(Minghui.org) Me llamo Connie Ji. Mi papá, dos de mis tíos paternos, mi abuela materna y un tío materno estuvieron invadidos de cáncer. En mi generación en la familia, mi hermana mayor, una prima hermana y yo, todas padecimos del mismo destino cruel. Hoy todos en mi familia murieron menos mi hermana mayor y yo. Un total de ocho personas en mi familia, incluida yo, padecimos cáncer.

Ahora les contaré cómo sobreviví a este cáncer mortífero. Comencé a sentirme enferma en el otoño de 1995 y fui al hospital para ser diagnosticada. A través del ultrasonido, el doctor vio algo raro en mis vías biliares. En seguida hizo una TC (tomografía computarizada). Cuando el doctor vio el resultado de la TC, me preguntó: "¿Cuánto tiempo hace que se siente enferma?". "Por un tiempo", le contesté. La grave expresión facial del doctor lo decía todo. Supe que debía haber algo realmente malo en mi salud. Fui a un hospital aún más grande para una segunda opinión en la que finalmente me dijeron que tenía "lesiones en el páncreas".

Ahora que sabía que mi vida estaba en peligro, mi familia empezó a entrar en pánico. Tenía 43 años en ese entonces, y mi hijo acababa de cumplir 14 años. Para evitar que mi salud empeorara, mis suegros y mi esposo contenían sus lágrimas en mi presencia. Entonces mi familia decidió llevarme al Hospital de la Amistad Sina-Japón en Beijing para un mejor tratamiento médico. Los médicos y especialistas llegaron a un diagnóstico conjunto y determinaron que tenía cáncer en la cabeza del páncreas.

Sabía que el cáncer de páncreas era uno de los tipos más graves de cáncer. También supe que el cáncer de páncreas produce una cantidad extrema de dolor y la tasa de curación es casi nula en este tiempo. No había palabras para describir mis sentimientos. Le dije a mi doctor en llanto que no quería morir y le supliqué que me salvara la vida, pero sabía muy bien que nadie podía salvarme.

Empecé a tener ictericia porque el tumor obstruía mi conducto biliarcolédoco. Perdí el apetito y me puse extremadamente enferma. Solo algunos días después de que el médico confirmó mi cáncer de páncreas, decidió extirpar quirúrgicamente el páncreas, porque se consideraba la única opción de curación. Sin embargo, cuando el doctor abrió, vio que el tumor se había adherido a la vena cava inferior. Por lo tanto, la operación estaría asociada con tasas muy altas de morbilidad y mortalidad quirúrgicas, y el cáncer podría extenderse a otras áreas. Salió del quirófano, explicó la situación a mi familia y recomendó un tratamiento no quirúrgico, que podría ayudar a prolongar mi vida. Después de que mi familia aceptó la decisión del médico, el médico conectó quirúrgicamente el colédoco al duodeno para mantener mi sistema digestivo funcionando normalmente. En consecuencia me suturó sin quitarme el páncreas. Era otra forma de decirme que no había cura para mi cáncer de páncreas. Mientras esperaba fuera de la sala de operaciones, mi esposo rompió en lágrimas. Cuando me desperté de la anestesia, le pregunté a mi familia cómo estuvo la cirugía.

Cuando mi hermana mayor me dijo la verdad, mi mente quedó completamente en blanco. No podía pensar ni decir nada. Aunque no había esperanza de curarme, mi familia insistió en que siguiera con los tratamientos médicos en la medicina tradicional occidental y china. Estaba tomando medicina herbolaria tradicional china, así como quimioterapia y radioterapia. Estaba atormentada por el dolor físico del cáncer, los efectos secundarios de la quimioterapia y la sombra de la muerte inminente cada día. También me rompió el corazón pensar en mi hijo. Una vez recibí una llamada de mi hijo mientras recibía la quimioterapia. Comencé a imaginar que mi hijo no tendría mamá y que tendría que crecer sin el afecto de su madre. Entonces las lágrimas comenzaron a correr por mi cara.

Sabía que iba a morir muy pronto, pero nunca había pensado en cómo sería la muerte. No sabía la respuesta y no quería saber la respuesta. Pero tampoco quería pensar en la realidad. Había una barrera cruel que me separaba del resto del mundo. Me sentí sola y sentí que el mundo era indiferente y cruel. Cada día fui atormentada repetidas veces por ambas: la tortura físicas y psicológica sin final. No quería morir, pero el tormento diario parecía ser peor que la muerte. Lo que más temía era que pudiera morir después de que agotara finalmente cada onza de mi vida con un dolor extremo. Estaba abrumada por el dolor y abandoné toda esperanza de vida. El afecto y el apoyo de mi familia no pudieron mejorar mi estado de ánimo ni animarme a combatir el cáncer. Nadie en el mundo podría salvarme la vida. Aunque todavía estaba viva, sentía que nada en el mundo me pertenecía. Me sentí terriblemente sola. Es una sensación que solo una persona moribunda puede conocer. Pensé en pasar los días restantes en un templo budista porque al menos podía disfrutar de la paz y la tranquilidad lejos del mundo secular. Cuando discutí mi último deseo con mi esposo, ambos decidimos que era un deseo poco realista en mi condición. Tras la cirugía bajé de peso a menos de 40 kilos (90 libras). Casi todo mi pelo se había caído y parecía un fantasma con mi tez amarilla oscura y mi estructura esquelética.

Al final de 1996 mi salud llegó a estar aún peor y el dolor aumentaba. Casi no podía comer. No quería que mi esposo se preocupara, así que no le dije nada hasta que pensé que no iba más. Mi esposo sugirió que ingresara en el hospital otra vez, pero de verdad yo no quería porque no quería morir en el hospital. Entonces un día conocí a una mujer mayor que yo, que practicaba un qigong chino en un parque. Ella empezó la conversación diciendo que había estado viéndome por muchos días, y había querido iniciarme en Falun Dafa. “¿Por qué no intentas practicar Falun Dafa?”, dijo. “Vamos a empezar hoy a reproducir los videos de las conferencias del Fa por el Maestro Li Hongzhi. ¿Por qué no te unes a nosotros?”. Mientras escuchaba su invitación, inmediatamente decidí no regresar al hospital. Me llevó a la casa de otro practicante de Falun Dafa, quien voluntariamente asistía a la gente a aprender los ejercicios de Falun Dafa, y vimos juntos los videos. Estuve receptiva a las conferencias del Maestro Li Hongzhi. Sentada ahí mientras veía los videos me sentí muy cómoda. Ese día, cuando terminamos de ver los videos, el asistente voluntario me prestó amablemente una copia de Zhuan Falun, el libro principal de Falun Dafa. Terminé de leer el libro en tres días. Al cuarto día salí a las 4.00 a. m. Y me reuní con la mujer mayor para la práctica en grupo de los ejercicios de Falun Dafa. Ese día nevaba y soplaba el viento, pero ¡pude practicar los ejercicios de pie de Falun Dafa con los demás por una hora completa! Desde ese día he continuado practicando los ejercicios de Falun Dafa diario, con lluvia o sol, en invierno o verano.

Sentía como si hubiera encontrado mi camino a casa. Ya no me sentía sola y ya no temía a la muerte. Me sentía libre y en paz.

Antes de darme cuenta, mi salud empezó a mejorar. De todas formas todavía experimentaba dolor, y ocasionalmente vomitaba y tenía diarrea, sabía que eran signos de que mi cuerpo estaba siendo limpiado.

Podía comer y dormir bien y me sentía muy energética. Apenas dos meses después mi salud tuvo un giro esencial y me transformé en una persona sana. El Año Nuevo Chino llegó dos meses después de empezar a practicar Falun Dafa. Cuando mi familia y parientes me visitaron durante el Año Nuevo Chino, se quedaron estupefactos por mi recuperación. En mayo cuando el clima se hizo cálido, había subido mucho de peso y mucha de mi ropa me quedaba chica. Mientras seguía leyendo Zhuan Falun y practicando los ejercicios de Falun Dafa, se revelaban nuevos entendimientos del verdadero significado de la vida. Mientras intentaba conducirme de acuerdo con las enseñanzas del Maestro, mi salud seguía mejorando.

Llegué a estar más saludable cada día. Solía padecer de anginas crónicas y gastroenteritis, pero desaparecieron completamente como mi cáncer de páncreas. Ahora peso 59 kilos (130 libras) y estoy en perfecto estado de salud. Es porque practico Falun Dafa que mi tiempo de vida fue prolongado y mi vida fue transformada.

Falun Dafa no solo me salvó a mí y a mi familia, sino que ha devuelto la salud física y mental de millones de personas, así como sus valores morales. No solo estoy compartiendo mi historia como un testimonio del poder milagroso de Falun Dafa. También deseo servirme de ella para validar el hecho de que Falun Dafa es una práctica de cultivación recta, que enseña a las personas a mejorar sus valores morales y recuperar su verdadera naturaleza. Sinceramente espero que la gente china deje de ser víctima de la propaganda difamatoria y fraudulenta de Jiang Zemin contra Falun Dafa. Falun Dafa es magnífico.

Nota del editor:
Publicado en el libro: Vida y esperanza renovadas: El poder curativo de Falun Dafa
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