comida sencilla. Cuando me iba a dormir, él volvía a la oficina para seguir trabajando.
Me despertaba siempre por pesadillas, pero no había nadie que me reconfortara. Llamaba a mi padre una y otra vez por el busca personas, pero no aparecía. A veces lloraba hasta que me quedaba dormida del cansancio.
De a poco aprendí a peinarme, y me fui acostumbrando a estar sola en casa.
Mi padre estaba demacrado por la preocupación. Mis abuelos parecieron envejecer diez años en poco tiempo, pero me dije que debía ser fuerte. Estaba decidida a mantener a la familia unida, como si mi madre estuviera ahí.
No me atrevía a contar a ninguno de mis amigos sobre mi madre. Estudiaba duro porque creía que mi madre regresaría a casa luego de que apelara ante el gobierno para que la persecución se detenga. Tenía que mostrarle que era una buena hija y que no necesitaba preocuparse por mí
La paz dura poco
Un día antes del Año Nuevo Chino en 2000, mi madre regresó a casa, pero se había perdido mi octavo cumpleaños. Por supuesto, no teníamos fiesta de cumpleaños en dicha circunstancia.
Escuché que había estado en un frío centro de detención. No quería aceptar que mi amada madre había sido encarcelada. Su cuerpo estaba tan débil, pero su fe era aún fuerte. Elegí quedarme en silencio. Pero rezaba en mi corazón para que mi mamá no me dejara de nuevo.
Tenía sólo ocho años, pero ya había perdido hacía mucho tiempo el sentido ingenuo de seguridad que tiene un niño.
Escuché que mi mamá había sido golpeada porque intentó proteger a otros. Escuché que muchos tíos y tías que solíamos frecuentar también fueron encarcelados y sentenciados a trabajo forzado. Algunos fueron torturados con picanas eléctricas, o golpeados. Algunos fueron enviados a hospitales después de graves golpizas. Algunos murieron.
Al escuchar las terribles noticias, mi madre aún estaba en calma y decía que ser una buena persona no estaba mal, y que debemos explicar la bondad de Falun Dafa al gobierno para hacer que los líderes sepan sobre la brutalidad de la persecución.
Mi mamá se fue de casa unos meses después, el 26 de junio de 2000, cuando mi abuela no la vio, tomó un tren a Beijing.
Perdiendo de nuevo a mi mamá
Nuestra frágil vida de “paz” explotó. Me escondí en una esquina y escuché todo lo que decían los adultos.
Escuché que fue detenida fuera de la oficina de apelaciones de Beijing y la policía la trajo de regreso a nuestra ciudad. “Prisión, trabajo forzado o que abandone su fe”, dijo uno de los adultos. Estas palabras pusieron mi vida de cabezas. Mi madre fue sentenciada a un año y medio de trabajo forzado.
Mis vacaciones de verano comenzaban poco tiempo después. Mi padre me envió a casa de mi abuela y tío porque estaba muy ocupado trabajando. Me esforcé aún más en portarme bien, y aprendí a asegurarme que mis palabras y acciones no causaran problemas a otros.
Luego empezó el nuevo semestre. Mantuve cuidadosamente el secreto sobre mi madre a mis compañeros de clase. Hice de cuenta que nada había pasado.
Mi padre no quería dejar que vea a mi mamá en la visita mensual. Le preocupaba que mi pequeño corazón no lo soportara. Yo también temía pedir visitar a mi mamá. Sólo lloraba cuando no había nadie que pudiera escucharme.
Después descubrí en secreto la dirección del campo de trabajo forzado donde estaba detenida mi madre, y empecé a escribirle. Le conté que me estaban cuidando bien y que no tenía que preocuparse por mí. Escribí cartas y envié dibujos.
Al final, mi abuela insistió con que me llevaran a ver a mi mamá. La policía que monitoreaba la sala de encuentros dijo que ya sabía sobre mí. Dijo que era linda, obediente, y una niña excelente. Dijo que las cartas y dibujos que enviaba a mi mamá la habían conmovido hasta las lágrimas.
Mi mamá me abrazó, y no pude parar de llorar.
De regreso a una vida “normal”
Mi madre fue liberada después de once meses de trabajo forzado. Incluso después de volver a casa, ya no la vi más feliz. No tenía el trabajo y el puesto que mucha gente envidiaba. Y los medios seguían llenos de propaganda en nuestra contra. Mi mamá se sentía frustrada y decepcionada por la persecución del gobierno a Falun Gong.
Al mirar la propaganda, tuve algunas dudas sobre Falun Gong, también. Mi madre me explicó cómo la auto-inmolación en la plaza Tiananmen fue armada para culpar a Falun Gong. Me recordó la década de tormento que sufrió China bajo la revolución cultural, la masacre a los estudiantes que pedían democracia y libertad en la plaza Tiananmen el 4 de junio de 1989, y muchas otras campañas políticas contra varios grupos del pueblo chino. Me dijo que la persecución a Falun Gong tenía las mismas viejas tácticas del partido comunista.
Cada vez que hablábamos me decía que siempre tenía que mantener mi genuina compasión y bondad, y que hiciera mi propio juicio de lo que está bien y mal.
Con su experiencia laboral y habilidades, mi mamá consiguió rápidamente un nuevo trabajo. Nuestra vida familiar volvió a ser normal, al menos en la superficie.
Siempre me preocupaba que mi mamá no regresara a casa cerca de las seis de la tarde, y que fuera secuestrada por esos hombres malos de regreso a casa. Todas las noches, cuando el sol bajaba, la ansiedad se apoderaba de mí. No podía concentrarme en la tarea. Espiaba por el balcón hacia la esquina de casa hasta que una figura conocida aparecía. Entonces regresaba a hacer mi tarea.
El acoso policial genera terror en mí
Nuestra vida pacífica era superficial. En realidad, el acoso de las autoridades nunca se detuvo. En los “días sensibles”, cuando el gobierno esperaba que algunos practicantes pudieran actuar, las autoridades locales venían a controlarnos.
En la noche del 14 de junio de 2008, días antes de las Olimpíadas en Beijing, alguien golpeó nuestra puerta con la excusa de controlar nuestro medidor de agua. Mis padres estaban preparando la cena.
Mi padre abrió la puerta y vio a varios policías de la comisaría local vestidos de civil, acompañados por un hombre de nuestra oficina comunitaria. Querían llevarse a mi madre sin ninguna razón. Tampoco tenían una orden judicial.
El miedo y la ansiedad que había estado escondido muy profundo en mi corazón hizo erupción como un volcán. Me acurruqué en una esquina y temblaba. Pero no pude llorar ni emitir sonido. Me dije que debía ser fuerte y no mostrar debilidad que pudiera distraer a mis padres.
Quizás sólo duró unos minutos, pero el tiempo se congeló. Estaba sumergida en miedo. Todos los eventos tristes del pasado en nuestra vida pasaban por mi mente como una película.
Mi padre los detuvo en la puerta, mientras que mi madre pacientemente les explicaba parada detrás de él. Insistieron e insistieron. Al final, mi padre perdió la paciencia y les cerró la puerta.
Fue la primera vez que escuché a mi padre gritar. Que recordara, siempre fue una persona muy amable y antes nunca había levantado la voz.
Afirmando mi propia valentía
Poco a poco, pude darle sentido a mis experiencias mientras crecía. Me di cuenta de la importancia de una creencia recta. Mi madre fue un buen ejemplo para mí. Tras una década de persecución, no sucumbió ante la presión. En vez de eso, continuó con su práctica de cultivación. Parecía más joven y feliz. Incluso era más considerada con otros.
Ingresé a una universidad prestigiosa en Beijing en 2010. Cuatro años más tarde, empecé estudios de posgrado en la misma universidad.
Lejos de mi madre y de nuestra casa, confié más y más en los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia de Falun Gong, que están profundamente arraigados en mi corazón para guiarme. Mi mamá me llamaba a menudo por teléfono. Me alentó para que sea fuerte y salvaguardara mi santidad.
La naturaleza malvada del régimen nunca cambió. En el verano pasado, mi madre planeaba visitar a mi padre, que estaba trabajando en otra provincia. Las autoridades se enteraron de su viaje y la arrestaron el día anterior.
La policía saqueó nuestra casa y llevó los libros de Falun Gong, su computadora, e identificación. Dieron una razón falsa para el allanamiento y aseguraron que una persona había visitado nuestra casa, sin dar detalles específicos.
Mi padre me llamó para contarme sobre el incidente. Mi tía me envió un mensaje de texto con más detalles. Decidí volver a casa y enfrentar la situación.
Era tarde por la noche cuando llegué. Sola, entré en mi casa revuelta y saqueada. Esta vez, no tuve miedo. Una fe más fuerte y poderosa me acompañaba. Tuve una calma y serenidad sin precedentes. Estaba lista para enfrentar todos los desafíos, ya sea estar separada de mi mamá de nuevo, o ser incomprendida por otros. Apoyaría a mi mamá con valentía.
Mi madre fue liberada 30 días más tarde. Me preocupó verla tan delgada, pero mi miedo no tenía sustento.
Decidida a buscar justicia
El drama de toda mi vida entró en un nuevo capítulo este año.
Mi regreso de Vancouver a Beijing coincidió con un desfile militar a gran escala. Como lo planeamos, mi madre fue a recibirme al aeropuerto internacional de Beijing.
Cuando presentó su identificación para comprar un boleto de tren, el sistema emitió una alerta y la policía la detuvo. Le dijo que los practicantes de Falun Gong no tenían permiso de viajar a Beijing durante un desfile militar.
Cuando aterrizó mi avión, prendí mi celular, y vi un mensaje de mi padre que decía que mi mamá no podría buscarme. Mientras pensaba cómo trasladar mi equipaje me llamó mi mamá. “Dos policías me están llevando al aeropuerto para recogerte. Nos llevarán a casa también. Por favor, sé amable con ellos”, dijo.
Éramos las únicas pasajeras en el bus del aeropuerto, y los dos policías nos ayudaron a transportar mi equipaje.
El viaje de regreso a Taijin fue el primer contacto que tenía con este grupo de personas que nos había reprimido por tantos años.
Mientras conversábamos, mi madre les dijo que un policía que golpeaba a practicantes en el centro de detención había muerto muy joven de un estado avanzado de cáncer. Les dijo que era retribución de yeli, por sus malas acciones. Les pidió a los dos jóvenes policías que no participaran en la persecución a Falun Gong por su propio bien.
Noté que la actitud de ellos había cambiado. En lugar de insultarnos y amenazarnos, eran racionales y explicaron una y otra vez que era su trabajo y necesitábamos entendernos.
Este incidente me hizo pensar más en la persecución:
¿Por qué permiten los Cielos que esta persecución continúe? ¿Por qué hay tantos practicantes que aún arriesgan su vida o su libertad para contar a la gente sobre Falun Gong? ¿Por qué hay tantos niños que no pueden unirse con sus padres? ¿Por qué la gente en el sistema judicial y policial aún sigue persiguiendo a Falun Gong? ¿Por qué los casos de retribución de yeli no pueden aún despertar a algunos perpetradores?
Creo que todas las respuestas apuntan a Jiang Zemin, quien comenzó la persecución, y aún debe ser castigado. China tendrá libertad de creencia sólo después de que Jiang Zemin sea enjuiciado y que la gente que conoce la verdad no sea obligada a participar de la persecución. Los hijos de China también crecerán felices en una sociedad moral.
Así, tomé mi decisión: voy a demandar a Jiang Zemin. Mi propósito es que más personas inocentes conozcan la verdad sobre Falun Dafa y que China pueda entrar en una era sin mentiras ni violencia.
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Categoría: Opinión y análisis