[Minghui Net] La practicante Liu Guihong falleció en febrero de 2014, como resultado de un tratamiento de cáncer de pecho aplazado y maltrato durante su detención ilegal en junio de 2013.

A pesar de sus repetidas súplicas para ver a un médico, los guardias en el centro de detención de Wugongli rechazaron sus solicitudes y la gritaron: “¿Duele? ¡Aguanta!”. Pidieron ver la documentación del diagnóstico pero se negaron dejarle que llamara a su familia para tener una copia.

Una vez en el camino de curación haciendo los ejercicios de Falun Gong, vio su salud deteriorada hasta fallecer hace un mes. Su pecho sangró durante varios meses, le dolían los huesos y tenía dolor visceral. Bajó de peso unos 20 Kg. Tenía las vertebras afectadas y menguó 10 cm.

La Sra. Liu que era de la ciudad de Gongzhuling, provincia de Jilin, fue arrestada el 5 de junio de 2013 y sufrió 15 días, en el centro de detención de Wugongli, en el condado de Nongan.

A continuación su informe personal de sus ordalías, que encontró antes de su muerte.

El arresto

Me uní a otros siete practicantes y familiares para visitar a dos practicantes encarcelados en el centro de detención de Wugongli, el 5 de junio de 2013. Habían sido arrestados dos días antes.

Una vez que aparcamos el coche fuera del centro de detención, varios agentes aparecieron, nos rodearon, abrieron la puerta con una palanca y echaron a todo el mundo.

A la Sra. Cheng Lijing y a mí nos metieron arrastras dentro del coche policial. Me di cuenta de que el conductor era un policía de la comisaría de Gucheng. De camino, me dolió el corazón y  me sentí mareada. Me miró y dijo: “Si vas a vomitar hazlo en tu bolso”.

En la comisaría de Gucheng

El coche paró en la comisaría de Gucheng. Estaba tan débil que no tenía fuerzas para levantarme. La Sra. Cheng me ayudó a caminar. Tenía un dolor agudo en mi pecho y me di cuenta de que la úlcera había empezado a sangrar.

El dolor enseguida me llegó hasta las rodillas. La Sra. Cheng quiso ayudarme a levantarme pero un agente la detuvo. Gritó: “¡Vete! ¡No tienes que ayudarla! ¡Largate de aquí!”.

Otro agente me dio una patada en el trasero diciendo: “Te ves débil. ¿Por qué no te quedas en casa? ¡Vete y muérete! Mandaré tu cuerpo a la incineradora más cercana”. Un agente dijo a otro: “Le duele el pezón. Quítale la ropa y mira a ver si es verdad”.  Hizo muchos otros comentarios vulgares.

Desde las 10 h hasta a las 21 h, del 5 de junio de 2013, no podía levantarme en la comisaría de Gucheng y tenía que inclinar la cabeza contra la pared. Debido al dolor agudo, enseguida me tendí en el suelo. Nadie vino a verme. En lugar de ello, la policía me pateó una y otra vez, comprobando que estuviera viva.

Al principio no nos dejaban usar el baño. Después la policía nos dejó durante 20 segundos. Traté de levantarme para ir al baño varias veces, pero no podía. Un agente me humilló diciendo: “Te has mojado los pantalones”.

Alrededor de las 17.30 h, le dije a la policía que sufría cáncer de pecho y que tenía un dolor muy agudo. Les enseñé mi pecho sangrando para que vieran lo serio que era y le pedí que me liberaran inmediatamente.

 

Ilustración de la tortura: Arrastrada. 

La policía me ignoró. Dos me arrastraron al vehículo después de las 21 h planeando trasladarme a un centro de detención.

Trasladada al centro de detención de Wugongli

Desde entonces el dolor era intenso y apenas podía respirar. La policía me llevó arrastras hasta el coche y me tiraron entre los asientos.

Condujeron al centro de detención de Wugongli. Me examinaron, y me preguntaron la altura, el peso, edad y enfermedad. Les dije que sufría cáncer de mama y en ese momento tenía un intenso dolor. Seguían forzándome para firmar papeles de admisión y me llevaron a una celda.

No podía tumbarme en el suelo. Tenía dolor en el pecho y la espalda. Tenía dificultades para girarme y mi pecho seguía sangrando.

En repetidas ocasiones pedí ver al médico. Los guardias vieron mi pecho supurar y sangrar, pero dijeron: “No aceptaremos su solicitud a menos que la familia pueda mostrarnos los documentos del diagnóstico.

Luego pedí poder llamar a mi familia, pero los guardias  me echaron con una excusa tras otra. Pedí reunirme con el director del centro de detención. Los guardias siguieron diciéndome que estaba fuera de la oficina. Un guardia me chilló: “¿Te duele? ¡Aguanta!”.

No me liberaron hasta 15 días después. El maltrato y la tortura me causaron daños graves en mi mente y cuerpo. Permanecí muy débil. Mi estado continuó deteriorándose.