[Minghui Net] Entre mi arresto ilegal en 2000 y mi liberación en 2010, había pasado de ser una joven de 28 años a una mujer casi de cuarenta. Diez años antes, mi hijo de cinco años estaba gritando después de ser arrancado de mis brazos. Tras mi detención, ese mismo hijo era un adolescente de quince años. Mi marido se volvió a casar y ahora tiene una niña pequeña. Afortunadamente, mi madre seguía viva y bien, y mi hermana mayor y mi cuñada habían criado a mi hijo.

Cada día de aquellos largos diez años me sentía destrozada, pero sobreviví asegurándome de que el Fa siempre dominara mis pensamientos y continuando mi práctica de cultivación. Los milagros divinos aparecieron en el transcurso de estos diez años. Siempre sentí la compasión ilimitada de Shifu.

Practicar Falun Gong para recuperar la salud

Primero me escoltaron a un centro de detención local en 2000. Un agente de policía plantó su pie en mí para sujetarme las manos y rodillas. Me forzaron a beber un líquido inidentificable de un lavado. El mejunje me provocó vomitar sangre y me dio fiebre. Me salieron llagas por todo el cuerpo de combatir los patógenos. El tejido entre la boca y el esófago era como si se estuviera pudriendo y también rezumaba pus por todos lados.

Mi enfermedad forzó que el centro de detención me liberara antes de lo planeado. Cuando mi madre vino para llevarme a casa, me di cuenta de que había perdido la capacidad de sentarme derecha después de muchos días seguidos encarcelada con esposas, grilletes y otros instrumentos. Mi madre amablemente me puso una de las lecciones de Shifu para adormecerme. A la mañana siguiente me levanté pronto y todos los síntomas habían desaparecido. Mi madre preocupada me iba a ver periódicamente por la noche, solo para verme dormir sin ninguna preocupación en el mundo. ¡Creía que era un sueño! Mi madre atestiguó muchos milagros similares después de este.

En 2001 estuve confinada en un campo de trabajo forzado. Formé parte de una huelga de hambre por siete meses y obtuve la libertad para tratamiento médico. Mi madre me recogió y me llevó al hospital. Un mes después recuperé peso, de 30 Kg a 50 Kg. Mi presión sanguínea también volvió a la normalidad de un peligroso 50 mmHg. Mis riñones, corazón, e hígado también habían fallado pero enseguida volvieron a funcionar completamente. Mi doctor dijo que era un milagro médico porque no tomé ni pastillas ni inyecciones, y solo meditaba para llenarme de salud.

Posteriormente mi madre también renunció al partido comunista chino (PCCh) y dijo: “Creo que existen los dioses. De lo contrario hubieras muerto una y otra vez”.

Inyectada con medicamentos que no tenían efectos

En 2001 cuatro hombres fornidos me inyectaron a la fuerza medicamento similar a un antipsicótico. Les avisé: “Soy una practicante de Falun Dafa, así que nada puede dañarme. Sugiero que ni lo intenten”. El doctor que estaba implicado en la persecución dijo: “No te preocupes por ella. Dejarla marchar cuando acabe la inyección. En el momento que cuente hasta tres, estará en el suelo”.

Contó durante mucho tiempo mientras estaba allí sentada, calmadamente mirándole.

El doctor dijo: “¿Por qué no se cae?

Contesté: “Ya le he dicho que soy practicante”.

El hombre de al lado le dijo al doctor malvado: “¿Le has dado suficiente dosis?”.

“Si, la dosis era definitivamente lo suficientemente grande como para haberla noqueado ya”.

“¿Está caducado?”

“No, es un nuevo medicamento que solo se expendía aquí”.

“Entonces no es efectivo”.

“No, normalmente funciona bien. Pero si no me crees, ¿Por qué no lo pruebas? Todavía queda un poco”.

“Uh. No, no”.

Estaban asombrados, y luego me dejaron sola. Después de este incidente, el doctor finalizó su implicación en la persecución.

Desde 2007 había estado retenida en un centro de lavado de cerebro por varios días. También había participado en muchas huelgas de hambre. Para deshidratarme, el personal del lavado de cerebro me obligaba a comer huevos crudos. Me llevaban al hospital para continuar torturándome. No usaba el baño, y estaban completamente perplejos por mi falta de diarrea. Me preguntaron por qué, pero yo sabía que detrás de sus palabras tenían motivos siniestros. Después, me ponían medicamentos en la comida, así que le pedía a Shifu que los enviara a otra dimensión. Los medicamentos no tenían efecto, y continuaban dándome la misma comida narcotizada con la esperanza de deshidratarme o matarme de hambre. Me sentaba ahí cada día mandando pensamientos rectos. Los trucos malvados que usaba el personal del centro seguían fracasando. Mi último “guardia” estaba tan asustada de mí que fue a hablar con el director del centro de lavado de cerebro, y amenazó con renunciar a su puesto a menos que el guardia me diera comida normal.

Tóner falso se vuelve completamente funcional

En 2002 me escondí de las autoridades para evitar ser de nuevo encarcelada ilegalmente. Aproveché esos siete cortos meses para participar en un proyecto para validar el Fa en un sitio de producción de materiales de aclaración de la verdad. Sin embargo, muchas fuerzas malvadas interfirieron con nosotros dificultándonos comprar el equipo, producir, transportar y distribuir los materiales. Con nuestra experiencia en derrotar a las viejas fuerzas podríamos hacer una novela.

No sé mucho sobre impresoras, pero una vez me gasté más de 300 yuanes en un cartucho de tóner, el cual posteriormente un practicante con más experiencia comentó que era falso. Me senté, crucé las piernas en la posición de doble loto, y pedí la bendición de Shifu. Me puse delante el tóner y mandé pensamientos rectos durante media hora, esperando tener éxito. Resultó que este tóner duró mucho más que todos los otros, que eran más caros.

Los pensamientos rectos superan una situación hostil

En el invierno de 2000 fui a repartir materiales de aclaración de la verdad en la zona tibetana. Un compañero practicante y yo nos metimos en una furgoneta llena de tibetanos. Éramos los únicos chinos Han de ahí.

Un hombre tibetano se sentó a mi lado. Al otro lado, una anciana tibetana me hizo un gesto para que guardara mi dinero, para que él no me lo pudiera robar. Lo agarré firmemente, luego él se deslizó, empezó a tararear, y puso sus manos en mi cintura. No sentí miedo. Me pregunté si debía soportar eso como cultivadora. Pero luego me di cuenta de que soy una practicante de Dafa, y si el hombre, apoyado por el mal, cometía actos salvajes, también sería dañado. Recité silenciosamente: “Quiero rectificar todas las cosas que no sean rectas”, (Exponiendo el Fa en la Conferencia Internacional de Intercambio de Experiencias en Beijing), me giré, dirigiendo mis ojos a la ventana detrás de él. Sentí que salía de mi cuerpo una luz dorada, de repente el hombre gritó, dio un paso atrás y cayó de espaldas desconcertado. Lentamente le miré, y sus ojos revelaban miedo como si hubiera visto algo. Luego, sentí como si mi cuerpo se elevara, parecido a aquellas diosas tibetanas de las montañas cubiertas de nieve. Después de un minuto, clavé mis ojos de nuevo en la ventana, pero esta vez el hombre se levantó y se fue para la parte de atrás. Todos los tibetanos en la furgoneta vieron la escena atónitos, mientras la pareja amable que ahora se sentaba a mi lado me dio un cordial saludo. Comí, sonreí, y hablé con ellos.

 

El control recto de un perro

Una vez estaba en un triciclo aclarando la verdad cuando el conductor de repente paró de pedalear. Preguntándome que sucedía, le dije: “¿Por qué paras?”. Su voz temblorosa de miedo indicó: “¡Es un perro, un perro tibetano enorme!”. Eché un vistazo al animal negro peludo cerca del triciclo. El perro en la hierba era tan enorme como un lobo asesino de hombres. Crecí temiendo a los perros, pero esta vez sentí una sensación de calma en mi mente. Me levanté, señalé al perro y le exigí: “Criatura malvada, vete rápidamente. Estás molestando a los transeúntes que pasean”. Sentí que estaba hablando de la manera en la que lo hacían los ancestros, pero funcionó. El perro giró la cola, y se fue tan rápido como pudo. Salí del triciclo y le di al conductor un yuan extra como compensación por el susto. El conductor seguía conmocionado y con miedo de que el perro pudiera volver en cualquier momento. Le aseguré: “Todo está bien. No volverá. Vete tranquilo”.  Se recuperó y me dio el yuan extra que le había dado, contestándome: “No mujer, el precio que te di es lo que obtendré, ningún yuan de más, gracias”. Me miró una vez más con sorpresa y admiración antes de irse pedaleando rápidamente.

Entré en el hostal y cerré la puerta. Mi compañera practicante salió de la cama. De repente sentí una presencia cerca de mis piernas, miré hacia abajo y vi al perro tibetano feroz en mis pies. Estaba con la cabeza gacha mirándome obedientemente. Normalmente, el perro ladraría ferozmente a cualquiera que no fuera su amo, incluso a sus familiares. Sonreí felizmente: “Pequeña bestia, sabes quién soy y por qué estoy aquí”. Miró hacia arriba con una cara entusiasmada, sus ojos mostraban destellos de luz. Su cola se movía tan enérgicamente que pensé que se le caería.

En la última década, he vivido en la ciudad, montañas y praderas. Viví en Beijing para apelar por Dafa, así como en aldeas, comisarías, prisiones, campos de trabajo, hoteles usados para lavados de cerebro. Mis pensamientos rectos me ayudaron a combatir el dolor de las torturas, palizas, de la inanición, de las alimentaciones forzadas con medicamentes, entre otras ordalías. Pasé por varios fallos renales críticos, sarna, y otras situaciones peligrosas. Mis pensamientos rectos curaron mis heridas y disolvieron los reclamos ancestrales de reencarnación. Shifu siempre me ha cuidado, y me ha ayudado a fortalecer los pensamientos rectos con el fin de rechazar los arreglos de las viejas fuerzas. No puedo permitir que el mal me detenga de salvar seres conscientes, porque soy un Dafa dizi.