[Minghui Net] En el año 2004, fui condenado a cuatro años de cárcel en China en una prisión relativamente pequeña con unos 10 ó 20 practicantes de Falun Gong. Pusimos atención especial a hablar con los guardias de la prisión y los presos de los hechos de la persecución, tratando de impedir que los guardias cometieran crímenes en contra de los practicantes.

Había estado en la cárcel durante un año y medio, antes de darme cuenta que debía negarme a cooperar con cualquier orden de los guardias. Cuando el subdirector exigió saber por qué no llevaba el uniforme reglamentario de la prisión, respondí: “Porque no cometí ningún crimen”. Le hablé largo y tendido de Falun Gong y le dije que tendría un buen futuro si no cometía ningún crimen en contra de los practicantes. Finalmente dijo: “No voy a torturarlos ni acosarlos, ni a presionarlos para que hagan algo en contra de su voluntad”.

Cuando me enteré de que un practicante había sido torturado allí hasta morir, reuní los detalles y pasé la información al sitio web Minghui. Esto sorprendió y asustó a los guardias, después de esto no se atrevieron a torturarme. Otra media docena de practicantes se rehusaron también a vestir el uniforme de la prisión. Esto continuó por cerca de medio año y no los torturaron durante ese tiempo.

Yo no era ni firme ni fuerte mentalmente, un día me desvié del Fa. Al día siguiente, un guardia, que apestaba a alcohol me vio y me dio una severa paliza. Entonces me vi obligado a usar el uniforme de la prisión. Ellos pensaban que yo era el cabecilla y que si hacía lo que ellos querían, los demás lo seguirían. El ambiente de la cárcel inmediatamente empeoró. Inicié una huelga de hambre, pero los guardias me ataron a una cama de la muerte y me alimentaron salvajemente a la fuerza. Usaron todo tipo de medios sórdidos para torturarme.

Los practicantes fuera de la prisión se enteraron que me torturaban y publicaron la información en la página web de Minghui, dando detalles de los números telefónicos de la prisión y los nombres de los perpetradores. Los practicantes, tanto dentro como fuera de China, hicieron llamadas telefónicas, enviaron mensajes de texto y escribieron cartas a la cárcel. Los practicantes locales también hicieron volantes informativos acerca de mi situación y los distribuyeron a los familiares de los que me acosaban. Las autoridades y los guardias de la prisión estaban temerosos de que sus crímenes fueran expuestos. Los guardias que aún tenían consciencia dejaron de hostigar a los practicantes.

Gracias al apoyo de otros practicantes, después de que me ataron a la cama de la muerte por más de 20 días, los guardias dejaron de torturarme. Volví a negarme a vestir el uniforme de la cárcel y a no cooperar con las órdenes de los guardias. Cada practicante expuso a su manera la persecución en la cárcel. Los guardias ya no me torturaron durante más de dos años hasta que fui puesto en libertad. Se debió al apoyo de los practicantes y sus esfuerzos por denunciar la persecución.

Fecha de publicación: 16/12/2010