(Minghui.org) Los antiguos chinos hacían hincapié en guiar el comportamiento de uno, siguiendo los principios celestiales e incrementando la virtud por medio de mejorar el carácter moral. Muchas escrituras sagradas le dan prioridad a acumular virtud por sobre hacer buenas acciones y creen que controlar la lujuria es una de las mejores maneras de acumular virtud.

El Sendero de la vida tranquila del Señor Wen Chang dice: "Aquellos que se entregan a la lujuria y se comportan de manera inapropiada empañan su naturaleza amable y su reputación. Actúan en contra de los principios celestiales y como consecuencia van a ser sancionados. Por consiguiente, los desastres sorprenden a estos pecadores y les viene una retribución del yeli (kármica). Si algunas personas no les tienen miedo a la retribución del yeli y persiguen estos inapropiados deseos, el castigo los puede golpear en cualquier momento. Sólo aquellos que aprecian la virtud y se disciplinan serán bendecidos".

Los antiguos chinos creían que aquellos que pudieran controlar la lujuria serían bendecidos. Incluso si uno no hace nada, los pensamientos impuros son igualmente inaceptables. Aquellos que violan los principios celestiales atraerán la desgracia sobre sí mismos y sobre sus futuras generaciones. A lo largo de la historia se han registrado muchos ejemplos.

I. Bendecidos por resistir la lujuria

Lin Maoxian vivía en la provincia de Jiangxi durante la dinastía Song del Norte. Tenía intereses académicos pero su familia era pobre. Así que pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo libros. A la esposa de un hombre rico le pareció que el Sr. Lin era peculiarmente atractivo y encontró una oportunidad para visitarlo intencionalmente.

Lin le dijo seriamente: "No manchemos nuestra reputación y carácter haciendo algo inapropiado. Los dioses están mirando”. La mujer se fue avergonzada.

Al año siguiente, Lin fue nombrado por el emperador como el funcionario de más alto rango académico. Sus cuatro hijos se convirtieron en exitosos eruditos, y su familia prosperó.

Los antiguos chinos reverenciaban la disciplina incluso cuando uno estaba solo. “No temerle a nada” se utilizaba generalmente para describir a personas con un carácter moral inferior.

La disciplina requiere dos características: el respeto y el temor. Respetar los principios celestiales, y si no, al menos temer a las consecuencias. El sabio sabe que nada se le escapa a los seres superiores; cada pensamiento y acción trae aparejada una retribución de yeli.