(Minghui.org) Al recordar los años difíciles que he pasado al validar el Fa, cada paso que he dado es inseparable de la compasiva bendición y cuidado de Shifu.
Empecé a practicar Falun Dafa en 1998, cuando tenía unos 40 años. Cada día me bañaba en la luz del Fa, mi emoción era indescriptible. Me sentía muy afortunada y era la persona más feliz del mundo.
Sin embargo, en julio de 1999, el Partido Comunista Chino (PCCh) inició la persecución a Dafa. Shifu también fue vilmente atacado con mentiras. No podía quedarme sentada en casa, así que, a finales de otoño del 2000, decidí ir a Beijing para validar Dafa.
En cuanto cerré la puerta de mi casa me sentí triste porque no sabía si volvería. Después, junto con otros practicantes subimos al tren que nos llevaría a Beijing, lo dejaba todo, iba a cumplir una misión sagrada y mi responsabilidad.
Estuve en Beijing menos de cuatro meses. Tenía que cambiar de lugar cada pocos días, lo que era difícil. “La cultivación depende de uno mismo, el gong depende del Shifu” (Primera Lección, Zhuan Falun). Sabía que todo estaba dispuesto por Shifu.
Los practicantes de Beijing nos consiguieron alojamiento. Había menos de 10 personas en nuestra habitación. Todo el mundo salía todos los días, algunos enviaban cartas, otros ponían carteles, otros repartían folletos y otros colgaban pancartas. Salíamos antes del amanecer. Cuando pegué la pegatina “Restaurar la reputación de Shifu”, mi corazón se sintió muy relajado. Por fin podía defender a Shifu.
Estaba pegando pegatinas en una zona residencial y me vieron los de la torre de vigilancia. Dos policías me llevaron a la comisaría. Un policía nos observaba. Le dije: «¡Déjame salir!». Aceptó. Este policía era muy amable, así que le conté la verdad sobre la persecución. Me preguntó: “¿Cómo practicas los ejercicios?”. Le enseñé a hacer el quinto ejercicio. Poco a poco se fue quedando dormido. Justo antes del amanecer, abrí la puerta en silencio y salí. Nadie se fijó en mí, así que salí corriendo. Sabía que Shifu me había ayudado. Volví al lugar donde nos alojábamos.
Pero al cabo de unos días el casero nos dijo: “¡Tienen que marcharse!”. Porque la gente de seguridad del barrio, le habían preguntado qué hacían sus inquilinos. Estaba asustado, por lo que nos fuimos.
Fui a un nuevo alojamiento. Había unas 30 personas. Todos eran muy diligentes. Practicábamos juntos los ejercicios por la mañana, estudiábamos el Fa por la tarde y hacíamos lo que teníamos que hacer durante el día. Nadie preguntaba el nombre de los demás ni de dónde venían. Simplemente nos organizábamos y salíamos de dos en dos y de tres en tres. El ambiente en Beijing ya era muy peligroso, incluso en los autobuses había gente comprobando los carnés de identidad.
Como había demasiada gente alojada en el nuevo alojamiento, las comidas se convirtieron en un problema, pero todo el mundo fue muy considerado. Compramos bollos al vapor, pepinillos, espinacas e hicimos sopa. Todos estábamos contentos de tener comida y un lugar donde alojarnos y de haber podido validar el Fa.
La gente de Beijing no entendía la verdad sobre la persecución a Falun Dafa. Cuando veían caras desconocidas en su edificio, se nos quedaban mirando. Salíamos antes del amanecer. Aunque estuviéramos muy callados, sabían que había gente fuera porque el perro ladraba. Algunos guardias de las comunidades residenciales vigilaban detenidamente. Algunos practicantes que salían por la mañana, no volvían por la tarde.
Mientras estábamos haciendo una pancarta alguien llamó a la puerta y preguntó qué estábamos haciendo. No nos atrevimos a contestar ni a movernos. Esperaron un rato y se fueron. Nos aseguramos de que se habían ido y entonces recogimos nuestras cosas en silencio. Unos cuantos salimos de la casa, nos metimos en un coche y recorrimos cierta distancia. Recuerdo que estaba muy asustada, incluso las células de mi cuerpo estaban asustadas, mi corazón latía con fuerza. Más tarde supe que un coche de la policía fue a la casa cuando ya nos habíamos ido.
Caminé hasta la plaza de Tiananmen tres veces. La primera vez que planeé desplegar pancartas, el mal de otra dimensión intentó impedírmelo la noche anterior: «Si vas, te explotará la cabeza». No tuve miedo. Al día siguiente, después de desayunar, me dirigí a la plaza de Tiananmen con algunos practicantes. Desplegamos pancartas y gritamos: "Falun Dafa es bueno". Entonces vinieron agentes de paisano, nos sujetaron, nos empujaron al coche de policía y nos llevaron a una comisaría cercana. Antes de llegar, vi a un practicante que tenía la cara y la camisa blanca manchadas de sangre.
Había mucha gente en la comisaría. En el pasillo había dos largas filas de practicantes. Todos recitaban los poemas de Hong Yin de Shifu. Al cabo de un rato, vino un policía, nos dijo que firmáramos un documento y nos preguntó de dónde veníamos, pero no se lo dijimos. Todos firmaron el documento: "Practicante de Falun Dafa". Me sentí extremadamente orgullosa y honrada. ¡Qué suerte tenía de ser practicante de Falun Dafa!
En aquella época muchos practicantes fueron a la plaza de Tiananmen, pero se los llevaron a todos uno por uno. A mí me llevaron al condado de Yanqing, en Beijing, y me encerraron en una gran habitación. Al poco tiempo, vino la policía y nos sacó. No nos dejaban llevar zapatos. Nos golpearon en el pasillo y luego nos llevaron a la comisaría. Caminábamos descalzos por la carretera helada, pero no sentíamos frío. Sabía que Shifu nos protegía.
Cuando llegamos a la comisaría le dije a dos policías: "Todos somos buenas personas, Falun Dafa enseña a la gente a ser buena y a seguir los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. Mucha gente en el mundo lee Zhuan Falun. Si lees ese libro, verás que no hay ni una sola palabra que enseñe a la gente a ser mala". Uno de ellos tomó la picana eléctrica y me golpeó. No tuve miedo, entonces recité:
“Vivir sin expectativas,
morir sin arrepentimientos;
extinguiendo todo pensamiento excesivo,
cultivar el fo no es difícil”.
(Sin existencia, Hong Yin)
Me recordé que era una cultivadora y que Shifu me protegía. Al cabo de un rato dejaron de pegarme.
Los demás practicantes también fueron torturados. A algunos los golpearon y los ojos se les pusieron morados y azules, a otros les salieron ampollas debido a las picanas eléctricas y a otros los expusieron al frío del exterior. No nos dieron comida ni agua. Nos enviaron a un centro de detención en un lugar desconocido. Cuando salía, vi una hilera de zapatos en el suelo, los dueños de esos zapatos -los practicantes- no habían regresado. No sabía dónde estaban ni qué tipo de persecución sufrían. Estaba muy preocupada por ellos.
Muchos practicantes de todo el país fueron retenidos en ese centro de detención. Todos se sentaron juntos e intercambiaron experiencias sobre la validación del Fa. Me encerraron en una habitación sin calefacción con otros tres practicantes. El suelo era de cemento liso. Ya hacía frío y la policía puso un ventilador eléctrico junto a la puerta para que nos diera aire frío. Yo llevaba un abrigo fino de algodón, me tumbé sobre él un rato y me puse otro. Cuando me lo quitaba y me tumbaba entonces tenía frío en el pecho y si me lo ponía entonces tenía frío en la espalda.
Al día siguiente, la policía nos llevó a la montaña. Cuando el coche se detuvo, dijeron: "Si practican Falun Dafa deben salir, y si no practican, pueden quedarse en el coche". Todos salimos del coche. Pero no sabíamos a dónde ir, así que corrimos colina arriba por miedo a que nos detuvieran de nuevo. Al cabo de un rato, volvimos la vista y ya no estaban, por lo que decidimos volver a la ciudad. Al poco tiempo, llegó un camión y se detuvo. El conductor dijo: "¿Adónde van?". Le dijimos que queríamos ir a la estación de tren. Dijo: "Eso está lejos, ¡los llevaré allí!". Estábamos contentos y sorprendidos, Shifu se encargó de que alguien nos recogiera. Le dimos las gracias y tomamos el tren a Beijing.
La segunda vez, tenía previsto desplegar una pancarta (de 99 metros de largo, bordada con el poema de Shifu) con otros practicantes. Esperamos allí a la hora prevista, había muchos policías de paisano. El ambiente era muy tenso, como si el aire estuviera helado. Esperamos en silencio a que llegaran los practicantes. Cuando llegaron, repartimos folletos para llamar la atención de los policías y que los demás practicantes tuvieran la oportunidad de desplegar las pancartas. Varios agentes de paisano se abalanzaron sobre nosotros, nos sujetaron, nos patearon y nos golpearon. Vi que los demás practicantes desplegaron la pancarta y me dirigí hacia el centro de la plaza de Tiananmen.
Nos enviaron a un lugar donde había practicantes en todas las habitaciones. Oía el crepitar de las picanas eléctricas en las otras habitaciones. A las once de la noche, avisaron a los policías para que nos liberaran (no a todos). Como me habían golpeado tan brutalmente (tenía la cara y las piernas magulladas y moradas), me liberaron primero.
Gracias al arreglo de Shifu, encontré otro lugar donde alojarme, allí vivía una joven pareja de practicantes. Había cinco personas alojadas en esta habitación, entre ellas una joven practicante de la provincia de Jilin. Su marido fue detenido por pintar mensajes sobre Falun Dafa en lugares públicos. Esta practicante era notable, sin excesiva tristeza, e hizo todo lo que tuvo que hacer. A veces llevaba a su bebé a la espalda y salía a repartir folletos. Yo no podía repartir folletos debido a las heridas en las piernas, así que enviaba materiales por correo. No sabía dónde estaban los buzones, así que tomé el autobús para recorrer la ciudad. Shifu me ayudó a encontrarlos.
No salíamos salvo para aclarar la verdad, una de las practicantes nos traía comida. No podíamos quedarnos mucho tiempo en ese lugar, así que, por seguridad, la practicante me pidió que me mudara a otro sitio con su bebé. Nos alojamos en una residencia universitaria mientras los universitarios estaban de vacaciones. No había nadie más. Además de cocinar, también estudiaba el Fa y practicaba los ejercicios. Como no podía salir, no podía ver a otros practicantes y me sentía muy sola. Realmente sentí lo que es la soledad, porque hacía lo mismo una y otra vez todos los días.
Más tarde, cuando mi pierna mejoró, pensé: ¿por qué he venido a Beijing? Si no puedo validar el Fa, debería volver a casa. Así que salí para aclarar la verdad de nuevo. Los habitantes de Beijing eran muy sensibles. Cuando fui a un edificio de viviendas a repartir folletos, me miraron fijamente porque era una forastera. Así que tuve que entrar y salir rápidamente. Una vez, recuerdo que subía las escaleras y un anciano subió detrás de mí. Fingí que me ataba los zapatos, entonces me preguntó a quién buscaba. No dije nada y bajé rápidamente, él me persiguió y finalmente subí al autobús. Era muy difícil validar el Fa en Beijing.
Un día, antes del amanecer, fui a una zona residencial con un practicante para repartir folletos. La policía me detuvo y me llevó a la comisaría. Primero me golpearon con picanas eléctricas. Después me preguntaron de dónde venía, cómo me llamaba, de dónde había sacado los folletos y dónde me alojaba. No dije nada. Se enfadaron y me obligaron a pararme sobre mis manos [hacer el pino]. A los pocos minutos ya no podía sostenerme. Por la noche, me enviaron a un centro de detención.
Como el centro de detención estaba demasiado lleno, al día siguiente nos enviaron a la oficina de expedición de Beijing. Cuando llegamos allí, había unos cuantos policías con picanas eléctricas. Nada más entrar, nos dijeron que nos agacháramos y nos colocaron las picanas eléctricas en la espalda. Luego nos llevaron al patio, nos quitaron la ropa y nos registraron. Era febrero y tiritábamos de frío. No nos dejaron vestirnos después de la inspección.
La policía era muy dura. Sostenían picanas eléctricas y caminaban a nuestro alrededor todos los días. Nos daban tres minutos para ir al baño y no teníamos tiempo para lavarnos. Nuestro trabajo consistía en envolver palillos desechables durante el día. Si no había trabajo, teníamos que caminar, incluso hacían caminar a una anciana. Si alguien no caminaba recto, la pegaban y la regañaban. Los palillos envueltos había que llevarlos al almacén, soy una persona pequeña, así que me resultaba muy difícil llevar un saco lleno de palillos.
Una practicante recibió tal descarga eléctrica que se le hinchó el cuello. Cuando llegaba la hora de comer, teníamos que esperar a que nos dieran la comida. Cuando llegaba el turno, tenías que arrodillarte, levantar el cuenco de arroz con las dos manos por encima de la cabeza y decir: "Pido comida".
Estuve encarcelada ilegalmente durante un año y seis meses en el Campo de Trabajo de Mujeres de Xin'an, en Beijing. Estas son algunas de mis experiencias en Beijing.
Shifu dijo:
“¿Sabes que para salvarte el Fo una vez mendigó por comida entre la gente común?” (Cultivación genuina, Escrituras esenciales para mayor avance).
Lo que sufrí no fue realmente nada. No sentí amargura, lágrimas, ni tristeza, y no pensé en mi casa, ni en mis hijos. Me sentí feliz, porque hice lo que debía hacer, defendí Dafa y cumplí mis promesas.
Gracias ¡Shifu!, gracias por elegirme para ser tu alumna, gracias por tu misericordia y salvación, gracias por llevarme por el camino para volver a mi verdadero ser y guiarme a casa.
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