(Minghui.org) He alcanzado la edad de 72 años, pero fui introducido a Falun Gong antes de 1999, año en que comenzó la persecución. Sin embargo no traté a la cultivación seriamente por ese entonces. Cuando el partido comunista chino (PCCh) lanzó la persecución, dejé de practicar. Con la ayuda de compañeros practicantes, retorné a la cultivación en 2004.

Más de 10.000 personas renuncian al PCCh

Cada mañana memorizo poemas de Hong Yin del Maestro Li, el fundador de Falun Dafa, y estudio una o dos lecciones del Zhuan Falun, el libro principal de esta práctica de cultivación. Practico el juego de cinco ejercicios diariamente, y nunca me salté un día.

A la tarde, me paseo en bicicleta por las afueras de la ciudad para hablar con las personas sobre Falun Gong. A todos les doy un volante de Falun Gong una vez que están de acuerdo en renunciar al PCCh y sus organizaciones afiliadas. A aquellos que no se unieron al PCCh les pido que reciten “Falun Gong es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno” cuando les sea posible o estén en peligro. Ayudé a más de 10.000 personas a renunciar al PCCh.

Muchos se rehusaron a escucharme, algunos me amenazaron con denunciarme a la policía y otros trataron de humillarme. Tomé todo como algo bueno, porque estaban ayudándome a eliminar mis apegos. Recuerdo las enseñanzas del Maestro en todo momento.

En ocasiones experimenté karma de enfermedad, pero en tanto fuera capaz de caminar, salía afuera a hablar con las personas sobre Falun Gong. Me recupere rápidamente de cualquier malestar.

El Maestro ha pavimentado el camino para mí, y estoy comprometido a tener éxito en tanto siga pensando en Falun Gong y el Maestro en momentos críticos.

Fui arrestado en tres oportunidades, y liberado en cada una de ellas. Sé en lo profundo del corazón que el Maestro estaba protegiéndome.

Liberado luego de 20 horas

Me quedé con mi hijo un tiempo cuando fue a trabajar a una ciudad del nordeste. En esa zona no vivían muchos practicantes de Falun Gong, así que pocas personas habían oído los hechos. Decidí quedarme allí más tiempo, para que las personas pudieran escuchar la verdad sobre el por qué esta práctica era perseguida.

Estudiaba el Fa todas las mañanas y por la tarde repartía DVDs de Shen Yun Performing Arts. Explicaba a las personas que Shen Yun estaba recuperando el tesoro cultural de china, perdido gracias al partido comunista.

En una ocasión fui denunciada por el gerente de un centro comercial por distribuir materiales informativos de Falun Gong. Fui arrestada y llevada a una comisaría.

La policía me trató como a un prisionero. Demandaron que les dijera mi nombre, dirección, nombre de mi hijo y detalles de contacto. Me aseguraron que mi hijo vendría a recogerme.

Las palabras del Maestro estaban embebidas en mi mente. Yo sabía que no tenían derecho a perseguirme. No respondí a sus preguntas, y solo les conté sobre las bondades de Falun Gong, y por qué Jiang Zemin, ex líder del régimen comunista chino, lo perseguía. Fui liberado 20 hs después.

El incidente mostró claramente lo que el Maestro dice en su poema:

“Con los dizi repletos de pensamientos rectos,
el Shifu posee el poder de llevarlos al Cielo”

(“Bondades entre el Shifu y los dizi” de Hong Yin II)

Liberado el mismo día

Varios meses después, mi hijo fue arrestado por distribuir DVDs de Shen Yun, mientras que yo pude escapar de la policía. Salté a un autobús. La policía cercó parte de la ciudad para encontrarme.

Fui al departamento de mi hijo y tuve que pedirle al guardia comunitario que me abriera la puerta. Sin embargo confiscó mi identificación. Poco después, llegó cerca de una docena de policías. Me arrestaron y saquearon el departamento.

En la comisaría, me rehusé a responder las preguntas que me hacían. Dos policías me quitaron el cinto y me pidieron que sostuviera mis pantalones, luego se turnaron para golpearme con el mismo cinto de cuero. Me golpearon hasta que estuvieron cubiertos de sudor.

Era verano y yo solo tenía puesto un suéter delgado, pero no sentí dolor. Me pregunté: “¿Qué está pasando aquí?”. Entonces comprendí que el Maestro había soportado el dolor por mí. Lloré pensando en esto.

El departamento de seguridad doméstica local, la oficina 610, y el centro de detención se rehusaron a aceptarme. Me habían hecho exámenes físicos y encontraron que no estaba bien del corazón y tenía otras enfermedades.

La policía me volvió a llevar a la comisaría. Allí, el director declaró que los materiales de Falun Gong y los DVDs de Shen Yun confiscados del departamento de mi hijo podían ponerme tras las rejas por diez años.

Me pidieron que sostuviera un DVD de Shen Yun en mis manos así podían fotografiarme. Pensé que no había nada que temer en eso, así que hice lo que me pidieron y me liberaron. Antes de salir caminando de la comisaría, me postré ante el Maestro tres veces.

Liberado después de seis horas

Fui arrestado una tercera vez por repartir materiales de clarificación de la verdad de Falun Gong a la policía.

Tenía 100 copias de cartas que clarificaban la verdad, que había impreso en un centro de fotocopiado, y puse cada una en un envoltorio con la siguiente nota: “Por favor, termine de leer esta carta y atraerá buena fortuna”.

Repartí alrededor de 30 de ellas en el primer piso de una comisaría. Luego volví a casa por más. Mientras las repartía en el segundo piso, el jefe del comité de asuntos políticos y legales me atrapó.

Llamaron al jede de la oficina 610, que vino con varios hombres a interrogarme. Me inspeccionaron. No les dije nada, excepto que Falun Gong hacía bien a las personas.

Les dije: “¡Aléjense de mí! ¡Nadie puede tocar mis cosas!” Todos se quedaron a un metro de distancia. Les mostré todo el dinero que tenía en mis bolsillos y les dije que no podían tenerlo.

También llamé a mi hijo y le conté que había sido arrestado. Le pedí que acudiera a compañeros practicantes y me rescataran.

El jefe de la oficina 610 siguió golpeándome y amenazándome. Les dije a los policías que no tenían derecho a perseguirme y que hoy mismo me iría a casa. Les dije que las decisiones las tomaba mi Maestro.

El jefe de la oficina 610 y sus hombres discutieron mi caso por un tiempo. Luego de seis horas me soltaron.