(Minghui.org) Cuando empecé a practicar Falun Dafa, seguí los principios de Verdad, Benevolencia y Tolerancia. De las enseñanzas del Fa entiendo que mi misión como practicante de Falun Dafa es ayudar a Shifu a rectificar el Fa y a salvar a la gente.
Una vez me denunciaron mientras estaba distribuyendo materiales de aclaración de la verdad en una pequeña ciudad del oeste de China, me detuvieron y me enviaron a un centro de detención local. En la celda había tibetanos, yi, uigures, hui, manchúes, mongoles y xibe; me sentía como en un país extranjero. Algunos no hablaban mandarín, así que nos costaba comunicarnos. Recordé las enseñanzas de Shifu e hice todo lo que pude para aclarar la verdad a todos.
Un alto funcionario dijo que era una pena que me retuvieran allí, entonces le dije: «Quizá haya gente aquí destinada a conocer la verdad».
Él dijo: "Eso estaría bien. Si puedes animarlos a practicar Falun Dafa nos facilitaría el trabajo".
Mientras hablaba, llamó al alcaide del centro de detención y le dijo que sólo pusiera en mi celda a personas de minorías étnicas. Durante los seis meses siguientes me trasladaron a diferentes celdas, seis o siete veces. Esto me permitió relacionarme con más gente.
Había un joven hui. Me enteré de que había sido condenado a ocho años y estaba recurriendo la sentencia. Su hijo era pequeño. Le conté algunas de mis experiencias sobre la educación de los hijos. Me dijo que unos días antes había tenido un sueño sobre nuestra conversación y que Falun Dafa debía ser recto. Me pidió que le contara más cosas.
Hablábamos todos los días y yo le daba una visión general del contenido de Zhuan Falun. Escribió en un papel «Lunyu», y lo llevaba consigo, lo leía y lo recitaba. Le enseñé a meditar y no tuvo problemas para sentarse en la posición de doble loto. Su odio hacia quienes le denunciaron disminuyó, unos días después me trasladaron. Me enteré de en el segundo juicio le redujeron la condena. Espero que aproveche esta oportunidad única en la vida y practique Dafa de verdad.
Cuando me trasladaron a una celda con un hombre uigur, me dijo que llevaba mucho tiempo esperándome. Estaba en la cárcel por drogadicción y robo, y lo habían encarcelado varias veces. Estaba divorciado y su madre y su hermano le evitaban. Decía que cuando visitaba a su madre, ella le vigilaba porque le preocupaba que le robara sus cosas. Su autoestima estaba muy dañada y nunca volvió a ponerse en contacto con su familia.
Le di algunas de mis ropas. Tenía la piel llena de llagas. Quería que le enseñara a practicar Falun Dafa, pero los demás me dijeron que le ignorara, que era demasiado malo. Admitió que había cometido todo tipo de delitos, pero que no había matado a nadie. Dado que pronto sería puesto en libertad, le aconsejé que cambiara, que se convirtiera en una persona nueva y que escuchara la verdad sobre Falun Dafa, porque sólo Falun Dafa podía ayudarle.
Mientras pasaba lista, un policía anciano de una minoría étnica que estaba de servicio, de repente me acusó de algo. Hizo que alguien trajera una cama de hierro, llamada «cama de la muerte», y me ataron los brazos y las piernas a las cuatro patas de la cama.
Como no podía moverme, me dolían mucho las articulaciones, tenía miedo a morir. Había un agujero en medio de la cama donde tenía que hacer mis necesidades. Era invierno y la celda estaba helada. Alguien tenía que ayudarme a bajarme los pantalones cuando orinaba y luego utilizar una palangana para recogerlo. Estaba desnudo y era vigilado por la cámara de vigilancia, lo que era extremadamente humillante.
Aunque a los de la celda no les importó, me sentí humillado. No quería molestar a los demás. Me daban agua y comida, y cuando tenía que orinar, uno de ellos me cubría con una sábana para darme la mayor intimidad posible, mientras el otro la recogía en una palangana. Todos eran de minorías étnicas y sólo sabían hablar unas pocas palabras en mandarín. Sólo compartimos la celda unos días, pero me cuidaron con mucho esmero, les estoy muy agradecido.
Aunque han pasado muchos años, aún recuerdo sus caras con claridad. Los que estaban en la misma celda no paraban de gritar pidiendo ayuda a través del interfono a los guardias que estaban de turno, pero no les hacían caso. Al cabo de unas treinta horas vinieron dos guardias y me liberaron. Me dijeron que en el fututo cooperara con los inspectores. Me di cuenta de que me habían castigado ya que dos días antes me había negado a firmar una orden de detención. Me quitaron los grilletes, pero no podía mover el cuerpo ni levantarme. Los demás me ayudaron y tardé mucho en ponerme de pie.
Me recordé que debía mantener pensamientos rectos. Debía utilizar la compasión que había cultivado con Dafa para disolver los elementos negativos y decirles la verdad sobre la persecución. No debía estar allí en vano.
Antes de que me detuvieran creé un nuevo grupo de estudio del Fa, me preguntaba cómo les iría. Dos de los recién llegados ya se enfrentaban a la presión de la familia y de su puesto de trabajo. Poco después, tuve un sueño en el que me visitaban. Me di cuenta de que practicaban de verdad y tenían sus propios caminos de cultivación. No debía preocuparme por ellos.
Después de ser puesto en libertad me visitaron. Les fue muy bien, estaban decididos a practicar Falun Dafa, y las interferencias de la familia y del lugar de trabajo se disolvieron. Hicieron las tres cosas con constancia, me trajeron libros de Dafa, también se ocuparon de mi ordenador e hicieron que fuera más seguro al conectarse a internet. Estoy impresionado por sus progresos. Me pondré al día con el grupo, recuperaré el tiempo perdido y me cultivaré diligentemente.
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Categoría: Aclarando la verdad