(Minghui.org) Desde que tengo memoria, siempre me he preguntado por qué el ser humano sufre en este mundo. Con el paso del tiempo, esa pregunta seguía presente: ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos?

Nunca encontré una respuesta satisfactoria. Mientras tanto, la presión del trabajo, los deseos humanos y una prolongada infelicidad me provocaron dolores frecuentes en el pecho, dificultad para respirar, mareos y debilidad general. Todos los días, al llegar a casa, necesitaba descansar antes de poder hacer las tareas domésticas. No entender mi verdadera motivación en la vida, y al mismo tiempo negarme a vivir de forma mediocre, me sumió en una profunda confusión mental.

Mi vida cambió drásticamente en agosto de 1995 cuando leí el libro Zhuan Falun. Dafa despertó mis recuerdos olvidados y me mostró el verdadero propósito de mi existencia: ¡había estado esperando que Dafa me salvara! También comprendí que las personas sufren para pagar las deudas kármicas. Encontré esta y muchas otras respuestas a los grandes interrogantes de la vida en Zhuan Falun.

Como una niña perdida que encuentra el camino de regreso a casa, la luz de Dafa me guió a través de la oscuridad y cambió mi visión del mundo. Al descubrir el verdadero sentido de la vida, mi corazón se llenó de felicidad, y me sentí la persona más afortunada del mundo.

Empecé a asistir todas las mañanas al sitio de práctica antes de ir al trabajo. A los pocos días, mi salud mejoró visiblemente. Caminar se volvió fácil, y me sentía llena de energía y vitalidad. Los mareos, la presión en el pecho y la falta de aire desaparecieron, y supe que Shifu había purificado mi cuerpo.

Otros practicantes del mismo sitio de práctica también vieron desaparecer sus enfermedades. Los efectos fueron duraderos: incluso durante las temporadas de gripe me sentía ligera y sin dolencias. Mi mejora física y mental no pasó desapercibida; la gente a mi alrededor envidiaba mi buena fortuna.

Cambio de mentalidad: Eliminar la fama y la fortuna

Médico en un hospital. En la sociedad actual, es común que las personas compitan, se engañen y se manipulen unas a otras. Yo, por naturaleza, era introvertida y sencilla, no causaba problemas ni peleaba con nadie. Aunque mis superiores y colegas elogiaban mi carácter, al compararme con los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia de Dafa, me di cuenta de que estaba lejos de ser realmente buena. Actuaba con cultura y educación en apariencia, porque sabía que no podía ganar en una confrontación y quería mantener las apariencias. Pero en el fondo, me resentía cuando sentía que algo era injusto y me limitaba a lanzar miradas hostiles sin decir nada.

Cuando en el área que trabajo surgió una vacante para subdirectora, una colega mayor comenzó a competir ferozmente. Por edad y formación, yo era la opción lógica, pero ella, con menor preparación y capacidad, me hizo la vida imposible en secreto y habló mal de mí ante el jefe para tener ventaja.

Una compañera de escuela me aconsejó que le diera regalos al jefe. Pero no podía aprovecharme de relaciones personales ni buscar favores. Solo podía trabajar con esfuerzo y compromiso, aunque me sentía frustrada porque aún anhelaba la fama y la fortuna. Esa competencia duró años, y mi salud se deterioraba cada vez más.

Tras obtener el Fa, comprendí que mi propósito era regresar a mi verdadero ser. Estudiando los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, comencé a rectificar mi visión de los demás y logré dejar ir el deseo de fama y fortuna. Ya sentía resentimiento por mi colega, aunque me había perjudicado. Al abandonar esa lucha sin sentido, sentí una inmensa liberación, como si me hubieran quitado una carga del cuerpo. Meses después, fui transferida a un nuevo departamento dentro del hospital.

 Practicar Verdad-Benevolencia-Tolerancia en el trabajo y difundir la verdad

Como médico, mi deber es salvar vidas. Como practicante de Falun Dafa, tengo la responsabilidad de contarle a la gente la verdad sobre la persecución en China. En esta nueva área donde trabajo ofrecemos tratamientos personalizados a personas de todos los ámbitos: agentes de seguridad pública, personal judicial, empresarios, maestros y periodistas. La naturaleza del trabajo permite un contacto prolongado con los pacientes y sus familias, lo que facilita la aclaración de la verdad.

Soy responsable de supervisar las operaciones principales del área. Mi habilidad profesional y buen servicio motivan a los pacientes a continuar su tratamiento. Algunos incluso vienen de otros hospitales después de escuchar nuestras recomendaciones. En el fondo, creo que vienen porque anhelan conocer la verdad sobre Falun Dafa. Busco la oportunidad para hablarles, darles materiales de aclaración y discos; la mayoría acepta que Falun Dafa es bueno y renuncia al Partido Comunista Chino (PCCh) y sus organizaciones afiliadas.

Un día, un hombre gravemente enfermo fue admitido. En un hospital grande de Beijing lo habían enviado a casa, sin esperanza. En el camino, su condición empeoró. Llegó semiinconsciente. Me acerqué a su oído: “¿Puedes oírme?”. Asintió. Le pedí que recitara en silencio “Falun Dafa es bueno, Verdad-Benevolencia-Tolerancia es bueno”. Me dijo que había pertenecido a los Jóvenes Pioneros. Le sugerí renunciar, y aceptó. Tardamos una hora en estabilizarlo. A su esposa y hermana también les pedí que recitaran las frases. Al día siguiente, la hermana me dijo que su condición mejoró drásticamente. Les aclaré que la farsa de la auto-inmolación en la Plaza Tiananmen fue un montaje del régimen. Ellos aceptaron la verdad y el paciente se recuperó, llegando por sí mismo a sus citas de seguimiento.

También conocí a una contadora del gobierno, cuyo esposo trabajaba en la Procuraduría. Al principio él se resistía y repetía propaganda del PCCh, pero con el tiempo cambió. Su hijo me dijo: “Lo que nos cuenta sobre Falun Dafa tiene sentido. Déle los materiales a mi madre”. Les di un CD con las conferencias de Shifu en Guangzhou. Más adelante, el esposo me brindó información sobre funcionarios involucrados en la persecución.

Una oficial de un campo de trabajos forzados también trajo a su hijo enfermo. Le hablé de cómo tratar bien a los practicantes podría traerle bendiciones. Me contó sus dificultades: su esposo había muerto, y tenía enormes deudas médicas. Le pedí ayuda para practicantes detenidos ilegalmente, y dentro de sus posibilidades, lo hizo. Me informaba sobre su estado y ayudaba en su liberación cuando podía.

Otras experiencias en el trabajo

1. Ayudar con sinceridad y calidez

Una vez, un paciente vino a recibir tratamiento sin la compañía de sus familiares. De repente, comenzó a vomitar con gran fuerza. El vómito se esparció por todas partes y tenía un olor terrible. Todos los presentes se alejaron y se taparon la boca y la nariz. Yo me acerqué de inmediato para ayudar a limpiar el desastre, lo cual fue muy apreciado por los presentes. Poco después llegó la hija del hombre, se enteró de lo que había hecho y vino a agradecerme personalmente.

Siempre que estoy de guardia, intento servirles agua, comprar comida y ayudar con los pagos a los pacientes que están solos. Estas personas están atravesando circunstancias difíciles, y quiero que sientan un poco de calidez humana. A través de estas interacciones, desarrollo un vínculo de familiaridad, lo cual permite que estos pacientes acepten la verdad sobre Dafa. También utilizo los principios de Dafa para iluminarlos y alentarlos a vivir con sentido.

2. Rechazar regalos

Usamos equipos médicos para nuestros tratamientos, lo que implica relaciones comerciales con proveedores. En un mercado altamente competitivo, los comerciantes promocionan sus productos con la esperanza de ganar más negocio. También ofrecen reembolsos, regalos o sobres rojos para construir buenas relaciones. Durante el Festival de Medio Otoño, un representante de ventas intentó darme un sobre rojo con dinero en efectivo. Cuando me negué a aceptarlo, me dijo: “Se lo damos a todos, no solo a usted”. Continué negándome por motivos de fe. También le hablé sobre los hechos sobre Falun Dafa, y aceptó renunciar al Partido Comunista Chino (PCCh). Luego dijo: “Si usted no acepta esto, no podré enfrentar a mi jefe. Pensará que no tengo capacidad”. Sin esperar mi respuesta, dejó el sobre rojo y se fue. Habría sido embarazoso para él si yo le devolvía el dinero, así que lo usé para comprarle un obsequio y le aconsejé que no volviera a hacerlo. Al comprender mis intenciones, ese representante dejó de ofrecerme sobres rojos.

Algunos pacientes también quieren darme regalos, pero los he rechazado todos. En situaciones en las que es difícil negarse directamente, compro un regalo y se los devuelvo.

3. Seguir los principios morales

En los primeros años, cuando no existía el seguro médico, era difícil para una familia promedio pagar atención médica. Aquellos con dificultades económicas debían abandonar el tratamiento o vivir de forma extremadamente austera para poder pagar sus facturas médicas. Algunos incluso se endeudaban profundamente. Yo simpatizaba con sus dificultades, pero debía mantenerme fiel a cobrar las tarifas oficiales. Una vez, una paciente me preguntó si podía pagarme en privado para que yo me quedara con el dinero y ella pagara menos por el tratamiento. Cuando me negué, me dijo: “Le ofrezco esto porque sé que es una buena persona. Lo he hecho antes y nadie me ha rechazado”. Le respondí: “Practico Verdad-Benevolencia-Tolerancia. ¿No iría esto en contra de mis principios? Mi fe me exige ser veraz, y eso no puedo cambiarlo. Si tiene otras dificultades, puedo ayudarla, pero no de esta manera”.

4. Ayudar a un anciano que cayó en la nieve

Un día, justo cuando me iba a casa, vi a un anciano acostado sobre un banco de nieve junto al hospital. Hacía mucho frío, y dudé si ayudarlo o no. Había escuchado historias de personas que ayudaban a ancianos caídos, solo para ser luego chantajeadas. Pero como cultivadora, no podía simplemente quedarme mirando. Si permanecía sobre esa nieve más tiempo, su vida estaría en peligro.

Cuando me acerqué y pregunté: “¿Qué le ocurre, señor?”, el anciano soltó un gran suspiro. Intenté levantarlo, pero era demasiado pesado para mí. Le pregunté si tenía un teléfono, y señaló su bolsillo. Lo saqué rápidamente, llamé a su casa y le conté a un familiar sobre la situación. Justo entonces, alguien de la farmacia de mi departamento pasó por allí. Le pedí que me ayudara a levantar al anciano. Al principio dudó, y pude ver en su rostro lo que pensaba: “¡Qué imprudente! Intervenir cuando podría ser una estafa”. Pero aun así me ayudó a levantar al anciano, y lo entregamos a sus familiares cuando llegaron.

5. La disculpa del decano

Una vez, el gobierno provincial visitó nuestro hospital y eligió a nuestro pequeño equipo para una inspección durante un fin de semana. Cuando recibí la noticia por parte del director del hospital, corrí al centro para asegurarme de que las instalaciones y los registros cumplieran con los requisitos: que las salas de tratamiento y la disposición de los elementos fueran correctas, y que los registros médicos y de desecho estuvieran completos. Después de ordenar todos los detalles, me encontré con el decano. Me dijo: “Ha trabajado mucho, incluso viniendo en su día libre”. Me sentí algo avergonzada y respondí: “Es mi deber asegurarme de que pasemos la inspección”.

Luego me pidió disculpas: “Es culpa mía por no haber insistido en que el hospital la ascendiera. Lo habríamos hecho si hubiera renunciado a su fe”. Le aseguré: “Decano, no importa. En estas circunstancias, entiendo sus dificultades. Gracias por pensar en mí, pero soy una cultivadora. Ocupando o no un cargo alto, seguiré haciendo lo mejor por nuestros pacientes. Esta es una ética profesional básica que debo respetar”. El decano conocía la verdad sobre la persecución a Falun Dafa, ya que le había entregado una copia de los Nueve Comentarios sobre el Partido Comunista cuando se publicó por primera vez.

El PCCh ha perseguido a Falun Dafa durante más de 20 años. Durante ese tiempo, fui detenida ilegalmente cuatro veces, obligada a huir de casa en dos ocasiones, y mi unidad de trabajo confiscó mi identificación durante seis años. Me negaron las solicitudes para estudiar en el extranjero. Mi familia también sufrió conmigo, pero como entendían la verdad sobre Dafa, siempre me apoyaron en mi cultivación. Mientras estuve detenida, mi familia trabajó para rescatarme, contratando un abogado y utilizando canales legales para desafiar la persecución.

A lo largo de mis años de cultivación, he seguido las enseñanzas de Shifu y los requisitos de una practicante de Dafa. Comparada con los practicantes diligentes, sé que estoy muy lejos. Pero Shifu sigue protegiéndome en los momentos difíciles, ayudándome a levantarme cada vez que caigo y animándome a seguir adelante.

Espero que más personas valoren esta oportunidad única en la vida para comprender la verdad y ser salvadas por Dafa. ¡Gracias, Shifu! ¡Gracias, compañeros practicantes que me han tendido la mano!