(Minghui.org) Me gustaría compartir varias historias reales de mi familia que demuestran los milagros que hemos experimentado al practicar Falun Dafa.

La historia de mi madre

Cuando era joven, mi madre sufría constantemente de mala salud, padecía diversas enfermedades, como reumatismo, cardiopatías y anemia. Tenía que tomar medicamentos e inyecciones todo el año. Sus gastos médicos representaban una enorme carga para su empleador, y se vio obligada a jubilarse antes de cumplir los 40.

Mi infancia se vio ensombrecida por los recuerdos de mi madre postrada en cama y hospitalizada con frecuencia, mientras que nuestra casa se impregnaba del olor a medicina china. Su constante irritabilidad hizo que esos años fueran aún más difíciles para mí.

A principios de la década de 1990, mi madre escuchó que el qigong podía curar enfermedades. Intentó varias prácticas, pero vio poca mejoría. En 1994, una amiga la invitó a una conferencia del Maestro Li Hongzhi en Dalian. Poco después, se produjo una transformación asombrosa. Antes, postrada en cama con frecuencia y propensa a resfriarse o contraer fiebre con la más mínima brisa, se convirtió en una persona completamente diferente, llena de energía y vitalidad.

Mi madre pronto abrió un pequeño restaurante cerca de casa. Estaba ocupada todos los días, pero nunca se quejaba de cansancio. Ya no necesitaba medicamentos ni visitas al hospital. Poco a poco, la sonrisa volvió a su rostro.

Al presenciar un cambio tan drástico, mi padre la apoyó firmemente en su práctica de Falun Dafa, a veces incluso la acompañaba al parque a practicar. Es más, después de que comenzara la persecución, dijo: «Estoy muy agradecido a Shifu. Si no fuera por Shifu, nuestra familia se habría separado hace mucho tiempo». Muchos años después, supe que, durante la hospitalización de mi madre, los médicos habían emitido repetidamente avisos de enfermedad grave.

La historia de mi abuelo

Mi abuelo comenzó a practicar Falun Dafa después de presenciar los impresionantes cambios de mi madre. Poco después de empezar a practicar, Shifu empezó a eliminar su yeli y a purificar su cuerpo. Durante tres o cuatro días seguidos, tuvo diarrea y vómitos, y sus heces estaban llenas de pus y sangre. Comprendió que era Shifu quien purificaba su cuerpo, pues había estado poseído por un espíritu en su juventud.

Tras eliminar su yeli, su salud mejoró notablemente. Viviendo en el cuarto piso, se ofreció como voluntario todos los días, hasta bien entrados los setenta, para limpiar los pasillos, desde el sexto piso hasta el primero, durante muchos años. Los vecinos solían elogiarlo por su buena salud y su buen corazón. Siempre decía: «Shifu nos enseña a ser buenas personas».

La salud de su abuelo mejoró notablemente después de empezar a practicar Falun Dafa. Podía leer la versión en letra pequeña de Zhuan Falun con claridad sin gafas. A sus ochenta y tantos, durante una visita a su hermano en su pueblo natal, llevaba más de 20 kilos de mijo a la espalda. Los familiares comentaron con asombro: "¡Miren a este anciano! ¡Se ve tan en forma! ¡No parece de ochenta años!". 

Cuando tenía 84 años, mi abuelo fue a una feria del templo. De regreso, un coche le atropelló accidentalmente el pie. La conductora, una joven, salió del coche aterrorizada. Mi abuelo le dijo: "No te preocupes, niña. Soy practicante de Falun Dafa. Shifu nos enseña a ser buenas personas según los principios de Verdad-Benevolencia- Tolerancia. Estaré bien. Puedes irte". La chica, atónita, repetía una y otra vez que había conocido a una persona amable. Le dio las gracias y se marchó rápidamente.

Al regresar a casa, el pie de mi abuelo se hinchó muchísimo y gradualmente se volvió morado oscuro. No tuvo miedo y continuó estudiando el Fa y practicando los ejercicios como siempre. No tomó ningún medicamento ni se aplicó ningún ungüento. Después de un tiempo, se curó por completo. ¡Esto demuestra la verdadera maravilla de practicar Falun Dafa!