(Minghui.org) En 2016 comencé a experimentar palpitaciones, mareos frecuentes y extrema fatiga. Tras una evaluación exhaustiva en el hospital de medicina tradicional china de la capital, me diagnosticaron trastorno de ansiedad.
Recibí tratamiento y tomé medicación durante más de un año, pero no mejoré significativamente. La sensación recurrente e intensa de que iba a morir me generaba aún más ansiedad. Justo cuando perdí la esperanza, mi suegra me habló de Falun Dafa (Falun Gong) y esto cambió por completo mi vida.
Shifu purificó mi cuerpo poco después de comenzar a practicar y recuperé la salud gradualmente. A través del estudio del Fa, comprendí que mi carrera como fisioterapeuta ya no me servía.
Dos meses después de dejar mi trabajo, una amiga me pidió que cocinara e hiciera pequeñas tareas para su madre. Descubrí que disfrutaba mucho de este tipo de trabajo y que era buena en ello. Me gusta realizar las tareas domésticas cotidianas, organizar la casa y cuidar del hogar. También valoraba el ambiente de trabajo sencillo. En comparación con un trabajo típico, trabajar para una familia implica menos conflictos, competencia y estrés. Me gustó tanto que desde entonces he trabajado como empleada doméstica.
"¡Tienes estándares morales muy altos!"
Tras el levantamiento de las restricciones por la pandemia de COVID-19 en 2023, encontré trabajo en una familia de una comunidad residencial cercana a la mía. Mis responsabilidades incluían llevar y recoger al niño del colegio y preparar la cena. Trabajaba tres horas al día, de lunes a viernes, y cobraba 1800 yuanes al mes.
Unos meses después, el niño comenzó una actividad extraescolar. La familia me preguntó si podía trabajar una hora más al día. Era difícil, ya que tenía que recoger a mi hijo y llegar a casa a tiempo para preparar la cena. Sin embargo, Shifu nos enseña a ser siempre considerados con los demás, así que acepté.
Con las horas extras, mi salario aumentó. La familia me ofreció 2400 yuanes al mes. “¿No es demasiado?”, les pregunté. La señora de la familia dijo: «No, no es demasiado». Me mostró los cálculos: «Ahora mismo ganas un poco más de 27 yuanes por hora, lo que son más de 81 yuanes al día. Si trabajas una hora más, ganarás 109 yuanes al día, y multiplicando eso por 22 días, son 2399 yuanes al mes; digamos 2400».
Se mostró satisfecha y me miró esperando mi respuesta. Pero no me parecía justo. Recordé que en la entrevista con la agencia de empleo doméstico me habían dicho que por cada hora extra diaria, mi salario mensual aumentaría en 300 yuanes, no a 600. Pensé: «Si no digo nada, técnicamente no estaría mintiendo». Si aceptaba el cálculo de mi empleadora, ganaría 300 yuanes más al mes. Pero si callaba para ganar más de lo que me correspondía, ¿no sería deshonesto y codicioso? ¿Qué tipo de practicante de Falun Dafa sería?
Le expliqué a la pareja las tarifas de la agencia y la señora se sorprendió: «¿En serio? No lo sabía». Le sugerí que consultara con la agencia. Le dije que tenía mis creencias y le guiñé el ojo jugando: «Si te contara en qué creo yo, podrías asustarte». Se rió. Seguí: «Practico Falun Dafa, que enseña los principios universales de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. No puedo ocultarte esta información porque nuestro Shifu nos enseñó a tener siempre en cuenta a los demás. Nuestro objetivo es alcanzar la desinteresada bondad». Quedó muy impresionada: «¡Tienes unos altísimos estándares morales!».
Al día siguiente, mi empleadora me dijo que había consultado con la agencia y que era cierto: 300 yuanes extra por cada hora extra. Acordamos un aumento de 300 yuanes a mi salario base de 1800 yuanes.
Si yo no practicara Falun Dafa, ¿cómo podría ser tan honesta, aun cuando mi ganancia personal estaba en juego? ¿Cómo podría mantener tan altos estándares morales? ¿Cómo podía ser tan considerada? Si no practicara Dafa, ¿cómo podría resistirme a la tentación de luchar por ganancias insignificantes? Mi empleadora me ofreció un sueldo más alto y podría haber aceptado. ¿No sería mejor para mí ganar más dinero? Pero soy practicante de Dafa y no podía permitirlo, porque mi objetivo es elevar mi nivel espiritual y, finalmente, regresar a mi ser original y verdadero.
Presentando Dafa a una madre con depresión
Terminé mi anterior trabajo en el verano de 2024. Para cuando comenzó el curso escolar en otoño, ya había encontrado un nuevo empleo. La familia con la que trabajo tiene cuatro hijos: un adolescente, una en primaria (3.er grado), otro de 2.º grado y un niño en preescolar. Ya tenían una niñera que vivía con ellos, se encargaba de los niños, organizaba sus rutinas y los llevaba a la escuela y a las actividades extraescolares. Mi trabajo era ir por la tarde a ayudar con los platos y limpiar la cocina. Después la mamá, la niñera y yo ayudábamos a los niños con su tarea.
La madre es muy irritable y de mal genio. Casi a diario regañaba y golpeaba a los niños. Descubrí rápidamente que le habían diagnosticado depresión severa hace tres años, al punto de necesitar hospitalización. Logró superarla y se recuperó gradualmente.
Me veía reflejada en lo que ella estaba pasando, así que le expliqué que yo también sufría de trastorno de ansiedad. Le conté que estuve hospitalizada y recibí tratamiento durante más de un año, pero los síntomas persistieron, hasta que comencé a practicar Falun Dafa. Imprimí artículos sobre cómo la práctica de Falun Dafa ayudaba a los practicantes a recuperarse de la depresión y se los entregué. Le enseñé: «Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno» y le dije que repitiera estas frases auspiciosas siempre que pudiera, ya que la ayudaría. Al día siguiente, cuando volví a trabajar, me dijo que le habían gustado mucho los artículos.
Ayudando a una niña a desarrollar confianza con amabilidad
La niñera también estaba muy nerviosa; quizás porque tenía mucho trabajo cuidando a cuatro niños, o quizás porque el carácter de la madre influyó en ella. Cada vez que los niños cometían un error, los regañaba o los ponía en la esquina. Si no se sentaban correctamente mientras hacían la tarea, los regañaba duramente. La madre me comentó que la niñera la estresaba y que se sentía abrumada y sofocada con ella. Me contó un ejemplo en el que ella estuvo 10 minutos en la sala y la niñera gritó a los niños durante todo ese tiempo.
Después de las vacaciones de Año Nuevo, me asignaron ayudar a la niña de tercer grado con la tarea. Es muy inquieta y distraída, y es conocida por no poder concentrarse. Un día, mientras la ayudaba con la tarea, su madre entró a la habitación y empezó a gritarle por estar encorvada. Después de que la madre salió, le susurré: «Por favor, siéntate derecha para que no te griten más». Ella respondió con indiferencia: «Bueno... mi madre es así». Le dije: «Por eso mismo debes esforzarte más y demostrarle a tu madre que puedes hacerlo mejor. Eres una buena niña y sé que puedes hacerlo bien. Fijemos una meta y trabajemos juntas para lograrla». “De acuerdo”, asintió y se concentró en sus tareas.
Unos días después, la niña volvió a olvidar las tareas porque no tenía el hábito de anotarlas. Su madre se enfureció. La azotó repetidamente con el cable del cargador. La pobre niña se acurrucó en el suelo y lloró de dolor. Todavía gritando furiosa, la madre destrozó la libreta de la niña. Después de que la madre terminara, la consolé y le expliqué por qué era importante anotar las tareas. Su libreta estaba en pedazos, así que le dije que tendría que encontrar una manera de anotar las tareas del día siguiente sin olvidarse de nada y que yo lo revisaría el siguiente día.
Al día siguiente, revisé sus notas y vi que había anotado todo en un papel. La felicité: “¡Bravo! Anotaste todas las tareas. Si sigues así, en tres semanas tendrás un buen hábito”. Me preguntó con inocencia: “¿Eso significa que después de tres semanas ya no tendré que anotar las tareas?”. Sonreí: “No. Pero cuando se convierta en un hábito, te resultará muy fácil. Además, aprenderás la importancia de anotarlo todo y no olvidarás las tareas”. No era la respuesta que esperaba, pero estuvo de acuerdo. “Está bien”, dijo.
Revisé los papeles que ella había desechado y encontré una libreta usada. Le dije que la usara por ahora. Sonrió y me agradeció. Antes de irme, le prometí: “Si anotas las tareas todos los días esta semana, te daré una sorpresa”. Sus ojos brillaron: “¡Lo haré!”. Y lo hizo. La semana siguiente, como recompensa le regalé una pluma estilográfica de un color hermoso, y se puso muy contenta: “¡Gracias, tía!”. El pequeño premio le dio más confianza. Se motivó mucho y anotó las tareas todos los días. La semana siguiente, le regalé otro color de la misma pluma estilográfica, por su buen desempeño. Su capacidad de concentración mejoró y ahora podía terminar las tareas en menos tiempo.
Antes de irme un día, la madre me comentó lo difícil que le resultaba disciplinar a sus hijos. Le pregunté: "¿Te has dado cuenta? Tu hija ha mejorado muchísimo en las últimas dos semanas. ¡Está haciendo un excelente trabajo!". Me dijo que sí lo había notado.
Tan pronto llegué el lunes siguiente, la madre me comentó emocionada: "No sé qué le ha pasado, pero mi hija está yendo muy bien en la clase de inglés. Antes no podía memorizar los pequeños ensayos que le asignaba la profesora. Le costaba muchísimo, a veces tardaba más de una hora. Todos teníamos que esperar a que terminara. Pero el sábado pasado, memorizó el ensayo de esta semana y lo aprobó a la primera. ¡Me sentí tan feliz por ella! “¡Maravilloso! Me alegro mucho de oír eso”. Cuando trabajé con la niña, le conté lo que me había dicho su madre y lo orgullosa que estaba. Le dije: “Tu madre ha notado que has mejorado y su opinión sobre ti está cambiando. Sigamos trabajando duro para hacerlo aún mejor”. Ella asintió con una gran sonrisa.
Cuando se encorvaba en la silla, busqué una imagen de una columna vertebral deformada y se la mostré: “Si te sientas así durante mucho tiempo, tu columna vertebral se deformará. Tu espalda se encorvará y tus hombros quedarán desiguales. Eres una niña muy bonita. ¿Tú no quieres tener un cuerpo así, o sí? No se vería bien”. Tan pronto como terminé de hablar, se sentó erguida.
Cuando se distraía, le recordaba suavemente que se concentrara para terminar los deberes más rápido y tener más tiempo para jugar. Su letra solía ser desordenada. Después de decirle que una letra desordenada no le iba bien, empezó a esforzarse por escribir con letra clara.
¡Debería haber más niñeras como tú!
El viernes, mientras la niña estaba en su clase extracurricular, la madre me pidió que cuidara a su hijo pequeño. Tenía que ayudarle con los deberes antes de jugar. Cuando volvió a vernos después de un rato y vio que estábamos divirtiéndonos, preguntó: “¿Ya terminaron la tarea?”. Le dije que habíamos terminado en media hora.
Esto sorprendió a la madre, ya que ella solía tener dificultades para ayudarle con la tarea. Ella explicaba las cosas una o dos veces y, si no lo entendía, gritaba y lo regañaba. A veces incluso tiraba cosas. Este proceso solía agotar a la madre y al niño. La madre dijo: “Debería haber más niñeras como tú”. Si no practicara Falun Dafa, no tendría un corazón tan generoso, ni tanta paciencia con los niños, ni toleraría sus errores y malos hábitos. Como la madre y la niñera, habría gritado, me habría enfurecido y habría castigado físicamente a los niños por cualquier cosa que no me gustara. Le dije a la madre que veía en ella a la persona que yo solía ser, antes de empezar a practicar Falun Dafa.
Practico Falun Dafa y mis palabras y acciones representan a Dafa. Quiero mostrar a la gente cómo me ha transformado positivamente y espero que comprendan lo maravilloso que es Falun Dafa. Con mi ejemplo, quiero demostrar al mundo que Falun Dafa es un Fa recto y que el Partido Comunista Chino difama a Shifu.
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